Egipto vs. Argelia

Me he resistido bastante a escribir sobre esta cuestión en este blog, pero como dice el refrán, «la cabra tira al monte», y ante las cada vez más frecuentes comparaciones entre lo que ocurre en Egipto y lo que ocurrió en Argelia en la década de los 1990s, no me he podido resistir. En Argelia, después de la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS), se produjo un golpe de los militares, aplaudido y jaleado por las cancillerías occidentales, que condujo a una guerra -contra la población- civil de cientos de miles de muertos y que, además de dejar al país sin esperanza de cambio interno, inició la vía hacia la globalización de la economía argelina; o si se prefiere su desopepización. Éste, tal vez, haya sido uno de los aspectos menos tratados de la crisis argelina, pero, llanamente, Argelia se acostó, antes de las elecciones, petrolera y emergió gasista, un lustro después. Puede que a alguien le parezca lo mismo que un país, miembro de la OPEP, pase de ser exportador de petróleo a ser exportador de gas; puede parecerlo, pero no lo es. Someramente, diré que hay tres diferencias fundamentales. La primera de ellas es de orden geo-político: la OPEP, por sus relaciones privilegiadas (se diga lo que se diga) con los países –consumidores– de la OCDE, era la garantía de la occidentalización del Mundo Árabe; con el gas las cosas son distintas, pues se realizan contratos y alianzas bilaterales, y no por pertenencia a un determinado grupo o bloque. En segundo lugar existía un acuerdo, desde que en los 1970s, Estados Unidos, pasara a adquirir petróleo en el «mercado internacional», de reparto de la renta mundial, entre países de la OCDE ( y aquí incluyo, claro, Japón y Corea del Sur) y países productores, que se ejemplificaba en que los países de la OPEP eran dueños de su renta, siempre y cuando vendieran el petróleo a quién tocaba e invirtieran y compraran en lo que tocara, en Occidente; una vez más, con el gas -y con el mundo de hoy- este pacto ya no existe. Basta mirar donde invierten hoy los fondos soberanos o pensar que desde el fin del «bloque del Este» y la «emergencia de Asia» el reparo de la renta mundial ha de ser distinto, para comprender que las cosas han cambiado. Por último, a nivel interno, la extracción y venta de petróleo formaba parte de una política nacional – para el conjunto de la Nación, hoy su enfoque es mucho más micro, de alianzas empresariales, por encima de las políticas energéticas nacionales. Dicho sea dicho de paso, tanto de los productores como de los consumidores.
Probablemente sea esa ya no pertenencia a un «bloque», sean esos nuevos destinos y formas de exportación de la «renta» de los hidrocarburos, y la micro-concepción de la explotación de los hidrocarburos, los rasgos más característicos de la globalización de las otrora economías petroleras. De ahí que, en el «mundo de la OPEP», al menos en el Árabe, haya mucho que perder si el mundo de ayer se viene abajo: pérdida de influencia, pérdida de renta, pérdidas de alianzas….en definitiva, pérdida de poder. Mal que les pese a los Argelinos, a ellos ya les ocurrió, pero parece estar pasando en todo el «tradicional» Mundo Árabe. Ya he hecho referencia a ello en anteriores entradas, pero, hoy, leyendo este artículo del New York Times, no me ha quedado ninguna duda. Lo dice mi gran amigo Rob Prince, en Egipto se está librando, también, una lucha por la hegemonía y los equilibrios en el Mundo Árabe, de ahí que los religiosos saudíes, junto a los no menos creyentes israelíes, apoyen a los «laicos» golpistas; mientras los Qataries y Turcos están más próximos al otro lado: el viejo mundo, frente al nuevo.
Mirado con retrospectiva, Argelia fue el primer acto de este cambio -lo que he llamado desopepización-, ¿será Egipto el final de esta tragedia?
El mundo de hoy es muy distinto del de los primeros 1990, aunque es su consecuencia. De ahí que la forma de lo que ocurre en Egipto, como reiteradamente viene repitiendo Ignacio Cembrero en El País, se parezca cada vez más a lo que ocurrió en Argelia. De lo que él dice, a mi, sólo me queda añadir un aspecto, el económico. Está claro que Egipto no ha sido un país de la OPEP, pero después de Argelia es el segundo productor africano de gas. De ahí que, a la «chita callando», estuviera entrando en ese nuevo mundo del gas, al que, ahora también, pertenece Argelia. De ahí, también la alianza con Qatar, el rutilante actor de este mundo, y del cual, su anterior Emir apoyó a Morsi. De ahí, una vez más, que podamos especular que el desafortunado Gobierno de los Hermanos Musulmanes, mientras realizaba una pésima y regresiva gestión política interna, cambiaba los grupos de poder económico del país. Esto es lo que también ocurrió en Argelia. Hizo falta una sangrienta represión y muchos apoyos externos, para que cuando Bouteflika apareció como el «conciliador» de el país, las élites económicas tuvieran que aceptar nuevas reglas -recuérdese el extraño y postergado cambio de la Ley de Hidrocarburos en el primer lustro del 2000- y la economía argelina se hubiera globalizado. Egipto lleva el mismo camino, pero el significado geo-político de Egipto y del Canal de Suez, es infinitamente mayor, pues aquí ya sin ninguna duda, como apuntaba en mi entrada anterior, globalización significa desoccidentalización. Por ello, probablemente, esos extraños compañeros de viaje que son Arabia Saudi e Israel estén en el mismo barco, remando con Sisi y cia., pues ellos fueron los grandes ganadores en la región del mundo no global de Occidente.
Desde este punto de vista, en las formas y, quien sabe, resultado final hay una gran similitud entre lo ocurrido en Argelia y lo que, hoy, acaece en Egipto. La gran diferencia, además de 20 años, es que en este juego que se inició en Argelia, ésta era un peón, mientras que Egipto es, al menos, la dama.

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