Acoplémonos energéticamente para evitar eurovegas

Estaba preparando una escrito, cuando me he dado cuenta de algo evidente. Para los consumidores, para las ciudades y para los municipios, la energía es un coste. Coste que, es cierto, nos deja la electricidad o el combustible necesario para vivir, producir o “iluminarnos”, que no es poco, pero, al fin y al cabo, es una energía que siempre se acaba convirtiendo en una factura –que pagamos a alguien. El por qué de esta situación es fácil de establecer: la energía es inversión cuando se produce y coste cuando se usa y, debido a la forma en que se ha organizado la industria energética en nuestro sistema, prácticamente nunca la producción se da en el mismo lugar que en el que se consume. En palabras de Hermann Sheer (que ya se ha convertido en mi autor de cabecera), se ha producido un desacoplamiento entre la producción y el consumo.

Gráficamente, esta situación significa que desde un lugar remoto en el que se produce, se genera un flujo unidireccional hacia unos consumidores a los que se conecta –o no- al suministro de electricidad o de combustible. En la práctica, ello se traduce en que las empresas energéticas cobran y los consumidores pagan, generando un flujo de renta que va en sentido inverso al de la energía. El balance final de esta situación, para mi, es difícil de establecer, pero fuere lo que fuere significa que el mundo de las relaciones energéticas, geográficamente, es dual. Mientras unos invierten, otros gastan en energía (aunque ese gasto sea para producir otras cosas).

Los desacoplamientos entre producción y consumo pueden adoptar diversas formas, pero desde mi punto de vista, un caso extremo es el de la industria energética de los hidrocarburos, en la que las fuentes de energía primaria se van a buscar a la otra punta del mundo y en la que se construyen unas extendidas y complejísimas infraestructuras de transporte internacional, para que el petróleo o el gas sea tratado, todavía lejos, pero más cerca de los consumidores finales. Además de lo costoso de estas infraestructuras, traer crudo del otro lado del mundo, es siempre un pago en las balanzas comerciales. En cualquier caso, para que la energía final llegue a los usuarios finales, hacen falta muchas etapas (extracción, transporte, refino, producción, generación y distribución) que empiezan, en nuestro caso, siempre, lejos de nuestros lugares de vida y trabajo.

De toda esta cadena, aunque sólo consideráramos cuanto pagamos por la fuente de energía primaria, antes del refino y de todo lo que le sigue, consideraríamos que es una cifra considerable. Ya comenté este aspecto en una entrada anterior, pero, para un país como España, sólo en un año cálido y de crisis como 2011 se importaron 52.147 miles de toneladas de crudo, lo que, según los datos del último boletín de CORES representa unos 22.735 millones de euros en pagos exteriores. Ello quiere decir que si cada tonelada de crudo, equivale a 7,3 barriles de petróleo, España importó unos 380 millones de barriles de petróleo en un año. Así, incluso en un momento como el actual, en el que la crisis ha reducido nuestro consumo energético, cada dólar de aumento del barril de petróleo, supone entre 350 y 400 millones de divisas adicionales que se han de tener para hacer frente a estos pagos exteriores. A la cotización de hoy, entre 265 y 303 millones de euros. Suma a la que le deberíamos sumar las primas de riesgo de las aseguradoras que, hoy, a la luz del miedo de lo que pueda ocurrir en Irán, ya están aumentando. Y, suma, que ante el progresiva agotamiento de las fuentes fósiles “de bajo coste”, sólo puede ir en aumento.

A día de hoy, si de algo estoy segura es que un cambio de modelo energético hacia uno basado en fuentes renovables –libres y disponibles de forma ilimitados, que no se pagan- como el sol o el viento, necesariamente ha de ahorrarnos este coste de la factura energética. Dicho esto, desde mi deformación de economista, voy a empezar a hacer suposiciones….Supongamos que cada año dejamos de pagar –y es una estimación de futuro muy a la baja, a la que además se le podría añadir el coste del gas y del uranio enriquecido- unos 25.000 millones de euros por la compra de crudo, y que a cambio, cada año, invertimos 25.000 millones de euros (un 70% de los nuevos recortes que hoy nos anuncian) en acoplar la producción de energía al consumo. Destinamos 25.000 millones al año a invertir en producción de energía local y en la creación de redes inteligentes locales. Es decir, supongamos que invertimos 25.000 millones de euros cada año en los municipios españoles, en la producción local, en empleos locales, en nuevas profesiones locales, en investigación local, en nuevas fuentes de fiscalidad locales, y en nuevas formas de gestión local. En resumen 25.000 millones en creación de riqueza sostenible en el territorio, que además, para un caso como el de España, servirían para reactivar -con valor añadido- nuestros dos principales sectores, todo el vinculado con la construcción y urbanismos y el turismo. Piénsese sólo los nuevos diseños urbanos y de edificios que implicaría la sustitución de las actuales infraestructuras energéticas –dicho sea dicho de paso, hoy, obsoletas- por las nuevas, piénsese lo que sería “vender” España, en vez de por lugares como Eurovegas, como paradigma del turismo de playa sostenible.

