Cuando era pequeña y leía alguna novela en la que alguno de sus personajes deseaba una guerra para poder vender algún tipo de suministro al ejército o beneficiare económicamente de la escasez de algún bien, no lo entendía. Para mi, algo tan terrible como un conflicto bélico no podía traer nada «bueno» a nadie. Con el tiempo, me di cuenta que existen muchas actividades moralmente reprobables que no cesan, pues la codicia humana y el miedo a perder el poder y los privilegios adquiridos no tienen límites. Esto viene a cuento por una noticia titulada Boom in Energy Spurs Industry in the Rust Belt. El cinturón herrumbroso del que ésta habla son las localidades de Youngstown y Canton, ubicadas en el este del estado de Ohio. Cuenta el artículo que en estas ciudades, después de unas cuatro décadas de desinversión, la actividad económica is being reshaped. El milagro se debe, según Katy George, responsable de la global manufacturing practice de McKinsey & Company, a la nueva producción de energía o a la aparición de un “real game-changer in terms of the U.S. economy».
Esta nueva producción es la de los yacimientos de petróleo y gas no convencional del este de Ohio, frontera con la macro bolsa del Marcellus Basin y lugar del Utica. El Utica es una apéndice del gigante Marcellus, situado en la Cordillera de los Apalaches.
Según los últimos datos disponibles, de Utica se han extrajeron 1.400 mcf por día. En relación a hace tan sólo un par de años, el crecimiento es notable, pues entonces, en vez de 1.400 mcf al día, se extraían unos míseros 200. Dicho esto, si se compara esta cifra con la del gigante Marcellus, ésta no representa ni un escaso 10%. Sin embargo, lo preocupante no es la diferencia de volumen con el Marcellus; lo preocupante es lo que comparten: formar parte de un supuesto game-changer, que es más de lo mismo, pues como ya explicamos, no hay nada genuinamente nuevo en el shale gas y petróleo, salvo una forma más agresiva de extracción, con niveles de extinción mucho mayores y rápidos. Según la USGS, para extraer el gas de Utica, se deberán perforar más de 100.000 pozos (entre sweet spots y adicionales), con niveles de recuperación in situ de la producción similares a los del resto de Estados Unidos: bajo ningún concepto superiores al 25%.
Ante ello, cabe decir que el milagro del cinturón herrumbroso de Ohio es el prodigio del cuchareteo. Es más, según el ya citado informe de McKinsey, the production of shale gas and so-called tight oil from shale could help create up to 1.7 million jobs nationally. Many of those jobs are expected to end up in places like this, in part because they are close to newly developed fields like the nearby Utica shale formation. Aunque, leyendo la noticia, una se de cuenta que estos trabajos son el resultado de un fantasmagórico resurgir del sector manufacturero tradicional o el efecto directo de la construcción de infraestructuras energéticas en la región. Viendo las fotos del artículo del NYT, se tiene la sensación que Youngstown y Canton son un mini Detroit resucitado, donde, por arte de magia, de las ruinas de las factorías Ford de River Rouge resurgirán miles de Thunderbirds.

Fuente:http://badatsports.com/
Es decir, y sé que me repito, el game-changer es encontrar la forma de seguir haciendo lo mismo que antes. Naomi Klein en una muy personal reflexión sobre el cambio climático, da pistas sobre el porqué de este perverso empecinamiento. En sus propias palabras, con la crisis the billionaires who were going to invent a new form of enlightened capitalism […] decided, on second thoughts, that the old one was just too profitable to surrender. Que nadie se lleve a engaño, ese millón setecientos mil puestos de trabajo es la mínima cifra que algunos grupos de poder necesitan pagar para que todo siga igual. Cuando leo ese tipo de informes siempre me pregunto lo mismo, ¿por qué no cuentan cuántos puestos de trabajo se crearían si se hiciera algo distinto?
Los second thoughts son game-changer, ya que estamos asistiendo al destape de aquellos que se invistieron en políticamente correctos, pero que cambiaron. Como bien apunta Klein, fue iluso pensar que el capitalismo podía salvar al mundo de la crisis, que él mismo había creado. Y, ahora […] we are stuck, because the actions that would give us the best chance of averting catastrophe – and benefit the vast majority – are threatening to an elite minority with a stranglehold over our economy, political process and media.
Lo he dicho otras veces, pero todo esto me recuerda la actuación del lobby colonial en Marsella, que hasta la misma fecha de la independencia de Argelia (1962), sostuvo que la pérdida de esta colonia sería la ruina para Francia. Los datos, sin embargo, muestran que la principales exportaciones hacia la colonia eran jabón [de Marsella, claro], alimentos básicos y vestidos. Todo perteneciente a un modelo manufacturero que después de la Segunda Guerra Mundial estaba más que obsoleto. Era absurdo, pero el poder de este lobby azuzó graves crisis de gobierno en Francia, una tremenda y fratricida guerra de siete años en Argelia, la masacre de muchos argelinos en París y el intento de asesinato del General de Gaulle. Todo ello, para seguir vendiendo jabón y por mantener el lugar privilegiado que esta actividad les proporcionó antaño.
Cada vez que leo noticias como la del resurgir de Ohio, pienso en el jabón de Marsella. A día de hoy, ni Argelia ni Francia se han recuperado realmente de esta «aventura» colonial. Leyendo el artículo sobre el nuevo libro de Naomi Klein, me he preguntado eso, ¿si alguna vez la humanidad será capaz de recuperase del second thought de la elite capitalista?
En función del momento del día, tengo respuestas de distinto signo a esta pregunta. Pero, fuere lo que fuere, debemos dejar de creernos noticias como la que inspiran esta entrada. Ni el jabón de Marsella salvó a la economía francesa, ni el resurgir de Ohio nos salvará de la crisis actual. Al igual que la vida no es un vídeo juego, los que temen perder su riqueza y poder nunca propiciarían un game-changer. No nos lo creamos, la realidad se parece más al Gatopardo, que a los milagros que cuentan los analistas de McKInsey: cuando el 1% se siente amenazdo se convierte a lo políticamente correcto, pero cuando las circunstancias cambian, se lo repensan. Esta, y no otra, ha de ser la gran enseñanza de la crisis.