El shale gas no es un game-changer o la supervivencia de los herrumbrosos

Cuando era pequeña y leía alguna novela en la que alguno de sus personajes deseaba una guerra para poder vender algún tipo de suministro al ejército o beneficiare económicamente de la escasez de algún bien, no lo entendía. Para mi, algo tan terrible como un conflicto bélico no podía traer nada «bueno» a nadie. Con el tiempo, me di cuenta que existen muchas actividades moralmente reprobables que no cesan, pues la codicia humana y el miedo a perder el poder y los privilegios adquiridos no tienen límites. Esto viene a cuento por una noticia titulada Boom in Energy Spurs Industry in the Rust BeltEl cinturón herrumbroso del que ésta habla son las localidades de Youngstown y Canton, ubicadas en el este del estado de Ohio. Cuenta el artículo que en estas ciudades, después de unas cuatro décadas de desinversión, la actividad económica is being reshaped. El milagro se debe, según Katy George, responsable de la global manufacturing practice de McKinsey & Company, a la nueva producción de energía o a la aparición de un “real game-changer in terms of the U.S. economy».

Esta nueva producción es la de  los yacimientos de petróleo y gas no convencional del este de Ohio, frontera con la macro bolsa del Marcellus Basin y lugar del Utica. El Utica es una apéndice del gigante Marcellus, situado en la Cordillera de los Apalaches.

Fuente: USGS

Fuente: USGS

Según los últimos datos disponibles, de Utica se han extrajeron 1.400 mcf por día. En relación a hace tan sólo un par de años, el crecimiento es notable, pues entonces, en vez de 1.400 mcf al día, se extraían unos míseros 200. Dicho esto, si se compara esta cifra con la del gigante Marcellus, ésta no representa ni un escaso 10%. Sin embargo, lo preocupante no es la diferencia de volumen con el Marcellus; lo preocupante es lo que comparten: formar parte de un supuesto game-changer, que es más de lo mismo, pues como ya explicamos, no hay nada genuinamente nuevo en el shale gas y petróleo, salvo una forma más agresiva de extracción, con niveles de extinción mucho mayores y rápidos. Según la USGS, para extraer el gas de Utica, se deberán perforar más de 100.000 pozos (entre sweet spots y adicionales), con niveles de recuperación in situ de la producción similares a los del resto de Estados Unidos: bajo ningún concepto superiores al 25%.

Ante ello, cabe decir que el milagro del cinturón herrumbroso de Ohio es el prodigio del cuchareteo. Es más, según el ya citado informe  de McKinsey, the production of shale gas and so-called tight oil from shale could help create up to 1.7 million jobs nationally. Many of those jobs are expected to end up in places like this, in part because they are close to newly developed fields like the nearby Utica shale formation. Aunque, leyendo la noticia, una se de cuenta que estos trabajos son el resultado de un fantasmagórico resurgir del sector manufacturero tradicional o el efecto directo de la construcción de infraestructuras energéticas en la región. Viendo las fotos del artículo del NYT, se tiene la sensación que Youngstown y Canton son un mini Detroit resucitado, donde, por arte de magia, de las ruinas de las factorías Ford de River Rouge resurgirán miles de Thunderbirds.

Es decir, y sé que me repito, el game-changer es encontrar la forma de seguir haciendo lo mismo que antes. Naomi Klein en una muy personal reflexión sobre el cambio climático, da pistas sobre el porqué de este perverso empecinamiento. En sus propias palabras, con la crisis the billionaires who were going to invent a new form of enlightened capitalism […] decided, on second thoughts, that the old one was just too profitable to surrender. Que nadie se lleve a engaño, ese millón setecientos mil puestos de trabajo es la mínima cifra que algunos grupos de poder necesitan pagar para que todo siga igual. Cuando leo ese tipo de informes siempre me pregunto lo mismo, ¿por qué no cuentan cuántos puestos de trabajo se crearían si se hiciera algo distinto?

Los second thoughts son game-changer, ya que estamos asistiendo al destape de aquellos que se invistieron en políticamente correctos, pero que cambiaron. Como bien apunta Klein, fue iluso pensar que el capitalismo podía salvar al mundo de la crisis, que él mismo había creado. Y, ahora […] we are stuck, because the actions that would give us the best chance of averting catastrophe – and benefit the vast majority – are threatening to an elite minority with a stranglehold over our economy, political process and media.

Lo he dicho otras veces, pero todo esto me recuerda la actuación del lobby colonial en Marsella, que hasta la misma fecha de la independencia de Argelia (1962), sostuvo que la pérdida de esta colonia sería la ruina para Francia. Los datos, sin embargo, muestran que la principales exportaciones hacia la colonia eran jabón [de Marsella, claro], alimentos básicos y vestidos. Todo perteneciente a un modelo manufacturero que después de la Segunda Guerra Mundial estaba más que obsoleto. Era absurdo, pero el poder de este lobby azuzó graves crisis de gobierno en Francia, una tremenda y fratricida guerra de siete años en Argelia, la masacre de muchos argelinos en París y el intento de asesinato del General de Gaulle. Todo ello, para seguir vendiendo jabón y por mantener el lugar privilegiado que esta actividad les proporcionó antaño.

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Cada vez que leo noticias como la del resurgir de Ohio, pienso en el jabón de Marsella. A día de hoy, ni Argelia ni Francia se han recuperado realmente de esta «aventura» colonial. Leyendo el artículo sobre el nuevo libro de Naomi Klein, me he preguntado eso, ¿si alguna vez la humanidad será capaz de recuperase del second thought de la elite capitalista?

En función del momento del día, tengo respuestas de distinto signo a esta pregunta. Pero, fuere lo que fuere, debemos dejar de creernos noticias como la que inspiran esta entrada. Ni el jabón de Marsella salvó a la economía francesa, ni el resurgir de Ohio nos salvará de la crisis actual. Al igual que la vida no es un vídeo juego, los que temen perder su riqueza y poder nunca propiciarían un game-changer. No nos lo creamos, la realidad se parece más al Gatopardo, que a los milagros que cuentan los analistas de McKInsey: cuando el 1% se siente amenazdo se convierte a lo políticamente correcto, pero cuando las circunstancias cambian, se lo repensan. Esta, y no otra, ha de ser la gran enseñanza de la crisis.

Contratos de congestión, red eléctrica y espacio político

El pasado 14 de agosto el New York Times publicaba un artículo titulado Traders Profit as Power Grid Is Overworked. Leyéndolo aprendí que existen los contratos de congestión. En el mundo en el que nos ha tocado vivir, ya se pueden imaginar que un contrato con ese nombre es algo malo. Efectivamente, estos contratos son unos instrumentos de cobertura (hedge) que las operadoras regionales subastan, para que los intermediarios se puedan proteger de las variaciones de los precios de la electricidad. Es decir en una red, dicha, liberalizada como la de los Estados Unidos, con diferencias en los precios de la electricidad entre una localidad y otra, los titulares de estos contratos de congestión pueden comprar y vender títulos en función de cómo evolucionen los precios, enriqueciéndose gracias a las diferencias de precios entre un punto y otro de la red.