En el momento actual la opción de acercar los lugares de producción de energía a los de consumo, creo, debería ser considerada muy seriamente, sino por el Ministerio de industria y por el de economía, sí por las autoridades locales y territoriales. Si pasáramos a producir la energía localmente, cosa que en muchos casos es posible, pues no sólo se hizo en el pasado, sino que hoy, añadiendo seguridad y modernidad, muchos casos lo demuestran, contribuiríamos no sólo a regenerar el territorio, sino a sentar las bases sólidas para salir de la crisis y para asegurar un futuro en el que nuestros jóvenes, en el mejor de los casos no se vean abocados a ejercer de croupier en un casino de una ciudad “sin ley”.

Desgraciadamente creo que España no va hacia ese camino, pues según leo ayer en Le Monde, si bien parece que nuestro Ministro de industria sí que apuesta por acercar la producción al consumo, lo hace de forma bastante peregrina: recuperando la idea de buscar petróleo en las Islas Canarias. Esto sería ya lo último que nos podría pasar en este país, ser víctimas de la maldición de los recursos.

2 comentarios en “Acoplémonos energéticamente para evitar eurovegas

  1. La idea me parece enormemente atractiva, hasta necesaria. Solo por preguntar, ya que cuantificas coste e inversión. Si un año dejamos de pagar los 25.000 millones de importar energía para invertirlos en producir energía localmente, ¿ese año qué energía utilizaremos? esto es solo un detalle que surge de manera obvia al leer tu razonamiento, pero yendo más allá ¿cómo ves la transición?

    • Gracias por el comentario. Bueno, la idea no es dejar de pagar de golpe los 25.000 millones -o la cifra que fuere-, pues a diferencia de la electricidad, en la que si que hay fuentes alternativas, la prueba es que en Alemania de un día para otro dijeron que se acababan las nucleares. La idea es ir acabando con la energía fósil y nuclear progresivamente, para que, en una apuesta a medio y largo plazo, dejemos de gastar esta cifra en el mantenimiento de modelos energéticos obsoletos, centralizados, monopolistas y no ssotenibles. Para ello, lo primero que hay que hacer es modificar la legislación varios ámbitos. Primero, aunque sea sin primas favorecer siempre la producción de energía local en la red; segundo facilitar que los consumidores puedan acudir a distribuidoras en de energía verde-local (se podría pensar cierto tipo de desgravación fiscal para los consumidores); tercero dejar que en caso de pequeños productores locales puedan comercializar su propia energía (optando entre «volcarla» a la red general o tener sus propios clientes); cuarto que frente a cada nueva necesidad se prohiba construir nuevas centrales térmicas o eléctricas fósiles o nucleares y, especialmente para la electricidad, se favorezca la generación eólica, solar o hídrica (es más pequeño, barato, adaptable y flexible); quinto que se autorice a los entes locales a tener una fiscalidad energética propia, siempre y cuando favorezca la generación de electricidad autóctona; sexto que se establezca una política de fondos de inversión cooperativos o micro-créditos verdes locales para la financiación de los programas y el surgimiento de emprendedores locales; séptimo que se abran programas I+D o equivalentes para investigación aplicada en tecnología, gestión, construction, planificación, ordenamiento territorial y difusión de pequeña producción energética ; y, octavo, que se favorezca la reconversión de la industria automovilística hacia el coche eléctrico.
      Seguro que hay más cosas, y que se podrían explicar mejor, pero para fomentar el debate, creo que con esto, pro hoy basta.

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