El shale gas no es un game-changer o la supervivencia de los herrumbrosos

Cuando era pequeña y leía alguna novela en la que alguno de sus personajes deseaba una guerra para poder vender algún tipo de suministro al ejército o beneficiare económicamente de la escasez de algún bien, no lo entendía. Para mi, algo tan terrible como un conflicto bélico no podía traer nada «bueno» a nadie. Con el tiempo, me di cuenta que existen muchas actividades moralmente reprobables que no cesan, pues la codicia humana y el miedo a perder el poder y los privilegios adquiridos no tienen límites. Esto viene a cuento por una noticia titulada Boom in Energy Spurs Industry in the Rust BeltEl cinturón herrumbroso del que ésta habla son las localidades de Youngstown y Canton, ubicadas en el este del estado de Ohio. Cuenta el artículo que en estas ciudades, después de unas cuatro décadas de desinversión, la actividad económica is being reshaped. El milagro se debe, según Katy George, responsable de la global manufacturing practice de McKinsey & Company, a la nueva producción de energía o a la aparición de un “real game-changer in terms of the U.S. economy».

Esta nueva producción es la de  los yacimientos de petróleo y gas no convencional del este de Ohio, frontera con la macro bolsa del Marcellus Basin y lugar del Utica. El Utica es una apéndice del gigante Marcellus, situado en la Cordillera de los Apalaches.

Fuente: USGS

Fuente: USGS

Según los últimos datos disponibles, de Utica se han extrajeron 1.400 mcf por día. En relación a hace tan sólo un par de años, el crecimiento es notable, pues entonces, en vez de 1.400 mcf al día, se extraían unos míseros 200. Dicho esto, si se compara esta cifra con la del gigante Marcellus, ésta no representa ni un escaso 10%. Sin embargo, lo preocupante no es la diferencia de volumen con el Marcellus; lo preocupante es lo que comparten: formar parte de un supuesto game-changer, que es más de lo mismo, pues como ya explicamos, no hay nada genuinamente nuevo en el shale gas y petróleo, salvo una forma más agresiva de extracción, con niveles de extinción mucho mayores y rápidos. Según la USGS, para extraer el gas de Utica, se deberán perforar más de 100.000 pozos (entre sweet spots y adicionales), con niveles de recuperación in situ de la producción similares a los del resto de Estados Unidos: bajo ningún concepto superiores al 25%.

Ante ello, cabe decir que el milagro del cinturón herrumbroso de Ohio es el prodigio del cuchareteo. Es más, según el ya citado informe  de McKinsey, the production of shale gas and so-called tight oil from shale could help create up to 1.7 million jobs nationally. Many of those jobs are expected to end up in places like this, in part because they are close to newly developed fields like the nearby Utica shale formation. Aunque, leyendo la noticia, una se de cuenta que estos trabajos son el resultado de un fantasmagórico resurgir del sector manufacturero tradicional o el efecto directo de la construcción de infraestructuras energéticas en la región. Viendo las fotos del artículo del NYT, se tiene la sensación que Youngstown y Canton son un mini Detroit resucitado, donde, por arte de magia, de las ruinas de las factorías Ford de River Rouge resurgirán miles de Thunderbirds.

Es decir, y sé que me repito, el game-changer es encontrar la forma de seguir haciendo lo mismo que antes. Naomi Klein en una muy personal reflexión sobre el cambio climático, da pistas sobre el porqué de este perverso empecinamiento. En sus propias palabras, con la crisis the billionaires who were going to invent a new form of enlightened capitalism […] decided, on second thoughts, that the old one was just too profitable to surrender. Que nadie se lleve a engaño, ese millón setecientos mil puestos de trabajo es la mínima cifra que algunos grupos de poder necesitan pagar para que todo siga igual. Cuando leo ese tipo de informes siempre me pregunto lo mismo, ¿por qué no cuentan cuántos puestos de trabajo se crearían si se hiciera algo distinto?

Los second thoughts son game-changer, ya que estamos asistiendo al destape de aquellos que se invistieron en políticamente correctos, pero que cambiaron. Como bien apunta Klein, fue iluso pensar que el capitalismo podía salvar al mundo de la crisis, que él mismo había creado. Y, ahora […] we are stuck, because the actions that would give us the best chance of averting catastrophe – and benefit the vast majority – are threatening to an elite minority with a stranglehold over our economy, political process and media.

Lo he dicho otras veces, pero todo esto me recuerda la actuación del lobby colonial en Marsella, que hasta la misma fecha de la independencia de Argelia (1962), sostuvo que la pérdida de esta colonia sería la ruina para Francia. Los datos, sin embargo, muestran que la principales exportaciones hacia la colonia eran jabón [de Marsella, claro], alimentos básicos y vestidos. Todo perteneciente a un modelo manufacturero que después de la Segunda Guerra Mundial estaba más que obsoleto. Era absurdo, pero el poder de este lobby azuzó graves crisis de gobierno en Francia, una tremenda y fratricida guerra de siete años en Argelia, la masacre de muchos argelinos en París y el intento de asesinato del General de Gaulle. Todo ello, para seguir vendiendo jabón y por mantener el lugar privilegiado que esta actividad les proporcionó antaño.

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Cada vez que leo noticias como la del resurgir de Ohio, pienso en el jabón de Marsella. A día de hoy, ni Argelia ni Francia se han recuperado realmente de esta «aventura» colonial. Leyendo el artículo sobre el nuevo libro de Naomi Klein, me he preguntado eso, ¿si alguna vez la humanidad será capaz de recuperase del second thought de la elite capitalista?

En función del momento del día, tengo respuestas de distinto signo a esta pregunta. Pero, fuere lo que fuere, debemos dejar de creernos noticias como la que inspiran esta entrada. Ni el jabón de Marsella salvó a la economía francesa, ni el resurgir de Ohio nos salvará de la crisis actual. Al igual que la vida no es un vídeo juego, los que temen perder su riqueza y poder nunca propiciarían un game-changer. No nos lo creamos, la realidad se parece más al Gatopardo, que a los milagros que cuentan los analistas de McKInsey: cuando el 1% se siente amenazdo se convierte a lo políticamente correcto, pero cuando las circunstancias cambian, se lo repensan. Esta, y no otra, ha de ser la gran enseñanza de la crisis.

No digamos que todo es por el petróleo o el periodismo irresponsable

El pasado 31 de Julio, el periódico alerta digital publicaba un artículo sobre Gaza en el que se sostiene que para encontrar una de las causas del ataque israelí contra Gaza hay que profundizar porque esa causa se halla exactamente a 600 metros por debajo del nivel del mar y a 30 kilómetros de la costa de la franja de Gaza. Allí, en las aguas territoriales palestinas, se encuentra un importante yacimiento de gas natural, el llamado Gaza Marine, estimado en 30 000 millones de metros cúbicos. El artículo proporciona un mapa totalmente creíble, y probablemente cierto, sobre la ubicación de esos yacimientos, y añade que según otro mapa elaborado por el U.S. Geological Survey, también existen otros yacimientos en tierra firme.

gaza-gas-273x300Sigue el artículo relatando que esta es una cuestión que data de 1999 y que, entonces ya, Arafat como líder de la Autoridad Nacional Palestina había otorgado la concesión a Gaza Marine un consorcio formado por British Group y la empresa palestina Consolidated Contractors, teniendo, además, la Autoridad Palestina un 10% de la participación en el negocio.