Imaginemos que en la ciudad A, por las razones que fuere, la demanda de electricidad es superior a la oferta. Ocurrirán dos cosas: se transportará electricidad desde otra localidad y los precios aumentarán. En la situación inversa, en la ciudad B, ocurre lo contrario. Esta es la base par un «mercado de congestión», en el que se pueden comprar y vender títulos relacionados con el hecho de que hay unos agentes que compran la electricidad excedente en la ciudad B, para revenderla en la A. Ello proporciona un beneficio individual, basado en la diferencia de precios, y supuestamente reequilibra el precio en el mercado. En su forma más sencilla, los poseedores de estos títulos actúan como arbitrajistas que equilibran el mercado; en una forma más refinada, pueden actuar como especuladores, jugando sobre las probabilidades de que en un lugar u otro suba o baje el precio, e incluso «atacando» el precio del Kw/h de alguna localidad frente a la otra; y en un mundo financiarizado como el presente, se crea un mercado adicional de títulos derivados y/o colaterales para cubrirse de las posibles pérdidas de este juego. En estos mercados es donde se negocian los contratos de congestión.

A estas «alturas de la película» lo que me llamó la atención, no es que tales contratos existan, pues en el casino en el que vivimos es lo previsible. Lo que me interesó de la noticia fueron dos cosas: la crítica que tácitamente hace a los académicos que se prestan a tales juegos de probabilidades y algoritmos, y la pregunta de «¿y por qué no recibimos nosotros este dinero?» formulada por el Alcalde de Port Mayor, en el estado de Nueva York. Esta segunda pregunta me remite a una de mis múltiples «manías energéticas», que es la de la función política de la red eléctrica.

Stefan Bouzarovski, geógrafo de la Universidad de Manchester y uno de los impulsores del blog sobre vulnerabilidad energética y transiciones urbanas, escribió en 2008 que si uno se interrogaba sobre la función que las infraestructuras tenían en la creación del espacio, se podía pensar sobre the role of energy networks in the articulation of political and economic power across territory. Para mí, este ha de ser uno de los debates fundamentales de la transición energética.

Desde este punto de vista una red eléctrica es mucho más que una forma eficiente de transmitir electricidad de un lugar a otro. Una red eléctrica genera un espacio político, porque genera, en un determinado territorio -local, regional, nacional, transfronterizo o supranacional-, unas relaciones de poder -entre los que generan la energía, los que la emplean, los propietarios de los lugares en los que se genera, transporta y emplea, los distribuidores, etc.-, que se articulan de en función de una estructura de gobernanza. Evidentemente, los criterios que rigen el funcionamiento de esta estructura de gobernanza, tendrán que ver con los valores e ideología de la época. Por ejemplo, algo aparentemente tan banal como que todos los ciudadan@s de un país tengan acceso a la electricidad, al mismo precio, es una decisión política que, probablemente, más tiene que ver con la idea de bienestar y justicia social que una sociedad determinada tenga en un momento determinado, que con una cuestión de eficiencia económica o energética.

Hoy, el principio de una distribución igualitaria de la electricidad a escala nacional está quebrado por la retroalimentación entre tres factores:

a) la crisis del Estado-Nación, que lleva a cuestionar la necesidad de que la política energética sea uno de los pilares de la construcción y mantenimiento de los principios de ciudadanía de la nación, se llame cómo se llame la misma.

b) las políticas neoliberales, privatizadoras, que al dar al sector privado los activos y bienes energéticos, han privatizado de facto el espacio energético -y, por tanto, el político.

c) la mayor diversidad -y visibilidad- de fuentes de energía primaria en el mix energético,que ante la ausencia de una política energética inclusiva, esta propiciando que muchas personas empiecen a reclamar que si la energía que ellos consumen es más barata, porque proviene del aire, el agua o el sol, que la de las centrales de ciclo combinado (caso clarísimo en España), no entienden por qué tienen que pagar el aire al precio del gas.

Si los dos primeros factores, el «a» y el «b», no existieran, la respuesta a estas personas que no entienden por qué pagan una cosa al precio de otra, sería evidente: porque en la política energética, también hay un componente redistributivo territorial, que posibilita que aunque tu vecino viva en la localidad A donde la energía es más cara de generar o más escasa, el excedente -o el menor coste- de la localidad B se distribuye o -reinvierte- para que los habitantes de A, puedan tener el mismo nivel de bienestar energético que los de B. Esa es la razón básica de la construcción de la red eléctrica nacional a mediados del Siglo XX.

Cabe decir que en este esquema anterior, el quejoso Alcalde de Port Mayor, habría dispuesto de los ingresos, aunque fuera indirectamente en forma de suministro eléctrico. Pero, hoy, cuando nos han hecho creer que la forma de asegurar la competencia y liberalización del sector energético era segmentar y privatizar aquellas redes eléctricas que articulaban el poder político y económico a través del territorio, quien genera electricidad en la localidad A, en las condiciones de la misma, considera que el que genera electricidad en la localidad B es un competidor, en vez de alguien que pertenece a su mismo espacio energético. Es más, ambos son vistos como unos suministradores, de los que se puede extraer beneficio monetario, por quien transporta la electricidad entre ambos puntos. Y, todos ellos, son considerados una fuente de pingües dividendos por los fondos de inversión.

Me repito, lo sé, pues mantuve un discurso similar en la entrada Ciudadan@ energétic@ universal, pero el otro día mientras miraba un programa de televisión en el que de forma muy didáctica, con unas mezclas en unas probetas, se explicaba la factura eléctrica en España, volví a hacerme la misma reflexión. Comparto plenamente la reivindicación de que introducir más fuentes renovables en el mix energético abarata, y no encarece, la factura eléctrica, pero creo que ha llegado el momento de dar un paso más. Ha llegado el momento de definir y decir qué espacio político queremos crear con la transición a un modelo energético renovable, si no lo hacemos, en muy poco tiempo, veremos florecer los contratos de congestión, cuyos contratistas se enriquecerán a costa de nuestra buena voluntad; pues las diferencias de coste entre distintas formas de generar energía entre el punto A y B local, serán la base para la creación escandalosa de fortunas individuales.

Siento ser mal pensada, pero éste es mi estigma de economista.

No digamos que todo es por el petróleo o el periodismo irresponsable

El pasado 31 de Julio, el periódico alerta digital publicaba un artículo sobre Gaza en el que se sostiene que para encontrar una de las causas del ataque israelí contra Gaza hay que profundizar porque esa causa se halla exactamente a 600 metros por debajo del nivel del mar y a 30 kilómetros de la costa de la franja de Gaza. Allí, en las aguas territoriales palestinas, se encuentra un importante yacimiento de gas natural, el llamado Gaza Marine, estimado en 30 000 millones de metros cúbicos. El artículo proporciona un mapa totalmente creíble, y probablemente cierto, sobre la ubicación de esos yacimientos, y añade que según otro mapa elaborado por el U.S. Geological Survey, también existen otros yacimientos en tierra firme.

gaza-gas-273x300Sigue el artículo relatando que esta es una cuestión que data de 1999 y que, entonces ya, Arafat como líder de la Autoridad Nacional Palestina había otorgado la concesión a Gaza Marine un consorcio formado por British Group y la empresa palestina Consolidated Contractors, teniendo, además, la Autoridad Palestina un 10% de la participación en el negocio.

