¿Energía fósil?: sólo es una cuestión de poder

Estos días estoy leyendo a los economistas clásicos, excavando los fundamentos, a ver si consigo entender cómo hemos dejado que nuestro modelo energético se convirtiera en una dictadura tal.

Ayer, leyendo el prefacio de The Coal Question (1885) de William Stanley Jevons, di con una cita de John Tyndall (1820-1893) que «lo dice todo». Se trata de una carta que éste le escribió al primero y se refiere, como toda esta obra de Jevons, a la posición -al poder relativo- que ha alcanzado el Reino Unido, a mediados del Siglo XIX, gracias a la disponibilidad y uso del carbón. Tyndall dice, no veo porvenir a ningún sustituto, del carbón como energía motriz, que se pudiera encontrar. Se tienen, es cierto, vientos, ríos y olas; y se tienen rayos y el sol. Pero, éstos están al alcance a todo el mundo. No se puede ejercer ningún liderazgo frente a una nación que, además de estas fuentes de energía, posee la energía -the power- del carbón …. gozaremos de mucha de su energía física e intelectual, sin embargo seguiremos sin estar a la altura ante aquellos que poseen carbón en abundancia.

Leyendo esta cita, no hay duda que se nos está diciendo que el carbón fue el que dio ese plus de poder al Reino Unido, frente a otros países europeos. Frente a un hecho como este, hay dos actitudes posibles. Una, que es la que parece plantear Jevons -y otros de sus paisanos coetáneos-, que nos dice que por alguna razón, más divina que humana, la riqueza material del Reino Unido es el fruto de la Providencia; siendo «pecado» no emplearla correctamente -de forma moralmente correcta. Otra, es pensar, como yo lo hago, que hay una grado de elección en optar por desarrollar el uso de esta fuente de energía frente a las otras. La razón de ello: porque ésta da un poder que las otras no dan.

Hay un poder -el geo-político, mundial- que es fácil de entender, pues basta pensar que gracias a la potencia del carbón -y a la explotación de los trabajadores-, el Reino Unido -como después ocurrió con el petróleo en Estados Unidos- logró multiplicar la producción y la renta nacional hasta convertirse en la primera economía del mundo.

Más allá de ello, llama la atención que ello se justifique por la Providencia. Piénsese, por ejemplo, que en España la misma Providencia, nos ha otorgado una inaudita cantidad de horas de sol al día (de energía) que en vez de poder, nos ha traído turismo. Ya se ve por donde voy, ¿no? Lo dicen muchos con los que Jevons compartió disciplina. El francés Jean Baptiste Say (1767-1832) -por cierto, el precursor de la economía de la oferta- escribió, afortunadamente nadie ha podido nunca decir que el sol o el viento le pertenecen y que, por tanto, el servicio que me proporcionan ha de ser pagado. De hecho, esta frase es empleada por Thomas Malthus (1766-1834) en su definición de lo que es un monopolio natural: … es un regalo de la naturaleza al hombre, pero a diferencia del sol y del aire -esto no lo dice Malthus- es un regalo al que le podemos establecer derechos de propiedad. De ahí que podamos crear un monopolio. Si seguimos la lógica del discurso -aunque soy consciente que es caricatura del mismo-, acabaríamos diciendo que la Providencia a algunos les da un pedazo de tierra o una mina, mientras que a otros no. Es claro que sobre -o debajo- ese pedazo de tierra se pueden obtener rentas y/o beneficios, pues la categoría de propietarios da derecho a decir «esto es mío y si quieres lo que de ello se obtiene, tendrás que pagar por ello» o peor «…tendrás que trabajar en ello, para poder pagarlo».

Tiendo a pensar que en lo que acabo de decir subyacen algunas de las razones por las que el mundo de la energía se fosilizó, en vez de renovarse. Una historia distinta, que iré desgranando en sucesivas entradas, es cómo los economistas, desde entonces hasta ahora, hemos ayudado a dar carta de naturalidad a este modelo energético.

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