La palabra y el término como legitimación de la explotación minera

El pasado 30 julio, The Guardian publicó un artículo titulado The tycoon, the dictator’s wife and the 2,5bn Guinea mining deal. En éste, se explica uno de los tantos expolios, con pelotazo incluido, que ha padecido África. En concreto, esta vez, en Guinea -Conackry. Sobre ello, más allá, en este caso, de la cuantía de la estafa -diría, yo, paralegal-, que desgraciadamente ya, casi, no nos llama la atención, lo más alarmante es el uso de algunos términos que los economistas hemos inventado para describir determinados fenómenos, cuando hablamos de explotación. En el citado artículo se puede leer The country is an almost textbook example of what some refer to as the «paradox of plenty».
Para las que como yo, llevamos unos lustros dedicándonos a las cuestiones relativas a las economías petroleras y/o ricas en recursos naturales, hemos pasado por toda una serie de términos que van desde el síndrome holandés hasta la maldición de los recursos, pasando por la ya mencionada paradoja. Yo he usado reiteradamente estas expresiones. Incluso, en clase diciéndolas, me he reído con mis alumnos, mofándonos de la creatividad de los economistas, para inventar nombres. Lo cierto, sin embargo, es que nada de todo esto da ninguna risa. Si se piensa, es muy, pero que muy perverso.
Todos estos términos, describen de forma más o menos sofisticada el hecho de que economías de países, cuyos indicadores macroeconómicos presentan buenos resultados (elevados niveles de crecimiento del PIB, equilibrio en la balanza comercial, equilibrio en las cuentas públicas….), se mantienen, a pesar de su riqueza, en la senda del subdesarrollo. Es triste ser rico y «desgraciado», pero es abyecto, definir este hecho, como si las personas fuéramos ajenas a él. Si se hiciera un recorrido semántico por todos estos términos veríamos que todos hacen referencia al «más allá», no controlable ni solucionable: síndrome, maldición, paradoja…. Es decir fuera de la acción de los humanos.
Lo cierto es que lo que estos términos esconden, especialmente cuando se refieren a países del Tercer Mundo, es una relación de explotación en la que unas compañías, personas o gobiernos poderosos extraen y/o compran recursos naturales y mineros a otras compañías, personas o gobiernos en condiciones más ventajosas, para los primeros. Una relación, por otra parte, que los compradores o propietarios no quieren modificar, pues lo único que les interesa son los beneficios que ellos pueden lograr, revendiendo o transformando el recurso natural o energético. Para que me entiendan, por ejemplo, la economía de Arabia Saudí es un caso claro de la maldición de los recursos, pero esta «maldición» no era -aunque habrá quién me argumente que en el capitalismo sí que lo es- un destino trágico inevitable. Es una realidad que se forja cuando los intereses que agrupamos bajo el término países consumidores, deciden que sólo quieren el petróleo saudí, y que si los saudíes produjeran tecnología puntera, ésta no les interesaría (piensen, sino en los problemas que tienen Brasil y la India con sus patentes) y no la comprarían. Es cierto que a la familia al-Saud esta situación les conviene, pero ello no es óbice para que todos estos intereses y relaciones de poder, de los unos y de los otros, se camuflen bajo denominaciones etéreas y aparentemente neutras. No son síndromes, plagas o maldiciones que vienen de lo desconocido. Son el resultado de un determinado tipo de relaciones de poder, que en el capitalismo llevan, por la acción humana, a una determinada división internacional del trabajo -aunque este término esté en desuso.
Que quién lo escribiera, me perdone, pero decir que Guinea es un caso de manual, que ilustra la paradoja de la abundancia es de un cinismo sin límites. Lo que ilustra este caso es que los economistas hemos decidido llamar paradoja a la explotación y la codicia. No hay ninguna paradoja en decir que si uno explota a las personas y los territorios allende, él se va a enriquecer y los otros a empobrecer. Es la consecuencia lógica de la explotación. Lo que tal vez sea una paradoja es pensar que los «buenos» calvinistas, liberales, somos capaces de cometer tamañas atrocidades. Pero, esto no es una paradoja es una maldad o, si se prefiere, una inmoralidad.
Llamemos las cosas por su nombre. Ya que los economistas no sabemos solucionar nada, creo que haríamos un favor a la humanidad otorgándole mayor precisión a nuestro lenguaje. Es fácil y no cuesta dinero…¿o, sí?

Qatar, Arabia Saudí y Egipto: ¿nuevo orden frente al viejo?

Sin duda, una de las noticias de hace un par de semanas fue la abdicación del emir de Qatar, Sheikh Hamad bin Khalifa al-Thani en el principe heredero Sheikh Tamim bin Hamad al-Thani,. Este hecho fue calificado de insólito en la prensa y medios de comunicación. El FT habla de un hecho aislado en las petromonarquías del Golfo, y el The Guardian de un raro ejemplo. Reflexiones similares se podían encontrar en Le Monde y en El País. Entre líneas, en algunos de estos medios, se sobreentiende que este hecho, además de insólito, es una muestra más de la «modernidad» de Qatar, frente a los «tradicionales» países de la OPEP.

Sin duda, también, la noticia de esta semana es la crisis y golpe de estado en Egipto, en un escenario que, desde Europa, recuerda al de Argelia de los años 1990s. Hoy, salta la noticia que Arabia Saudí y Emiratos Árabes, respaldan este golpe con 6.650 millones de dólares. Curioso, pues Qatar, hace unos meses hizo lo propio con el gobierno encabezado por Morsi.

Todo esto, ¿indica algo? Personalmente, creo que sí.

Aunque se hable de el Qatar moderno, frente a los «tradicionales» países petroleros de la OPEP, y aunque no soy, ni de lejos, una especialista en Qatar, me atrevo a hacer alguna reflexión sobre las supuesta modernización de la economía de Qatar. Una rápida mirada a sus principales indicadores macroeconómicos, me indica que a grandes rasgos, hay poca diferencia entre la economía qatarí y la de cualquier país petrolero tradicional. Se puede hablar de diversificación, pero casi el 60% de su PIB tiene como origen el sector del petróleo y el gas; casi el 70% de sus ingresos fiscales se deben a la fiscalidad energética; sus quasi única partida de las exportaciones de bienes es petróleo y gas y su balanza de transferencias (remesas de emigrantes) es negativa, así como las exportaciones de capital, en todas sus formas. Si miran estos mismos indicadores para Arabía Saudí, Kuwait o cualquier otro, verá que son muy y muy similares. De hecho, todo ello indica que la principal -por no decir la única- fuente de excedente qatarí son los hidrocarburos, como en cualquier otra economía exportadora de recursos energéticos.

Por tanto, si ello es así, la cuestión es qué ocurre, para que no deje de hablarse de Qatar, mientras Kuwait -e incluso Arabia saudita- parece haber desaparecido del mapa, o al menos de los papeles. Para mi, además de la suerte, para Qatar, de ser un mini país con unas maxi bolsas de gas, lo que le da unos ingresos energéticos per capita superiores a cualquiera de sus vecinos y le permite, relativamente, tener unos excedentes de renta -o de capital- astronómicos; lo que ocurre es que Qatar, siendo un país equivalente a sus vecinos, es un país petrolero emergente, mientras que los otros representan al «antiguo orden».

Hoy, Egipto nos da un ejemplo de ello. Piénsese que mientras se sucedían las revueltas, algarabías y guerras civiles en el Mundo Árabe, salvo cuando Arabia Saudita lo consideró una cuestión de seguridad nacional, ha mantenido un perfil muy bajo. Mientras, Qatar ha estado más que activo, apoyando y financiando a los líderes emergentes, aunque fueran los «viejos» hermanos musulmanes de Egipto. De hecho, en este país, en el que entre el 50 y el 60% de sus exportaciones son de gas, Qatar no tuvo ningún empacho en realizar acuerdos y financiar el tesoro egipcio con la compra de bonos por valor de 3.000 millones de dólares.