Por los avatares del conflicto en Oriente Medio, según relata el artículo, la posibilidad de obtener estos ingresos se perdió, pero en fechas muy recientes, después de la formación de un nuevo gobierno palestino el pasado 2 de junio, pareció que se pudiere alcanzar un acuerdo entre Palestina y Rusia para la explotación de estos yacimientos. Así, según alerta digital, se dio inicio a la operación «Margen protector», que forma parte de la estrategia de Tel Aviv, que busca apropiarse de las reservas energéticas de toda la cuenca del Levante, incluyendo las de Palestina, las del Líbano y las de Siria. Y también encaja en la estrategia de Washington que […] impide que Rusia vuelva a ganar influencia en la región.

No sé cuánta verdad hay en esta historia de los yacimientos, puede ser verdad, pero creo que en un momento como el actual, esta notica no debería haber sido publicada. Lo que ocurre en esa zona del mundo, no se debe al petróleo. Como he sostenido, y allí era más difícil de creer, que la causa de última invasión de Iraq, tampoco lo fue; aunque ello no quite que parte de sus fronteras del Siglo XX se trazaron para controlar el petróleo que allí había.

En Iraq, emperrarnos en decir que lo que quería Estados Unidos era controlar el petróleo de Iraq nos llevó a no valorar adecuadamente el peso de la ideología retrógrada, integrista y conservadora que se escondía detrás de tal actuación. Hoy, decir que la causa de la aniquilación que hoy ocurre allí es el petróleo, es faltar a la verdad.

El pasado 29 de Julio, Rob Prince en su blog, escribía  que the goal of this Israeli war against Gaza was to make life so miserable for the Palestinians there, the destruction of virtually the entire infrastructure, that organized life there would simply collapse (no electricity, less and less drinkable water, all institutions of modern life – schools, hospitals, etc) and that the goal here is an ethnic cleansing. Está claro que este no es el único caso en la historia, pero para una persona, como yo, que he pasado muchos años leyendo sobre historia colonial de Argelia, leer esta frase me recordó las explicaciones de Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad sobre la política de reagrupamientos que los franceses impusieron a los argelinos en plena Guerra de Independencia (1954-1962) en Le Déracinement, publicado en 1964. Traigo esta analogía a colación, porque aunque la situación de la Argelia colonial no sea plenamente comparable con la de Israel y Palestina, sí que tiene muchos puntos en común. El que más, que son espacios habitados por generaciones de colonos -respaldados por potencias- por que consideran que esa Argelia o este Israel es el que ellos han construido, y que en ella o él, no tienen cabida los que allí estaban. Pueden leer la historia de Argelia para saber cómo allí acabaron las cosas. Probablemente «se hizo justicia», pero fue una tragedia para todas las partes que nunca se ha superado.

Una segunda similitud la veo ahora en el artículo de prensa digital que ahora comento. Buena parte del análisis que se ha hecho sobre las causas de la absoluta alienación de los autóctonos que habitaban Argelia, antes de que llegaran los franceses y de la larga y cruel guerra, se basa en decir que Francia no quería perder Argelia por el petróleo. Nunca pensé que eso fuera verdad, pero con los años he observado que cuando no se sabe cómo explicar cualquiera de las cosas que ocurren en Oriente Medio y el Norte de África, se recurre al petróleo. El petróleo está en la causa de innumerables injusticias y tragedias en la región, pero no es la explicación de todo. Y, evidentemente, no es la explicación a lo que ocurre en Gaza. Decir algo como lo que sostiene ese artículo es irresponsable, pues sólo sirve para enmascarar la realidad y dar excusas a quiénes pretenden realizar esa limpieza étnica.

Una vez más, suena a soberbia, lo sé; pero, francamente, si no se sabe qué decir, mejor es no decir nada, pues si bien los argumentos tipo petróleo y rivalidad tipo guerra fría son muy atractivos y los ciudadanos tendemos a «comprarlos», son completamente inútiles, además de perversos, cuando se están aniquilando vidas y vulnerando todos los derechos posibles de las personas. Que nadie se lleve a engaño, lo que ocurre en Gaza es un crimen contra la humanidad. Hoy, decir cualquier otra cosa es dar una coartada a quién los comente y a quién les avala. Así que, repito, si no se sabe qué decir, mejor callar.

Lo no dicho de Crimea

Ayer una muy buena amiga, que lo sabe todo sobre mitos y tragedía griega, me mandó el siguiente mensaje: Jasó i els Argonautes van sortir de Pelión, de Volos per anar a buscar el Vello d’Or que permetria a Jason recuperar el regne de Pelies….Es l’expedició dels Argonautes. I van arribar al temple on era guardat per Medea….la continuació te la saps. Però Saps on era aquest temple, el Vellociono de Oro i Medea? A Crimea. I no crec que sigui casualitat…. Francamente, yo tampoco creo que sea casualidad. Crimea, fue, es y será un lugar central del mundo EuroAsiátio del que, simplemente, los habitantes del Siglo XX nos olvidamos por lo que fue esa aberración -útil tal vez, pero absurdidad, al fin y al cabo- de partir el mundo en dos.

Yo que soy tendente a caer en esas nostalgias de los «mundos de ayer»,  vengo buscando argumentos que permitieran explicar esta crisis como un resurgir de algunos de  los problemas estratégicos de antes de la Primera Guerra Mundial; cuando buena parte del mundo EuroAsiático estaba dividido en tres imperios, el Austro-Hungaro, el Ruso y el Otomano. De hecho, quienes sigan este blog, recordarán que meses atrás ya hubo una pequeña entrada al respecto. Como creo que dije entonces, el azar quiso que esta crisis estallara en el mismo momento en estoy intentando reconstruir parte de la historia de la industria del petróleo, en la actual parte rusa del Caucaso, adyacente al Mar Negro, en la década de 1910. Esta historia daría para apuntar algunos paralelismo con buena parte de las opiniones que analistas y medios están expresando, relativas a la importancia geo-energética de la zona. De hecho, el otro día mirando documentos del War Office británico leí dos ficheros sorprendentes, uno relativo al diseño de una estrategia para la exportación del petróleo del Sur de Rusia y otro relativo a la Oil Administration que los británicos establecieron en Batum Ambos fechados en el periodo comprendido ente 1919-1921, cuando ya se ha firmado el armisticio de la Primera Guerra Mundial.

De esta documentación, se deduce el interés que algunos sectores británicos tuvieron en el petróleo del sur de Rusia; como alternativa al caro americano o al incierto del desmembrado Imperio Otomano; el interés en las infraestructuras de transporte de petróleo y la voluntad, pasara lo que pasara (piénsese que en ese momento el futuro del Cáucaso todavía no estaba claro y los británicos apoyaban al General Denikin frente a los bolcheviques), de mantener el control en Crimea.

