Creación y destrucción del Oriente Medio petrolero occidental (1)

Desde hace unos par años que me ronda una idea por la cabeza. Me dedico a ella en mis ratos libres, pero como conseguir encontrar la información, leer y metabolizar es un proceso largo y laborioso, no sé si alguna vez seré capaz de desarrollar este pensamiento hasta el final. Por ahora, empiezo con el número uno de la serie.

Repasando entradas antiguas del blog, veo que en junio del 2014, ya hice un primer pinito sobre esta cuestión. Cuestión, que no es otra que la de la relación entre cómo se fijaron las fronteras de Iraq en 1925 y cómo se otorgaron las concesiones petrolíferas a la Turkish Petroleum Company (TPC) , antecesora de la Iraq Petroleum Company (IPC), y núcleo fractal del posterior reparto que las Siete hermanas y la Compañía Francesa de Petróleos (CFP) realizaron en Oriente Medio.

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Deseo, en entradas sucesivas de esta serie que hoy inicio, ir desgranando algunos de los pormenores de la compleja historia de la creación de la TPC y de cómo Oriente Medio se convirtió en región petrolera. Ahora, sin embargo, para empezar me gustaría explicar por qué este tema me interesa.

Cuando en 2003, la coalición liderada por Estados Unidos invadió Iraq, derrocó a su Presidente, Saddam Hussein, e impulsó una nueva constitución en 2005, internamente, abrió la puerta a la desintegración de una frágil, pero estable, arquitectura institucional. Y, externamente, marcó un punto de inflexión -para mi definitivo- en la industria petrolera internacional, que ha supuesto el fin del orden energético internacional del Siglo XX. Muestras de ello las tenemos en el mismo Iraq, donde nunca hasta esa fecha habían entrado inversores o se realizaban contratos con empresas fuera del ámbito de las grandes empresas petroleras internacionales privadas y occidentales, mientras que  desde el segundo lustro del Siglo XXI, más del 60% del petróleo se exporta hacia Asia, un 20% de los yacimientos están bajo control de empresas petroleras Chinas y otro tanto bajo el control de empresas no occidentales, al tiempo que se ha producido un florecer de la producción de petróleo y de gas de la mano de empresas petroleras medias de diversas nacionalidades, en un norte de Iraq, prácticamente seccionado, kurdo y que incluye la Región de Mosul, de la que hoy hablaremos en esta entrada. (Por cierto, que haciendo un paréntesis en este relato, recomiendo, a este respecto, el excelente y bien documentado artículo Under the Mountains: Kurdish Oil and Regional Politics de Robin Mills para el Oxford Institute of Energy Studies).

La creación del Iraq contemporáneo es el resultado de la desintegración del Imperio Otomano y de los tratados posteriores a la Primera Guerra Mundial. El trazado definitivo de sus fronteras fue un proceso largo y complejo que se inició en la Conferencia de Paz de París, cuando se estableció que a la espera de los tratados definitivos, Mesopotamia -como Siria y Palestina- quedaría bajo el mandato de las potencias Europeas. Estos mandatos se otorgaron en La Conferencia de San Remo (1920) y se estableció que Siria quedaría bajo protección francesa, mientras que Palestina y Mesopotamia, quedarían bajo el manto británico. Luego, en el Tratado de Sèvres, también del año 1920 se fijaron unas fronteras, que por lo que al norte de Iraq se refiere, incluían a la región de Mosul «con ciertas variaciones».

La cuestión de Mosul ya era espinosa entonces, pues en el acuerdo de reparto del territorio del Imperio Otomano, el Acuerdo Sykes-Picot, que británicos y franceses realizaran en 1916, con la guerra todavía en marcha, previendo la extinción del Imperio, esta región quedó bajo área de influencia francesa. Pero, en el Tratado de Sèvres, que nunca se llegó a aplicar, esta región quedara «con ciertas variaciones» bajo mandato británico.

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Este problema territorial se complicó todavía más, cuando después de que en 1921, la Sociedad de Naciones dictaminara que un sólo monarca, el Rey Faisal, gobernaría todo el territorio de Mesopotamia, ya reconvertido a Iraq, los británicos, en 1922, firmaron un acuerdo con él según el cual ambos, el Rey Faisal y los británicos, se comprometían a no ceder ni un palmo de territorio iraquí, al que se le sumaba la región de Mosul, a pesar de que años después Lord Curzon, el negociador británico en Lausana, aceptara que el único punto minado es el trazado de la frontera norte de Iraq, cuyos límites no han sido todavía legalmente fijados por las Potencias aliadas.

