Hay breves momentos en la vida, especialmente en vacaciones, cuando se puede especular a antojo, en los que todas las piezas van cuadrando. En menos de una semana, me leí la polémica entre Montbiot y Juniper, a la que hice referencia en la última entrada; España sigue produciendo tierra quemada; visité una de estas urbanizaciones privadas y securizadas -y que van proliferando en nuestro país- edificada en una isla privada en pleno pantano de Valdecañas (Provincia de Cáceres, España);
la plataforma Aturem Eurovegas, sigue batallando para que no nos expolien nuestro espacio natural y, ahora, leo el sobrecogedor -pues una se da cuenta de que todo lo que piensa es verdad- informe Bio-Economies: the EUs real ‘green economy’ agenda?, accesible en el Transnational Institute y realizado por Ronnie Hall y Jospeh Zacune.
Leyendo el informe, una vez más, me doy cuenta de lo cándidos que hemos sido la gente de bien que pensamos que con el cambio de fuentes energéticas (de fósiles a renovables) cambiaríamos el modelo energético. El modelo está ahí, y está para quedarse, pues es el que mejor se adapta al sistema capitalista. No es un problema de fuentes energéticas, es un problema de estructuras de poder. Leyendo Bio-economics…entiendo perfectamente que la ‘agenda verde’ que la Union Europea ha presentado en RIO+20, indica la determinación de usar «el verde» para proteger y desarrollar la banca, las industrias de la biotecnología, el agrobusiness y la energía, así como para financiarizar nuestro patrimonio natural.
Si entiendo correctamente, el discurso que subyace bajo la ‘agenda verde’ de la UE es el siguiente: se ha destruído el entorno por la existencia de fallos de mercado -debido a que no se ha valorado adecuadamente el entorno natural. Por tanto, la solución es crear las condiciones favorables para que se cree un mercado de bienes y servicios ecosistémicos. Para ello, dos elementos son muy importantes: crear un mercado para la compra-venta de -títulos para el derecho de explotación del- territorio (bosques, rios, fondos marinos…). y favorecer el desarrollo del sector -empresarial- de la bio-economía para que produzca y comercialice bienes y servicios ‘verdes’. Para que me entiendan, y por ejemplo, crear un mercado para los derecho de explotación de un fondo marino (un nuevo tipo de concesiones), para el desarrollo de biocombustible de algas (un nuevo tipo de combustible) y prever las infraestructuras adecuadas para su comercialización (algo-ductos y bio-neras). Por tanto,
a) el fondo marino, ahora, titulizado por la concesión, se podrá comprar o vender en función del valor futuro del «nuevo» bio-combustible
b) podremos establecer un mercado de derivados de bio-combustible
c) podremos desarrollar todo un mercado de infraestructuras y de servicios derivados para la explotación, distribución y comercialización del bio-combustible marino
d) podremos invertir nuestros fondos de pensiones en nuevas inversiones -títulos sobre fondos marinos o su producto- seguras y menos volátiles que las subprime
e) nos aseguramos de que podremos mantener el mismo tipo de estructura centralizada y jerarquizada de producción y de consumo de energía que tenemos ahora.
En resumen, un mar de ventajas que apuntan a una pronta transición hacia la «economía verde». Me sabe mal ir de listilla, pero hace tiempo que lo vengo diciendo, cuando se sepa como financiarizar la llamada «energía verde» y cómo mantener el control sobre la producción y comercialización de la energía, muchos de los problemas, que se consideraban «irresolubles» para abandonar el petróleo, se irán desvaneciendo.
¿No desábamos la «economía verde»?, ¡pues ya la tenemos aquí! Salvo, y perdónenme el excesivo localismo, en Cataluña, en el que parece que sólo daremos el valor real a nuestro patrimonio natural cuando lo convirtamos en un casino. No sé, por una vez, tan sólo se trate de un acto de pragmatismo de nuestros dirigentes, pues, efectivamente, parece mucho más practico, en vez de titulizar el Delta del Llobregat, para que sea un ficha más sobre la que especular en la actual economía de casino, convertirlo directamente en un casino…
Yo no entiendo mucho la verdad, pero me da la sensación de que si de lo que se trata es de cambiar de la economía “marrón” a la economía “verde” sin transición ninguna, y sin cambios en la forma de vida, en los patrones de consumo y demás, está claro que la única vía es la mercantilización a lo bestia . Lo que también me parece grave es toda la confusión que se crea a partir de términos como “desarrollo sostenible” que parece apelar a la preservación de la biodiversidad, y no a crecimiento descontrolado como si fuera posible conciliar crecimiento y preservación. O, “energías renovables” que parece resonar con lo ilimitado de la fuente, cuando en realidad hay factores críticos como la limitación o los tipos de suelos. Y qué decir de “Economía verde” que a saber lo que oculta el “verde” en cuestión. El color verde a nivel simbólico es el color que asociamos con la naturaleza, y que pronto asociaremos con “recursos naturales”. La falta de reflexión por nuestra parte, la desinformación, y empaquetar “más de lo mismo” con términos que resuenan con nuestros deseos de equidad, preservación del medio ambiente, utilización respetuosa de recursos,…etc, son condiciones ideales para “vender vino viejo en odres nuevos”. En fin, gracias Super, muy esclarecedor tu post, me ha recordado que estoy enmarañada en el lenguaje, en el vino viejo, en las inocencias, en la confianza benevolente, pero, la verdad es que creo que el problema encierra más complejidad de lo que parece. Necesitamos los ojos poliédricos de los insectos, para no perdernos nada, o como decía G, la poderosa visión de las abejas, no perdón, del zángano.
cREO QUE ES ÚTIL QUE HAYA GENTE QUE PIENSE Y ELABORE LAS RAZONES POR LAS QUE ESTAMOS SIEMPRE SUJETOS A LOS INTERESES DE LAS ESTRUCTURAS DEL PODER. QUIZÁ ASÍ HAYA ALGUIEN QUE PIENSE QUE PODRÍA HACERSE ALGO PARA DEFENDERNOS. PERO ESTAMOS EN LA BASE DE LA ESTRUCTURA DE PODER Y SEA VERDE, GRIS O COLORADO, EL PODER SIEMPRE NOS DOMINARÁ. y ES QUE LA VIDA ES UN CASINO!!!!