Por los avatares del conflicto en Oriente Medio, según relata el artículo, la posibilidad de obtener estos ingresos se perdió, pero en fechas muy recientes, después de la formación de un nuevo gobierno palestino el pasado 2 de junio, pareció que se pudiere alcanzar un acuerdo entre Palestina y Rusia para la explotación de estos yacimientos. Así, según alerta digital, se dio inicio a la operación «Margen protector», que forma parte de la estrategia de Tel Aviv, que busca apropiarse de las reservas energéticas de toda la cuenca del Levante, incluyendo las de Palestina, las del Líbano y las de Siria. Y también encaja en la estrategia de Washington que […] impide que Rusia vuelva a ganar influencia en la región.

No sé cuánta verdad hay en esta historia de los yacimientos, puede ser verdad, pero creo que en un momento como el actual, esta notica no debería haber sido publicada. Lo que ocurre en esa zona del mundo, no se debe al petróleo. Como he sostenido, y allí era más difícil de creer, que la causa de última invasión de Iraq, tampoco lo fue; aunque ello no quite que parte de sus fronteras del Siglo XX se trazaron para controlar el petróleo que allí había.

En Iraq, emperrarnos en decir que lo que quería Estados Unidos era controlar el petróleo de Iraq nos llevó a no valorar adecuadamente el peso de la ideología retrógrada, integrista y conservadora que se escondía detrás de tal actuación. Hoy, decir que la causa de la aniquilación que hoy ocurre allí es el petróleo, es faltar a la verdad.

El pasado 29 de Julio, Rob Prince en su blog, escribía  que the goal of this Israeli war against Gaza was to make life so miserable for the Palestinians there, the destruction of virtually the entire infrastructure, that organized life there would simply collapse (no electricity, less and less drinkable water, all institutions of modern life – schools, hospitals, etc) and that the goal here is an ethnic cleansing. Está claro que este no es el único caso en la historia, pero para una persona, como yo, que he pasado muchos años leyendo sobre historia colonial de Argelia, leer esta frase me recordó las explicaciones de Pierre Bourdieu y Abdelmalek Sayad sobre la política de reagrupamientos que los franceses impusieron a los argelinos en plena Guerra de Independencia (1954-1962) en Le Déracinement, publicado en 1964. Traigo esta analogía a colación, porque aunque la situación de la Argelia colonial no sea plenamente comparable con la de Israel y Palestina, sí que tiene muchos puntos en común. El que más, que son espacios habitados por generaciones de colonos -respaldados por potencias- por que consideran que esa Argelia o este Israel es el que ellos han construido, y que en ella o él, no tienen cabida los que allí estaban. Pueden leer la historia de Argelia para saber cómo allí acabaron las cosas. Probablemente «se hizo justicia», pero fue una tragedia para todas las partes que nunca se ha superado.

Una segunda similitud la veo ahora en el artículo de prensa digital que ahora comento. Buena parte del análisis que se ha hecho sobre las causas de la absoluta alienación de los autóctonos que habitaban Argelia, antes de que llegaran los franceses y de la larga y cruel guerra, se basa en decir que Francia no quería perder Argelia por el petróleo. Nunca pensé que eso fuera verdad, pero con los años he observado que cuando no se sabe cómo explicar cualquiera de las cosas que ocurren en Oriente Medio y el Norte de África, se recurre al petróleo. El petróleo está en la causa de innumerables injusticias y tragedias en la región, pero no es la explicación de todo. Y, evidentemente, no es la explicación a lo que ocurre en Gaza. Decir algo como lo que sostiene ese artículo es irresponsable, pues sólo sirve para enmascarar la realidad y dar excusas a quiénes pretenden realizar esa limpieza étnica.

Una vez más, suena a soberbia, lo sé; pero, francamente, si no se sabe qué decir, mejor es no decir nada, pues si bien los argumentos tipo petróleo y rivalidad tipo guerra fría son muy atractivos y los ciudadanos tendemos a «comprarlos», son completamente inútiles, además de perversos, cuando se están aniquilando vidas y vulnerando todos los derechos posibles de las personas. Que nadie se lleve a engaño, lo que ocurre en Gaza es un crimen contra la humanidad. Hoy, decir cualquier otra cosa es dar una coartada a quién los comente y a quién les avala. Así que, repito, si no se sabe qué decir, mejor callar.

El disparate de Iraq o el insulto a la inteligencia

Más allá del mundial de fútbol, que nos tiene a todos ocupados, la noticia de la semana es Iraq. Es el avance de los partidarios del Estado Islámico de Iraq y del Levante hacia Bagdad, después de ocupar Mosul y Tikrit. Es la posibilidad de que la Administración Obama considere intervenir de nuevo, para parar el avance y evitar una escisión-división del país en dos. Me perdonarán, pero es vomitivo. Estoy furiosa. Desde el momento cero de la invasión de Iraq, e incluso desde antes, pues bien pudiera ser que esta fuera una de las razones por las que Bush padre en su momento no acabara la tarea, se sabía que esto iba a pasar. Pero o somos tod@s burr@s o nunca hemos visto Laurence de Arabia.

Que conste que soy de las pocas que siempre pensó que el petróleo no era la razón de la belicosidad hacia Iraq. Ahora bien, aunque crea que el petróleo no fue la causa de la invasión de Iraq en 2003, sí que creo que la creación del Estado moderno de Iraq no se puede entender sin el petróleo. Por ello, entrar como se hizo, “como elefante en cacharrería”, y cargarse una estructura de gobierno y poder articulada en torno a un contrato social, cuya base era la distribución de las rentas del petróleo al conjunto de la población, sin crear nada nuevo, sólo podía llevar a la destrucción del estado nacional.
El Iraq contemporáneo tuvo su origen en la desintegración del Imperio Otomano y en el larguísimo proceso que culminó con los Acuerdos de Lausana, en 1923, cuando al establecerse las fronteras de Turquía, quedó fijado lo que el rey Faisal y los británicos ya habían pactado en 1922, que básicamente venía a decir que los británicos asesorarían en prácticamente todo al Rey Faisal, y a cambio él se comprometía a no ceder ni alquilar a ningún Foreign Power, ninguna parte de Iraq. Es decir que se salvaguardaba un Iraq unido, todavía bajo protectorado británico, en el que se unieron tres dispares provincias.