Pero, cuál es la diferencia entre lo que representa Arabia Saudí y lo que es hoy Qatar. Arabia Saudí es un país, que como tal, nace en los años 1930 a la sombra del Rey Saud y de la ARAMCO, la actual compañía nacional de petróleos saudí, cuyo acrónimo significa ARabian AMerica Company of Oil. Así que por mucho que pese a los europeos, es un país creado para y con el orden petrolero -internacional- americano. Fue el paradigma del país «energético» del nuevo mundo que surgió después de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, Qatar es un país que sale a la palestra con dos de los hechos símbolos del fin del euro-atlantismo en las relaciones energéticas internacionales (unas relaciones fundadas en unos países cuyas exportaciones de petróleo se dirigen a los países de la OCDE). Éstos son, la creación de la cadena Al-Jazeera en 1996 y el inicio de la exportación de gas natural liquado (GNL) en 1997. Curiosamente, en menos de un año, en Qatar se inician dos cosas que sin tener relación aparente, ponen en crisis la tradicional relación entre Occidente y las petromonarquías del Golfo, pues Al-Jazeera cuestiona el discurso mainstream desde y sobre la región; y la posibilidad de exportar gas fuera de los canales petroleros tradicionales, muestra la posibilidad de un nuevo tipo de relaciones energéticas internacionales.

En retrospectiva, más curioso aún es que ambos hechos coincidan en el tiempo con la crisis asiática de 1997. Crisis que supuso la desemergencia de parte de Asia, especialmente Japón, y la llamada emergencia de -otra- Asia. Con esta coincidencia de fechas, aunque éste sea un ejercicio meramente especulativo, quiero señalar que la moda Qatar se produce al mismo tiempo que el surgimiento de ese «nuevo mundo emergente» que gira hacia el Pacífico y el Índico. Mientras, desde este punto de vista, Arabia Saudita veía como sus asideros de poder en al arena internacional se desvanecían.

Tampoco soy una experta en Egipto, pero, de lo que voy viendo, entiendo una cosa. Las élites islamistas -aunque su origen se remonte a los años 1920, en Egipto o en Argelia- representan la financiarización de las economías árabes, han sido, en contraposición a las anteriores, las impulsoras de las políticas gasísticas -a gran escala- y son las que han sido apartadas, mientras occidente veía a los países árabes (lo fueran o no) como unos exportadores de petróleo, cuyo único destino era que su savia pasara por el Canal de Suez, el Mediterráneo y el Atlántico. No defiendo ni a los unos ni a los otros, pero, sospecho que deberíamos darle alguna vuelta a la idea de que los poderes islamistas son los portadores del «nuevo orden» al Mundo Árabe y Musulmán.

Es una intuición, no está razonado, pero algo de ello debe haber cuando desde Europa, la gran perdedora del «nuevo orden», se aplaude tan acríticamente el golpe de estado de Egipto, y cuando Arabia Saudita, el más ortodoxo, entre los ortodoxos, apoya a unos militares «laicos», frente a un gobierno religioso (Por cierto, no me vale que me digan que no es del mismo color…). No sé, todo esto, tal vez, es una gran tontería, pero hoy, al leer el periódico, es lo que me ha venido a la cabeza.

La gaseosidad del gas en España

El pasado 6 y 7 de junio se celebró en Madrid el X Simposio Hispano-Ruso. En él, mi amigo y colega de la Universidad de Valencia, Antonio Sánchez Andrés, presentó una ponencia sobre la Política económica y elites en España: el caso de la política energética. Próximamente, esta ponencia será publicada, y por tanto, estará al alcance de todos, pero antes, le he pedido permiso para que me dejara comentar tres aspectos de la misma en el este blog.

El primero de ellos es la conclusión de la ponencia que, aunque es perfectamente conocida de todos, hasta que la situación no cambie, tenemos el deber moral de seguir recordándola día tras día: el resultado de la política energética que se está realizando en España, aunque se diga que su objetivo es cualquier otro, es mantener la situación de las elites -energéticas, se entiende- que le dan soporte. Y, como nos dice Sánchez Andrés, esos sectores y agentes económicos se transforman en grandes constreñidores de la salida de la crisis en España.

El segundo aspecto, que es el que inspira esta entrada, es la situación del gas en España. Hace unas semanas, como posteriormente relató Ignacio Cembrero en El País, corrían rumores sobre un cambio en las relaciones gasísticas entre España y Argelia. Este es un tema que siempre dispara alertas, pues, en esta parte norte del Mediterráneo, existe la percepción de que estamos a merced de los argelinos. Llevo años argumentando lo contrario, y lo divertido es que ésta vez la noticia iba en mi sentido, pues como explica Cembrero en Argelia hay preocupación por si España reduce las compras de gas que se hacen en el país vecino.

Para una defensora de las formas de producción de energía descentralizada, como yo, saber que se reduce el uso de una fuente de energía fósil, que da lugar a grandes unidades  generadoras y comercializadoras de gas, lo anterior sería una buena notica, pero como ya expresé en una entrada anterior, tal vez, antes de hacer algo así, deberíamos pararnos a pensar. Con la idea de que «una imagen vale más que mil palabras», vuelvo a adjuntar el mapa de la red gasística en España. En él se observa la magnitud de las infraestructuras gasísticas actuales: 6 plantas de regasificación (7 si se incluye Portugal), más tres en construcción, dos de ellas en las Islas Canarias, a lo que le debemos sumar dos gaseoductos que parten de Argelia y llegan a la Peninsula Ibérica, uno a través de Marruecos y otro, directamente a Almeria.

Fuente: CNE

Fuente: CNE

Visto que, ya hoy, estas instalaciones están muy infrautilizadas, me pregunto, una vez más, si lo más sensato es cerrarlas para ir acrecentando los emplazamientos de ruinas energéticas.

Para mi, a día de hoy sólo hay dos argumentos para no cerrarlas: el enorme gasto realizado en algo que no vamos a utilizar, pues me parece indecente; y que, cuando de calefacción hablamos, el gas natural es una fuente energética que sufre poca transformación y que, por tanto, en términos físicos es muy eficiente, pues del gas que sale de Argelia, el 75% es empleado en casa.

Por lo demás, todo son argumentos en contra. Empezando, como nos muestran los itinerarios energéticos de Ramon Sans, porque esta eficiencia energética no se mantiene cuando hablamos de transformación de gas en electricidad, ya que, además de cara, en el proceso -en una central térmica de gas- derrochamos casi el 70% de la energía inicial del gas y, en una de ciclo combinado, el 55%. Y, acabando, por lo que se adivina en el mapa: el poder que subyace detrás de esta red de gas, pues muy pocas empresas son las que controlan este enjambre de tubos, instalaciones y plantas gasísticas.

Hemos hablado hasta la saciedad del monopolio eléctrico, que también participa en el «mundo del gas», pero pocas veces se habla del poder de las empresas gasísiticas en España. Aunque el «mundo del gas» sea más reducido que el de la electricidad; por lo que se refiere al gas -digamos el no eléctrico-, una sólo empresa acapara aproximadamente el 60% del mercado español: Gas Natural-Fenosa. Esto, se mire por donde se mire, es un monopolio, que además es verticalmente integrado, pues su actividad va desde los yacimientos en Argelia a los consumidores finales en cualquier localidad de la Península.

Los efectos de este poder son los que mi amigo Antonio Sánchez, intenta valorar. Él ha intentado cuantificar el porcentaje de las diversas actividades (desde la importación del gas hasta la comercialización al usuario final) en el precio del gas. Sus datos, hablan por si solos. En el año 2012, más del 55% del precio final del gas -antes de impuestos- se debe a la comercialización. Es decir, por cada 100 euros (antes de impuestos) que paga, un español, en la factura del gas, otorga una renta de monopolio de más de 55 euros a «nuestra» comercializadora. En Francia, país vecino, en el que existen esas empresas quasi-estales -criticadas por no estar sujetas a la competencia-, en el mismo tramo de actividad, los 55 euros de España, se convierten en 8 -y, sin posibles trampas del tipo de cambio. Por tanto, como dice mi amigo, esto pone de manifiesto una situación absolutamente irregular. Situación absolutamente irregular de la que poco se habla y, lo que es más grave, de la que históricamente se acusa, tácitamente, a los argelinos.