Si, hoy, se siguen las opiniones de lo que ocurre en Ucrania y Crimea, menos aquellos que hablan de un conflicto identitario , hablan de algo muy similar a lo que aquí les menciono. El otro día, el New York Times nos proporcionaba un excelente ejemplo de ello, aunque rizaba el rizo, pues decía que when Russia seized Crimea in March, it acquired not just the Crimean landmass but also a maritime zone more than three times its size with the rights to underwater resources potentially worth trillions of dollars. Puede ser. En torno al Mar Negro, siempre hubo petróleo. Antes de que se constituyera la industria petrolera internacional, allí estaban los principales territorios exportadores y,de ahí, este interés de los británicos, entonces. Así, es plausible que, como apunta el NYT (en unos mapas que recomiendo, pero no me permiten copiar, cosa que entiendo), en las aguas territoriales de Crimea suceda los mismo que en los 1970s pasó en el Mar del Norte. No lo dudo, es más, si seguimos este hilo, hasta se podría argumentar que aunque Rusia tiene ya mucho gas, necesita acaparar todavía más para cumplir sus nuevos contractos y relaciones con China.

Por todo ello, aunque pueda diferir en la interpretación, estaría muy de acuerdo con aquellos y aquellas que opinan que detrás de «lo de Crimea» hay una cuestión geo-estratégica y geo-energética. Pero, dicho esto, hace un par de días leí en The Guardian un artículo que me dio mucho que pensar. El artículo se titula, Stop forcing Ukraine into a narrative of Moscow versus Washington. We are told that this is a geopolitical battle instead of an attempt by ordinary Ukrainians to take back control from the oligarchs. Es la segunda parte del título la que me cautivó. El artículo de Oliver Bullough, aunque pueda ser un poco tramposo -mucho menos que este blog, por cierto-, nos cuenta tres cosas. En primer lugar que la crisis de Ucrania empezó con las privatizaciones que se iniciaron con la desintegración de la URSS. En segundo lugar que estas privatizaciones favorecieron a los oligarcas del Este (pues en Donetsk estaba el botín de la industria y las minas), que se beneficiaron de los derechos de propiedad occidentales y de sus «ventajas fiscales». Ello lleva a Bullough a argumentar que, por tanto, intrínsecamente la rivalidad Este – Oeste es una falacia. Por último, el autor cuenta, que este expolio ha aumentado más que significativamente la desigualdad y pobreza. Así, según su opinión, la mayoría de los ucranianos que están en la calle, lo que quieren es acabar con este estado de cosas.

Por tanto, el artículo nos recuerda que detrás de «todo lo demás», hay una legitima protesta derivada de la injusticia, aunque otros la estén utilizando para sus propósitos. Lo he pensado, y creo que tiene razón. Él critica a sus colegas, diciendo que los periodistas se «criaron» en la Guerra Fría y, que por tanto, sin análisis ulterior se sienten cómodos hablando de rivalidades entre el Este y el Oeste.

No soy periodista, pero creo que tambien debo entonar un mea culpa, pues, cuando la gente pasa hambre, empeora su nivel de vida, pierde trabajo y derechos, por mucho que especulativamente nos fascine «el juego» geo-político, es deber hablar de las otras cosas. Por desgracia, siendo como es Crimea central en el mundo AsioEuropeo, en primera y última instancia, el juego va de cómo los ricos se reparten las fichas del casino global. Lamentable.

Nueva diplomacia energética y Crimea

¡Por fin! Por fin ha llegado la noticia que he estado esperando todo este tiempo. Hoy, en el New York Times, y se titula U.S. Hopes Boom in Natural Gas Can Curb Putin. Aquí su encabezamiento, the crisis in Crimea is heralding the rise of a new era of American energy diplomacy, as the Obama administration tries to deploy the vast new supply of natural gas in the United States as a weapon to undercut the influence of the Russian president, Vladimir V. Putin, over Ukraine and Europe

Mi alegría al ver la noticia sólo es síntoma de mi soberbia, pues según mi interpretación de los hechos, lo que esta noticia demuestra es lo que vengo diciendo en este blog desde hace dos años. Me da la razón. Primero dije que la geo-política de la energía ya no es lo que era y, segundo, que lo que hay detrás de la fiebre del shale gas en Estados Unidos es el diseño de una nueva geopolítica y, por tanto, de unas nuevas relaciones de poder mundiales en las que, claro está, Estados Unidos intenta seguir teniendo el protagonismo.

Queda pedante y no es de buen gusto, pero esta vez lo voy a recordar. En enero de 2012, ya publiqué una entrada cuyo título, entonces interrogativo, era ¿Perdimos la geo-política del petréoleo sin enterarnos?. Posteriormente, en Octubre 2013, redacté tres entradas consecutivas que apuntaban al fin de la Doctrina Carter, al fin del atlantismo en las relaciones energéticas internacionales  y a cuestiones que ya no tenían encaje en el análisis geopolítico al uso. Unos meses más tarde, en marzo, ya apunté que la descordinación en la respuesta internacional y la falta de una explicación coherente a lo que en Chipre, en este momento, ocurría eran debidas a la desapareción del mundo de ayer y al tácito fin de un bloque atlántico (llámese OCDE, OTAN o como se quiera) con intereses supuestamente comunes. Siguiendo esa misma línea de pensamiento, el pasado noviembre di un paso más al decir que Estados Unidos estaba marcándose un farol con «su» shale gas con el objetivo de redefinir su nuevo papel en el mundo.

Por último, aunque el tono era distinto, en diciembre, en una entrada ya efemérides del cercano centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, insinué que el orden petrolero internacional que se cimentó entonces, estaba en vías de desaparición.

El azar ha querido que mientras llegaban noticias de los asombrosos hechos en Crimea, yo estuviera trabajando en el mundo del petróleo de antes de la «Gran guerra». Ayer escribí para mí misma, sin pensarla mucho, una frase que venía a decir que antes de la guerra, buena parte del petróleo internacional provenía de los territorios en torno al Mar Negro. De hecho, en este mapa que ya mostré en una entrada anterior, queda clara la centralizadad de esta zona, confluencia de los tres imperios de la época, el Ruso, el Austro-Hungaro y el Otomano

Fuente: Garretson, 1957

Fuente: Garretson, 1957

Entonces, Crimea, cuya guerra algunos consideran como el préambulo de la de 1914-1918, todavía tenía gran importancia geo-política, pues es un istmo que guarda el paso a los estrechos del Bósforo y de Dardanelos -grandes protagonistas de la política internacional decimónica.

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Sé que no vale decirlo, pero si la Revolución Soviética no hubiera facilitado la partición de Europa y si los tratados posteriores a la Primera Guerra Mundial no hubieran repartido los territorios y activos petroleros como lo hicieron, el Mar Negro y, con ello, Crimea hubieran seguido siendo una pieza geo-estratégica fundamental. No fue así. Pero, quién sabe. Tal vez, ahora, que ese orden ya no existe, haya quién considere que ha llegado el momento de tomar posiciones. En mi mente, todavía es muy intuitivo, pero cada vez más tiendo a pensar que de» esto va la cosa». No es la partición de Ucrania, no es un conflicto entre poblaciones de distinta procedencia, no es que Putin sea un loco irreflexivo; es la toma de posiciones geo-estratgéticas en un orden mundial cambiante.