La integración de la provincia de Mosul, que ahora siempre se cita como la de la “patria” de Saddam Hussein, como si esa fuera la razón de lo que allí ocurre, fue una de las más controvertidas. Hasta que no quedó claro que su territorio quedaba dentro del ámbito de las concesiones de la Turkish Petroleum Company (TPC) (antecesora de la Iraq Petroleum Company), y, hasta que no quedó claro que la TPC estaba controlada por los británicos a través de la Anglo Persian Oil Company (antecesora de British Petroleum), ni Iraq ni la Industria Petrolera Internacional quedaron definitivamente establecidas.

La Iraq Petroleum Company se creó en 1929, su domicilio social estaba en Londres, y si exceptuamos las participaciones del “inefable” Calouste Gulbenkian y del gobierno Iraquí, los socios de la corporación fueron los antecesores de la británica British Petroleum, de la francesa Total, de la estadounidense ExxonMobil, así como la ya entonces – y ahora- Royal Dutch Shell. Una vez creado este consorcio, en 1930, los británicos otorgaron a Iraq, al menos sobre papel, la independencia. Así, como ha sido el caso de muchos de los países petroleros de la región –como también de otros del Norte de África- la creación del estado nacional fue pareja a la creación de una compañía petrolera nacional, bajo tutela de un consorcio internacional. Ello, en la segunda mitad de Siglo XX, se transformaría en unas compañías petroleras nacionalizadas, con acuerdos comerciales con los mismos consorcios petroleros internacionales que las habían creado.

Lo importante aquí es entender que, y no sólo para Iraq, en la mayoría de los llamados países –árabes- exportadores de petróleo la creación del estado, el establecimiento de las fronteras y la creación de las compañías petroleras nacionales han ido de la mano. En una primera fase, hasta los años 1960s y 1970s, el pacto era que los consorcios internacionales “pagaran” a unos dirigentes que mantenían cohesionado el territorio (en este sentido la historia de ARAMCO, la compañía saudí, es extremadamente ilustrativa); y, en una segunda, por necesidades de mercado de las economías occidentales, se toleró a los dirigentes distribuidores – rentistas, que crearon un contrato social a través de la distribución de la renta del petróleo a la población. Así, el signo de identidad nacional era ser –directa o indirectamente- receptor de la renta del petróleo. Así se crearon los ciudadanos de los nuevos estados petroleros. Ciudadanos que se consideraban de un mismo país por recibir las rentas del subsuelo del territorio común; y ciudadanos que se modernizaron al convertirse en consumidores –de bienes- occidentales. Por ello, las compañías petroleras nacionales se convirtieron en el principal instrumento de intervención nacional. Es cierto que la otra cara de la moneda ha sido mantener en el poder a perdurables dirigentes autócratas, aunque ha ayudado –y mucho- a mantener bajo el manto de la unidad nacional, territorios y colectivos muy dispares.

Entre las muchos desatinos de los que podemos culpar a los ingenuos, pre-ilustrados, dogmáticos y extremadamente peligrosos neocons en todas sus ramificaciones y a sus ideólogos, los integristas economistas ultra-neoliberales, cabe no haberse dado cuenta, que más allá de la “ineficiente” gestión política del petróleo, las compañías petroleras nacionales en la mayoría de los países árabes de la OPEP, eran la base de la unidad territorial-nacional. Todavía recuerdo el sentido, no la literalidad, de las declaraciones de Paul Bremer en 2003 diciendo que en Iraq democracia y privatización del petróleo iban de la mano. Así, esta visión muy simplista, pero muy en boga en esos años, representada a la perfección por think-tanks, como el Heritage Foundation, ayudaron a desmembrar Iraq, pues despedazaron al instrumento que lo cementaba: su compañía petrolera nacional. Es más, tan grande ha sido el destrozo, que en el impulso se ha expulsado, también, a los históricos consorcios petroleros occidentales que, créanme o no, eran los garantes de la continuidad de este modelo.

Sigo pensando, y todo lo que ha venido ocurriendo lo confirma, que la invasión de Iraq no fue por el petróleo, pues con ella lo que se perdió fue el orden petrolero internacional que se gestó a lo largo del Siglo XX. Éste llevaba implícitas unas fronteras, unos estados y, evidentemente, unas alianzas internacionales. Hoy, todo está roto.

Aunque no me gustara este orden, aunque no me gustara lo que conllevaba, aunque la industria petrolera internacional me parezca “lo peor”, antes de ir cual Rambo por el mundo, creyéndose que las recetas de los economistas son la panacea para el mundo, estaría bien pararse a pensar; caso que no se pudiera, lo de pensar me refiero, al menos podrían ir al cine a ver Laurence de Arabia… Es lo más leve que se me ocurre decir, pues como he dicho al principio, estoy furiosa.

Vilopriu 30 años: de la alegalidad a la ilegalidad

Ayer, sábado 22 de Marzo 2014, si la información no me ha llegado mal, en Vilopriu, província de Girona, se celebraron los 30 años de la instalación del primer aerogenerador en Cataluña por parte de la cooperativa Ecotècnia. Entonces, ese aérogenerador tenía una potencia nominal de 15kW y se conectó de forma alegal a la red, pues no había ningún tipo de legislación al respecto. Unos años después, en 1984, cerca de allí, en la entrañable localidad de Garriguella, se instaló el primer parque eólico del Estado. Contaba con cinco molinos de potencia nominal de 24 kW cada uno, y sus promotores fueron ENHER y la Generalitat de Catalunya.

Fuente: parcseolics.wordpress.com

Fuente: parcseolics.wordpress.com

¿Qué ha cambiado desde entonces, hasta ahora? Pues no pocas cosas.

El proyecto, del que se celebran sus 30 años, fue un caso de entrepeneurship avant la page. Según se puede ver en el blog creado para tal efemérides, los impulsores del proyecto eran diez, presumo todos ingenieros, ataviados según la moda progre de la época y casi todos con barba, que se aunaron en 1981 en torno a una pequeña cooperativa, con un capital inicial de 80.000 pesetas (el equivalente a 480 euros). En vez del típico garage made in USA, alquilaron una habitación en un piso de la Ciutat Comptal, y desde allí no sólo crearon el prototipo que en 1984 se instalaría en Vilopriu. Con el tiempo, exportaron su tecnología por todo el mundo, incluso tuvieron un contrato de transferencia de tecnología con la empresa japonesa Hitachi Zosen, hasta que en 2007 Alstom adquirió la compañía por 350 millones de euros; lo que ocasionó que Ecotècnia S. Coop. se convirtiera en Alstom Wind. Una empresa que, hasta donde yo sé, tiene la sede en Barcelona, y que ha «poblado» la Península Ibérica de aerogeneradores.

