Acaba de salir el número 14 de la Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos (REIM), en él encuentro un interesante artículo de Rafael García Pérez sobre el impacto las prospecciones petrolíferas en Canarias en las relaciones hispano-marroquíes.
En alguna entrada anterior creo ya haber hecho mención a este hecho, pero, después de la lectura del citado artículo, me parece conveniente señalar algunos de los aspectos que en él se mencionan.
El artículo empieza informando que el actual Gobierno del Partido Popular ha vuelto a autorizar lo que el anterior Gobierno de este mismo partido, el presidido por José María Aznar, ya había permitido: autorizar la prospección petrolífera en una área marítima situada entre Lanzarote y Fuerteventura.
De hecho, entre una legislatura y otra, estas prospecciones fueron paradas por el Gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de José Luís Zapatero, después de que una sentencia del del Tribunal Supremo (TS), del 24 de febrero de 2004, dijera que se vulneraba la legislación medio-ambiental.
Esta comparación no pretende decir que unos son buenos y otros malos, pero me parece pertinente incluirla en este blog, pues refleja algo que en él se ha repetido reiteradamente. Refleja el hecho de que las políticas energéticas no son el resultado de hechos inevitables -escasez de una determinada fuente, costes excesivos…-, son una cuestión de elección, en función de las relaciones de poder y de la ideología dominante.
Hoy, desde el Gobierno se nos dice que se han tenido que cancelar las primas a las renovables por la crisis, se nos dijo, aunque el argumento ya haya saltado por los aires, que la única opción que teníamos era la de la energía nuclear; por la misma razón de la crisis, se cancelaron, cuando ya había un acuerdo de cierre previo, las ayudas a la minería del carbón; pero mientras ello ocurre, se quieren autorizar las costosísimas prospecciones de petróleo, fuere éste no convencional o de lugares no convencionales. Por tanto, parece claro que la apuesta energética del Partido Popular, para España, son los hidrocarburos -veremos si también el carbón- autóctono. En mi opinión, ello es una elección, no una necesidad. Es más, añado, ésta es una elección extremadamente errónea.
Los que apoyan este proyecto, en una entrevistas grabadas para un Informe Semanal sobre las prospecciones de petróleo en Canarias, dicen que las previsiones son que el petróleo canario sea de gran calidad; que la cantidad que se prevé encontrar (entre 300 y 500 millones de barriles) es más que significativa; como se dice que, aunque las perforaciones serían en el mar (off-shore) y profundas (3.500 metros de profundidad), sólo estarían a unos 50 kilómetros de la costa. Por ello, afirman, que si este proyecto llegara a buen puerto -unos 20 pozos de producción activos hacia 2020-, España podría convertirse en una productora de petróleo.
Hay quien podría pensar que tener petróleo propio de buena calidad es un «chollo», pero no es nada claro que así fuere. En primer lugar, porque mientras esperamos a ver si estas prospecciones dan sus frutos; no se invertirá en nuevas formas de producir y consumir energía. Seguiremos manteniendo todas nuestras infraestructuras energéticas «tal cual» a la espera de que se sustituya el petróleo de fuera por el de Canarias -o por el no convencional de Alava o de la Garrotxa. Con ello, nos arriesgamos a volvernos a quedarnos en el furgón de cola de la energía, no cambiando nada, por si acaso.
En segundo lugar porque, salvo casos muy excepcionales (USA, Reino Unido, Rusia o China) a los que la economía española no es comparable, no se suelen dar casos de autonomía energética basada en la propia producción de petróleo; ni en el caso de Noruega, que es antes exportador que consumidor de su propio petróleo. Ante ello es más razonable pensar que el petróleo de Canarias poco, o nada, aportará al consumo energético español; y mucho a quienes lo vendan en el extranjero. Con ello, el país seguirá pagando por comprar petróleo en el exterior, mientras las empresas exportadoras obtienen pingües beneficios por la exportación del mismo.
En tercer lugar porque, a pesar de que hay quien dice -véase el citado Informe Semanal- que la explotación del petróleo en Canarias será una forma para crear empleo y diversificar una economía basada fundamentalmente en el turismo, a nadie se le puede escapar que esto es, y con perdón, una patraña. Una industria energética, como la petrolera, intensiva en capital y con necesidad de mano de obra muy cualificada, no se caracteriza por ser creadora de empleo. De hecho, nunca lo ha hecho. En cambio, 20 pozos marinos de producción a 50 o 60 metros de la costa, pueden acabar para siempre con el modus vivendi canario, el turismo y la pesca. De hecho, en las Islas, como se puede leer en el artículo de Rafael García Pérez o ver en el Informe Semanal, hay una fuerte oposición social a este proyecto.
En cuarto lugar, porque como apunta el mismo artículo de García Pérez, las consecuencias políticas de esta elección, en un momento tan delicado como el presente pueden acabar de resquebrajar el país. Canarias, la población isleña, la industria turística y pesquera están en contra de este proyecto. Lo que lleva no sólo a la paradoja que uno de los socios más estables del Partido Popular, Coalición Canaria, le haya dado la espalda; sino a que un territorio -y lo digo desde Cataluña- no especialmente reivindicativo de «su independencia» se la pueda empezar a plantear. Sea porque si hay petróleo, se quiera quedar con las rentas; o sea porque rechaza de plano este proyecto.
Realmente, no doy crédito, todo parece un despropósito, pero no lo es. Lo dije al principio, la política energética es una cuestión ideológica. Si algo ha demostrado este Gobierno -por boca, en este caso, del Ministro Soria, que, dicho de paso, es Canario- es tener una política energética muy clara. La que da beneficios a los poderosos y les ayuda a mantener su status quo. Lo hemos visto, reiteradamente, con «las eléctricas» y, ahora, lo vemos con la principal empresa petrolera del país. No creo que haya ninguna duda ya, pero que nadie se lleve a engaño, desde el punto de vista de la política energética, todas las decisiones adoptadas, van contra los ciudadanos españoles: nos encarecen -sin límite- la factura de la luz, abandonan instalaciones nucleares; en un momento de extremo paro, dejan a los mineros sin trabajo; nos condenan a seguir destinando el monto de todas nuestras exportaciones a comprar en el exterior petróleo caro; aprueban un tarifaje del gas que da a las empresas del sector un beneficio astronómico; hunden el único sector industrial de futuro que teníamos en España -el de las renovables- y, ahora, ponen en peligro el turismo en Canarias y abren la vía para sus reivindicaciones territoriales. Y, no cito, pues ese es el principal objetivo del artículo que inspira esta entrada, el efecto que ello podría tener para nuestras relaciones con Marruecos.
Me sabe mal, entrar en este debate, pero me revienta que el partido y el gobierno más declaradamente «español» que hemos tenido en este país en vez de hacer una política energética nacional para todos, adopte medidas que sólo benefician a unos pocos, y que, al hacerlo, ponga en peligro la estabilidad -económica, energética, territorial..- del país. Puede que haya cosas muy difíciles de resistir, como los «mercados», pero que quede claro, en España, puede que sólo Repsol quisiera perforar el «mar canario». No creo que se estuviera esperando que el Partido Popular volviera al gobierno para realizar prospecciones en Canarias. De hecho, y lo lamento, en la Península toda esta historia del petróleo canario nos pareció una ocurrencia. Pero, tristemente, como tantas otras cosas, está claro que no lo es.
La buena notica es que a «ellos» ya les queda poco por cambiar. En cambio, «nosotr@s» tenemos todo un camino por delante, pues nos están forzando a buscar soluciones fuera del sistema -energético nacional.
Toda política es ideológica….Siempre….Es una lástima pero….