Mejor todos de la mano

Hoy, hace una semana, se celebró la asamblea general de Som Energia, una cooperativa de energía «verde», de la que ya he hablado, y a la que he alabado, en entradas anteriores. Sigo pensando, como creía, que esta es una iniciativa realmente prometedora, pero en la asamblea del otro día, vislumbré algunas sombras. Cuando, en febrero de 2012, califiqué a Som Energia de realmente prometedora, lo hice pensando en tres criterios: a) el de ser un instrumento de lucha contra los poderosísimos monopolios eléctricos que tenemos en el espacio energético de la Península Ibérica; b) el de ser una iniciativa, especialmente válida en tiempos de crisis, que promueve la inversión productiva -en vez del gasto energético- y los efectos de arrastre que de ella se deriven (nuevas actividades, oficios, tecnologías, empleos…), y, aunque condición para los anteriores, c) el promover un modelo energético, descentralizado y distribuido, frente a las hegemónicos centralizados. Viendo los resultados presentados en la asamblea, no puedo más que seguir aplaudiendo esta iniciativa, pues como su propia página web muestra en poco más de dos años se han logrado más de 8.000 socios cooperativistas; financiar con aportaciones de los socios unas inversiones productivas de más de 3,5 millones de euros; generar autónomamente 344.589 Kwh; y que 6.402 hogares contraten la luz fuera de los grandes oligopolios eléctricos y con certificado de garantía de energía verde. Cualquier persona con instinto emprendedor del mundo -ese instinto que nuestros gobernantes, dicen, quieren favorecer- elogiaría algo así, pero como dijo un celebérrimo ministro Spain is different y, añado yo, and Catalunya too. Así que, aquí, no sólo no se elogia, sino que se le ponen palos a las ruedas.

Mis amigos ingenieros del CMES, que calculan adecuadamente, me han ayudado a hacer lo que presento a continuación -que ellos me perdonen si no lo traslado adecuadamente; ya se sabe, los economistas…

En Catalunya, zona en la que Som Energia tiene el mayor número de cooperativistas, un hogar medio consume entre 4.000 y 5.000 KWeh (siendo la «e» de eléctricos) cada año. Es una barbaridad, pero es lo que nos dan las cifras. Por tanto, 6.402 hogares por -en la franja baja- 4.000 KWeh, significa una consumo de 25.608.000 KWeh/año. Si estos mismos KWeh se tuvieran que generar con petróleo (aunque el mix energético de generación eléctrica catalán es distinto), ello equivaldría a 48.316,98 barriles de petróleo. Está claro que no es mucho, y que dependerá del precio al que se cotice, pero en términos nominales, con el precio del barril brent (100,39$/br.) y el tipo de cambio euro-dólar (1,3006) de hoy, ello equivale a 3.729.464,57 de euros. A ello, le debemos añadir que esta cooperativa, hoy ya genera 344.589 Kwh, lo que, por ahora es muy poco, pero que si creciera significaría un no uso de fuentes fósiles y nucleares mucho mayor.

El debate, aquí no es si esto es mucho o poco dinero -aunque huelga decir que en un momento como el actual más de 3 millones de euros en un centro de sanidad o educativo sería como si les hubiere tocado «el gordo» de Navidad, ya que casi representan las nóminas anuales de 80 profesores titulares de universidad-, sino si esta cantidad de barriles de petróleo es necesaria y si podríamos ahorrarnos este dinero. La respuesta es evidente y afirmativa, pues el coste de todas las fuentes de energía primaria -no hablo de la generación- que comercializa Som Energia es cero. Ni el sol, ni el aire ni, por ahora, el agua, por ser libres, tienen precio monetario, mientras que sí lo tiene el petróleo -o gas o combustible nuclear- que importamos. Por tanto, que los usuarios finales -domésticos o industriales- apuesten por la electricidad generada a partir de fuentes renovables, implica que desaparece, de la cadena energética, el coste de la fuente de energía primaria. De hecho, una vez está instalada una placa solar o un aerogenerador, el coste de producir más KWeh es nulo (en economía diríamos que el coste marginal -el que supone producir una unidad adicional- es cero); mientras que en una central térmica, el coste de generar una unidad más de electricidad dependerá de cuánto cueste el barril de petróleo, el metro cúbico de gas o la tonelada de carbón. Es decir, éste es un dinero que podría no tener que pagarse.