Si Catalunya y España no fueran como son, este sería un caso del que oiríamos hablar en todas las escuelas de negocios del país, pero me temo que no debe ser así. Aunque han sido galardonados con un buen número de premios internacionales, aquí, ¿Para qué vamos a alabar y ayudar a los «nuestros», cuando realizan satisfactoriamente los valores en los que supuestamente creemos?…. Casi no queda memoria de la pequeña empresa de éxito, rentable e innovadora, que protagonizó el acontecimiento -aunque sus fundadores siguen siendo muy activos-, como, si no se remedia, acabará ocurriendo con la parte industrial del Grupo Mondragon, holding cooperativo al que Ecotècnia estuvo asociado desde sus inicios.

Algunos de sus miembros que, entonces desarrollaron un aerogenerador de 15 kW de potencia nominal, que proporcionaba electricidad a unos 60 hogares, hoy participan en la creación de los modernos ECO100, capaces de generar 3MW, para unas 2.500 familias. De hecho, algunos de sus miembros son los impulsores de la interesante iniciativa EOLPOP, Viure de l’aire del cel, que es un proyecto cuyo principal objetivo, siguiendo el modelo alemán, es establecer un procedimiento para la participación ciudadana en la propiedad, gestión y uso de la electricidad eólica. Si les interesa, en su página WEB encontrarán toda la información necesaria.

Probablemente la multiplicación de iniciativas de este tipo, pequeños proyectos de generación y uso de energía, de propiedad compartida o cooperativa, como he expresado en un buen número de entradas de este blog, sería una de las claves de la recuperación y regeneración de la «España democrática», en todos sus sentidos. Pero, me temo que una vez más, ello no será. De hecho, unos párrafos más arriba preguntaba ¿qué ha cambiado en los últimos 30 años? Por lo dicho, ya está claro que ha desaparecido de nuestra memoria la «pequeña» Ecotècnia; como está claro que la tecnología de hoy permite  mejores y más potentes y eficientes aerogeneradores, pero lo que no he dicho es que lo que entonces fue alegal, hoy probablemente, sería ilegal.

Desde este punto de vista, recordar los 30 años del aerogenerador de Vilopriu me parece muy ilustrativo. Nos recuerda que lo que hace tres décadas fue posible, ahora, con la Ley en la mano, ya no lo es; pero nos ha de recordar también que se hizo. Es más, desde entonces el prototipo se ha convertido en un potente, rentable, eficiente, y estilizado molino de viento capaz de suministrar electricidad a localidades enteras. Así que no nos engañemos, todo está mejor que hace 30 años, la técnica y la tecnología han mejorado, se ha probado que una iniciativa así podía ser comercial, se ha demostrado que no hacen falta inversiones faraónicas ni grandes empresas y, por si fuera poco, la experiencia se implantó con éxito. Entonces, ¿por qué prohibir experiencias similares?

Muy fácil, el problema no es la energía eólica es que mientras las grandes compañías energéticas nunca creyeron en el futuro de las renovables – o son tan listas que dejaron que otros les hicieran la tarea de investigación y prospección-, pequeños cooperativas y empresas apostaron por ella. Ahora, 30 años después, cuando la tecnología está probada y su rentabilidad certificada, el oligopolio eléctrico ha decidido quedarse con lo que otros hicieron, expulsándoles, para que todos sigamos dependiendo de su enercracia. Nos quieren sometidos. Por ello, han aprovechado este autoritario, pero débil, gobierno para que les haga una ley según la cuál unos o unas jóvenes emprendedoras, hoy, por innovar y por demostrar la viabilidad comercial de su actividad, estarían fuera de la ley.

Se trata de convertir lo que en un tiempo fue posible, e ilusión, en acto ilegal y/o criminal. Esto, es en lo que hemos convertido a la democracia. Hemos transformado el Estado de Derecho en  Imperio de la Ley, por un mal uso del concepto -mal traducido del inglés- de rule of law. Pero, está claro que hay una diferencia fundamental entre Estado e Imperio, pues el primero presupone contrato social y el segundo imposición; como hay una diferencia fundamental entre Derecho y Ley, pues el primero implica derechos y el segundo es «el yugo».

Esto es lo que nos recuerda Vilopriu, más allá de hecho energético, es una pequeña metáfora de nuestra involución ideológica, política y social. Puede que ustedes no le vean la relación, pero el otro día leí una columna de opinión de George Montbiot que decía que si George Orwell y Laurie Lee were to return from the Spanish civil war today, they would be arrested under section five of the Terrorism Act 2006. If convicted of fighting abroad with a «political, ideological, religious or racial motive» – a charge they would find hard to contest – they would face a maximum sentence of life in prison (…) They would go down as terrorists. 

Desgraciadamente, creo que todo va de lo mismo, pero supongo que sólo es un reflejo de mi enfado y amargura. Que me perdonen los organizadores del acto de ayer. El hecho de que la celebración de ayer fuera un éxito es esperanzador. Ojalá sirva para recordar que lo que entonces era posible y fue, ha de seguir siendo.

Tránsito de petróleo y fronteras mentales o sobre el Keystone XL

El pasado viernes 31 de enero, The New York Times, en una de sus noticias de portada, informaba sobre la probable posibilidad de que la Administración Obama acabe aprobando el proyecto del megaoleducto Keystone XL, que ha de transportar el petróleo bituminoso de Canadá hasta los Estados Unidos de América. En el mapa adjunto pueden ver su recorrido.

Fuente: Transcanada

Fuente: Transcanada

Según los datos oficiales, el petróleo canadiense circulará poco menos de 2.000 kilómetros, hasta el Océano Atlántico, y el coste previsto del Keystone XL es de 5.300 millones de $USA. Dejo a su apreciación si este coste es «excesivo» o no, pero personalmente, una vez más creo que nos hallamos frente a otra prueba de que el coste no es el determinante a la hora de escoger entre distintas opciones energéticas. De hecho, en la misma página donde encontramos los datos, esta idea se confirma. Pues en ella se puede leer que este oleoducto es a critical infrastructure project for the energy security of the United States and for strengthening the American economy. Es decir, la primera razón para abogar por el Keystone XL es la seguridad y, sólo después se habla de razones económicas; aunque esta referencia a la economía americana, tenga otras lecturas, más allá de los costes.

Este nuevo informe que podría hacer cambiar de opinión al Presidente Obama, llega después de unos cinco años de fuerte oposición al proyecto. Lo asombroso de las conclusiones de esta última evaluación, según cita el NYT, es que el oleoducto no empeorará sustancialmente las emisones de CO2, ya que  if it were not built, carbon-heavy oil would still be extracted at the same rate from pristine Alberta forest and transported to refineries by rail instead. Por lo tanto, como ya damos por hecho que el petróleo se extraerá y comercializará de una manera u otra, mejor gastarnos 5,3 mil millobes de dólares en facilitar la tarea.

La lógica de este razonamiento es aplastante: si medimos el impacto ambiental en términos de CO2 y si lo que aumenta las emisiones de CO2 es el quemar el petróleo, cosa que se hará de todas maneras, construir, o no, el oleoducto no altera significativamente este nivel de emisiones, por tanto no tiene impacto ambiental. Siendo yo una persona amante de la lógica, en este caso el razonamiento no me convence.

