Ahora que se acerca 2014, año en el que se celebrará la efemérides del inicio de la “Gran Guerra”, he estado buscando información sobre cómo cambió energéticamente el mundo, entonces. Es curioso, para una persona de mi generación, el mundo del petróleo es el de después de la Segunda Guerra Mundial. En mi mente, este mundo era un universo occidental, cuyo espacio abarcaba, en horizontal desde el Ecuador hasta el paralelo 66, y en vertical desde el meridiano 165 a algún punto entre el 45 y el 60, dejando fuera, claro está, a los territorios europeos del Bloque soviético. En este mundo, exceptuando a Estados Unidos, el Sur, desde el Ecuador hasta el paralelo 30, aproximadamente, era el de los territorios productores; el resto el de los consumidores. Todo aquellos territorios fuera de este recuadro, no formaban parte de la escena energética internacional.
Ante ello, una se pregunta, ¿cuándo se creó este espacio energético, que considerábamos universal? Para mi, su germen se creó en la Primera Guerra Mundial. Antes de ella, la incipiente industria petrolera internacional, de una manera u otra, formaba parte de los tres imperios que desaparecieron en los años de la Gran Guerra. Desde la segunda mitad del Siglo XIX, la industria del petróleo, que hoy llamaríamos internacional, estaba en el Cáucaso Ruso, especialmente en Bakú, donde la familia Nobel y la rama francesa de la familia Rothschild, tenían prósperas compañías petroleras. Entonces, estos dos grupos empresariales eran la gran competencia de la Standard Oil de Rockefeller, todavía muy centrada en Estados Unidos.
Con el tiempo, y favorecidas por la apertura del Canal de Suez (1869), se desarrollarían dos empresas que comercializarían el petróleo de, y en, el lejano Este -la Royal Dutch y la Shell. Éstas acabarían convertidas en una única empresa anglo-holandesa. La actual British Petroleum no surgió hasta el inicio del Siglo XX, cuando, a resultas de la extravagante concesión que el Sha de Persia concediera en 1901 a William Knox d’Arcy, surgió su antecesora, la Anglo-Persian Oil Company.
Años después, casi sobre las cenizas del Imperio Otomano, se creó la última compañía en discordia, la Compañía Turca de Petróleo (TPC,1912), predecesora de la Compañía Iraquí de Petróleo, bajo la dirección del carismático Calouste Gulbenkian (Mr. 5%), y participada por los otomanos y empresas alemanas y británicas.
Estos eran los jugadores de la industria del petróleo antes de la Primera Guerra Mundial. Estos conformaban una industria floreciente, pero incipiente, que se desarrolló a la luz del keroseno y que, gracias a la revolución en el transporte que supuso el motor de combustión interna, salió como una de las grandes vencedoras de la contienda bélica. Pero, aunque la industria ganó, no lo hicieron por igual todos sus jugadores. De hecho, en pocos años, los tratados de después de la Primera Guerra Mundial, cambiaron el panorama y sentaron las bases de lo sería la industria petrolera internacional del Siglo XX.
La revolución soviética, y la Conferencia de Génova (abril-mayo 1922), «acabaron» con el petróleo de Bakú, pues éste salió del mercado internacional, mientras los soviéticos privilegiaban los yacimientos de Siberia Occidental; el Tratado de Versalles (1919) y los Conferencia de San Remo (1920) repartieron los activos petroleros entre los ganadores de la contienda bélica, expulsando a alemanes y turcos del juego, para dar entrada a la Compañía Francesa de Petróleo (actual TOTAL); el Tratado de Sèvres (1920) repartió los despojos del Imperio Otomano, despedazando a la TPC y cediendo Iraq y Siria al Reino Unido y a Francia; y, por último, aunque ocurriera antes, la Conferencia de París (1919), impuso el «principio de puertas abiertas», que favoreció que las empresas estadounidenses entraran en Arabia Saudí, lo que en pocos años catalizó la creación de ARAMCO (Arabian America Company of Oil)
Desde entonces, hasta la Segunda Guerra Mundial, sólo quedarían los ajustes en las participaciones y el reparto de cuotas entres estas pocas empresas y las estadounidenses, pero ya quedó establecido qué empresas venderían productos derivados del petróleo y cuáles serían los territorios de los que se extraería el petróleo. La Segunda Guerra Mundial, sólo añadió quienes serían los consumidores: los países de la OCDE.
Mirado con cierta retrospectiva, aunque es cierto que se han producido ciertos cambios de propiedad y de régimen, se podría decir que el primer cambio significativo experimentado la industria petrolera internacional en el último siglo es el de la ampliación del espacio petrolero fuera del recuadro que se ha esbozado al inicio. Es decir, lo que en entradas anteriores he calificado de la desatlantización de la relaciones energéticas internacionales. Este cambio, en sí mismo, es una cuestión a pensar. Pero, para mi, la moraleja de esta entrada es que, si todo lo que digo es cierto, se hace patente las «grandes ayudas» que han recibido las empresas y la industria petrolera para sobrevivir tantos años. Lo dicho, otras veces, poco natural me parece a mí, este monopolio.
Fue necesaria una guerra, años de negociaciones de alto nivel y varios tratados, para que una empresas privadas obtuvieran acceso al suministro energético y a las rutas de transporte y comercialización del mismo. Por lo mismo, otras, que eran tan «competitivas» como estas, las de los hermanos Nobel o de los Rothschild, fueron expulsadas del «mercado». El coste de todo ello, en vidas humanas, años, injusticias, impuestos y dinero invertido es incalculable. Huelga decir que esto es lo más alejado a las supuestas virtudes de la empresa privada y del mercado, que nos podamos imaginar. Así cuando se nos dice que tal o cual forma de capturar, generar y emplear energía es o no «rentable» o «competitiva», deberíamos recordar nuestra historia, pues lo que ocurrió entonces, son los fundamentos de la actual industria energética.
Sinceramente, no creo que nadie entonces se preguntara si era más eficiente una cosa u otra, pues se estaba construyendo un «nuevo» mundo y un orden asociado a él. Así que se ayudó y protegió a aquellos que más lo podían favorecer. Como siempre ha sido. Por tanto, hoy que este «nuevo» mundo del Siglo XX está desapareciendo, esto es lo que hoy deberíamos pensar, qué mundo queremos y qué tipo de industria energética lo puede favorecer. Todo lo demás, son pamplinas o estrategias de resistencia de aquellos que se sienten amenazados por lo que podría ser el «novísimo» mundo.
La historia da lecciones.
Aurelita, eres fabulosa!
Gracias.
Pep.
Moltes gràcies!