Desertec, ¿solución o problema?

El pasado 11 de diciembre, Leo Hickman,  en The Guardian publicó un artículo sobre el Proyecto Desertec. Pocos días antes, Europa Press se hacía eco de la firma de un acuerdo entre Desertec y la argelina SONELGAZ, para producir energía solar en el Desierto del Sahara.

El proyecto Desertec es uno de los que cobraron protagonismo a raíz de la creación de la Unión por el Mediterráneo. Su objetivo es, en pocas palabras, producir electricidad con energía solar en el Norte de África y exportarla a Europa, mediante una compleja red de transmisión de alto voltaje.

Como ya apunta el artículo de Leo Hickman, este proyecto parece ser la culminación de lo que Franck Schuman inició en 1913 en Egipto: irrigar los campos de algodón con unas bombas de agua alimentadas con energía solar. El hecho de que desde hace casi un siglo existiera, ya, la tecnología para crear placas solares sirvió de base para hablar de «A road not taken». El ejemplo paradigmático de ello es el curioso documental sobre cómo se retiraron de la Casa Blanca las placas solares instaladas por el Presidente Carter.

La respuesta estándar al por qué de esta roadnottaken es siempre la misma: aunque exista la tecnología, ésta no es rentable. Más adelante, en otra entrada, hablaré sobre el falseado debate de los costes y de los precios energéticos, pero aquí me centraré en los claroscuros de esta vía enegética, nunca tomada, y que, ahora, empieza a tomar cuerpo en el discurso energético mainstream.

En mi opinión Desertec -y los proyectos equivalentes a él- son un envoltorio nuevo para acrencentar todavía más, si cabe, el poder de los monopolios eléctricos y, con ello, potenciar un modelo energético centralizado y excluyente.

Ante una preocupación creciente por el cambio climático, después de la tragedia nuclear de Fukushima y con la creciente inestablidad en algunos de los principales países exportadores de petróleo, una propuesta de instalar placas solares en un territorio yermo -y aparentemente sin usos alternativos- para producir una electricidad límpia que vaya sustituyendo a la generada por fuentes fosiles, parece una excelente iniciativa. Y, desde el punto de vista de sustituir combustible fósil por solar, lo es. Pero, sustituir combustible fósil por solar, es también sustituir quién produce el combustible fósil, por quién produce el solar o, en su defecto, concentrar a ambos productores en uno solo. Sea un caso u otro, el resultado es un cambio en las relaciones de poder vigentes.

Simplificando mucho la cuestión, en el esquema anterior, unas compañías petroleras-gasistas extraían y exportaban energía primaria a unas compañías eléctricas que, después de varias transformaciones, la convertían en energía secundaria: electricidad. Por el contrario, el proyecto Desertec en un consorcio internacional formado por un buen número de grandes compañías europeas, en el que llama la atención, por tratarse de un proyecto energético, que no participe ninguna de las «tradicionales majors» energéticas. Grosso modo los acionistas  del proyecto -salvo, tal vez, Siemens- son de tres tipos: compañías eléctricas, constructoras de grandes infraestructuras energéticas-renovables, y empresas del sector financiero. Dicho de otro modo es un proyecto que deja fuera a empresas como Repsol, British Petroleum, TotalFinaElf, Royal Dutch Shell, ENI o, a gasistas menores,  como Gas Natural – Fenosa. Este cambio en las empresas «protagonistas» es la primera gran transformación hacia la que apuntan proyectos como Desertec: las petroleras están pasando al segundo plano de la industria energética, mientras eléctricas, constructoras y financieras, suben posiciones. Este cambio de actores protagonistas en las relaciones energéticas, necesariamente ha de suponer un rotación en los núcleos del poder de la industria energética

¿Qué nos deja adivinar el proyecto Desertec de esta nueva composición de los nuevos núcleos de poder?

En primer lugar, que estos nuevos conglomerados eléctricos dejarán de depender de otras empresas -«las petroleras»- para el suministro de la energía primaria: ellos serán los propietarios de las placas solares, de la red, y los comercializadores de electricidad. Es decir, acrecenterán su control en todas las fases de la producción de electricidad y, con ello, su poder de monopolio.

En segundo lugar, por ser una iniciativa germano-europea, parte de la información disponible indica que buena parte de este proyecto será llevado a cabo por empresas alemanas y europeas. Ello lleva a pensar, que la balanza del poder en la produción de energía se inclina definitivamente del lado de las empresas de los países consumidores, perdiendo capacidad de negociación las empresas nacionales de los países productores.