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La Conferencia de Lausana celebrada en los años 1922 y 1923, infructuosamente, se centró en el trazado de las fronteras, no de Iraq, sino de Turquía, puesto que el nuevo gobierno de Kemal Atatürk -posteriormente padre fundador de la Turquía laica moderna, que hoy también se tambalea- no sólo no reconocía los acuerdos del Tratado de Sévres, sino que reclamaba la inclusión de la región de Mosul en la nueva Turquía. En toda esta negociación de dos años, al menos por lo que se deduce de la correspondencia de Lord Curzon durante la misma, el escollo -insalvable- fue Mosul.

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Al final, la cuestión de las fronteras se resolvió en el año 1925, con un laudo de la Sociedad de Naciones, que más que laudo, parece mercadeo, puesto que Turquía renunció a sus aspiraciones sobre la región de Mosul, a cambio de recibir durante 25 años el 10% de los royalties del petróleo que la Turkish Petroleum Company -que convenientemente se renombró entonces, Iraq Petróleum Company- extraería en esa región.

Así, la existencia territorial de Iraq, como la de la mayoría de países surgidos por la desintegración del Imperio Otomano, se debe a un diseño, que a veces pareciera improvisado, de los vencedores de la Primera Guerra Mundial. Estas son las fronteras que, hoy, se desintegran.

La cuestión, sin embargo, va mucho más allá, pues como se puede intuir por la existencia del trueque de territorio por royalties del petróleo, queriéndolo o no, estas fronteras, especialmente las de Iraq, están intrísecamente enlazadas con el mapa de las concesiones petroleras que reclamaba para sí la TPC. Éstas, al final quedaron en el seno del flamante Iraq, dejando a Turquía sin una una gota de crudo.

Leyendo la documentación depositada en los archivos es muy difícil -al menos con lo que llevo visto y leído- afirmar que las fronteras de Iraq se fijaron exclusivamente para satisfacer los intereses de la TPC, pero sí que es cierto que estas fronteras no se fijaron definitivamente, hasta que un laudo de la Sociedad de Naciones incluyó a la región de Mosul en ellas . Como también es cierto que hay una coincidencia cronológica entre la fijación de estos límites territoriales y la adjudicación definitiva de las concesiones petrolíferas en las regiones de Bagdad y Mosul a la TPC.

Como veremos en la siguiente entrada de esta serie, dedicada a la historia de la TPC, esta concesión fue prometida, pero nunca otorgada, pocas semanas antes de que se declarara la guerra. Quedó en el aire, como lo quedaron las fronteras de Mosul, pero como se puede leer en la primera edición del Iraq Petroleum Company Handbook (1948), fue también en 1925 (mismo año del laudo), cuando después de unas largas negociaciones iniciadas en 1923 (mismas fechas que la Conferencia de Lausana), la promesa realizada por el Visir antes de la contienda bélica se convirtió en una concesión definitiva para la TPC.

Sin entrar ahora en el jugoso relato de estas concesiones, sólo con el relato de estos hechos queda patente  que en Iraq se establecieron a la vez, las fronteras, las concesiones petrolíferas y el germen de su principal instrumento de intervención pública: la IPC. Pues, aunque todavía tuvieran que pasar unos años para su completo funcionamiento, desde que en 1927, brotara petróleo de un pozo cercano a Kirkuk, las bases de la unidad política -un presupuesto centralizado que distribuyera por todo el territorio los ingresos obtenidos con el pago de royalties o venta del petróleo- quedaron establecidas.

Por todo ello, desde el mismo momento del nacimiento de Iraq, en él, unidad territorial, compañía petrolera nacional -privada o pública- y unidad política son los tres vértices de una misma cosa. De ahí, que en todos los casos, destruir uno de los vértices, lleva a hacer tambalear a los otros dos. Como de hecho, ocurrió.

Desde el punto de vista de la historia de la industria del petróleo internacional, el caso de Iraq, como se entenderá cuando se explique el papel jugado por la TPC, es muy relevante, pues en su territorio se gestó el núcleo de lo la industria petrolera internacional (anglo-americana-occidental) del Siglo XX. Y, por ello, el desmembramiento de Iraq, también ha de suponer su fin; al menos, en su forma actual. Esto va más allá de la despopepización de la que he hablado en otras entradas, es un cambio mucho más radical, que implicará -o ya está implicando- una transformación profunda del orden petrolero internacional.

