El pasado 27 de noviembre concluyó en Viena la ciento sexagésima sexta conferencia de la Organización de Países Productores de Petróleo. Hoy, la prensa y medios internacionales amanecieron desconcertados por una decisión, que si debo fiarme de mi instinto y capacidad para leer entre líneas, no contenta a los países consumidores, especialmente a determinados sectores de Estados Unidos.
Según leo en la nota de prensa de la OPEP, esta organización acordó mantener la producción a un nivel de 30 millones de barriles al día; lo que supone regresar a su nivel de producción de diciembre de 2011. Ante ello barrunto cierto descontento hacia la OPEP, por ser tan poco solidaria con el resto y no atajar el desplome en los precios del crudo, en un momento en el que, como muestra el gráfico adjunto, nos encontramos ante un exceso de producción.

Fuente: EIA
Cabe recordar que esta coyuntura se da en un contexto en el que la OPEP sólo tiene un 30% de la cuota del mercado mundial, lo que significa que el 70% del crudo que hay en el mercado proviene de otros territorios del mundo; y en un contexto en el que la producción de petróleo estadounidense, desde Septiembre 2005, se ha más que duplicado, a la vez que sus importaciones de crudo se redujeron drásticamente. Por tanto, quede claro que lo que se le pide a la OPEP, como siempre ha hecho, es que reajuste lo que otros hacen. Lo que en la jerga se llama hacer de swing producer.
Muchos medios, como el Financial Times sostienen que la OPEP ha adoptado esta actitud para contrarrestar el efecto pernicioso que la profusión de petróleos no convencionales está teniendo sobre su capacidad de ejercer su supuesto poder de mercado. Ésta afirmación es divertida, pues significa que: a) no se está contento con la OPEP por que está haciendo lo que siempre se le había culpado de no hacer (permitir que los precios del petróleo bajaran) y, b) es admitir tácitamente que el sector del petróleo no convencional no puede sobrevivir si los precios son bajos, pues no cubrirán los costes de extracción. Aunque sólo sea por esto último, la OPEP ha tenido una victoria moral.
Dicho esto, en una situación tan confusa como esta, parece apropiado pensar en quienes pueden ser los ganadores y perdedores de este descenso de precios del petróleo, para intentar averiguar quién podría estar detrás de la situación actual.
Ni a los países de la OPEP ni a otros, como Rusia, esta situación les favorece especialmente, pues son economías cuyos ingresos dependen casi exclusivamente de sus exportaciones de crudo.

Ahora, aquí no todos son iguales, pues algunos países como Argelia se verán muy perjudicados si el precio del crudo baja por debajo de los 80-90$/br, mientras que otros, como Kuwait tienen margen para soportar el descenso de los ingresos por exportación. Es más, el extraordinario desarrollo que en los últimos años han tenido los Fondos Soberanos (fondos de inversión estatales, que operan en los mercados financieros internacionales y se nutren de petrodólares), hace que algunos países exportadores de petróleo, puedan compensar la pérdida de ingresos obtenidos con la venta del petróleo, con las rentas obtenidas con sus inversiones a escala planetaria. Por ello, podría ser que la bajada de precios, sin beneficiar a los países exportadores de petróleo, en el corto plazo fuera tolerable para este grupo de países. Este sería un argumento que apoyaría la hipótesis, no de que el descenso del precio del crudo se debe a una actuación de la OPEP, pero sí de que su permanencia en el tiempo es debida a su falta de actuación.
Otro gran grupo de actores en este juego son las empresas del sector. Aquí valoraremos dos grupos de ellas, las tradicionalmente grandes empresas privadas transnacionales del sector, domiciliadas en Occidente, y las nuevas productoras de petróleo y gas no convencional estadounidenses. En este blog, ya hicimos unas reflexiones sobre las primeras, que llevarían a pensar que el descenso de los precios del crudo, para ellas, ahora, es realmente problemático, pues como ya se explicó, la principal fuente de negocio de las majors tradicionales es la venta de crudo. Prueba de ello son los datos que proporcionan Bichler & Nitzan en su última actualización de Energy Conflicts and Differential Profits, donde se observa que en este último año de descenso de los precios del petróleo, las empresas petro-core (British Petroleum, Chevron, Exxon, Mobil, Royal-Dutch/Shell and Texaco) han visto menguada la rentabilidad de sus activos. Esta rentabilidad todavía se verá más reducida si las acciones de estas empresas se siguen desplomando, como hoy lo han empezado a hacer.
Por lo que se refiere a las extractoras y comercializadoras de petróleo no convencional, este desplome de precios podría significar el estallido de la burbuja. Lo comentamos también en una entrada anterior. Y, a tenor de los comentarios de la prensa de hoy, parece evidente que el sector no podrá sobrevivir si siguen estos bajos precios.
Ante ello, parece bastante obvio que a las empresas occidentales del sector este descenso los perjudica considerablemente. Aunque, en opinión de quién escribe, ha sido la entrada en escena, de forma desordenada, caótica, casinística y especulativa, la que ha ocasionado la fiebre del petróleo, que ahora ocasiona el exceso de oferta mundial.
Por último, falta ver si en los países llamados consumidores, la actual situación nos conviene, o no. Es difícil, pues al menos, hay tres aspectos a considerar: a) el impacto sobre los costes energéticos para el consumidor final, b) el impacto sobre la balanza de pagos, y c) el impacto sobre el poder o la posición que puedan tener en el seno de la industria petrolera internacional.