En tercer lugar, que empresas de países, como Alemanía, que no tuvieron un lugar privilegiado en el «mundo energético petrolero» de la segunda mitad del Siglo XX , están recuperando parte del protagonismo en el «mundo energético» del Siglo XXI. Protagonismo, que en el caso concreto de Alemania se perdió con el Tratado de Versalles y los Acuerdos de San Remo, cuando el Deutsche Bank perdió todos los activos energéticos, concentrados en el Territorio Otomano.

Por tanto, a simple vista un proyecto como el Desertec implica una mayor capacidad de monopolio de las empresas eléctricas, una menor influencia de las Compañías Nacionales de los países productores y la emergencia de nuevas empresas de países que en el anterior modelo hegemónico, no fueron los protagonistas. Es decir un cambio en los actores, en el tipo de relaciones energéticas y en los espacios en los que éstas se desarrollan.

Ante todo ello, proyectos como el Desertec, ¿son buenos o malos?. La parte buena e innegable es que el sol es más límpio que el petróleo, el gas y el carbón. Además de ser un recurso no agotable. Sin embargo, en su diseño actual, la parte mala, es muy mala, pues en el mundo de hoy, que ya tiende a las relaciones verticales, jerarquizadas y autoritarias, potenciar modelos de producción de energía que pueden acrecentar todavía más el poder de monopolio de «grupos selectos de empresas», no va a invertir esta situación. Ante ello, si se quiere apostar por la energía solar, tal vez sería mejor favorecer proyectos más descentralizados, como los que se proponen desde la Fundación Hermann Scheer, en Alemania, o la Fundación Terra, en España.

Así, Desertec podría formar parte de la solución a la «energía sucia», pero, para aquellos que apostamos por sociedades más justas y democráticas, puede ser un problema mayor, pues contribuye a una mayor concentración y centralización en la producción de energía y, por ende, a una mayor centralización económica y política.

Por último, está la parte dudosa de proyectos como este. Es decir, ¿cómo será la nueva geo-política y cuáles serán las actividades económicas derivadas de un modelo de energía basado en la exportación de electricidad solar desde territorios desiertos de países subdesarrollados? Pero, esto lo dejaremos para más adelante.

3 comentarios en “Desertec, ¿solución o problema?

  1. Pingback: Monopolio natural e industria energética | Nuevas cartografías de la energía

  2. Es sin duda un tema polémico y con muchas dimensiones difíciles de resumir. Pero me gustaría añadir dos reflexiones, una sobre desarrollo y otra sobre seguridad energética. Respecto a la primera, el impacto sobre el desarrollo de los países del sur dependerá, a mi juicio, de que sean capaces de hacer algo más que el mantenimiento; es decir, que haya formación y transferencia de tecnología. En un reciente proyecto para la red Femise sobre el impacto sobre Marruecos, nos salen números importantes en escenarios de cooperación y transferencia: casi un 2% adicional del PIB para 2040 y de ahora hasta esa fecha casi 2 millones de empleos, directos e indirectos, en el país. En relación a la seguridad energética, a mi modo de ver, mejoraría tanto la de la UE como la de los propios países del sur: los primeros diversificarían en fuentes y orígenes geográficos y esa diversificación reduce la vulnerabilidad y, por tanto, mejora la seguridad energética de la UE; para los segundos, que afronta demandas energéticas en fuerte crecimiento, supondría una posibilidad de reducir la pobreza energética, facilitar el desarrollo energético (en cantidad y calidad) y reducir la vulnerabilidad. Dicho esto, claro que hay muchas dudas e incertidumbres y que todo dependerá de la gobernanza de los proyectos y el marco institucional UE-Med e intra-Med. Pero en el largo plazo, creo que proporciona oportunidades en línea con las ventajas comparativas de los países implicados.

    • No puedo más que coincidir con la perspectiva del anterior mensaje, Uno de los aspectos más importantes para valorar la «bondad o maldad» de un nuevo proyecto o modelo energético es analizar los efectos de arrastre sobre la economía y sobre el empleo. Este es uno de los propósitos de este blog. Por ello, animo a quién haya escrito esta respuesta a inserir el enlace del estudio de FEMISE, caso que sea público, en nuevas cartografías de la energía.
      Sin haber visto este estudio, mi idea es, en relación al efecto de Desertec sobre el desarrollo local, que los modelos de produción descentralizada tienden a crear más puestos de trabajo «in situ» que los de producción centralizada. En mi siguiente entrada se introducirá esta cuestión.
      Por otra parte, en relación a la cuestión de la seguridad energética, de forma muy breve, mi pensamiento es, coincidiendo con el autor/a de la respuesta, que el principio básico de la seguridad energetica es la diversificación. Sin embargo, esta seguridad energética puede verse limitada cuando las estructuras de propiedad y de gestión del suministro energético son monopolísticas, pues éstas tienden intrínsecamente a la exclusión.

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