Hoy, en 2014, cien años después del inicio de la desaparción de Crimea como pieza fundamental en la arena internacional, ésta pequeña península podría recobrar el esplendor perdido. Hoy, también, cien años despues de esa fecha, para Putin (o para cualquier dirigente Ruso) es posible hacerlo, porque en la nueva geo-política de la energía que se está forjando,acaba con la que se moldeó entonces. Ese juego, se acabó. Esta vez, Putin o sus asesores, parecen saberlo. Al menos saben que la eventualidad de que Ucrania corte el suministro energético a Europa es sin riesgo alguno, pues no habrá reacción real. Lo apuntaba el lunes The Guardian, pero aquí en Europa, parece que como siempre seremos los últimos en enterarnos.

El Mediterráneo no es lo que parece: comentario a un pedazo de un mapa

Estoy viviendo en un lugar en el que le llaman “día soleado” a lo que en España consideraríamos uno de “mal tiempo”. Aquí, pues, sigo encontrando cosas curiosas que me llevan a pensar que lo inmutable es relativo. Ya les conté en la entrada anterior sobre el mundo decimonónico de los petróleos hispanos. Hoy, añado a ellos otra curiosidad. Por esas fechas, en 1879, la rama de París de los Rothschild inició su actividad en el mundo del petróleo -que a inicios del Siglo XX debería llevarle a estar, junto con la Royal Dutch Shell y la Standard Oil, entre los primeros grupos petroleros internacionales- desde España, ya que los Rothschild, junto al refinador Deutsch de la Meurtre, construyeron por áquel entonces varias plantas de queroseno en Cantabria (La Cántabrica), en Andalucia  (La Lucilina) y en La Británica en Alicante que,según dicen, fueron prósperas hasta 1914.

1914 fue el año de inicio de la Primera Guerra Mundial, y como vengo inistiendo en mis últimas entradas, el inicio del hecho que acabó conformando lo que luego conocimos como industria petrolera internacional.

El objetivo principal de la presente es comentar un trozo de un mapa que he encontrado en un tosto, aunque muy informativo, libro sobre la Historia de la Royal Dutch Shell, escrito en 1957 por Guerretson. Una de las cosas que más me llamaron la atención de esta obra es su definicion del Mediterráneo. Mediterráneo como una  parte de un Mercado occidental que, dicho sea de paso, tampoco incluye América.

Fuente: Guerreston, 1957

Este mapa ilustra lo que fue buena parte de ese «mercado occidental» antes de 1914.

Les pido que lo observen atentamente, pues en él verán cosas curiosas. Tal como cuenta el libro, los tres productores del Mediterráneo eran Rumanía, Galitzia y Rusia. En el mapa son esos triángulos marronosos que salen  del margen derecho del Mar Negro y del Caspio. Así que, si interpreto bien, Constanza y Batum eran los dos principales puertos petroleros del Mediterráneo. Además, el embrollo de líneas que se ve en Suez – aunque esto ustedes no lo vean- va en dos sentidos, el del excedente de petróleo Ruso que va hacia los mercados orientales y el de las Indias Holandesas que se dirige hacia Europa. Así, los productores de los territorios que conformaban el Mediterráneo -petrolero- antes de la Primera Guerra Mundial, ninguno era mediterráneo. Da un poco de risa, ¿no?.

Reconozco que cuando lo ví, por primera vez, me chocó, pero luego pensé que ese Mediterráneo sin «mediterraneos», servía para ilustrar algo que he venido defendiendo desde hace mucho tiempo y que se refiere a la noción de espacio geo-energético, como algo mucho más amplio que el territorio físico que incluye. Al igual que he defendido reiteradamente que el Oriente Medio petrolífero pertenece al espacio geo-energético atlántico, por las relaciones y flujos energéticos que se dan en él, el espacio geo-energético del Mediterráneo hasta 1914 fue el de Rusia,el de parte del Imperio Austro-Húngaro y el de la jóven Rumanía. Hoy, como he dicho en entradas anteriores, ante la desatlantización de las relaciones energéticas, tal vez veamos surgir un nuevo Mediterráneo cuyos flujos circularán hacia el Índico y el Pacífico. Este espacio, por el lugar de destino de los productos petrolíferos, tendrá algunas similitudes con el del mapa. Incluso Batum como puerto de destino del petróleo Azerí, podría volver a ser el origen de una de las rutas medieterráeno-orientales; pero, lo demás será distinto. Esta diferencia es otra de las gracias del mapa.

En él la mayoría de países tienen un color verde, anaranjado, rayado a lo que fuere; salvo, y muy significamente, la Península Arábiga y Persia. Tampoco tienen ni cuadradico ni triangulico que les otorgue una presencia especial en el mapa, más allá de su incoloridad y asenyalidad. Simple y llamamente, antes de la Primera Guerra Mundial ninguno de los dos territorios estaba en el mapa. Que cada un@ saque sus conclusiones. Yo, por mi parte, en entradas sucesivas ya les iré desgranando las mías.

Por cierto, España también aparece como Arabia y Persia, pero claro, tiendo a pensar que será por alguna otra razón….

El «milagro» de los precios del petróleo

Hoy el The Guardian publica un artículo explicando que Estados Unidos en 2015 sobrepasará a Arabia Saudí y a Rusia en producción de petróleo. Es decir que los Estados Unidos de América se van a convertir en el primer productor de petróleo del mundo. Ellos, claro, están eufóricos, pero los británicos, según cuenta el mencionado periódico, no tanto, pues ven como en Estados Unidos los precios del petróleo bajan, mientras que aquí no hacen lo propio. Es más la noticia relata que, según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía, Europa, por tener que pagar un petróleo relativamente más caro que el de EE.UU., perderá el 10% de la cuota de mercado mundial. Y cuenta, también, que esté diferencial de precios se mantendrá unos 20 años. Es decir, se dice que en las dos siguientes décadas el petróleo en el otro lado del Atlántico será más barato que en este.

Todo ello me suscita una pregunta. La pregunta es la siguiente: ¿Cómo puede ser que sea más barato el petróleo no convencional –más profundo y tecnológicamente complicado de extraer- que el que está en la superficie de yacimientos convencionales?, ¿Cómo puede ser que a Estados Unidos extrayendo petróleo más caro, se le abarate el mismo? Para mí, este es un misterio difícil de resolver. Se me ocurren varías explicaciones, no ortodoxas, pero todas ellas desmienten dos mantras energéticos: que lo relevante de la energía es el coste y que es la escasez -el haber alcanzado el pico del petróleo-, que obliga a acudir a las reservas “de frontera”, la que encarece el precio del crudo: pues, si es cierto lo que dicen, se está extrayendo petróleo caro que sirve para abaratar los costes energéticos de Estados Unidos.