El primero de estos puntos, aunque debiera, depende poco de los precios actuales del petróleo, y más del poder de monopolio que tengan las empresas suministradoras locales. Pensando en otros episodios similares en el pasado, es fácil adivinar que en algo bajará en precio del combustible, pero mucho menos que el precio del crudo. En los países consumidores occidentales, es muy probable que ello vaya así. Pero, hoy en día, los países importadores de petróleo -llamados países consumidores– ya no sólo son países de la OCDE. De hecho, el mapa adjunto muestra que el grueso del crudo de la OPEP se dirige hacia Asia. Siendo mucho más relevante el tráfico por los estrechos de Ormuz y de Malacca, que por el Canal de Suez.
Tenemos menos experiencia histórica sobre cómo podrían actuar las empresas energéticas de las «otras» economías, pero pudiera ser que sí que trasladaran el menor precio del crudo a los consumidores finales (empresas no energéticas y familias). Si ello ocurriera, el descenso de los precios del crudo tendría un efecto asimétrico: escaso en la de la OCDE -salvo Japón, tal vez- y significativo en el resto del mundo consumidor.
El segundo aspecto, el impacto sobre la balanza de pagos es discutible también. Pues si bien es evidente que este descenso de precios debería disminuir la abultada factura exterior energética de países como España; también lo es que si se generan menos petrodólares, podrían disminuir las entradas de capital, que ayudan a equilibrar la balanza de pagos. Personalmente, me parecería perfecto que nuestras empresas dejaran de acudir a la Qatar Foundation o al Mudabala de los Emiratos Árabes Unidos para financiarse, pero esta es la realidad de hoy. Por ello, está por ver el efecto final en la factura exterior total.
Falta el tercer aspecto, lo que podría significar el descenso de precios sobre el poder de determinados actores, fundamentalmente de Estados Unidos, en la escena petrolera internacional. Como dije en la entrada el «milagro» de los precios del petróleo, lo que realmente está en juego en la partida petrolera actual no es la cantidad de petróleo importado, ni si el precio es alto o bajo; lo que está en juego es si alguien se encuentra en la posición en la que unilateralmente pueda influir sobre los precios mundiales, en función de sus propias necesidades. En mi opinión, esto es lo que buscaba el gobierno de Estados Unidos permitiendo el auge el shale gas y oil: recuperar una posición geo-energética privilegiada en la escena internacional. He repetido varias veces que, ello, es un farol. Siguiendo esta lógica, podría estar ocurriendo que se estén poniendo las cartas sobre la mesa y que se descubra que en vez de un póquer de ases, sólo se tenía la pareja de sietes.
A las dudas ya existentes sobre el volumen real y sobre la perdurabilidad de las reservas de petróleo y gas no convencional en Estados Unidos, el episodio de precios actual, muestra dos nuevos factores, probablemente no valorados cuando se inició la partida.
El primero, es algo que nos muestra la historia de la industria del petróleo internacional. Desde sus orígenes en el Siglo XIX, la extracción y comercialización individual, desorganizada y tipo «fiebre del oro» -como la de Dakota del Norte de hoy en día- ha generado una gran volatilidad en la oferta de crudo, ocasionando que el «mercado» funcione de forma más parecida a una montaña rusa, con periodos de abundancia y escasez sin relación con la demanda del mismo, que de forma estable. Es por ello que la industria petrolera internacional tiende a la cartelización, expulsando territorios y competidores no deseados. No es bonito, pero así se organizó la industria petrolera internacional durante el reinado de las siete hermanas, y durante el régimen del tándem Agencia Internacional de la Energía y OPEP, donde quedaba claro que los acuerdos se realizaban entre las empresas de los países exportadores y las de los países consumidores de la OCDE. Hoy, el fenómeno del shale en Estados Unidos, ha dinamitado estos acuerdos.
También los ha dinamitado el segundo factor: la expansión de países importadores de petróleo, o si se quiere, el hecho de que no sólo las empresas de los países de la OCDE sean las compradoras de petróleo en la OPEP. El mapa ubicado unos párrafos más arriba lo ilustra a la perfección. Hasta hace unos años, la OPEP y especialmente Arabia Saudita, hacía lo que se le pedía desde Occidente, porque éstos eran sus únicos compradores, sus únicos suministradores de bienes de todo tipo -desde consumo básico a armas-, y los únicos países por medio de los que reciclar sus petrodólares. Esto último, probablemente siga siendo cierto, pero lo primero, a la vista de los datos, indica que el cliente «más pequeño» de los exportadores de la OPEP de Oriente Medio es Estados Unidos. Así las cosas, ¿por qué le deberían hacer caso?
Desde los inicios de este blog, vengo diciendo que la geopolítica del petróleo ha cambiado. Esta es una prueba más ¿Podría la OPEP dejar de ser swing producer y dejar de reparar lo que otros hicieron mal? Es poco probable pues estos países dependen excesivamente de los ingresos del petróleo para su supervivencia, pero no hay que olvidar que las cosas ya no son cómo antes: a) su faceta financiera con los fondos soberanos les da un poder en la escena internacional que antes no tenían; b) tienen otros clientes que no son los de la OCDE, y c) Estados Unidos se ha portado de forma desleal con ellos, por permitir el desarrollo incontrolado y descontrolado de una industria petrolera autóctona, y por romper las alianzas y fomentar la inestabilidad en la región.
Aunque se sea Occidente, hay que ser un poco más humilde, generoso, cuidadoso o zalamero cuando se le pide a alguien que te arregle «los platos rotos». Si se quiere que la OPEP haga de swing producer, se la tendrá que mimar. Caso contrario, lo que hoy es un episodio, como ya hubo otros, se convertirá en el nuevo escenario de la industria petrolera internacional.
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