Esto tiene que ver con el tercer aspecto que quería destacar de la ponencia, pues la unión de una política energética dirigida a mantener el poder de las elites del sector y el poder de monopolio de las mismas, conlleva dos hechos: a) la transferencia de renta desde los usuarios finales -ciudadadanos y empresas no energéticas- hacia los accionistas y propietarios de las empresas energéticas, y b) como escribe el propio Sánchez Andrés, el encarecimiento de la segunda partida de costes de las empresas, la de los costes energéticos.

Lo primero, claramente, inicidirá en una disminución de la renta que los ciudadanos podríamos destinar al consumo y, las empresas, a la inversión productiva. Con ello, se añade un elemento más de ajuste y recesión a nuestra maltrecha economía, pues el resultado directo de la política energética del gobierno es reducir la demanda agregada y, de ahí, el producto interior bruto. Lo segundo, en cambio, incide directamente sobre la competitividad -al menos tal como la medimos hoy en día- de las empresas ubicadas en España. Aquí, si cabe, la cosa es todavía más perversa, pues mientras se hace una reforma laboral que tácitamente -o no tanto- sólo tiene como objetivo disminuir los costes salariales y aumentar la competitividad por esta vía, se hace una política energética que para el beneficio de muy pocos, incrementa los costes energéticos; contrarrestando lo «logrado» con la reforma laboral.

Me perdonarán, pero me desespero. No me puedo creer que nuestro Ministro de industria no sepa que la política energética es una política sectorial, con efectos transversales sobre todos los objetivos últimos de la política económica (crecimiento, empleo, inflación, equilibrio externo, distribución de la renta, medio ambiente), y no una política dirigida única y exclusivamente a favorecer las rentas monopolísticas de unos pocos. Por todo ello, pido a Bruselas, a la Troika, al FMI o a quién corresponda, que obligue a nuestro gobierno a hacer una política energética dirigida a reducir las rentas de monopolio, así tal vez podríamos acabar con una reforma laboral, cuyo único proposito es reducir las rentas salariales. Sé que es una demanda ingenua, pero nunca está de más probarlo.

Chipre y la nueva geopolítica del gas

Esta mañana, me ha llamado mi buen amigo y colega Albert Puig, profesor de la Universitat Oberta de Cataluña (UOC), para comentarme algunos cuestiones sobre Chipre. Curiosamente, poco hemos hablado del euro y mucho del gas. Como soy un poco compulsiva, después de hablar con él, he empezado a recordar y a mirar mapas.

Al tiempo, me ha llegado un breve del Foreign Affairs, cuyo título es Trouble in the Eastern Mediterranean Sea. Este breve artículo relata del auge del gas que está experimentando el Mediterráneo Oriental. Cuenta que:

a) En los últimos años se han iniciado muchas perforaciones off-shore en las costas de Chipre, Líbano, Egipto, Israel, Siria y Turquía

b) Israel ha sido el principal beneficiario de esta fiebre del gas, y que ello ya ha añadido tensión a las siempre tensas relaciones entre el Líbano e Israel

c) Que, al firmar acuerdos Chipre con Israel, Chipre es el segundo mayor beneficiario de este auge, pues the island straddles Israel’s most likely gas export route to European markets. Cyprus also lays claim to its own gas deposits. The Aphrodite field, which is adjacent to Leviathan, may contain up to seven tcf of natural gas — enough to meet Greek Cypriot domestic consumption needs for decades to come.

d) Que, como es lógico, Turquía reclama la co-propiedad de estos potenciales yacimientos y que, por ello, upping the ante, Turkey has scheduled major naval exercises to coincide with drilling by Greek Cypriot contractors and has sent its own exploration vessels to disputed waters, threatening to drill on behalf of Turkish Cypriots

El mismo joven amigo, que en otras entradas, ha sido mi suministrador de información, hoy me manda un correo electrónico en el que me da otra buena pista, la del papel de Rusia en todo este juego. Como sabrán, hace un par de días saltó la noticia de que Chipre, ante el abandono de la Unión Europea, miraba hacia ella en busca de ayuda. En un artículo del Der Spiegel International, se explican muchos de los motivos de ello: la fuerte presencia de residentes rusos en Chipre, los vínculos -al igual que con Grecia- con la Iglesia Ortodoxa, el «salvar» los depósitos de los rusos en la Isla, y, lo más interesante: que una de las contrapartidas de la ayuda fuera que se le dieran los derechos de explotación de los yacimientos de gas a la empresa rusa Gazprom. Puede ser cierto, o no. De hecho, hoy Rusia lo ha desmentido, pero la mera existencia de todas estas quinielas es relevante, pues indica que en la esfera de influencia de Europa se abren posibilidades nunca imaginadas antes.

Hace unos días ya dije que estamos asistiendo al fin del atlantismo en las relaciones energéticas. Un efecto colateral de ello, es que pasen acontecimientos, que acaban produciendo alianzas que antes nunca concebimos. La llamada primavera árabe es un buen ejemplo de ello, y lo que ahora ocurre en Chipre, también podría serlo.

Aunque soy economista, no tengo muy claro porqué la Unión Europea ha optado de forma descordinada y patosa por una (no) actuación tan drástica en Chipre. Por lo pequeño de su economía, por lo lejos que está de la concepción dominante de lo que es Europa, la de Occidente, tiendo a inclinarme que es porque se pensó que un buen castigo ejemplar, mostraría la seriedad con la que «Europa» se enfrenta a la crisis y avisaría a aquellos que se están desviando del recto camino, que las consecuencias serían onerosas.

En otros tiempos, una torpeza de este tipo, no hubiera tenido mayores consecuencias geo-políticas, pues en ese mundo de ayer, para una isla como Chipre, la opción entre pertencer nominalmente a Europa o cualquier otro tipo de alianza o bloque regional, tenía una respuesta clara: Europa. Tampoco nadie se hubiera atrevido a cortejar a un país nominalmente europeo. Hoy si seguimos, las especulaciones que tenemos sobre la mesa, está claro que las cosas ya no son así.

Chipre es una economía pequeña, un país, por muchos considerado insignificante dentro de la Unión Europea, del que a veces he pensado que sólo está en la UE por dos razones: para que los jubilados del Norte se retireren o vayan de vacaciones, o para cerrar la puerta «en los morros» a Turquía.

Hace unos cuantos años, escribí en un artículo en el que decida que geo-energéticamente Turquía era parte del espacio europeo; argumenté que esta era una razón adicional para considerar seriamente el ingreso de Turquía en la UE. Nadie tenía porqué, pero está claro que los decisores en Bruselas no pensaron lo mismo que yo. Hoy, he recordado ese artículo, pues desde este punto de vista, la situación de Chipre, todavía es más cómica.

Europa lamenta constantemente tener que comprar al exterior energía primaria. Pues bien, parece que Chipre tiene gas, y qué se hace desde la Unión Europea, sentar las bases para que Chipre decida irse de ella, o para que alguno de los muchos novios que tiene este gas -Israel, Turquía o Rusia-, después de los ajustes impuestos a Chipre, se lo puedan quedar a precio de saldo.

Ello, en un conexto en el que:

1) Estados Unidos ya no parece preocuparse, al menos por ahora, por los hidrocarburos del Mediterráneo; no lo hizo en Libia, no lo hizo con el gas de Egipto; y, mucho menos lo hará, con un gas que Israel también pretende.

2) El gas del Mediterráneo oriental parece estar dando entrada a nuevos jugadores de fuera de la región, como son los qataríes, en el caso de Egipto, o podrían ser los rusos en el caso de Chipre.

3) La Turquía de Ergodán, que ya hace tiempo que se cansó de esperar y dejó de llamar a la puerta de Europa, se orientaliza, pues está mirando con buenos ojos organismos regionales como la Organización de Cooperación de Shangai.