En mi opinión, este “milagroso” hecho puede tener tres interpretaciones. Primera, nos han engañado durante años y la parte más relevante del coste del barril, no es cuánto cuesta extraerlo, sino todas las actividades vinculadas con el transporte y venta. Así, como Estados Unidos ya no tiene que traer petróleo de fuera, se le abarata tanto, que compensa con creces el mayor coste de extracción. Segunda, también nos han engañado, y Estados Unidos no estaba nutriéndose de un petróleo barato importado de Oriente Medio, sino de importaciones más caras de otros lugares del mundo. Por tanto, ahora al reducir sus importaciones, “su” petróleo nacional le sale relativamente menos caro que el de antaño. Y, tercera y última explicación: el precio del petróleo se fija por razones otras que los costes reales de extracción. De hecho, tiendo a pensar que esto es lo más probable, pues en otros momentos de la historia ya pasó. De una forma u otra se establece un precio que favorece más a los unos que a los otros. El único requisito para hacerlo es tener el poder suficiente para ello.

Para mí, que los tiros van por ahí. El otro día un gran amigo me mandó un artículo de Foreign Affairs, publicado el pasado 15 de Octubre. Éste es uno de los numerosos que estos días han salido a raíz de los 40 años del primer shock del petróleo. Este artículo sostiene que la interpretación que los estadounidenses hicieron de este hecho fue errónea, pues, y cito literalmente, contrary to popular belief, the United States has never really been dependent on the Middle East for its supply of oil — today only nine percent of the U.S. oil supply comes from the region. At no point in history did that figure surpass 15 percent. Rather, the crux of the United States’ energy vulnerability was its inability to keep the price of oil under control

Por tanto, lo que nos dice este extracto es lo siguiente, el problema no fue la escasez física de crudo, el problema es que al tener que importar petróleo –piénsese que hasta 1971, EE.UU. no lo hizo-, aunque éste fuera abundante y barato, se perdía la posición en la que unilateralmente se podía influir sobre el precios, en función de sus necesidades. El matiz es importante, pues significaría que la “dependencia del petróleo”, de la que tanto se ha hablado, no es otra cosa que no ser el que tiene el poder suficiente para modelar “el mercado” –si eso existiera- a su propia conveniencia. Desde esta interpretación, da igual si el precio es alto o bajo, siempre y cuando sea lo alto o bajo que “a mí” me convenga. De hecho, creo que se trata de eso. El éxito del fracking no es que se añada más cantidad de crudo al pool: el éxito del fracking es que si nos conviene nos podremos separar del mercado internacional, fijando para nosotros los precios que nos convengan; o, alternativamente, el éxito del fracking es que tenemos –o los demás creen que tenemos- una capacidad excedente que, caso que no nos conviniera el precio internacional, podríamos modificarlo. Es decir, sustituir a Arabia Saudí, en su rol de swing producer. De paso, además, en este momento geo-político tan complejo, ello, les sirve para decir que se pueden liberar del fardo de la política en Oriente Medio, para concentrarse en “el futuro”: el Pacífico.

Estoy bastante convencida que se está jugando una partida de poker, la única duda es si estamos ante un farol o un as bajo la manga. El tiempo lo dirá, pero por ahora, ellos parecen creer que todo esto es verdad y, en este lado del mundo, también.
Lo que ahora está ocurriendo es que nos estamos desacoplando. Estamos dejando de movernos en el mismo sentido, y proporción, en función de la evolución de los precios internacionales del crudo. Si todo ello fuera cierto, el resultado será que Estados Unidos tendrá la capacidad de influir sobre el precio del petróleo para modificar “nuestras” posiciones relativas. Es decir, dejaremos de pertenecer al “mismo” bando. No sé valorar cuánto puede haber de bueno y malo en ello, pero un consejo. Si de verdad ocurre y de verdad los gobiernos y la industria energética europea no quiere cambiar de modelo energético, al menos aprovechemos lo bueno, de lo que ya hay ¿Por qué, en vez de gastar dinero inútil en fracking, no se compra más petróleo de Oriente Medio? Es más barato y bueno que el de USA y los saudíes, cual amante despechado, tal vez nos lo vendieran. No pasará, pero pensarlo es divertido.

Independentismo, nacionalismo y descentralización energética

Por razones que no acabo de adivinar, estos últimos días estoy falta de ideas e inspiración; tampoco hoy, éstas me sobran, pero, siendo ayer un día especialmente relevante en el lugar en que vivo, Cataluña, he decido introducir algunos elementos al debate independentista que está asolando esta pequeña parte del mundo.

Ayer, hubo cientos de miles de personas en Cataluña exteriorizando su deseo vivir en un estado independiente. Tal como lo siento en este momento, y no lo pensaba hace un tiempo, mucha de la gente que hoy está en cualquiera de las múltiples celebraciones que están sucediendo, lo único que siente es eso, un deseo, una emoción un sentimiento -contagiado, genuino, manipulado, madurado…, me da igual-de que legalmente su situación en el seno de la Península Ibérica cambie. En otras palabras, quieren una espacio en el que se pueda establecer un ordenamiento propio, con una autoridad propia. No tengo tan claro, sin embargo si toda esta gente, más allá del deseo, se imagina cómo será -caso que exista- este futuro espacio político propio.

Mi intuición es que se imaginan un fractal de un estado-nación más amplio, en el que todo será igual, salvo los símbolos nacionales. Mi opinión es que si la secesión de Cataluña llegara a producirse, en el ámbito energético, hay la posibilidad del uso de dos tipos de fuentes energéticas -renovables y fósiles-, que generen dos modelos energéticos -distintas formas de producir y usar la energía final, la centralizada y la descentralizada-, que se conformarían en tres posibles tipos de relación con España. Ante ello, ¿Cuáles podrían ser los escenarios energéticos para una Cataluña independiente? Se me ocurren tres posibles:

1) El escenario en el que no se cambia nada a la situación actual. Se sigue con las mismas empresas y la misma red y lo único que ocurre es que cuando la red pasa -en un sentido u otro- por Aragón o Valencia, cambia de país. En un contexto como el actual, en el que la «política energética», como ya venimos explicando en este blog, ha dejado de ser un servicio público y, por tanto no sujeta al «interés general», ello no debería suponer ningún tipo de problema, más allá de llegar a algunos acuerdos con los gestores de las redes, eléctricas y de hidrocarburos, pues, de facto, el significado del la Ley 54/1997, como ya expliqué, es que el «interés general» de los españoles desaparece. Recuerdo que en España, son las empresas privadas las que deciden. Así si las usuarios finales (desde el Govern al último hogar en Cataluña) tuvieren demanda efectiva -capacidad adquisitiva suficiente para pagar las facturas-, no debería haber ningún problema. De hecho, en parte, esta situación ya existe con Portugal. En este caso, tal vez Cataluña sería políticamente independiente, pero energéticamente tendríamos las mismas dependencias de los grandes lobbies eléctricos y petroleros y, por lo mismo que en España, no tendríamos una política energética que, en puridad, se pudiera llamar nacional; y, evidentemente, formaríamos parte de un modelo centralizado.