Primero, porque si construir, o no, no altera sustancialmente la situación, también cabe la posibilidad de no hacerlo. Dicho esto, en mi opinión, lo más grave tiene que ver con otras cuestiones.

Hoy estaba leyendo un artículo de Laura Nader del año 1981, titulado Barriers to Thinking New About Energy. La profesora Nader es una antropologa de la Universidad de Berkeley (California), que en los 1970s participó como experta en el Committee on Nuclear and Alternative Energy Sistems, impusado por el Departamento de Energía (DOE) de Estados Unidos. En este artículo relata su estupor como antropologa en el seno de estas reuniones, en las que según ella te puedes expresar libremente, siempre y cuando te mantengas dentro del ámbito del pensamiento compartido. Para que me entiendan, ella cita una frase de uno de los asistentes que venía a decir que como «esto» (construir un determinado tipo de reactores) es lo que vamos a hacer, hemos traído aquí dos expertos para que discutan la cuestión…»

Ante ello, Laura Nader niega la mayor: ¿Por qué ya es un hecho que «esto» se va a hacer? ¿Por qué nadie se lo cuestiona?. La respuesta a esta pregunta está implicita en el título de su artículo: el «esto» se da como un hecho y no se cuestiona porque el pensamiento energético tiene barreras, siempre se ubica dentro del territorio de los «expertos» energéticos, que son los que trabajan en y/o para la industria. El paradigma obliga a un pensamiento normal, a el habitual. Siguiendo el hilo de este razonamiento, la profesora acaba diciendo que la dificultad de los tiempos presentes (en los primeros 1980s, después de los dos shocks del petróleo y del accidente nuclear de Three Mile Island) no se debe a la escasez de recursos naturales, sino a la ausencia de nuevas ideas. Así -y esto lo añado yo, aunque está implícito en el texto- la crisis energética vendrá no por la escasez de fuentes fósiles, sino por la escasez de ideas.

Algo así barrunté el pasado viernes, cuando leí la noticia que inspira esta entrada. Pues la tristeza de lo que ésta relata, no es que se vaya a realizar otra nueva mega-infraestructura energética, sino el cómo ello se justifica. Aquí también, el «esto» no se cuestiona, pues en Estados Unidos, y cada vez se tienen más pruebas de ello, la percepción de que su función en el mundo pasa por ser capaz de controlar en propio territorio -o muy amigo, como el de Canadá- los recursos fósiles, al coste y precio que sea. En esa idea coinciden amplios sectores de la sociedad, y por ello, no cabe esparar ninguna nueva propuesta sobre cuestiones energéticas, ni de un Presidente tan supuestamente «moderno» como Obama. Los problemas que esta decisión conlleve no serán debidos a la escasez de petróleo, sino a que se optó por él, por no pensar de forma distinta.

Un aspecto que me ha divertido del texto de Laura Nader es cuando cuenta que le pidió a un filólogo que le acompañara a las reuniones para valorar con precisión lo que allí escuchaba. Quiénes sigan este blog, ya sabrán que esta es otra de mis fijaciones, pero, ya me perdonarán, no puedo evitarlo, cuando leo ciertas cosas.

Según el NYT, Obama basará su decisión en un dato: el de las emisiones de CO2. Piénsenlo una decisión que afectará la vida -el ecosistema- de casi todo el largo de Estados Unidos de América, se define como límpia, porque los «expertos» aportan un número.No quiero frivolizar sobre el efecto ambiental de las emisiones de CO2, pero lo implícito de esta forma de pensar es: a) la única forma -oficial- de valorar la contaminación son las emisiones directas de CO2, y b) el dato emisión de CO2 se acepta como indicador sintético de los efectos -sean los que fueren- de cualquier política energética.

La primera consecuencia de ello es que pasamos a definir como «energía límpia», cualquiera que se considere que no emite directamente CO2. Ese es el stándard de la sostenibilidad. Así vemos como la energía nuclear, la fósil con instrumentos de captura de carbono, o cualquiera de las infraestructuras asociadas a ellas, pasan a ser formas de generar y emplear energía límpias y, por tanto, sostenibles. Un corolario de ello, es que se pasa a valorar las políticas energéticas-ambientales, en función de una cifra -que además, pequeño detalle, vendemos en los mercados de CO2- y no de las complejas relaciones de poder que subyacen detrás de cualquier opción energética. Si se acaba aprobando en Keystone XL, lo de menos será cuanto más o menos CO2 se emitirá, y lo de más, cuántas más personas dependerán para sus necesidades básicas del acceso a una fuente de energía centralizada, cuánto territorio hemos hipotecado, cuánta población se ha desplazado…

Por otra parte, al reducir el impacto de las políticas a una cifra, ya no es necesario dar argumentos ni a favor ni en contra de una u otra política energética, pues la bondad o maldad de la misma se reduce a eso, un simple número. En el límite del mismo, podemos dejar de razonar.

En definitiva, una combinación letal en la que los arteros filólogos del sector definen como límpio lo que no lo es, en la que los taimados expertos convierten en una cifra lo que no quieren o no saben explicar y en la que los mediocres políticos se sienten más cómodos siguiendo el dicatado de un dato que interpretando la voluntad popular.

En Davos, ni las crónicas son buenas

Hoy he leído una cosa que me ha dejado helada, y no por el frío que estos días hace en esta ciudad, sino por lo que en el artículo se dice y, sobre todo, por quién lo dice. Por un momento me he dicho a mi misma, «no hay nada que hacer, la batalla está perdida». Pero no; no ha de ser.

El artículo en cuestión es una crónica de Daniel Yergin desde Davos. Se titula US vs. Europe: Energy battle heats up y en ella se sostiene que EE.UU. ha ganado la batalla de la competitividad a Europa, gracias a la «revolución energética», que en el otro lado del Atlántico ha supuesto el shale gas. Yergin nos dice que Estados Unidos va bien por su abundancia en gas low cost, mientras que en Europa, por causa de las renovables, los costes son elevados y no se crean puestos de trabajo. Que esto lo diga un neocon de un think tank de quinta, vale, pero que lo diga un prominente miembro del IHS Cambridge Energy Research Associates, además de ganador de un Pulitzer y autor de una de las historias del petróleo, The Prize, más vendidas y citadas del mundo, tiene tela (Por cierto, que si no quieren leer unas 1000 páginas, se puede ver la versión cinematográfica en YouTube). Eso es lo que da miedo, que una de las personas que más sabe del monopolio, poder, marrullerías y perversidades de la industria petrolera internacional, acabe definiendo lo que ocurre con el shale gas -que sin yo tener su talla y fama, sigo pensando que es un bluf– como una «revolución energética». Es más, no contento con ello, apunta otras lindezas como que la energiewende alemana puede llevar a Alemania a una «dramática desindustrialización». Supongo que sólo pareja a la extraordinaria re-industrialización de los Estados Unidos (Sic!)