En resumen, la Unión Europea se ceba con Chipre, en un contexto de deserción del tradicional aliado de Europa en el Mediterráneo; en un contexto de entrada de nuevos jugadores en él; y en un contexto de creciente deseuropeización de Turquía. Se mire por donde se mire, es una postura muy torpe, pues con ella y en ese contexto, lo menos que le puede pasar a Europa es quedarse fuera del ámbito de decisión del nuevo juego gasístico que se está abriendo en el Mediterráneo oriental; y lo de más que pierda para muchas décadas, sino para siempre, su influencia en esta zona del mundo.

Claro, para los que defendemos otros modelos energéticos, todo esto debería darnos igual, pero en esta maltrecha Europa lo que, siendo injusto, en el mundo de ayer, casi no hubiera tenido consecuencias, hoy puede ser el hecho que muestre, sin otra interpretación posible, el empequeñecimiento de una Europa que, paradojicamente y nominalmente, es la que, en el último siglo, ha ocupado más espacio en el mapa.

Viviendo en el determinismo energético

Hay dos ejercicios excelentes que los académicos dejamos de hacer, porque no sólo no nos dan puntos para nuestro currículo, sino que la mayoría de nuestros colegas considera que son los propios de un o una profesora/a de segunda clase: las actividades propias de los tontitos, de los que no somos suficientemente buenos para publicar en las llamadas revistas de excelencia. Estos ejercicios son dar clases en el primer año, cuando los alumnos no están maleados por el dogma, o dar clases en cursos con alumnos provenientes de otras disciplinas, y dar conferencias divulgativas para el público en general. Es verdad que estas actividades no lucen, pero, como más lo pienso, más me convenzo que son una pieza clave del método científico, pues las preguntas de los legos interesados son los que -al menos en el ámbito de las Ciencias Sociales- te ayudan a ver si aquello que cuentas es, o no, absurdo. Es el mejor contraste, si se escucha lo que se te dice, para averiguar si has caído, como diría en gran John Stuart Mill, en la asunción de infalibilidad.

Tengo la suerte de impartir una asignatura sobre relaciones energéticas internacionales en un curso de alumnos con procedencia muy diversa. Ningún dia consigo acabar lo que tenía previsto explicar. Primero, pensé que era por que, yo, me enrollo como una persiana, pero después me di cuenta que el problema era otro: muchas de las cosas que les cuento no las entienden porque, aunque pasen y sean, no tienen sentido. Así que acabo pasando el resto de la clase, buscando la forma de explicar cuestiones que, una vez planteadas, atentan al -buen- sentido común de mis alumnos.

La noticia de la semana es la supuesta riqueza en hidratos de metano frente a las costas de Japón».  Parece, según nos informó el El País, que después del accidente de Fukushima, como Japón que no tiene petróleo, su gobierno está muy interesado en extraer este tipo de gas de «sus» mares.

Fuente: Washington Post

Fuente: Washington Post

Confirma esta idea el artículo del Washington Post, del cual está sacada esta imagen, pues el titular deja entrever que Japón está muy esperanzado con esta fuente de energía del fondo de mar. Por lo que nos dice este artículo, no sólo Japón, sino diversos países, que ven un nuevo Eldorado en sus ya esquilmadas aguas territoriales. España, también, pues parece que este nuevo «oro negro marino» se halla frente a la costa de Cádiz.

¿Realmente los hidratos de metano son algo nuevo? Puede que un geólogo les diga que sí, pues su estructura es distinta de la de otros hidrocarburos, pero, mucho me temo que para la industria energética, el CH4 significa exactamente lo mismo que el resto de petróleos y gases. Desde que se inició el apogeo de la extracción de petróleo y gas encerrado en esquistos, pizarras y bituminosas, hemos entrado en una fiebre del oro, cuyo objetivo sólo parece ser que seamos capaces de extraer tipos de petróleo o de gas de continentes en los que se encuentran cautivos. El gas que está preso en el interior de una pizarra o, ahora, el metano marino que -como decía Javier Sampedro en un recomendable artículo de opinión en El País– se halla enjaulado en el interior de un dodecaedro formado por 20 moléculas de agua.

No soy ni geóloga ni ingeniera, pero estoy convencida que ser capaces de llegar al corazón de las pizarras, de los mares o al permafrost del Ártico, requiere un excelso conocimiento científico y un grado de desarrollo tecnológico muy elevado; como asumo también que cada nuevo tipo de extracción por fractura hidráulica (fracking) o, ahora de extracción del metano glacial submarino, es costosísima, se mire por donde se mire. Si es así, la pregunta es obvia ¿por qué nos emparramos en malbaratar el progreso humano y miles de millones en destrozar –vean este video– ecosistemas enteros del planeta, en vez de intentar alternativas?

Dice Javier Sampedro en su artículo que los hidratos de metano de los fondos oceánicos pueden revelarse como la gasolina del futuro, pero solo lo serán del futuro próximo. Si son una solución a la permanente crisis energética, son solo una solución provisional y miope, puesto que el uso de estos combustibles sería exactamente tan dañino para la atmósfera como lo son nuestros actuales tubos de escape. ¿Lo pillan? En esta frase, los términos nuestros y actuales son la clave. En nuestro mundo sólo hay dinero y tecnología para mantener las estructuras de poder que ya existen, no para crear otras. Queda implicito en lo que escribo, pero por si hubiere alguna duda, hay dinero para tecnología fósil, pero no para renovables; somos los más listos del mundo inventando formas de extracción de fuentes fósiles, pero no de captación del sol e invertimos ingentes cuantías en mega-infraestructuras energéticas transnacionales en vez de instalar pequeñas unidades de generación al lado de casa.

El creciente auge de los petróleos y gases no convencionales, de todo tipo y pelaje, sólo cambia dos hechos en relación al sistema anterior: a) la tecnología de extracción, y b) los territorios -productores- que encabezan esta extracción. El corolario de éstas es que: a) se mantiene intacta la estructura de la cadena -y de la industria- energética (al fin y al cabo, es un petróleo o gas que se «enchufa» a un fuelducto que le lleva a los mismos lugares de refino, producción, generación o comercialización que antes); b) se convierte la producción de energía -y por tanto el consumo- en algo todavía más exclusivo, si cabe, pues encarece y sofistica la extracción de crudo o gas; y, c) se cambia la geografía de los territorios productores; por ahora, en favor de los grandes de la OCDE y de las economías emergentes.

En definitiva, hemos entrado en una revolución energética que gasta lo mejor del talento humano e invierte dinero a espuertas en proyectos destinados a que el producir y el consumir energía sea igual que antes; a que se contamine, todavía más que antes; a que se refuercen las estructuras monopolísticas y a que se excluyan a los «pobrecitos» del Tercer Mundo del juego energético. Esto sólo cobra lógica recurriendo a conceptos tan poco científicos como las condiciones negativas del ser humano: la codicia, la maldad y el egocentrismo.

Prueben de impartir una clase explicando esto. Los alumnos -tampoco la gente de bien- no les creerán, pués dirán que no tiene sentido. Ellos son los que tienen razón. Nada esto tiene sentido, pues vivimos instalados en el absurdo y ocurre lo inexplicable.

Frente a esta triste realidad, un nutrido grupo de académicos e investigadores-no todos, ni mucho menos- ha optado por caer en el determinismo energético, el que la industria les ha transmitido como un mantra, el decir que si las nucleares no son posibles, la única alternativa viable -aunque no les guste- es lo que tenemos. Esto tampoco es ni una explicación ni una justificación razonada, pero como se adecua más al discurso dominante, al decirlo se creen infalibles. De hecho, si se dice con fuerza y convencimiento, la gente tiende a creérselo. Es normal, pues en una mente sana es más fácil aceptar que las cosas se hacen porque no queda más remedio, que admitir que se hacen por maldad. Pero, ante ello, y sinceramente, creo que si ni ellos ni nosotros tenemos argumentos «científicos» para justificar que una forma de producir energía es mejor que otra, lo más honesto sería decir que lo que ocurre ha dejado de tener sentido y que no lo podemos explicar. Cualquier otra cosa es un insulto a la inteligencia y, además, legitimará las actuaciones de la gran industria energética.