Así, si esta fuera la opción, la independencia política no traería nada distinto, ni bueno a los catalanes.

2) El segundo escenario sería no cuestionar el modelo, pero, junto con la independencia cercenar -real o metafóricamente- la red y expropiar el resto del instalaciones del sistema eléctrico-energético en el territorio. Este sería el caso, fractal puro: reproducir lo que ya existe a una escala más pequeña. En las circunstancias actuales, puesto que como muestra Carles Riba i Romeva, Cataluña es la zona de España que más depende de los hidrocarburos y de la energía nuclear, lo más probable sería que la situación energética de los catalanes empeorara todavía más. Perderíamos algunos de los aspectos positivos de las economías de escala que da un «mercado» más amplio; proporcionalmente la energía de origen fósil y nuclear sería más costosa y, seríamos la isla, dentro de la isla energética que ya es España, pues no veo razón para que Francia deje hacer a Cataluña -inter-conectarse e integrarse en la red europea- lo que nunca ha dejado hacer a España. Así, en este caso, la independencia política traería menor independencia energética -de las fuentes energéticas-; un cierto componente nacional, pues tal vez la petroquímica en Tarragona o la nuclear de Vandellós fueran de empresas de catalanes o gestionadas directamente por el Gobierno catalán, pero seguiríamos con muchos de los problemas de una estructura de la industria centralizada y verticalmente integrada. Por todo ello, puestos a escoger, esta opción es, desde mi punto de vista, peor que la anterior, aunque reconozco que si de verdad se pudieran crear unas empresas nacionales y estatales fuertes, las cosas, al menos para las usuarios finales, podrían ser mejores. Sin embargo, descarto esta opción porque en las circunstancias actuales me cuesta imaginar que las grandes transnacionales energéticas permitieran tal política nacional a la «antigua usanza».

3) El tercer escenario es que la independencia política trajera un nuevo modelo energético. Una secesión energética que creara un nuevo modelo, que por surgir de un territorio relativamente pequeño y sin otros recursos que el sol, el viento y el agua, lógicamente debería ser renovable y descentralizado. Como he argumentado y afirmado en varías de las entradas de este blog, esta es la mejor opción para tod@s los ciudadan@s del mundo. Este sería realmente el único modelo independiente -de las fuentes y de los monopolios energéticos-, local, distribuido y descentralizado. Sin embargo, como explicó Lewis Mumford, Armory Lovins y Hermann Scheer, por citar a algunos autores de referencia; y como defienden aquí cooperativas como Som Energia y el Col.lectiu per un nou model energétic i social sostenible (CMES), así como tantos otros, apostar por este tipo de modelo es apostar por un modelo político distinto, local, verdaderamente participativo y democrático. Ello, desde mi punto de vista, es sentar las bases para una nueva forma de hacer política basada en el profundo convencimiento que un o una ciudadana por el hecho de serlo es un sujeto político y de derecho; basada en el convencimiento que lo que garantiza nuestros derechos fundamentales es la forma de organización de la polis; y, basada en el convencimiento, que las democracias se construyen en horizontal y no en vertical. Todo ello, va mucho más allá del sentimiento nacional y tiene que ver con la razón.

Por tanto, después de ayer, donde quedó claro que, hoy, ese sentimiento existe para muchos, lo que nos queda es preguntar si seremos capaces de crear una forma política distinta de la actual. Para responder a ello podríamos empezar construyendo algo más «pequeño» como un nuevo modelo energético, local y descentralizado. Si la «política» ayuda a que los ciudadanos construyamos esta base para sostener la organización política del futuro, canalizar alguna especie de espacio político catalán, distinto del actual, podría merecer la pena. Caso contrario, mejor nos olvidamos, pues para vivir con lo mismo, pero con otro pasaporte, el calvario, sufrimiento y frustración que este proceso puede suponer a ambos lados de «la frontera», desde mi punto de vista, será vano.

Egipto vs. Argelia

Me he resistido bastante a escribir sobre esta cuestión en este blog, pero como dice el refrán, «la cabra tira al monte», y ante las cada vez más frecuentes comparaciones entre lo que ocurre en Egipto y lo que ocurrió en Argelia en la década de los 1990s, no me he podido resistir. En Argelia, después de la victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS), se produjo un golpe de los militares, aplaudido y jaleado por las cancillerías occidentales, que condujo a una guerra -contra la población- civil de cientos de miles de muertos y que, además de dejar al país sin esperanza de cambio interno, inició la vía hacia la globalización de la economía argelina; o si se prefiere su desopepización. Éste, tal vez, haya sido uno de los aspectos menos tratados de la crisis argelina, pero, llanamente, Argelia se acostó, antes de las elecciones, petrolera y emergió gasista, un lustro después. Puede que a alguien le parezca lo mismo que un país, miembro de la OPEP, pase de ser exportador de petróleo a ser exportador de gas; puede parecerlo, pero no lo es. Someramente, diré que hay tres diferencias fundamentales. La primera de ellas es de orden geo-político: la OPEP, por sus relaciones privilegiadas (se diga lo que se diga) con los países –consumidores– de la OCDE, era la garantía de la occidentalización del Mundo Árabe; con el gas las cosas son distintas, pues se realizan contratos y alianzas bilaterales, y no por pertenencia a un determinado grupo o bloque. En segundo lugar existía un acuerdo, desde que en los 1970s, Estados Unidos, pasara a adquirir petróleo en el «mercado internacional», de reparto de la renta mundial, entre países de la OCDE ( y aquí incluyo, claro, Japón y Corea del Sur) y países productores, que se ejemplificaba en que los países de la OPEP eran dueños de su renta, siempre y cuando vendieran el petróleo a quién tocaba e invirtieran y compraran en lo que tocara, en Occidente; una vez más, con el gas -y con el mundo de hoy- este pacto ya no existe. Basta mirar donde invierten hoy los fondos soberanos o pensar que desde el fin del «bloque del Este» y la «emergencia de Asia» el reparo de la renta mundial ha de ser distinto, para comprender que las cosas han cambiado. Por último, a nivel interno, la extracción y venta de petróleo formaba parte de una política nacional – para el conjunto de la Nación, hoy su enfoque es mucho más micro, de alianzas empresariales, por encima de las políticas energéticas nacionales. Dicho sea dicho de paso, tanto de los productores como de los consumidores.
Probablemente sea esa ya no pertenencia a un «bloque», sean esos nuevos destinos y formas de exportación de la «renta» de los hidrocarburos, y la micro-concepción de la explotación de los hidrocarburos, los rasgos más característicos de la globalización de las otrora economías petroleras. De ahí que, en el «mundo de la OPEP», al menos en el Árabe, haya mucho que perder si el mundo de ayer se viene abajo: pérdida de influencia, pérdida de renta, pérdidas de alianzas….en definitiva, pérdida de poder. Mal que les pese a los Argelinos, a ellos ya les ocurrió, pero parece estar pasando en todo el «tradicional» Mundo Árabe. Ya he hecho referencia a ello en anteriores entradas, pero, hoy, leyendo este artículo del New York Times, no me ha quedado ninguna duda. Lo dice mi gran amigo Rob Prince, en Egipto se está librando, también, una lucha por la hegemonía y los equilibrios en el Mundo Árabe, de ahí que los religiosos saudíes, junto a los no menos creyentes israelíes, apoyen a los «laicos» golpistas; mientras los Qataries y Turcos están más próximos al otro lado: el viejo mundo, frente al nuevo.
Mirado con retrospectiva, Argelia fue el primer acto de este cambio -lo que he llamado desopepización-, ¿será Egipto el final de esta tragedia?
El mundo de hoy es muy distinto del de los primeros 1990, aunque es su consecuencia. De ahí que la forma de lo que ocurre en Egipto, como reiteradamente viene repitiendo Ignacio Cembrero en El País, se parezca cada vez más a lo que ocurrió en Argelia. De lo que él dice, a mi, sólo me queda añadir un aspecto, el económico. Está claro que Egipto no ha sido un país de la OPEP, pero después de Argelia es el segundo productor africano de gas. De ahí que, a la «chita callando», estuviera entrando en ese nuevo mundo del gas, al que, ahora también, pertenece Argelia. De ahí, también la alianza con Qatar, el rutilante actor de este mundo, y del cual, su anterior Emir apoyó a Morsi. De ahí, una vez más, que podamos especular que el desafortunado Gobierno de los Hermanos Musulmanes, mientras realizaba una pésima y regresiva gestión política interna, cambiaba los grupos de poder económico del país. Esto es lo que también ocurrió en Argelia. Hizo falta una sangrienta represión y muchos apoyos externos, para que cuando Bouteflika apareció como el «conciliador» de el país, las élites económicas tuvieran que aceptar nuevas reglas -recuérdese el extraño y postergado cambio de la Ley de Hidrocarburos en el primer lustro del 2000- y la economía argelina se hubiera globalizado. Egipto lleva el mismo camino, pero el significado geo-político de Egipto y del Canal de Suez, es infinitamente mayor, pues aquí ya sin ninguna duda, como apuntaba en mi entrada anterior, globalización significa desoccidentalización. Por ello, probablemente, esos extraños compañeros de viaje que son Arabia Saudi e Israel estén en el mismo barco, remando con Sisi y cia., pues ellos fueron los grandes ganadores en la región del mundo no global de Occidente.
Desde este punto de vista, en las formas y, quien sabe, resultado final hay una gran similitud entre lo ocurrido en Argelia y lo que, hoy, acaece en Egipto. La gran diferencia, además de 20 años, es que en este juego que se inició en Argelia, ésta era un peón, mientras que Egipto es, al menos, la dama.