Lo dicho, no doy crédito. Durante dos años, en este mismo blog, he argumentado porqué ese debate de los costes es artero; cómo he dicho que no me vale que me digan que el shale gas, como Yergin dice, ha creado 2,1 millones de puestos de trabajo, si no me dicen también cuántos se hubieran creado con una alternativa y si no se comparan las categorías laborales y la calidad de las tareas en ambos casos. No hace falta recordar que no es lo mismo trabajar como extractor en una mina, yacimiento o pozo de un recurso fósil, que ser un técnico, un ingeniero o un instalador; como tampoco es igual el valor añadido que se genera en un caso u otro. Pero, supongo que para Yergin entrar en esos «pequeños matices sin importancia», sería una pérdida de tiempo que sacaría fuerza a su discurso.

Estoy muy enfadada. Pero, si digo la verdad, creo que estoy más asustada que enfadada. Si alguien como Daniel Yergin dice estas cosas, sólo hay dos posibles explicaciones: o se cayó del caballo, pero dándose un golpe en la cabeza que lo dejó sin sentido; o fue abducido por aquellos que durante años observó. La verdad, da miedo. En mi caso, lo primero es imposible, pues no sé montar a caballo, así que es difícil que me suba a uno de ellos; pero lo segundo…nadie está libre de la tentación.

Puede que no caiga en ella, pero si lo hiciera poco sería el impacto. En cambio, el efecto legitimador, para «la industria» y para nuestros gobernantes, de las palabras de un Pulitzer como Yergin será funesto. En fin, un golpe bajo o malos tiempos para la lírica

Ideología (neoliberal) en estado puro

Me dice mi madre, que como se pueden imaginar, es mi mayor seguidora, «hija esta entrada está muy bien, pero no te la va a leer nadie». El nadie no es tal, pues siempre hay alguien al otro lado. Pero cierto es que, cuando lo dice, las estadísticas de visitas son menores. La entrada de hace un par de días fue una de esas, así que voy a probar con otra cosa más actual. Ayer leí una noticia que me dejó helada. Helada, porque parecía banal, pero que leída entre líneas era ideología neoliberal en estado puro. Me recordó una de las frases que más me impactó de la película 12 years a slave, en la que el amo dice, mientras fustiga sin piedad a una mujer, «no cometo ningún pecado, es mi propiedad y con ella puedo hacer lo que quiera». Como, de hecho, hace. Bueno, pues David Cameron, aunque aparentemente con menor violencia, debe pensar lo mismo. Si el shale gas se encuentra debajo de «un solar» de alguien, como éste es de su propiedad, podrá hacer lo que quiera con él. Así, si se fija un precio, el o la propietaria podrán decidir entre «vender» o no -si dejar perforar o no. Eso es lo racional, escoger en función del precio, entre fracking o no fracking en el «jardín de tu propia casa». Digo esto, porque parece que David Cameron, el primer ministro británico, ha tildado de irracionales a los que están en contra del fracking. No sé si irracionales, porque no quieren entrar en ese juego de libre elección o, irracionales, porque no se ha atrevido a llamarles estúpidos. Sea lo que fuere, lo encuentro tremendo, pues el premier británico está llamando irracionales a buena parte de la población del Reino Unido, que, huelga decir, él debería representar y proteger. Al hacer una afirmación de este tipo, se olvida de que él es el representante de todos, de los «irracionales» y de los otros. Da igual, si son muchos o pocos. Desde el momento en que ganas unas elecciones, pasas a ser el gobernante de todos. Por ello, que Cameron haga partidismo en vez de velar por el Interés general, no es de recibo. Pero, todavía me parece más alarmante que su argumento para defender «su» opción sea un descalificativo, dirigido a los que piensan distinto de él. En definitiva, el anatema del contrato social rousseauniano.

Pero, la cosa no acaba aquí. David Cameron, según relata la notica, después de decir estas lindezas abogó para que cada hogar sea compensado individualmente por los inconvenientes que les pudiera causar la extracción de gas cerca de su casa. Es decir, el ministro favorece que cada persona, puede vender «su parcela» al precio que se acorde. Es decir, optar o no, individualmente, por el shale gas, resultado de una decisión individual entre «alquilar» o no. Es decir, dejemos que el mercado decida libremente. Lo que nos lleva a pensar que la política energética del Reino Unido, como sospecho que fue la de inicios del Siglo XX, dependerá fundamentalmente de la necesidad, codicia o principios de cada uno. Y no de lo que sería deseable para todos..

Otra perla del plan que anunció Cameron es que éste prevé que las autoridades locales retengan el 100% de los beneficios que pudieran surgir por la explotación del shale gas y, además, el ministro querría establecer trusts comunitarios para gestión de estos fondos. Es decir, no sé si conscientemente o no, pero el ministro postula por acabar con la equidad territorial y por la privatización de la descentralización: que gestionen los recursos conglomerados financieros, en vez de ayuntamientos y otros gobiernos locales ¿Qué les voy a decir?, pues que ¡tremendo, también! Claro que, si una lo piensa, después de haberse cargado el pacto social y de haber individualizado la política energética, supongo que ya, esto último, debe ser lo de menos.

Hoy, sin embargo, para mi satisfacción, le ha llegado el tirón de orejas de los de su bando:  British Petroleum en su último informe afirma que el shale gas poco contribuirá a la reducción del cambio climático. Sé que esto no es estar en contra del shale gas, pero también creo que muchos de los que se han creído que el gas, mientras no llega Eldorado, es la mejor de las opciones posible, puedan ver tambalear sus creencias. Esto podría ser un batacazo a Cameron y cuadrilla. Me pregunto si, ahora, ¿éste también tildará de irracional a BP?

Después de Hinkley Point, dejémonos de hipocresías

Esta mañana estaba escribiendo otra entrada, una más acorde a mis filias del momento, pero, hoy, en este lugar del mundo en el que ahora me encuentro viviendo, la radio y la prensa, supongo que también al televisión, no han dejado de anunciar que por primera vez en casi tres décadas (la última creo que fue de 1987) se había llegado a un acuerdo para construir una nueva central nuclear en el Reino Unido. Así que he cambiado el rumbo. No me extenderé mucho, pero es tal la barbaridad, que hasta George Montbiot –un pragmático pro-nuclear, desde que la tragedia de la planta Daichii en Fukushima volviera a dar protagonismo al carbón- en su comentario de hoy, hablaba en contra del proyecto. E, incluso, el conservador Financial Times matiza la apuesta nuclear actual.