Raro, rarito…, pero me temo que estas son las nuevas cartografias de los nuevos recursos. Aconsejo seguir los enlaces sugeridos en el texto

View from the Left Bank: Rob Prince's Blog

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Key:

Hevea = Natural Rubber

Huile de palme = Palm Oil

Platine = Platinum

Argent = Silver

Terres Rares = Rare Earth Elements

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or put another way…

– more than 50% of the world’s natural rubber comes from two countries – Indonesia and Thailand

– 85% of the world’s palm oil comes from two countries – Malaysia and Indonesia

– 87% of the world’s lithium comes from three countries – Chile, China and Australia (although there are reports that Afghanistan could possibly become the `Saudi Arabia’ of lithium production). Think of what would happen to the anti-depressant industry if half of their populations turned out to be like ours: bipolar.

– 53% of the world’s reserves in copper come from three countries – Chile, Peru and Australia.

– 64% of the world’s cobalt comes from two adjoining African countries – the Congo and Zambia

– 87% of the world’s platinum comes…

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España, ¿parcela del nuevo juego energético?

El pasado 22 de febrero Energía Diario publicaba la noticia titulada El Congreso rechaza, con los votos del PP, CiU y UPyD, prohibir el «fracking» hidráulico en España. Esta noticia relata exactamente lo que anuncia el titular, pero le añade alguna cosa. Nos habla de la plataforma Shale Gas España. Si ustedes introducen estas cuatro palabras en su buscador de internet, lo más probable es que lleguen a la siguiente página web. Ésta es una aséptica y limpia página web, con fondo blanco y pocos colores, en la que destaca un mapa de España con tres comunidades autónomas en color azul: Castilla-León, País Vasco y Cantabria. Como ya habrán adivinado estas tres comunidades son aquellas en las que ya se han autorizado permisos de investigación en determinados lotes de terrenos.

Mapa_2

Fuente: burgos-dijital.blogspot.com

Según consta en la página web, estas autorizaciones están ya publicadas en el BOE o en los diarios oficiales de las comunidades citadas. Así que la cosa no debe ser una broma.

Quiénes conforman esta plataforma es un grupo de cinco empresas: BNK  Petroleum; Heyco Energy Group; R2 Energy; San Leon Energy y Hidrocarburos de Euskadi.

La primera es una compañía cuya sede principal está en Vancouver (Canadá) y cuya filial española se llama Trofogás; Heyco es una empresa familiar de Nuevo México (USA), miembro de la Independent Petroleum Association of America y que, según declara es un proud sponsor of Shale Gas España; R2 Energy, según su propia definición es un grupo de shale and financial experts con larga relación con Halliburton. San Leon Energy declara tener voluntad de convertirse en la principal compañía de gas no convencional en Europa e informa que sus dos principales accionistas son el Soros Fund Management LLC y uno de los principales fondos de inversión indio Blackrock Investment Management Ltd Y, por último los Hidrocarburos de Euskadi, que forman parte del Ente Vasco de Energía.

He estado buscando declaraciones convincentes sobre la razón por la que el Ministerio de Industria y las respectivas consejerías autonomas están dispuestas a autorizar estos permisos sobre determinados bloques de terreno en España. No las encuentro, más allá de las que cita Jordi Ortega en su blog y que realizo José Manuel Soria diciendo que defendía sin complejo prospecciones energética [fracking] y rectifica la disposición a prologar la vida útil de la nuclearningún tecnología sobra o las que se citan en la misma noticia de Energía Diario que inspira esta entrada: tanto el PP como UPyD justificaron su postura en que no se puede prohibir de forma generalizada la investigación de nuevas fuentes de energía, especialmente en la actual coyuntura económica y ante la alta dependencia energética de España.

De las que conozco estas últimas son mis preferidas, pues me gustaría saber en qué mejorará la coyuntura económica del país y su dependencia energética por extraer gas de «nuestras» pizarras y esquistos. De la plataforma Shale Gas que presiona para que se autoricen más concesiones en España y ya tiene concedidos determinados derechos en los yacimientos ya autorizados, y que me perdonen, lo más español es el Ente Vasco de Hidrocarburos. Por otra parte, visto quienes son el resto de inversores, pocos de ellos parecen tener intereses en el mercado del gas en España. Mercado que, me sabe mal recordarlo, pero está más que saturado con el exceso de gas que nos llega de Argelia y otros lugares del mundo y que, en la actualidad, ya nos cuesta darle uso.

Podría ser que la asociación de petroleros independientes de Estados Unidos, que es a la energía lo que la asociación del rifle es a las armas; que Halliburton que es a las infraestructuras energéticas, lo que son los intereses privados son al Pentágono; o que el «bueno» de George Soros estén genuinamente interesados en nuestro suministro energético, pero tengo mis dudas.  De hecho, mi pensamiento va en sentido inverso. Viendo el tipo de inversores que participan en la plataforma shale gas, creo que sin que el Gobierno español se haya dado cuenta, España se ha convertido en una pieza más de un juego global en el que el fracking is promoted as an «exit» strategy from the energy crises and a potential geopolitical «game changer» for some countries.

Esta cita que está sacada de un pequeño informe, Old Story, New Threat: Fracking and the global land grab, publicado por mi admirado Transnational Institute, del que ya les he citado otros documentos, que explica de forma sencilla dos cosas: a) el fenómeno fracking es un fenómeno reciente surgido del mundo petrolero made in USA, que se ha ido extendiendo, primero, al Mundo anglo-sajón (Canadá, Australia y Nueva Zelanda); después al Occidental y, por último a algunos de los países emergentes; y, b) la red de intereses que se ha ido tejiendo en torno al fracking tiene su origen en el núcleo duro del conglomerado energético de siempre, del que se van excluyendo algunas compañías petroleras nacionales, mientras algunas otras entran, pero sin comprometer su estructura -más que centenaria- básica.

Ante ello tiendo a pensar que más que ganar autonomía, España, al entrar en el mundo de las concesiones, se convierte, en la mente de industria energética internacional en un posible territorio rico en hidrocarburos. Es decir, se convierte en un país que cede lotes de territorio o del producto que se extraiga en él, a cambio de regalías  tasas o impuestos. Y, aquí entramos en el segundo argumento de la justificación, el que dice que en la actual coyuntura económica no podemos ignorar esta cuestión.

Ante este segundo argumento, dos preguntas. Primera, ¿en la actual coyuntura, de verdad sale más barato gastarse miles de millones en una tecnología cara y no suficientemente probada que seguir trayendo, con contratos a largo plazo, el gas de Argelia?. Segunda, ¿qué regalías, fiscalidad o bonnus está previsto que ingresen las compañías concesionarias a la hacienda española? Leo en el BOE que la empresa Trofogás, oferta una prima por encima del valor del canon de superficie de un 400%, es decir, 36.176,66 euros/año. La verdad, no me parece una gran cifra y, desde luego, casi de risa, si lo comparamos con la magnitud de la crisis que sobrellevamos.

No quiero ser paranoide -aunque reconozco que a estas alturas de la vida, muchas veces la realidad supera no lo que pensé, sino a lo que algún día pudiera pensar-, pero como ciudadana me siento muy desamparada. Nuestro ejecutivo es quién, apoyado en su invencible mayoría absoluta, vende nuestra tierra por un mísero puñado de dólares. Estarán contentos, porqué creen que vamos a jugar en la primera división de la liga energética, pero, me temo que no parecen comprender que éste es un juego de estrategia en el que España no es ni tan siquiera un peon, sólo es una de las cuadrículas del tablero: una de las muchas parcelas encima de las cuales las fichas jugarán.