¿Y si Suez se volviera a cerrar?

Estos días de verano estoy leyendo un curioso libro de Otto Mayr sobre autoridad, libertad y maquinaria en la modernidad europea. En su introducción se puede leer que a pesar de que existía, ya, tecnología de funcionamiento sutil y poco dramático…, la primitiva tecnología europea era de naturaleza completamente distinta. Sus estructuras tendían a ser monumentales. Al leerlo, aunque el autor se refiera a un periodo histórico distinto, inevitablemente pensé en Suez y en la monumentalidad de nuestras infraestructuras energéticas que, a pesar de que podrían ni tan siquiera existir, aquí están, erigiéndose majestuosas para mostrar el poder y legitimar el discurso de la industria energética.
Ante los dramáticos acontecimientos de Egipto, sacar a relucir esta cuestión es delicado, pero hoy, ya, varios medios nos informan de que el precio del crudo aumenta por el miedo a que se cierre el Canal de Suez, por donde pasan diariamente 2,97 millones de barriles de petróleo (2012) y una buena cantidad de GNL (1,50 tfc al año). En total, un 30% del tránsito de Suez corresponde al paso de hidrocarburos. Suez como es bien sabido es uno de los grandes chokepoints del mundo y, por tanto, se considera que son a critical part of global energy security.
El Canal de Suez es una de esas fascinantes infraestructuras de mediados del Siglo XIX que favorecieron las geografías imperiales de los estados-nación burgueses europeos: permitieron una mayor acumulación del capital nacional y legitimaron a los estados europeos. La construcción del Canal es el epítome de la nueva «civilización» europea que se consolida después de la Guerra de Crimea, que en ámbito nacional viene representado por el triunfo del capitalismo manufacturero británico, pero que en el ámbito imperial, todavía viene marcado por las grandes campañas ingenieriles absolutistas de Napoleón III en África y de los zares rusos en Asia. En esta misma época se fragua lo que hoy conocemos como la industria petrolera internacional, que antes del desarrollo exterior del imperio de Rockefeller, se vincula desde sus primeros orígenes al Canal de Suez. En 1850 se construye el primer barco petrolero -tanker-; hacia 1870s, los hermanos Nobel, entonces los principales petroleros del mundo y los primeros que desarrollaron lo que hoy llamaríamos el midstream internacional, transportando el petróleo desde Bakú (Azerbaiyán) hacia Europa, se convirtieron en los primeros armadores de tankers del mundo; y ya en 1880, la Royal Dutch Shell logra los permisos para que su petróleo asiático llegue a Europa a través del Canal.
Suez, así, desde su origen, es un crisol de momentos del capitalismo, pues en su origen coexiste la voluntad de los últimos déspotas ilustrados, aunque ya muy burgueses, de Europa continental; la esencia misma de un capitalismo británico, que desde sus inicios entiende que no podrá sobrevivir sin las colonias, y el surgimiento de la industria -la petrolera- que será el símbolo del capitalismo americano de la segunda mitad del Siglo XX. Por tanto, desde este punto de vista, se podría decir que simbólicamente el Canal de Suez es la metáfora – el monumento o infraestructura que representa- del «capitalismo occidental».
Como cada vez que hay una crisis en la zona, se habla de bloqueo y cierre. La última vez que se cerró – en 1956- , su reapertura escenificó la hegemonía americana en las antiguas geografías imperiales europeas. Ayer, después de leer unos curiosos tweets que, para mi, de forma sorprendente avalaban el terrorismo de Estado de Egipto, como forma de parar las privatizaciones, volví a pensar en esta historia.
En este blog, lo he dicho otras veces, en términos del capitalismo global, las nuevas élites islamistas son las portadoras del «nuevo orden» al Mundo Árabe. Tal vez por ello, Europa acríticamente apoyó el golpe de estado de hace unos días – como hicieran, hace años en Argelia-; pero, tal vez también por ello, Estado Unidos que ya mira hacia el Pacífico, lo empiece a condenar. Todo esto es una gran especulación, pero si se cerrara el Canal de Suez, ¿qué veremos cuando se re-abra? Es difícil de decir, pero mi apuesta es que en la reconfiguración del capitalismo global y en el desplazamiento del eje del mundo hacia el Pacífico, al igual que los constructores de Suez se difuminan, el Canal perderá centralidad.