En El País de hoy, en algo que suena elogioso se puede leer la siguiente frase: por encima de todo, el proyecto de Hinkley Point tiene el potencial de dar un vuelco a la industria nuclear porque propone un nuevo modelo… Les cuento el nuevo modelo, previsto a día de hoy. Es el resultado de una mente tan bellaca como la de los de UNESA. El nuevo modelo es, vamos a construir una central nuclear -parece, según Montbiot, tecnología no de última generación-, cuyos miles de millones de € serán pagados por eléctricas. A cambio, pero, el gobierno asegura un acuerdo de 35 años según el cual el MwH se pagará a 92,5£. Según lo que he escuchado hoy, este importe es más del doble de lo que actualmente cuesta la misma cantidad de energía. Según nos dice el The Guardian, ello supone un coste de unos 4,2 millones de € al día. Aquí no se acaba la cosa, para evitar menoscabo en la rentas futuras, se asegura a las eléctricas que el precio del KwH se indexará (a lo largo de 35 años) en función de a inflación. Es decir, el gobierno neoliberal del Reino Unido acaba de firmar un contrato para la construcción de una nuclear que vale un Potosí, mucho más que cualquier otra opción; fija unilateralmente el precio -de mercado, se entiende, ¿no? (Sic!)- y lo mantiene indexado por 35 años, para que los contribuyentes, cuyos salarios no corren la misma suerte, lo vayan pagando, generación tras generación. Creo que este es uno de esos casos, que habla por si mismo, máxime cuando esta central nuclear, en el mejor de los casos, empezará a funcionar de aquí diez años, lo que es un lapso de tiempo enorme para el desarrollo -o mejora- de otras tecnologías.

De todo este desaguisado, dos cosas me dan una rabia terrible. La primera, es que este es un caso «de manual», pues después de una inversión tal, los británicos quedarán 40 años más prisioneros de la amortización de esta central; pues se les dirá, como se nos dice ahora, «que sí, que claro, que son mejores otras opciones, pero que ahora que ya están construidas y funcionando, nada es ya más barato que el KwH generado en ellas». Es decir, entre los 10 años de puesta en marcha y los 40 de funcionamiento, perdemos 50 años para apostar por un nuevo modelo energético. Esto da mucho coraje, pero lo que ya es colmo es el cinismo y la hipocresía: el Gobierno del Reino Unido -y entiendo que la industria energética del país- apuesta por las nucleares porque les gustan más, porque casan mejor con su forma de pensar y de ver el mundo, porque casan mejor con su ideología y mantienen las estructuras de poder vigentes. Es así, y no hay otra razón. Lo he dicho muchas veces, no soy ingeniera y hay muchos aspectos técnicos que soy incapaz de valorar, pero mi sentido común, más que mi formación de economista, sí que me permite ver que esta es la opción menos «competitiva» de todas: es la más cara y la que lleva más costes asociados a largo plazo.

Mi único consuelo, es que ya nadie me discutirá que cuando se opta por una forma u otra de producir energía, el coste es lo de menos. Este ejemplo lo demuestra. La casualidad ha querido que, hoy, mientras escuchaba los comentarios sobre este descabellado proyecto nuclear, fuera leyendo una historia sobre la red eléctrica en este mismo país, el Reino Unido. En ella, queda claro que a finales del Siglo XIX se optó por el alumbrado eléctrico, a pesar de que costaba más del doble del, ya vigente, alumbrado de gas. Entonces, todavía quedaban muchos aspectos técnicos por resolver, pero así se hizo. Costaba el doble y no se sabía cómo evolucionaría la industria, pero se optó por el nuevo sistema, porque se pensó que sería mejor. En este caso, la historia puede haberles dado la razón, pero eso no quita el hecho de que la decisión no viniera determinada por «el coste». La diferencia, entre entonces y ahora, está en que en el Siglo XIX se trataba de imponer el progreso. Hoy, por el contrario, de lo que se trata es de mantener lo que desde los años 1950s no ha funcionado. Podemos seguir esperando al Godot nuclear -la fusión-, pero a este paso ya no quedará nadie; o nadie que pueda pagar su factura.

La palabra y el término como legitimación de la explotación minera

El pasado 30 julio, The Guardian publicó un artículo titulado The tycoon, the dictator’s wife and the 2,5bn Guinea mining deal. En éste, se explica uno de los tantos expolios, con pelotazo incluido, que ha padecido África. En concreto, esta vez, en Guinea -Conackry. Sobre ello, más allá, en este caso, de la cuantía de la estafa -diría, yo, paralegal-, que desgraciadamente ya, casi, no nos llama la atención, lo más alarmante es el uso de algunos términos que los economistas hemos inventado para describir determinados fenómenos, cuando hablamos de explotación. En el citado artículo se puede leer The country is an almost textbook example of what some refer to as the «paradox of plenty».
Para las que como yo, llevamos unos lustros dedicándonos a las cuestiones relativas a las economías petroleras y/o ricas en recursos naturales, hemos pasado por toda una serie de términos que van desde el síndrome holandés hasta la maldición de los recursos, pasando por la ya mencionada paradoja. Yo he usado reiteradamente estas expresiones. Incluso, en clase diciéndolas, me he reído con mis alumnos, mofándonos de la creatividad de los economistas, para inventar nombres. Lo cierto, sin embargo, es que nada de todo esto da ninguna risa. Si se piensa, es muy, pero que muy perverso.
Todos estos términos, describen de forma más o menos sofisticada el hecho de que economías de países, cuyos indicadores macroeconómicos presentan buenos resultados (elevados niveles de crecimiento del PIB, equilibrio en la balanza comercial, equilibrio en las cuentas públicas….), se mantienen, a pesar de su riqueza, en la senda del subdesarrollo. Es triste ser rico y «desgraciado», pero es abyecto, definir este hecho, como si las personas fuéramos ajenas a él. Si se hiciera un recorrido semántico por todos estos términos veríamos que todos hacen referencia al «más allá», no controlable ni solucionable: síndrome, maldición, paradoja…. Es decir fuera de la acción de los humanos.
Lo cierto es que lo que estos términos esconden, especialmente cuando se refieren a países del Tercer Mundo, es una relación de explotación en la que unas compañías, personas o gobiernos poderosos extraen y/o compran recursos naturales y mineros a otras compañías, personas o gobiernos en condiciones más ventajosas, para los primeros. Una relación, por otra parte, que los compradores o propietarios no quieren modificar, pues lo único que les interesa son los beneficios que ellos pueden lograr, revendiendo o transformando el recurso natural o energético. Para que me entiendan, por ejemplo, la economía de Arabia Saudí es un caso claro de la maldición de los recursos, pero esta «maldición» no era -aunque habrá quién me argumente que en el capitalismo sí que lo es- un destino trágico inevitable. Es una realidad que se forja cuando los intereses que agrupamos bajo el término países consumidores, deciden que sólo quieren el petróleo saudí, y que si los saudíes produjeran tecnología puntera, ésta no les interesaría (piensen, sino en los problemas que tienen Brasil y la India con sus patentes) y no la comprarían. Es cierto que a la familia al-Saud esta situación les conviene, pero ello no es óbice para que todos estos intereses y relaciones de poder, de los unos y de los otros, se camuflen bajo denominaciones etéreas y aparentemente neutras. No son síndromes, plagas o maldiciones que vienen de lo desconocido. Son el resultado de un determinado tipo de relaciones de poder, que en el capitalismo llevan, por la acción humana, a una determinada división internacional del trabajo -aunque este término esté en desuso.
Que quién lo escribiera, me perdone, pero decir que Guinea es un caso de manual, que ilustra la paradoja de la abundancia es de un cinismo sin límites. Lo que ilustra este caso es que los economistas hemos decidido llamar paradoja a la explotación y la codicia. No hay ninguna paradoja en decir que si uno explota a las personas y los territorios allende, él se va a enriquecer y los otros a empobrecer. Es la consecuencia lógica de la explotación. Lo que tal vez sea una paradoja es pensar que los «buenos» calvinistas, liberales, somos capaces de cometer tamañas atrocidades. Pero, esto no es una paradoja es una maldad o, si se prefiere, una inmoralidad.
Llamemos las cosas por su nombre. Ya que los economistas no sabemos solucionar nada, creo que haríamos un favor a la humanidad otorgándole mayor precisión a nuestro lenguaje. Es fácil y no cuesta dinero…¿o, sí?

