Bosquejo para la parrilla ética de la transición energética

Hace unos días atracó en el Puerto de Barcelona el London MSC, un barco con capacidad para 16.000 contenedores. Dicen que es uno de los más grandes del mundo.

En esta misma zona del puerto, en los últimos años han proliferado los rickshaw posmodernos, en los que todo tipo de turistas sonrientes se desplazan gracias a la energía de uno de sus congéneres.

Estas dos cuestiones ilustran la complejidad de las transiciones energéticas. De hecho, ambos son anacronismos energéticos que no sólo persisten, sino que parece que, con el tiempo, van en aumento. El primero, como ya explicamos, por que estos modernos buques ciudades emplean un combustible parecido al que ya utilizaban, en el siglo XIX, los zares en su flota; el segundo porqué el trabajo de origen humano es fuente de energía desde el inicio de la humanidad. Sin embargo, no entiendo su anacronismo por ser, ambas, antiguallas energéticas. Desde mi punto de vista el desfase histórico, provendría de que los dos usos de la energía llevan implícitos valores que en pleno siglo XXI deberían haber desaparecido.

En este blog, sobre el transporte marítimo de mercancías, las reflexiones ya están hechas. Sobre lo segundo no tanto. Cada día cuando entro y salgo de casa, me horripila ver a esas personas sonrientes, disfrutando de un paseo fashion a costa del esfuerzo físico directo de un congénere. La verdad, no me entra en la cabeza.

Esto último que podría parecer otra de mis chorradas, creo que no lo es. Para mi es uno de los elementos necesarios en la discusión sobre la posibilidad de que una transición energética a un modelo 100% renovable, no sólo sea posible, si no que lo sea manteniendo estándares de bienestar equivalentes a los actuales. Cuestión, ésta, bien distinta de decir si podemos mantener los niveles de consumo y el consumismo actual.

En los últimos meses me he leído dos libros de temática similar, aunque de enfoque distinto. El primero es un libro académico escrito por Astrid Kander, Paolo Malanima y Paul Warde, cuyo nombre es Power to the People, y es una historia del papel de la energía en Europa a lo largo de los últimos 500 años. El segundo libro es una historia de la humanidad desde el punto de vista de la energía (todavía me falta por leer parte del segundo volumen) de Ramón Fernández Durán y Luís González Reyes, cuyo título es En la espiral de la energía. De ambos me ha interesado especialmente la interpretación económica del significado «energético» de la revolución industrial.

Los dos libros inciden en la idea de que el crecimiento que Occidente ha tenido desde mediados del siglo XIX no se puede explicar sin la energía fósil. Desde este punto de vista, ambos establecen una línea de continuidad, desde entonces hasta ahora, en la que el petróleo sólo significaría un cambio cualitativo, pero no esencial.

La idea que subyace a esta tesis es que el gran cambio energético de la humanidad, aunque ahora pueda sonar paradójico, fue liberar a las economías pre-industriales de su principal restricción, la escasez de tierra, puesto que en la edad moderna ya se había alcanzado el límite de crecimiento por la presión que suponía que la base energética de la economía reposara sobre el mismo recurso –la tierra- y la misma actividad –la agricultura- que la base de subsistencia de la población.

Si por su parte, el carbón permitió el ahorro de tierra, la máquina de vapor, alimentada con carbón, permitió el ahorro de trabajo. Ello, facilitó producir más (más cantidad y mayor valor) con menos trabajo, aunque su parte su contrapartida fuere que la máquina de vapor, concentró el power (energía y poder). Así, esta concentración, modificó geográficamente los lugares de producción e inició un proceso de organización en el que el trabajador pasó a ser mucho más disciplinado y productivo Por ello, el tándem carbón – máquina de vapor, y su forma de organización de la producción derivada, sentaron las bases para un mayor nivel de crecimiento relativo y bienestar material, que antes hubiere sido imposible -como leemos en power to the people; así como para un nivel abyecto de explotación (de los recursos y de las personas), que antes hubiera sido impensable -como leemos en en la espiral de la energía.

El siguiente cambio que se produjo en este proceso, es que las fuentes energéticas fósiles pasaron a ser, en sí mismas, una mercancía comercializable. Una mercancía con la que se puede ganar dinero por el mero hecho de venderla, sin que ello implique, necesariamente, ni su transformación en una energía final, ni un mayor y mejor uso final de la misma. Dicho de otro modo, se puede ganar mucho dinero comercializando -o especulando- con la compra/venta de petróleo crudo, pero no por ello se generará un volumen mayor de energía útil ni los usuarios finales -llamados consumidores– disfrutarán más, o mejor, de ella.

Cada vez que observo lo contentos/as que van las personas sentadicas en el eco friendly -segun reza en su etiqueta- rickshaw, mientras un «pobre» pedalea, pienso que la energía fósil es maravillosa. El carbón y la tecnología asociada abrieron la puerta a que nuestros congéneres dejaran de ser ellos mismos vector de energía. Es un avance acabar con todas aquellas formas de trabajo (esclavos o asalariados) cuya única razón de ser era su fuerza bruta. En su momento, la energía fósil también liberó al campo de producir forraje y evitó la deforestación de muchos bosques. Así, su gran potencia y su localización específica, en su momento, fueron «una bendición».

Lo que ya no es tan positivo de la energía fósil es el resto: la explotación impensable que favorece y su propia mercantilización. Como tampoco es bueno, que por su localización específica en el suelo y el subsuelo, sea una mercancía en manos de unos pocos, que permite la exclusión de muchos. En estos aspectos, el modelo fósil es una maldición.

Con estas ideas, estoy elaborando una parrilla ética de la transición energética. Todavía está muy verde para ser presentada en sociedad, pero como más lo pienso, más creo que este es el gran reto de la transición energética: mantener la parte de bendición de la energía fósil, acabando con su maldición. Por ahora, les avanzo ya, que en mi parrilla ética de la transición, algo como el rickshaw no será moralmente aceptable.

3 comentarios en “Bosquejo para la parrilla ética de la transición energética

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