Creo que es la primera vez que hago una entrada delegada en este blog. Ésta responde a la faceta de denuncia de Nuevas Cartografías de la Energía y pretende llamar la atención sobre un fenómeno que algunos activistas como Manuel Fernández están empezando a denunciar.
Se trata de la factura del gas, un problema tanto o más grave que el de la factura eléctrica, pero que está siendo enmascarado por la mayor vistosidad de las actuaciones del oligopolio eléctrico que, dicho sea de paso, son «amiguitos» de los del gas. Ya publiqué una entrada dedicada a este asunto. En ella, siguiendo la información que mi colega, António Sánchez Andrés, de la Universitat de València me había proporcionado, explicaba que, en España, el 55% del precio final del gas se debe a la comercialización. Porcentaje que, si se compara con el de nuestros vecinos, es escandaloso. Ello, entre otras cosas, porque en el caso del gas nos enfrentamos, directamente, al «gran» monopolio, pues sólo una empresa, Gas Natural-Fenosa, controla el 60% del mercado español.
A lo largo de mis entradas, ya he ido mencionando otras cosas «sucias» relacionas con el gas, ya que, sobre la base de que ésta es la energía fósil más «limpia», se ha creado en el mundo una industria que directa o indirectamente favorece que surja el terrorismo en lugares como Argelia, alimenta la pobreza energética, y la esclavitud en Qatar; mientras, que en España, ocasiona el «famoso» déficit de tarifa, pues la innecesaria construcción de un exceso de capacidad, ha llevado a que las compañías consideren que los ciudadanos somos los que hemos de pagar.
Por si todo ello pareciera poco, me ha sido transmitido un informe elaborado por Manuel Fernández, un ingeniero, que tras haber asesorado a varias comunidades de vecinos, tal como él mismo cuenta, ha llegado a la conclusión de que se está produciendo una sobre-facturación del gas; siendo, además, el servicio suministrado peor de lo prometido, pues en los periodos de gran demanda energética por bajas temperaturas, las calderas funcionando a tope a veces no alcanzan las potencias nominales y no son capaces de proporcionar el confort esperado. Él sostiene que el origen de ello se debe a que la medición de consumo de gas se efectúa, en los contadores, por volumen del gas consumido, mientras la factura nos cobra KWh empleados.
Para hacer esta transformación, el Gestor de la Red (ENAGAS) calcula un coeficiente de conversión, pero éste se calcula en determinados puntos de la red de distribución y en determinadas condiciones de presión y temperatura que no tienen porqué coincidir con las que se dan en los puntos de consumo final de los usuarios. De hecho, Manuel cuenta que cuando el frío arrecia, y las calefacciones van a tope,se produce una disminución en la presión del suministro que, fuere por que el volumen (densidad) de gas que llega a nuestras casas baja -lo que debería reducir el factor de conversión- o fuere porque para compensar la pérdida de presión se introduce aire sin poder calorífico, conduce a facturaciones por encima de lo debido.
Ante todo ello, el hombre, ha intentado denunciarlo en la OCU, de la cual es socio, y ha intentado que Jordi Évole dedicara un Salvados a la cuestión, pero, por ahora, no ha tenido éxito. La prueba más evidente es que lo estoy denunciando yo en este, más que modesto, blog. Pero, nunca se sabe, tal vez entre alguno o alguna de mis lectores o seguidoras, alguien le podrá ayudar. La verdad es que la causa es justa. Como lo son todas las relacionadas con la lucha contra la arbitrariedad del oligopolio energético. Ocurre en España, pero también en otros lugares. Aquí, en el Reino Unido, ayer el periódico nos contaba que las Big Six ya han cobrado a sus clientes más de mil millones de Libras esterlinas por unas reformas que no han realizado. Estas medidas iban destinadas a aislar las casas para hacerlas energéticamente más eficientes, especialmente la de aquellas familias con mayor riesgo de padecer pobreza energética. El chollo, para ellas ha sido cobrarlo en la factura, pero no realizarlo.
Entre este escandaloso caso y los de España sólo hay una diferencia, que las puertas giratorias en el Reino Unido no parecen estar tan engrasadas como allí, pues afortunadamente destacados parlamentarios lo han denunciado, y lo mismo ha hecho John Major que, hace unos días, para horror de su sucesor de partido en el 10 de Downing Street, declaró que no podía ser que los británicos tuvieran que escoger entre comer o calentarse. Ojalá, alguno de «los nuestros» fuera igual, pues para mi el horror no es que las empresas usen el poder que tienen, la ignominia es que se les ponga la alfombra roja para hacerlo.