El mismo joven amigo que hace unas semanas me mandó un par de artículos del The Economist, hace unos días me mandó un artículo de Karel Beckman, editor en jefe de la European Energy Review, cuyo título es How unconventional oil and gas are turning 2013 into the Year (Even more) Uncertainty (no adjunto enlace, pues hay que estar suscrito a la revista, para poder acceder a sus artículos). El título del mensaje de mi amigo es «gran overview». Y, desde luego, lo es. En siete páginas, el autor hace un recorrido extremadamente ilustrativo de los cambios geo-políticos, que la irrupción de la energía fósil no convencional, está suponiendo a escala mundial. Se esté, o no, de acuerdo con su visión sobre la energía fósil, es un artículo muy lúcido.
La tesis del artículo se resume en:
1) La irrupción del shale gas y la apuesta que Estados Unidos ha hecho por él, está implicando un cambio trascendente en las relaciones internacionales y, por tanto, en la geo-política mundial.
2) Ello -aunque no estaría claro qué va primero- ha ocasionado un cambio en la estructura de gobernanza internacional de la energía. Es decir en las relaciones -de poder – que se daban entre los tradicionales países productores (la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP), las grandes compañías energéticas internacionales (fueran las privadas, International Oil Companies, o las nacionales), y los países consumidores (los que se agrupan en torno a la Agencia Internacional de la Energía, IEA)
3) Este cambio en la estructura de gobernanza internacional ha ocasionado que todos estos actores «muevan ficha», intentándose adaptar a las nuevas circunstancias, salvo Europa.
Esta es la idea general. Sacando punta a la explicación que da Karel Beckman, personalmente, extraigo alguna conclusión adicional que, creo, es bueno descollar, pues ayudará a interpretar algunas de las claves de los acontecimientos contemporáneos.
1) La política que Estados Unidos -y las Américas, en general- están haciendo en relación a la explotación de energías fósiles no convencionales es el fin del Atlantismo en las relaciones energéticas internacionales. Las razones:
a) si el primer importador de petróleo del mundo considera que depende en menor medida de las reservas de petróleo de Oriente Medio, el vínculo histórico entre los consumidores europeos, los productores del Golfo Pérsico y la economía de Estados Unidos de América, se rompe, y
b) si como declaraba Hillary Clinton en Foreign Policy, ha llegado el momento de hacer inversiones similares en el Pacífico que las que se hicieron en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, es más que plausible que ello se convierta en «ayudas» energéticas equivalentes a las que se hicieron en Europa, entonces, vinculándonos, a través de la OCDE, a la Agencia Internacional de la Energía. De hecho, el propio Beckman podría apuntar en esa dirección cuando escribe China is unlikely to be able and willing to take over from the US as yet. Although Bejing knows it can’t keep getting a free energy lunch off the US military table…
En definitiva, el espacio geo-energético Europeo, está perdiendo peso en -lo que será- la nueva estructura de gobernanza internacional de la energía. Está perdiendo poder en ella y está perdiendo poder la institución energética que era su paraguas, la Agencia Internacional de la Energía, pues esta es una agencia. creada en el marco de la OCDE, que es la sucesora de la OECE (Organización Europea para la Cooperación Económica), resultado del Plan Marshall.
2) El revuelo que la irrupción de los fósiles no convencionales puede ocasionar en los «tradicionales» espacios de intercambio internacional de energía, y con ello sobre los precios del petróleo y del gas, puede suponer una gran mutación -no el fin, pues son como el Ave Fénix- en las tradicionales compañías energéticas occidentales o atlánticas (ExxonMobil, Royal Dutch Shell, British petroleum….), que podrían pasar a vender a China o invertir en el transporte del gas y petróleo no convencional, para no perder su hegemonía en las actividades aguas abajo.