Quo Vadis Europa

El mismo joven amigo que hace unas semanas me mandó un par de artículos del The Economist, hace unos días me mandó un artículo de Karel Beckman, editor en jefe de la European Energy Review, cuyo título es How unconventional oil and gas are turning 2013 into the Year (Even more) Uncertainty (no adjunto enlace, pues hay que estar suscrito a la revista, para poder acceder a sus artículos). El título del mensaje de mi amigo es «gran overview». Y, desde luego, lo es. En siete páginas, el autor hace un recorrido extremadamente ilustrativo de los cambios geo-políticos, que la irrupción de la energía fósil no convencional, está suponiendo a escala mundial. Se esté, o no, de acuerdo con su visión sobre la energía fósil, es un artículo muy lúcido.

La tesis del artículo se resume en:

1) La irrupción del shale gas y la apuesta que Estados Unidos ha hecho por él, está implicando un cambio trascendente en las relaciones internacionales y, por tanto, en la geo-política mundial.

2) Ello -aunque no estaría claro qué va primero- ha ocasionado un cambio en la estructura de gobernanza internacional de la energía. Es decir en las relaciones -de poder – que se daban entre los tradicionales países productores (la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP), las grandes compañías energéticas internacionales (fueran las privadas, International Oil Companies, o las nacionales), y los países consumidores (los que se agrupan en torno a la Agencia Internacional de la Energía, IEA)

3) Este cambio en la estructura de gobernanza internacional ha ocasionado que todos estos actores «muevan ficha», intentándose adaptar a las nuevas circunstancias, salvo Europa.

Esta es la idea general. Sacando punta a la explicación que da Karel Beckman, personalmente, extraigo alguna conclusión adicional que, creo, es bueno descollar, pues ayudará a interpretar algunas de las claves de los acontecimientos contemporáneos.

1) La política que Estados Unidos -y las Américas, en general- están haciendo en relación a la explotación de energías fósiles no convencionales es el fin del Atlantismo en las relaciones energéticas internacionales. Las razones:

a) si el primer importador de petróleo del mundo considera que depende en menor medida de las reservas de petróleo de Oriente Medio, el vínculo histórico entre los consumidores europeos, los productores del Golfo Pérsico y la economía de Estados Unidos de América, se rompe, y

b) si como declaraba Hillary Clinton en Foreign Policy, ha llegado el momento de hacer inversiones similares en el Pacífico que las que se hicieron en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, es más que plausible que ello se convierta en «ayudas» energéticas equivalentes a las que se hicieron en Europa, entonces, vinculándonos, a través de la OCDE, a la Agencia Internacional de la Energía. De hecho, el propio Beckman podría apuntar en esa dirección cuando escribe China is unlikely to be able and willing to take over from the US as yet. Although Bejing knows it can’t keep getting a free energy lunch off the US military table

En definitiva, el espacio geo-energético Europeo, está perdiendo peso en -lo que será- la nueva estructura de gobernanza internacional de la energía. Está perdiendo poder en ella y está perdiendo poder la institución energética que era su paraguas, la Agencia Internacional de la Energía, pues esta es una agencia. creada en el marco de la OCDE, que es la sucesora de la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica), resultado del Plan Marshall.

2) El revuelo que la irrupción de los fósiles no convencionales puede ocasionar en los «tradicionales» espacios de intercambio internacional de energía, y con ello sobre los precios del petróleo y del gas, puede suponer una gran mutación -no el fin, pues son como el Ave Fénix- en las tradicionales compañías energéticas occidentales o atlánticas (ExxonMobil, Royal Dutch Shell, British petroleum….), que podrían pasar a vender a China o invertir en el transporte del gas y petróleo no convencional, para no perder su hegemonía en las actividades aguas abajo.

Es plausible que ante el giro hacia el Pacífico de Estados Unidos y unas inversiones más que inciertas -no por los atentandos terroristas, sino por la competencia de sus «hermanos» menores en Dakota del Sur-,  las grandes de la industria internacional se dejen de proyectos quiméricos de transporte y almacenamiento, que en la mente de los promotores debían cruzar vastos espacios terrestres y marinos para abastecer el mercado atlántico-occidental.

Para mi esta idea se refuerza viendo el bonito gráfico que el Transnational Institute nos ofrece a través de The Finance and Fossil web, en la que claramente se ve que las majors energéticas están controladas -y controlan- por los grandes grupos financieros internacionales. Desde este lógica es muy improbable que un accionista financiero haga una apuesta a riesgo, y a muy largo plazo, para construir unas infraestructuras cuya rentabilidad a corto plazo es nula y, a la largo, imprevisible.

Una vez más, las consecuencias para Europa son preocupantes, pues si «nuestras» empresas cambian de estrategia ¿quién se ocupará de la seguridad de nuestro suministro? ¿quién construirá esos extraordinarios fueloductos como el Nabucco?…Piénsenlo, no es banal.

Hay mucho más que pensar, pero para una entrega basta. Sólo añadir que si aplicamos este pensamiento del fin del atlantismo energético -internacional- podemos empezar a entender algunas cosas que, con nuestro esquema interpretativo habitual, nos parecen muy raras. Por ejemplo, porqué China es la gran beneficiaria del crudo resultante de la invasión de Iraq, o porque Francia ha acudido rauda a Mali.

Lo dice implícitamente Hillary Clinton cuando escribe lo siguiente, As the war in Iraq winds down and America begins to withdraw its forces from Afghanistan, the United States stands at a pivot point. Over the last 10 years, we have allocated immense resources to those two theaters. In the next 10 years, we need to be smart and systematic about where we invest time and energy, so that we put ourselves in the best position to sustain our leadership (…) over the next decade will therefore be to lock in a substantially increased investment — diplomatic, economic, strategic, and otherwise — in the Asia-Pacific region. Y, lo dice explícitamente mi amigo y colega Robert Prince en su blogThe Obama Administration (…) with its eye on an Asian-Pacific military buildup, Washington, itself, is unwilling to send U.S. troops (other than some Special Forces types we have to assume are involved) to Mali. Hollande’s willingness to act as the Sahara’s Netanyahu suits the Obama Administration (…) If this part of the scenario is accurate then there is another way to consider French military actions in Mali: little more than a pre-emptive, defensive military maneuver meant to keep China out of Mali (and Niger and Chad among other places)…

Con todo ello, mi interpretación es:

1) Estados Unidos ya no va a invertir directamente en «asegurar» la estabilidad en el territorio MENA (Middle East and North Africa), pues el petróleo le interesa menos y sus ojos están en el Pacífico

2) Tiene una mentalidad de super-potencia y, aunque esté dispuesta a hacerles favores a los Chinos, tales como facilitarles el petróleo del territorio MENA, no está dispuesto a que China ocupe los lugares que va dejando vacíos

3) Algunos países europeos, intentando asegurar su suministro energético -o el control de recursos vitales en el Norte de África- se están convirtiendo en los gendarmes de Estados Unidos en el vasto territorio del Sahara.

El problema de ello, es que esta actuación individual, subordinada a una estrategia de «retirada» de Estados Unidos de esta parte del mundo, sólo se ha hecho para dejar a un peón in situ. El peón, sin embargo, se equivocó, pues, tal como yo lo veo, en ese contexto de desatlantización de las relaciones internacionales, su presencia en Mali sólo conducirá a una mayor fragmentación de Europa. Pues, sea o no sea verdad, desde Europa no se entiende que en un momento como el actual se inicien «cruzadas» neo-coloniales que, cada vez más, se interpreta, Francia ha realizado para defender «su uranio».

Honestamente, si esta es la forma como Europa, o algunos de sus países se adaptan al cambio del que nos habla Karel Beckman, mejor,  lo dejamos, ¿no?.

Argelia, cerrando el círculo

He dudado mucho -un par o tres de días- sobre si el baño de sangre que se ha producido en una planta de gas en Argelia era, o no, incumbencia de este blog. Al final, por querencia, porque Argelia es el origen de mi interés energético, después de leer este artículo de Ignacio Cembrero, no me he podido resistir a hacer un comentario.