 

Rápido apunte sobre el precio del petróleo

Estos días, todo el mundo habla del descenso del precio del crudo y, lo cierto es que poca gente halla una interpretación coherente a este fenómeno. Yo tampoco, y mi orgullo se empieza a resentir por ello. El pasado jueves, una colega de la facultad entró en mi despacho, esperando hallar una respuesta satisfactoria a la cuestión y, la pobre, se fue sin ella. Sin embargo, como siempre ocurre, el hablar y tener que pensar sobre las cosas, te abre la mente. Al menos, ahora tengo alguna intuición.

No sé el porque del descenso -más que descenso, desplome- del precio del crudo, que debe de haber llegado en términos reales al nivel de la segunda mitad de los 1980s. Pero, el jueves pensé lo que, ahora, plasmo aquí. A ver si con estas ideas, alguien encuentra una respuesta satisfactoria.

En una industria, de facto, altamente cartelizada, con una estructura de gobernanza con pocos actores (pocos estados y gobiernos,  y pocas alianzas de empresas transnacionales), el precio sólo puede descender -y mantenerse bajo- por dos motivos: a) por que quienes tienen capacidad de influencia entre este grupo, quieren expulsar a aliados o competencia no deseada; o b) por que se han roto las estructuras de control del precio.

Apunté la primera idea en una entrada anterior, y la segunda en otra titulada. ¿El fin de Arabia Saudí como swing producer?.  Me mantengo en ambas ideas. De hecho creo que uno y otro fenómeno se están produciendo a la vez, retroalimentándose, además.

Sigo pensando, como he apuntado reiteradamente en este blog, que estamos asistiendo a lo que he llamado una desopepización. Es decir el fin de la estructura de gestión de la industria petrolera internacional dominante en la segunda mitad del siglo XX. Como también creo que la forma primitiva con la que se ha acabado con varios de los dirigentes de los países de la OPEP, sumado a la fiebre del petróleo no convencional en Estados Unidos y Canadá, han creado más que un exceso de oferta, una descontrolada oferta de crudo.

De hecho, si sumamos la desestructuración de los mecanismos de gestión internacionales de la industria al barullo de la producción, es fácil de entender que los precios se muevan sin rumbo. Fluctuando, ahora a la baja y, en cualquier otro momento, al alza. Esta afirmación no invalida el hecho, como expliqué hace poco, que en el largo plazo, por definición, porque el petróleo es un recurso finito, los precios del crudo han de tender al alza, a medida que éste se acabe o sea más costoso de extraer.

Dicho todo esto, añado dos ideas adicionales, que esencialmente no contradicen lo anterior, pero señalan a «otros». Es decir, ¿por qué en vez de pensar el problema del precio del petróleo en clave geopolítica, no lo pensamos en términos de las empresas del sector? Así, moviéndonos desde la «tradicional» forma de ver la gestión de los precios del petróleo, tal vez veamos otras dificultades que, me temo, ya estan barruntando algunos de los inversores del sector.

Primer hecho, aunque fuera la crónica de una muerte anunciada, podría ser que ya se estuviera produciendo el estallido de la burbuja del shale gas subprime, como llamé a la burbuja especulativa que ha experimentado el sector del petróleo y gas no convencional, especialmente entre inversores de Wall Street. Ello, aunque lo explica parcialmente, justificaría la aceleración del descenso en los precios del crudo.

El segundo hecho, son las dificultades, cada ves más patentes, de la grandes e históricas empresas del sector, como Shell, Exxon, British Petroleum y sus «tradicionales amigas», para acceder a nuevas y buenas reservas.

De hecho, pensando en ello, ya, en la paz del veraneo, escribí, siguiendo las ideas de Naomi Klein, algo parecido a: ¿qué inversor/a o pensionista querría comprar unas acciones para asegurarse una rentabilidad constante o creciente futura, ¿invertiría en una empresa cuya base del negocio es un recurso en extinción?

Hoy, después de la incertidumbre sobre qué empresas controlarán los buenos y rentables yacimientos de Oriente Medio en el futuro, y después del bluff de Shell en el Ártico, finalmente, de la la paralización del KeystoneXL, y de las crecientes voces que abogan por llevar a juicio a Exxon por haber escondido los efectos del cambio climático, esta idea de un negocio basado en un recurso en extinción puede estar cobrando fuerza en determinados ámbitos. De hecho, de forma muy optimista, un amigo mío dice que nos hallamos frente a un negocio en liquidación.