Es plausible que ante el giro hacia el Pacífico de Estados Unidos y unas inversiones más que inciertas -no por los atentandos terroristas, sino por la competencia de sus «hermanos» menores en Dakota del Sur-, las grandes de la industria internacional se dejen de proyectos quiméricos de transporte y almacenamiento, que en la mente de los promotores debían cruzar vastos espacios terrestres y marinos para abastecer el mercado atlántico-occidental.
Para mi esta idea se refuerza viendo el bonito gráfico que el Transnational Institute nos ofrece a través de The Finance and Fossil web, en la que claramente se ve que las majors energéticas están controladas -y controlan- por los grandes grupos financieros internacionales. Desde este lógica es muy improbable que un accionista financiero haga una apuesta a riesgo, y a muy largo plazo, para construir unas infraestructuras cuya rentabilidad a corto plazo es nula y, a la largo, imprevisible.
Una vez más, las consecuencias para Europa son preocupantes, pues si «nuestras» empresas cambian de estrategia ¿quién se ocupará de la seguridad de nuestro suministro? ¿quién construirá esos extraordinarios fueloductos como el Nabucco?…Piénsenlo, no es banal.
Hay mucho más que pensar, pero para una entrega basta. Sólo añadir que si aplicamos este pensamiento del fin del atlantismo energético -internacional- podemos empezar a entender algunas cosas que, con nuestro esquema interpretativo habitual, nos parecen muy raras. Por ejemplo, porqué China es la gran beneficiaria del crudo resultante de la invasión de Iraq, o porque Francia ha acudido rauda a Mali.
Lo dice implícitamente Hillary Clinton cuando escribe lo siguiente, As the war in Iraq winds down and America begins to withdraw its forces from Afghanistan, the United States stands at a pivot point. Over the last 10 years, we have allocated immense resources to those two theaters. In the next 10 years, we need to be smart and systematic about where we invest time and energy, so that we put ourselves in the best position to sustain our leadership (…) over the next decade will therefore be to lock in a substantially increased investment — diplomatic, economic, strategic, and otherwise — in the Asia-Pacific region. Y, lo dice explícitamente mi amigo y colega Robert Prince en su blog, The Obama Administration (…) with its eye on an Asian-Pacific military buildup, Washington, itself, is unwilling to send U.S. troops (other than some Special Forces types we have to assume are involved) to Mali. Hollande’s willingness to act as the Sahara’s Netanyahu suits the Obama Administration (…) If this part of the scenario is accurate then there is another way to consider French military actions in Mali: little more than a pre-emptive, defensive military maneuver meant to keep China out of Mali (and Niger and Chad among other places)…
Con todo ello, mi interpretación es:
1) Estados Unidos ya no va a invertir directamente en «asegurar» la estabilidad en el territorio MENA (Middle East and North Africa), pues el petróleo le interesa menos y sus ojos están en el Pacífico
2) Tiene una mentalidad de super-potencia y, aunque esté dispuesta a hacerles favores a los Chinos, tales como facilitarles el petróleo del territorio MENA, no está dispuesto a que China ocupe los lugares que va dejando vacíos
3) Algunos países europeos, intentando asegurar su suministro energético -o el control de recursos vitales en el Norte de África- se están convirtiendo en los gendarmes de Estados Unidos en el vasto territorio del Sahara.
El problema de ello, es que esta actuación individual, subordinada a una estrategia de «retirada» de Estados Unidos de esta parte del mundo, sólo se ha hecho para dejar a un peón in situ. El peón, sin embargo, se equivocó, pues, tal como yo lo veo, en ese contexto de desatlantización de las relaciones internacionales, su presencia en Mali sólo conducirá a una mayor fragmentación de Europa. Pues, sea o no sea verdad, desde Europa no se entiende que en un momento como el actual se inicien «cruzadas» neo-coloniales que, cada vez más, se interpreta, Francia ha realizado para defender «su uranio».
Honestamente, si esta es la forma como Europa, o algunos de sus países se adaptan al cambio del que nos habla Karel Beckman, mejor, lo dejamos, ¿no?.
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