Argelia parece cerrar el círculo, porque como dice el mismo Ignacio Cembrero en otro artículo, el terrorismo islamista empezó en Argelia hace veinte años y ahora ha vuelto a Argelia. No soy una experta ni en islamismo ni en terrorismo, pero todo este episodio, más allá de otras consideraciones morales, me lleva a reflexionar cómo en 20 años hemos convertido en verdad lo que antes no lo fue. Si van a las hemerotecas, videotecas y todo tipo de informatecas, descubrirán como en los primeros 1990s había una especie de histerismo relativo al peligro que el islamismo suponía para «nuestra» seguridad energética. Pero, ya en 1991 o en 1992, en una entrevista que publicó, en ese momento, El País, Abasi Maddani, el líder del Frente Islámico de Salvación (FIS), hizo unas declaraciones en las que decía que los islamistas argelinos no atentarían contra las infraestructuras energéticas ni pondrían en peligro el suministro de gas o petróleo hacia Occidente, ya que el petróleo era como las sangre que corría por las venas de Argelia (algo así, pues cito de memoria).

La historia le dio la razón, pues en todos los años que duró el conflicto argelino, con sus centenas de miles de muertos, nunca vimos ni una acción de tanto calado contra los trabajadores en los yacimientos o contra las «joyas» energéticas del país, como tampoco vimos una acción con aval «internacional» tan rápida y contundente, cuando se trató de liberar a rehenes extranjeros. La matanza que se acaba de perpetrar es un baño de sangre, sin paliativos.

El azar ha querido que todo ello ocurriera pocos días después que nuestro Presidente del Gobierno, realizara una visita a Argelia para participar en una cumbre empresarial hispano-argelina, donde, entre otras cosas, seguro se habló de la la relación estratégica de Gas Natural-Fenosa con la empresa pública argelina Sonatrach, ya que recientemente se alcanzó un acuerdo para que Gas Natural comprara una participación del 10% en el gasoducto entre España y Argelia Medgaz por valor de 61,9 millones de euros.

El azar ha querido, también, que, cronologicamente, la apuesta de España por el gas argelino -fuera éste, gas natural que llega por gaseoducto o gas natural licuado (GNL) que llega por metanero- se iniciara con el auge del FIS y se consolide con el ataque de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) en la instalación gasista de In Amenas.

No insinuo, ni por asomo, que la actuación del Gobierno español, de antes o de ahora, ni que la actuación de Gas Natural-Fenosa, tengan nada que ver en estos atentados, pero sí que creo que esta triste coincidencia debería darnos qué pensar. Me pregunto si este cierre de círculo del que habla Cembrero, no es también un cierre de círculo de las posibilidades de nuestros modelos energéticos actuales.

Como siempre, en este pensar, habrá dos escuelas de pensamiento. La de la ortodoxia  energética que tenderá a securizar todavía más las infraestructuras energéticas, bajo el argumento que ni los países productores pueden prescindir de su sector clave ni los consumidores de su suministro, pero que no cuestionará el modelo. Y, la de la heterodoxia, que dirá que esta proliferación de costosísimas -y arriesgadas, si se quiere- infraestructuras energéticas, derivadas de los modelos centralizados, internacionalizados, jerarquizados y verticalmente integrados, no tiene sentido.

Ni quiero pensar cuanto nos costaría realmente el barril de petróleo o el metro cúbico de gas, si a su coste le añadiéramos el de la infraestructura, pero también el de las vidas humanas y el de las misiones anti-terroristas asociadas. De hecho, bajo este baremo, el coste de nuestra energía es incalculable. Pero, incluso sin entrar en estos aspectos, en estas últimas semanas, han aparecido en la prensa varias noticias que deberían hacernos reflexionar sobre la absurdidad de lo que estamos haciendo.

La primera noticia, la leí en el New York Times en un artículo que contaba que debido al auge del gas no convencional en Estados Unidos, las grandes compañías del sector están presionando para que se reconviertan en instalaciones exportadoras, las costosísimas terminales de liquefacción, que no se han utilizado, pero que en su día se construyeron, pensando que la cogeneración de gas licuado (regasificación y producción de electricidad en las Centrales de Ciclo Combinado (CCC)) importado sería el futuro. Lo que, liso y llano, significa que  hace años se construyeron unas onerosas infraestructuras de regasificación y generación eléctrica, que durante esta década se han infrautilizado y, ahora, se consideran inútiles. Por este motivo, ahora, algunas grandes empresas del sector están presionando para reconvertirlas a un precio elevado, también, en exportadoras de un gas no convencional que, sinceramente, no se sabe si forma parte de una burbuja especulativa o de una opción real a largo plazo.

La segunda noticia, apareció en Les Echos y cuenta que GDF-Suez se está planteando cerrar parte de sus plantas europeas de generación de electricidad, a partir de gas. Entre ellas la CCC de Cartagena, en España. La razón que se aduce es que estas plantas están infrautilizadas, a un 33% de la capacidad en 2012. De hecho, en Europa,  a la infrautilización crónica, se le añade el creciente uso de centrales térmicas de carbón.

En España, todo es similar, pero un poco peor, pues esta infrautilización se produce en una de las potencias mundiales, la tercera por detrás de Japón y Corea del Sur, en numero de terminales regasificadoras y capacidad de generación de electricidad, a partir de gas. Piénsese que a los gaseoductos que llegan de Argelia -en la actualidad dos-, como se observa en el mapa adjunto, se le suman seis bloques, más uno en construcción, de plantas de regasificación.

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Fuente: Comisión Nacional de Energía

Según el último avance de información de la Red Eléctrica Española,  las CCC representan el 25% del total de potencia instalada, pero en 2012 sólo cubrieron el 14% de la demanda eléctrica. Siendo la tendencia decreciente, pues según indica este mismo informe, el peso de la CCC en la cobertura de la demanda ha ido disminuyendo, a favor del aumento de la electricidad generada a partir de carbón, nuclear, eólica y solar. De hecho, según los datos que proporciona Energía y Sociedad,  citando datos oficiales, en el futuro, la utilización la capacidad instalada de las CCC se situará en entorno al 20%. Es decir, que hace 20 años invertimos en unas costosísimas infraestructuras que, hoy, están infrautilizadas. Sea por que se invirtió más de lo necesario, sea porque por el camino hemos ido cambiando las prioridades.

Ante todo ello, resumiendo lo dicho, llego a las siguientes conclusiones:

1) Las grandes empresas que extraen el gas, el petróleo -o cualquier otro recurso energético- en países subdesarrollados, han de destinar recursos -o «sus» gobiernos destinan- cantidades crecientes para mantener unas instalaciones, que como hoy, relata el New York Times, son unos óasis en medio de la miseria y de la nada. Y que, cuando son atacados, son la «excusa perfecta» para lanzar grandes despliegues policiales y militares por el planeta. Despliegues que si no cambiamos las cosas, sólo pueden ir en crescendo, pues como apunta el gran Daniel Yergin Security has been a very big concern over the last two decades, and security is now an even bigger concern. But that doesn’t mean their -el de la gran industria de los hidrocarburos- work will stop

2) Hace unos veinte años, en los países de la OCDE, se hizo una gran apuesta por el suministro de gas, construyendo urbi et orbi infraestructuras extremadamente costosas -en todos los sentidos, desde el pecuniario al ecológico-, que o bien ya no sirven o bien están infrautilizadas. Puede que esta infrautilización se deba a que ya fueran concebidas con exceso de capacidad, pero, estoy segura, se debe a que llevamos años dando tumbos en nuestras opciones energéticas sin definir de forma clara una opción estratégica a largo plazo. Haciendo que lo que ayer era «lo más», hoy tan sólo sea unas infraestructuras obsoletas, antes de tiempo, que socialmente tendremos que asumir (pagar su desmantelamiento, su reconversión, vivir junto sus ruinas…).