Yo no soy tan optimista como él, pues si algo han demostrado las empresas de la industria petrolera internacional es su capacidad de supervivencia; pero francamente creo que no están pasando un buen momento. Ellas lo saben y sus inversores también.

Por todo ello, podría ser que este descenso de precios lo que este anunciando es una nueva gran oleada de quiebras, alianzas, fusiones y adquisiciones del sector, que nos deje temblando a todos. Pues ante un escenario como el actual, si las empresas históricas no pueden acceder a nuevos yacimientos sólo les queda una opción para que no se hunda su eterno negocio, apropiarse del de los demás y aumentar todavía más, si cabe, su poder de monopolio con el fin exclusivo de mantener la rentabilidad de sus acciones.

Veremos….

 

Los números de 2015

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2015 de este blog.

Aquí hay un extracto:

Un tren subterráneo de la ciudad de Nueva York transporta 1.200 personas. Este blog fue visto alrededor de 5.900 veces en 2015. Si fuera un tren de NY, le tomaría cerca de 5 viajes transportar tantas personas.

Haz click para ver el reporte completo.

Hacia la creación de baronías energéticas europeas

Ya hace tiempo que dura esta regresión. El ritmo de entradas de este blog se ha ido reduciendo progresivamente. Sigue siendo «la niña de mis ojos», pero la falta de tiempo y de creatividad me están jugando una mala pasada. Las vacaciones, que afortunadamente se acercan, serán el momento para darle un nuevo impulso a nuevas cartografías de la energía. Mientras, para no perder comba, os enlazo un artículo que he publicado en la revista Oikonomics en el que cuestiono la hoja de ruta energética que la Unión Europea ha diseñado para 2050.

Bueno, aquí tenéis mi escrito la hoja de ruta hacia la creación de baronías energéticas. Aunque es de un estilo muy distinto del del blog, deseo que también os interese.

No digamos que todo es por el petróleo o el periodismo irresponsable

El pasado 31 de Julio, el periódico alerta digital publicaba un artículo sobre Gaza en el que se sostiene que para encontrar una de las causas del ataque israelí contra Gaza hay que profundizar porque esa causa se halla exactamente a 600 metros por debajo del nivel del mar y a 30 kilómetros de la costa de la franja de Gaza. Allí, en las aguas territoriales palestinas, se encuentra un importante yacimiento de gas natural, el llamado Gaza Marine, estimado en 30 000 millones de metros cúbicos. El artículo proporciona un mapa totalmente creíble, y probablemente cierto, sobre la ubicación de esos yacimientos, y añade que según otro mapa elaborado por el U.S. Geological Survey, también existen otros yacimientos en tierra firme.

gaza-gas-273x300Sigue el artículo relatando que esta es una cuestión que data de 1999 y que, entonces ya, Arafat como líder de la Autoridad Nacional Palestina había otorgado la concesión a Gaza Marine un consorcio formado por British Group y la empresa palestina Consolidated Contractors, teniendo, además, la Autoridad Palestina un 10% de la participación en el negocio.

Por los avatares del conflicto en Oriente Medio, según relata el artículo, la posibilidad de obtener estos ingresos se perdió, pero en fechas muy recientes, después de la formación de un nuevo gobierno palestino el pasado 2 de junio, pareció que se pudiere alcanzar un acuerdo entre Palestina y Rusia para la explotación de estos yacimientos. Así, según alerta digital, se dio inicio a la operación «Margen protector», que forma parte de la estrategia de Tel Aviv, que busca apropiarse de las reservas energéticas de toda la cuenca del Levante, incluyendo las de Palestina, las del Líbano y las de Siria. Y también encaja en la estrategia de Washington que […] impide que Rusia vuelva a ganar influencia en la región.

No sé cuánta verdad hay en esta historia de los yacimientos, puede ser verdad, pero creo que en un momento como el actual, esta notica no debería haber sido publicada. Lo que ocurre en esa zona del mundo, no se debe al petróleo. Como he sostenido, y allí era más difícil de creer, que la causa de última invasión de Iraq, tampoco lo fue; aunque ello no quite que parte de sus fronteras del Siglo XX se trazaron para controlar el petróleo que allí había.