Reformas en el sector eléctrico ¿Y si el infierno existiera?

Estos días el «mundo energético» está siendo sacudido por una serie de propuestas de Real Decreto, entre las que destacan las que regulan el autoconsumo y la actividad de producción de energía eléctrica a partir de fuentes de energía renovables, cogeneración y residuos.  Esta última propuesta me la hizo llegar un amigo de la blogosfera, trabajador del sector eléctrico renovable y muy preocupado por su futuro laboral y el de sus colegas. Él interpreta mejor que yo el significado contable de la propuesta, pero consideró que uno de mis comentarios sobre la exposición de motivos de la misma merecía una entrada en este blog. Así que allá voy. Aunque, honestamente, no tengo muy claro si lo que diré es cierto o es el fruto de la furia que una profesora de la materia siente por lo maltrecha que está la práctica de la política económica en nuestro mundo.

Mi anterior entrada ya versaba sobre el significado de algunas de las frases de la exposición de motivos de la Ley 54/1997. Esta versará sobre la propuesta que se hizo el pasado 16 de julio de 2013. En ésta, una vez más, se disimula la carga política e ideológica que hay detrás de la reforma, pues fundamentalmente se viste como un cambio en el régimen retributivo del sector de las renovables. Como si no se cambiara nada en el ámbito real, sólo que lo que antes se retribuía de una manera, ahora se retribuirá de otra. Otra, que se define como rentabilidad razonable. Anecdóticamente, concepto curioso éste, pues tal como está en la propuesta, la rentabilidad razonable es para los proyectos financiados con recursos propios (¿?) y que, por lo que se calcula, acabará proporcionando una rentabilidad de en torno al 7 o 7,5%. Efectivamente, una inversión que dé esa rentabilidad no está mal, es razonable, pero está claro que este no es el problema.

Uno de principales  problemas de esta propuesta, como ya ha señalado mucha gente, es que el cambio en las reglas del juego a mitad de partida, expulsará del sector a aquellos que habían realizado sus inversiones con los criterios anteriores, fundamentalmente los que invirtieron en las tecnologías más antiguas: fotovoltaica y eólica. A este respecto, incluso hay quien habla de expropiación encubierta.

Otro de los problemas es decir, como hace el texto, que …la nueva metodología establece una retribución a la inversión que se calcula en función de la potencia instalada y no la energía generada….. Dicho de otro modo, se pasará a remunerar en función de cuánto se ha invertido -de el potencial de oferta- en vez en función de cuánta electricidad real tendremos y en qué condiciones accederemos a ella los usuarios finales. En este nuevo criterio, la energía generada pasa a un plano secundario y lo relevante es la capacidad. Es decir, la propuesta de Real Decreto sustituye el sistema de tarifa vigente por el de incentivos a la inversión.

¿En qué contexto el legislador realiza este cambio? El escenario es el de la Ley 54/1997 en la que se nos dice que el suministro público deja de ser un servicio público y que ya no existirá planificación imperativa en el sector, y el principal actor del sector es un oligopolio articulado en torno a UNESAComo ya argumenté, ello es la causa de buena parte de los excesos de capacidad y extra-costes del sistema eléctrico de la Península Ibérica y, por ende, del déficit de tarifa.

Ante ello, mi lectura de la nueva propuesta de Real Decreto es que consolida un sistema eléctrico basado en las decisiones de los inversores privados, a los que, en primera instancia, se les remunera la inversión y no el servicio -antes público- que debieran prestar a la sociedad. Desde el punto de vista de la política económica ello significa que lo que aquí se está dirimiendo es quién decidirá la política energética del futuro. Primar la inversión en capacidad, en vez de el producto final, significa, si no hay consideración de servicio público ni planificación imperativa, fijar quiénes decidirán qué y cuánto producen, para quién y a qué precio. Es decir, establecer, quiénes lideran el futuro del sistema eléctrico de la Península Ibérica.

Conceptualmente, como le decía a mi amigo, hay una diferencia abismal entre regular la producción y el precio final de un bien (el antiguo sistema de tarifa) o regular la inversión en capacidad. No me gustan los términos, pero lo que se está pertrechando es un «mercado» en el que se remunera al oferente por serlo, pero no por lo que ofrece, que es casi el anatema del concepto mismo de mercado. La inversión -de capacidad de generación de electricidad- sólo determina quién puede -tiene la capacidad de- producir, pero no lo qué se produce ni en qué condiciones. En otras palabras, es cargarse el último vestigio de servicio público que tenía el ordenamiento de «nuestro» sistema eléctrico. Además, si lo que se asegura fundamentalmente es la rentabilidad razonable a la inversión y no a cuánto se cobrará -o pagará- la electricidad, ya ni les cuento.

En resumen, aunque no sea fácil ver la diferencia, este Real Decreto va más allá de expulsar a una potencial competencia -de UNESA- creada y consolidada al amparo del sistema de primas a las renovables; este Real Decreto acaba definitivamente con un ordenamiento en el que el uso de la electricidad se consideraba un derecho básico y en el que, por tanto, el ordenamiento se dirigía a asegurar el suministro a los ciudadanos -y empresas, claro-, porque la energía era considerada un servicio público.

Es claro que el Real Decreto no dice quiénes serán estos inversores, pues, a la luz de las fórmulas del Título V del mismo, son iguales los pequeños que los grandes, pero ahí sí que creo que nadie se lleva a engaño, pues en un sistema capturado como el nuestro, todos sabemos que UNESA siempre gana. Si este Real Decreto se llega a ratificar y aplicar, no habrá escapatoria posible, pues mientras éste regula quiénes van a estar dentro y quiénes fuera del sistema, su hermano gemelo -el que regula el autoconsumo- constriñe las soluciones alternativas individuales, colectivas, cooperativas o locales

¡Qué quede claro, nos están expulsando del sistema! Soñemos…. ¿que pasaría si el infierno existiera?