Creo que sólo estos tres motivos bastan para inducir a la reflexión. Para pensar, si de verdad, nuestro modelo energético actual tiene algún sentido. Si algo positivo -aunque sea el horror- tiene el baño de sangre que se ha producido en Argelia es recordarnos que nuestra supuesta seguridad energética está basada en un modelo centralizado de producción de energía que parte de la base que debemos conectar los yacimientos del otro extremo del mundo (una planta termosolar, para este caso, sería lo mismo) con los interruptores de nuestras casas y que, además, esto sólo se puede hacer inviertiendo en complejísimas y costosísimas infraestructuras internacionales de extracción, transporte, almacenamiento y generación

Hoy, hay indicios de que estas infraestructuras se construyeron sin un proyecto claro de futuro; hay signos claros de que están infrautilizadas; hay muchas probablidades de que tendremos que asumir el coste de su cierre antes de tiempo; y existe la certeza de que sólo se podrá asegurar su funcionamiento a un coste creciente e inmoral de vidas humanas y despliegues militares-policiales. ¿De verdad, esto es lo que nuestra sociedad quiere?

No justifico ni uno sólo de los atentados, secuestros o crímenes, y lamento una, y cada una, de las muertes habidas, pero, y lo lamento, aquí las culpas son, al menos, compartidas, pues entre ambos hemos creado un algo absurdo. De hecho, se podría pensar que el bárbaro secuestro en el complejo gasístico de In Amenas es la otra cara de la moneda de haber creado un moderno, complejo y sofisticado sistema de suministro de energía que, a la vista de los datos está, o no necesitábamos o ya no estamos seguros de querer.

Que se me entienda bien, aquí no critico la opción del gas en sí misma, pero pido que, por favor, a quién le corresponda -lobby empresarial de la industria energética, ministerios de energía o industria…- antes de presionar o autorizar una nueva inversión se piense bien, si es adecuada, si de verdad se necesita, para cuanto tiempo, y qué coste humano y social va a tener. Es absurdo invertir en cosas que no se necesitan, y pasa a ser  pecado si ello sólo se hace para obtener más y más beneficios a costa de la humanidad. Ojalá, al menos, el resurgir de la violencia en Argelia nos sirva para reflexionar. Así, de verdad y para siempre, habremos cerrado el círculo.

¿un nuevo modelo del carbón?

Hoy, un joven amigo me ha mandado dos enlaces al The Economist, el primero habla del auge del carbón en China y de su declive en USA, mientras el segundo cuenta que la «nueva» política energética europea conducirá «al peor de los mundos posibles», al sustituir la energía nuclear por electricidad obtenida a partir del carbón.

Como algun@s de mis lectores sabrán, llevo tiempo apuntando la importancia que el carbón podría tener como fuente energética en el Siglo XXI. Es más, ya he citado alguna vez la frase de Jean Marie Martin-Amouroux en la que se dice que la fuente energética perdedora del Siglo XIX, parece ser la ganadora en el Siglo XXI. Este paso de casi doscientos años, sólo puede tener dos significados y, es en función de ellos, que debemos analizar el papel que el carbón podría tener en la actualidad.

Si el carbón vuelve a ser una de las fuentes energéticas hegemónicas a escala mundial, ello sólo puede indicar que o bien estamos regresando a un modelo energético como el del Siglo XIX -con todo lo que ello conlleva en las formas de producir y consumir- o que estamos creando un nuevo modelo energético con el carbón. Esto que a algunos les puede parecer una perogrullada, para mi no lo es tanto, si se aprehende en todo su significado lo que significa un modelo energético. Para ser breve, diré que, en cada momento de la historia, el modelo energético hegemónico es el que se adapta a lo que se produce, a cómo y donde se vive, a lo que pensamos y, sobre todo, a las relaciones de poder vigentes.

Así, en el Siglo XIX el carbón fue la base energética hegemónica, porque se adaptó a la sociedad del capitalismo manufacturero británico. Este matrimonio «carbón – forma de producir y de vivir» explica el poder que tuvo el Imperio Británico y explica, también, muchos aspectos del Reino Unido: Explica, esa dualidad espacial entre núcleos urbanos-industriales y la campiña británica; explica el tipo de infraestructuras que se desarrollaron -especialmente el ferrocarril- y explica el tipo de actividad industrial que se realizó, pues el carbón, la máquina de vapor, las manufacturas textiles y el desarrollo de la siderurgia son todo uno. Por ello, y como ilustré en alguna entrada anterior, por la necesidad de mineros y por favorecer un modelo productivo intensivo en mano de obra, el carbón también relata el nacimiento del movimiento obrero.

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El carbón, desembrollaría muchas más cosas, pero con esto, por ahora, creo que es suficiente para seguir mi discurso.

Así siguiendo mi argumentación, si, hoy, el carbón se acabara imponiéndose, podría ser que se volviera a una situación equivalente a la a la del Manchester del Siglo XIX.

Lo sé, suena raro, pero, a veces cuando veo imágenes de las minas en China o Mongolia; cuando leo sobre las condiciones de explotación laboral de las grandes manufacturas globales, y cuando sé del gran peso de la siderurgia en China o India, no puedo evitar pensar en Leeds, Manchester o… hacia 1840.

Sin embargo, es cierto, que hay otros factores que hacen pensar que el carbón se adaptará al Siglo XXI. Pero, ¿qué significa eso exactamente?. Bajo mi modo de ver, por la misma definición de modelo energético, ello significaría adaptar el carbón al capitalismo financiarizado y global en el que vivimos. Hoy, en relación a la Inglaterra decimonónica de referencia, además de dar una mayor diversificación a los usos finales del carbón, especialmente como fuente primaria de la electricidad ¿qué implicaría «modernizar el carbón»? Fundamentalmente dos cosas:

  1. internacionalizar las relaciones energéticas del carbón. Es decir, crear un mercado de compra y negociación, cadenas de producción globales y una estructura de gobernanza global, como se hizo con el petróleo a lo largo del Siglo XX. Y,
  2. convertir el carbón en aceptable -o «políticamente correcto»- es decir hacerlo aparecer como limpio

Ninguna de ambas cosas altera la esencia del carbón como fuente de energía, sólo modifica el tipo de actores -empresas, territorios, organizaciones carboníferas internacionales, tipos de capitales…- que intervendrán en el mundo de las relaciones carboníferas del Siglo XXI y, por ello, las relaciones de poder y la geo-política del carbón.

Hoy todavía estamos lejos de saber cómo será -e incluso si será- la escena carbonífera del futuro, sólo tenemos grandes consumidores de carbón en China, Estados Unidos, Rusia, Alemania…. que, en algunos casos adquieren el carbón en el exterior. Dicho esto, puestos a especular, coincido con la idea del segundo artículo del The Economist, cuando dice que en Europa vamos hacia el peor de los mundos posibles. Coincido en lo segundo, pero no en la primero. Si se opta por el carbón como fuente, sino hegemónica, al menos privilegiada de energía en el capitalismo del Siglo XXI, vamos al peor de los mundos posibles, pues hay indicios de que tendremos un capitalismo -global- manufacturero propio del Siglo XIX con unas estructuras monopolítisticas, jeraquizadas, verticales y transnacionales de poder propias del Siglo XXI. Y, además, viviremos en una nube negra. No coincido, sin embargo, con la idea que expresan los dos artículos citados. Es decir, que Europa va mal, mientras Estados Unidos lo hace mejor o China … En las condiciones actuales, si existe un modelo energético hegemónico, éste será el de todos, aunque en él estén los poderosos y los excluidos -como lo ha sido el caso para el petróleo.

Por lo que pueda venir, he mostrado, como recordatorio, las fotos de los mineros y he señalado el horror de las relaciones laborales del capitalismo primitivo. Puestos a hacer activismo energético, tal vez deberíamos empezar a pensar que cada vez que decimos que «los chinos nos hacen competencia», lo que estamos diciendo es que hacen la competencia a los obreros europeos de hace dos siglos. Dicho así, es absurdo. Es verdad; pero, yo, no me puedo sacar de la cabeza que el carbón ha vuelto a aparecer en escena, cuando globalmente hemos vuelto a reproducir un modelo de relaciones fabriles que creíamos olvidado. Son sólo pensamientos, pero a mi, al menos, me dan qué meditar.