En Iraq, emperrarnos en decir que lo que quería Estados Unidos era controlar el petróleo de Iraq nos llevó a no valorar adecuadamente el peso de la ideología retrógrada, integrista y conservadora que se escondía detrás de tal actuación. Hoy, decir que la causa de la aniquilación que hoy ocurre allí es el petróleo, es faltar a la verdad.

El pasado 29 de Julio, Rob Prince en su blog, escribía  que the goal of this Israeli war against Gaza was to make life so miserable for the Palestinians there, the destruction of virtually the entire infrastructure, that organized life there would simply collapse (no electricity, less and less drinkable water, all institutions of modern life – schools, hospitals, etc) and that the goal here is an ethnic cleansing. Está claro que este no es el único caso en la historia, pero para una persona, como yo, que he pasado muchos años leyendo sobre historia colonial de Argelia, leer esta frase me recordó las explicaciones de Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad sobre la política de reagrupamientos que los franceses impusieron a los argelinos en plena Guerra de Independencia (1954-1962) en Le Déracinement, publicado en 1964. Traigo esta analogía a colación, porque aunque la situación de la Argelia colonial no sea plenamente comparable con la de Israel y Palestina, sí que tiene muchos puntos en común. El que más, que son espacios habitados por generaciones de colonos -respaldados por potencias- por que consideran que esa Argelia o este Israel es el que ellos han construido, y que en ella o él, no tienen cabida los que allí estaban. Pueden leer la historia de Argelia para saber cómo allí acabaron las cosas. Probablemente «se hizo justicia», pero fue una tragedia para todas las partes que nunca se ha superado.

Una segunda similitud la veo ahora en el artículo de prensa digital que ahora comento. Buena parte del análisis que se ha hecho sobre las causas de la absoluta alienación de los autóctonos que habitaban Argelia, antes de que llegaran los franceses y de la larga y cruel guerra, se basa en decir que Francia no quería perder Argelia por el petróleo. Nunca pensé que eso fuera verdad, pero con los años he observado que cuando no se sabe cómo explicar cualquiera de las cosas que ocurren en Oriente Medio y el Norte de África, se recurre al petróleo. El petróleo está en la causa de innumerables injusticias y tragedias en la región, pero no es la explicación de todo. Y, evidentemente, no es la explicación a lo que ocurre en Gaza. Decir algo como lo que sostiene ese artículo es irresponsable, pues sólo sirve para enmascarar la realidad y dar excusas a quiénes pretenden realizar esa limpieza étnica.

Una vez más, suena a soberbia, lo sé; pero, francamente, si no se sabe qué decir, mejor es no decir nada, pues si bien los argumentos tipo petróleo y rivalidad tipo guerra fría son muy atractivos y los ciudadanos tendemos a «comprarlos», son completamente inútiles, además de perversos, cuando se están aniquilando vidas y vulnerando todos los derechos posibles de las personas. Que nadie se lleve a engaño, lo que ocurre en Gaza es un crimen contra la humanidad. Hoy, decir cualquier otra cosa es dar una coartada a quién los comente y a quién les avala. Así que, repito, si no se sabe qué decir, mejor callar.

Let’s End The Israeli-Palestinian Conflict Once And For All: Towards A Ceasefire, An End to the Israeli Occupation, Towards A Negotiated Settlement of the Conflict

Después de más de un mes sin entradas, de regreso a Barcelona, aunque hablar de Palestina no sea el objeto de nuevas cartografías de la energía, ante la gravedad, inmoralidad e injusticia de lo que allí, ahora, acaece, he decidido rebloguear la nueva serie de entradas de mi amigo Rob Prince en mi blog.

View from the Left Bank: Rob Prince's Blog

Palestinian father carrying his dead child, one of many, killed by the IDF in a senseless war on Gaza with no strategic goal whatsoever Palestinian father carrying his dead child, one of many, killed by the IDF in a senseless war on Gaza with no strategic goal whatsoever

(Note 1: This is the first of a series I hope to write on the current Israeli war on Gaza. There will be a follow-up piece specifically on U.S. policy. I also hope to be writing some stuff with dear friend and frequent co-collaborator, Imam Ibrahim Kazerooni.