Las opciones de lo que se pudiere hacer con ese dinero son variadas y van desde simplemente no gastarlo a invertirlo en un nuevo modelo descentralizado de generación y empleo de la energía, pasando por emplear el dinero -en divisas- que nos ahorramos a pagar las primas -en moneda local- a «nuestras» empresas. Sólo los 3.729.464,57 de euros que representarían la generación, a partir de petróleo, de los 25.608.000 KWeh/año, si no me equivoco, podría convertirse en una prima de 14 céntimos de euro por KWeh generado con fuentes renovables.

Por tanto, la simple existencia de una comercializadora – y productora- de energía renovable, siempre y cuando la generación de esa energía sea local, ahorra un coste que intrínsecamente no es necesario pagar. Suena a magia, pero es así. Si sólo unas 6.000 familias, permiten que se deje de emplear más de 48 mil barriles de petróleo al año y que se reduzca el déficit exterior en el equivalente a cerca de 5 millones de dólares, imagínense qué sería si todos nos pasáramos a las renovables….

Alguien podría considerar que este argumento es insolidario con los del «exterior», podría ser, pero personalmente tengo mis dudas. Tres son las razones para ello. En primer lugar porque, salvo la parte que se queda vía impuestos en los países productores, a quién le estamos pagando, de facto, ese dinero es a los grandes conglomerados transnacionales energéticos. En segundo lugar, porque la industria energética fósil -aunque esto no sea cierto en su faceta química e industrial- productora de combustible y generadora de electricidad es un sector obsoleto que ya genera muy pocos efectos de arrastre en la economía. Y, por último, porque en los llamados países productores el maná petrolero ha sido más una maldición que una bendición. Ni con los «milagros» recientes de casos como Qatar, se puede afirmar que el dinero del petróleo ha sido bien «invertido» en las economías petroleras, e, incluso, en algunos casos como Nigeria o Guinea sólo ha servido para generar más injusticia y miseria.

A esta iniciativa -y a las similares- yo sólo les veo ventajas. Creo, pues, que nuestros gobernantes deberían estar ayudándoles, ya que ahorran dinero al país, crean puestos de trabajo (sólo la cooperativa ha creado 7 de directos y algunos indirectos con la construcción y mantenimiento de las unidades generadoras), invierten en nuevas actividades de futuro, rehabilitadoras del territorio, y se han financiado con el dinero de los cooperativistas, y por tanto, sin presionar sobre el crédito, ni público ni privado. Sin embargo, éstas son las iniciativas que se intentan aplastar ¿Cómo? Muy fácil, haciendo una legislación que impide comercializar su propia energía, que impide una remuneración adecuada de la electricidad «gratis» que generan y obligándoles a que tengan que pasar por el aro de los grandes oligopolios eléctricos para poder comercializar energía. De hecho, tal como están las cosas, puede que los sucesivos cambios legislativos del ministro Soria acaben con Som Energia. No se crean, aunque sea una cooperativa creada en Cataluña, tampoco el gobierno local parece estar muy interesado en el tema… Creo que a un marciano se le cuenta esto y no lo entiende, pues cómo se va a comprender que en tiempos de profunda crisis, se aplaste a las pocas iniciativas locales creadoras de futuro sostenible.

Ante esta situación, considero que debemos redoblar nuestros esfuerzos para lograr la transición energética hacia un modelo distribuido, basado en renovables. Por esta razón, después de escuchar algunas intervenciones en la asamblea del pasado sábado, creo que no nos podemos despistar ni un momento y fomentar nuestra desunión. Nuestro enemigo es el oligopolio eléctrico que captura a todos los gobiernos de la Península Ibérica, no aquellas personas que viven a unos centenares de kilómetros de distancia. Hemos de ir todos juntos, con el mismo proyecto, que es el de lograr la generación universal de energía descentralizada. Por definición este es un único proyecto común que, intrínsecamente, por sus propias características se ha de implantar a nivel local. Si se lograra, entonces sería el momento de hablar de si la descentralización significa islas energéticas o redes federadas y distribuidas. Ya me gustaría estar en este debate, pero ese horizonte todavía es lejano, así que mientras llegamos a él, mejor todos de la mano, ¿no les parece?.

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