Note 2: a few hours after I posted this a 12 hour cease-fire between Israel and the Gaza Palestinians was agreed by both parties. Today is «El Quds» Day…the last Friday prayer of the Ramadan month of fasting. It might not mean much to North Americans and Europeans, but in the Moslem World, it is an important day. It means «Jerusalem Day»…and today the West Bank blew up in opposition and anger to the Israel war on Gaza, so…

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Dos transiciones paralelas

Ayer, Juan Carlos I abdicó. Para personas de mi generación, hijos e hijas del tardofraquismo, este es acontecimiento extremadamente relevante. Y, estando en el extranjero, gozo del privilegio de poder pensar, en vez de decidir si tengo, o no, que bajar a la calle. En mi caso, predominan los sentimientos encontrados y, desde ayer, estoy intentando hacer un balance mental razonado y sereno, pues siento que en este momento he de tener las ideas muy claras.

Como no podía ser de otra manera en el aluvión de recuerdos que hoy siento, me ha venido en mente la famosa campaña de «Ahorre energía, aunque usted pueda pagarla, España no puede» (lástima que no haya encontrado el vídeo con el anuncio televisado)

No recuerdo la fecha exacta, pero recuerdo ver esta campaña institucional de publicidad en el único televisor de la familia, el que mi abuela tenía en Reus. Hoy, veo que esta es una campaña de 1976, de unos meses después de que Juan Carlos I fuera proclamado Rey de España.

En esos años iniciaban su andadura ambas transiciones, la española y la energética. En España el fin de la dictadura y del petróleo, casi ocurrieron a la par. Aunque la llamada primera crisis del petróleo ocurrió en agosto de 1973, en «nuestra» parte de la Península Ibérica no nos dimos cuenta de ella, hasta que llegó el Rey. En España la onda expansiva del shock del petróleo, tardó tres años en llegar y nosotros, sus ciudadanos, vivimos los efectos de la misma, al tiempo que votábamos por primera vez, nos convertíamos en una monarquía y entrábamos en la antesala de la dolorosísima reconversión industrial.

Mirando los datos de la extraodinaria base de datos elaborada por algunos de los miembros de proyecto de Global History of Energy del Joint Center for History and Economics (Harvard University, University of Cambridge and University of East Anglia), una constata que, cuantitativamente, la transición energética en España se inició a la vez que la política.

Fuente: Historical Energy Data, www.energyhistory.org

Fuente: Historical Energy Data, http://www.energyhistory.org

Aunque es evidente que entonces se empleaba mucha menos energía que hoy en día, en 1976, del total de energía, el 67,9% tenía su origen en el petróleo. En 1985, un año antes del ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (CEE), esta misma cifra era ya del 50,5%. Desde entonces, hasta ahora, el peso del petróleo ha ido disminuyendo paulatinamente.

Sin embargo, la mayor diversidad en el uso de fuentes energéticas, no ha ido asociada a una mayor democratización de las relaciones energéticas. Al contrario, se ha producido una concentración de la propiedad, que ha generado el llamado oligopoly. Oilgopoly que, como ya está en boca de tod@s, ha capturado al Estado y a algunos de instituciones y representantes, para beneficio propio. Ante ello, y ante leyes tan injustas como la del pasado mes de diciembre de 2013, parte de la población está reivindicando desengancharse de la red eléctrica nacional. Aunque, en el contexto actual, simpatice con este mensaje, como también apunté, detrás de cualquier proyecto de red eléctrica, hay un proyecto político de construcción de un espacio común. Por ello, simbólicamente, desengacharse de la red, sería desligarse de ese proyecto político común. Así,se podría hacer un paralelismo entre lo que ocurre en el mundo energético español y lo que ocurre en el mundo político.

Desde 1976 hay una mayor diversidad de partidos políticos, pero ello no ha supuesto una democratización real. Tenemos una concentración de propiedad política, el oligopoly – PP, PSOE y CiU-, que ha capturado las Cortes Generales, en beneficio propio, e intenta copar el poder judicial, para que se relicen leyes injustas. Por ello, se cuestiona el espacio político común que creamos en la transición: hoy, las calles y, hace una semana, las urnas estuvieron llenas de gente que dice querer desengancharse del proyecto político común que construímos con la transición, del que, para bien, o para mal, la Monarquía ha formado parte de él.

En esta analogía, sin embargo, hay un pequeño detalle que me parece relevante. Si se hiciera un breve recorrido por la historia del movimiento energético alternativo, veríamos que mientras la reivindicación fue la de las energías renovables -completar la transición energética que se inició en el 1976-, el desenganche se produce porque el oligopoly se quiere apropiar de todo el espectro energético, para tener el poder absoluto en él. No es una cuestión de fuentes, sino de poder.

Aunqué sé que es llevar al límite la comparación -y yo misma le veo los fallos-, como forma de boutade pido que por un momento se piense lo siguiente si la Monarquía fuera al sistema político lo que el petróleo es al sistema energético ¿qué deberíamos priorizar?, el cambio en las fuentes o el cambio en el funcionamiento de las estructuras del poder. Con las sucesivas reformas energéticas ya nos metieron un gol. Un gol tan grande, que si no lo paramos nos privatizarán el sol y el aire. Tengo miedo de que no caigamos en lo mismo. No fuera caso que cambiáramos la fuente (de Rey a Presidente/a) y creáramos el poder absoluto.

En Davos, ni las crónicas son buenas

Hoy he leído una cosa que me ha dejado helada, y no por el frío que estos días hace en esta ciudad, sino por lo que en el artículo se dice y, sobre todo, por quién lo dice. Por un momento me he dicho a mi misma, «no hay nada que hacer, la batalla está perdida». Pero no; no ha de ser.

El artículo en cuestión es una crónica de Daniel Yergin desde Davos. Se titula US vs. Europe: Energy battle heats up y en ella se sostiene que EE.UU. ha ganado la batalla de la competitividad a Europa, gracias a la «revolución energética», que en el otro lado del Atlántico ha supuesto el shale gas. Yergin nos dice que Estados Unidos va bien por su abundancia en gas low cost, mientras que en Europa, por causa de las renovables, los costes son elevados y no se crean puestos de trabajo. Que esto lo diga un neocon de un think tank de quinta, vale, pero que lo diga un prominente miembro del IHS Cambridge Energy Research Associates, además de ganador de un Pulitzer y autor de una de las historias del petróleo, The Prize, más vendidas y citadas del mundo, tiene tela (Por cierto, que si no quieren leer unas 1000 páginas, se puede ver la versión cinematográfica en YouTube). Eso es lo que da miedo, que una de las personas que más sabe del monopolio, poder, marrullerías y perversidades de la industria petrolera internacional, acabe definiendo lo que ocurre con el shale gas -que sin yo tener su talla y fama, sigo pensando que es un bluf– como una «revolución energética». Es más, no contento con ello, apunta otras lindezas como que la energiewende alemana puede llevar a Alemania a una «dramática desindustrialización». Supongo que sólo pareja a la extraordinaria re-industrialización de los Estados Unidos (Sic!)

Lo dicho, no doy crédito. Durante dos años, en este mismo blog, he argumentado porqué ese debate de los costes es artero; cómo he dicho que no me vale que me digan que el shale gas, como Yergin dice, ha creado 2,1 millones de puestos de trabajo, si no me dicen también cuántos se hubieran creado con una alternativa y si no se comparan las categorías laborales y la calidad de las tareas en ambos casos. No hace falta recordar que no es lo mismo trabajar como extractor en una mina, yacimiento o pozo de un recurso fósil, que ser un técnico, un ingeniero o un instalador; como tampoco es igual el valor añadido que se genera en un caso u otro. Pero, supongo que para Yergin entrar en esos «pequeños matices sin importancia», sería una pérdida de tiempo que sacaría fuerza a su discurso.

Estoy muy enfadada. Pero, si digo la verdad, creo que estoy más asustada que enfadada. Si alguien como Daniel Yergin dice estas cosas, sólo hay dos posibles explicaciones: o se cayó del caballo, pero dándose un golpe en la cabeza que lo dejó sin sentido; o fue abducido por aquellos que durante años observó. La verdad, da miedo. En mi caso, lo primero es imposible, pues no sé montar a caballo, así que es difícil que me suba a uno de ellos; pero lo segundo…nadie está libre de la tentación.

Puede que no caiga en ella, pero si lo hiciera poco sería el impacto. En cambio, el efecto legitimador, para «la industria» y para nuestros gobernantes, de las palabras de un Pulitzer como Yergin será funesto. En fin, un golpe bajo o malos tiempos para la lírica

Los números de 2013

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2013 de este blog.

Aquí hay un extracto:

La sala de conciertos de la Ópera de Sydney contiene 2.700 personas. Este blog ha sido visto cerca de 10.000 veces en 2013. Si fuera un concierto en el Sydney Opera House, se se necesitarían alrededor de 4 presentaciones con entradas agotadas para que todos lo vean.

Haz click para ver el reporte completo.