La fiebre del petróleo en Maikop

Antes de mi estancia en el Reino Unido, a lo largo del curso 2014-2015, no tenía ni idea de lo que era «Maikop», sin embargo fue a lo largo de este viaje cuando, por pura casualidad, me di de bruces con la historia de una fiebre del petróleo, protagonizada por inversores británicos, que tuvo lugar en una localidad del Sur de Rusia llamada Maikop (en el mapa cerca del Mar Negro y al suroeste de Krasnodar), en el año 1910. A rescatar esta historia dediqué prácticamente toda mi estancia. Hace un par de semanas, la Revista de Historia Industrial publicó un artículo en el que relato las peripecias de la única compañía, la Anglo Maikop Corporation, que posperó en este contexto, mientras la codicia, la especulación y la falta de experiencia llevaron a que los inversores británicos perdieran entre 9 y 13 millones de libras de la época.

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Fuente: George Godwall; Soviet Union Maps, Chicago – Denoyer-Geppert, 1949

Este artículo, por ahora se puede leer en la versión en papel de la revista y será de libre acceso en unos meses; pero, estando ya publicado, ya no he podido resistirme más a contar alguna cosa sobre él. Lo primero es que, para mi, todo lo que ocurrió en torno a este hallazgo fue muy emocionante. Me lo pasé de «muerte» y aprendí muchísimo.

Todo empezó cuando en la universidad en la que estaba invitada, se me pidió si podría preparar una ponencia, conmemorativa del centenario de la Primera Guerra Mundial, en relación al petróleo de la región del Cáucaso. Entonces, pensé hacer algo sobre lo único que yo sabía de ello: explicar cómo el mundo petrolero que emergió después de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Soviética no tenía nada que ver con lo que existía previamente, entre otras cosas porqué el «petróleo ruso» que, entonces, era el de Bakú, había «desaparecido del mapa». Y, con él, el de los grandes petroleros de entonces que, como otras veces he explicado, eran la Familia Nobel y la Casa de París de los hermanos Rothschild.

Mientras buscaba información sobre ello, me crucé con unos datos que nunca había visto y que cuestionaban la información que yo tenía hasta el momento. Estos datos decían que, justo antes de la Revolución Soviética, la mayor parte de las inversiones extranjeras en  Rusia provenían de compañías petroleras británicas. Citaban como fuente un libro del que nunca había oído hablar, y la casualidad quiso que ese libro se encontrara en un estante, justo al lado, de donde yo estaba sentada en la biblioteca. Este libro fue editado el año 1983 en el Reino Unido, y se trata de una traducción mecanografiada del inventario de empresas extranjeras en la URSS antes de su creación que Ol’ Pavel realizó en los años 1920, entiendo para tratar el tema de las demandas y reclamaciones que estas empresas realizaron al flamante gobierno soviético, con el próposito de recuperar sus activos o recibir algún tipo de indemnización.

Entre este inventario, llamaba la atención la cantidad de empresas con «Maikop» en su nombre. Me costó poco, gracias a wikipedia, averiguar que Maikop era una localidad caucásica-rusa, básicamente conocida por dos cuestiones: su rica cultura y patrimonio de la edad de bronce y por las batallas (o avances) libradas en la región en la Segunda Guerra Mundial. A parte de ello, en la red, nada de petróleo ni de empresas británicas.

Debía ser mi día de suerte, pues después de una frenética e intesa búsqueda di con una referencia que me llevó a establecer que en los Archivos Metropolitanos de Londres estaba depositada alguna información relativa a una empresa llamada Anglo Maikop Corporation (AMC).

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Con ello, pude reconstruir y contextualizar la historia de esta empresa que, cuando estalló la Gran Guerra, era un pequeño holding regional que controlaba toda la extracción, transporte y comercialización de petróleo en el Sur de Rusia.

Posteriormente, en una búsqueda más digna de Sherlock Holmes que de una académica, contacté con la familia del fundador de esta empresa, George Tweedy. Ellos me proporcionaron alguna foto, pero lo cierto es que poco saben de él. No sabemos qué pudo llevar a una persona de origen modesto del noreste de Inglatera al mundo del petróleo de Rusia, pero lo que muestra el éxito del holding petrolero encabezado por la AMC es que hay toda una historia de la industria del petróleo internacional, que va mucho más allá del genio y las hazañas unipersonales de quienes son considerados por la historia oficial los impulsores y creadores de la misma, como Rockefeller (Standard Oil) o Deterding (Royal Dutch), e incluso Ludwig Nobel en Rusia.

A lo que apuntan historias como las de  la AMC en Maikop es que la creación de la industria petrolera del Siglo XX se edificó sobre los hombros de emprendedores individuales que se beneficiaron de pertenecer a un determinado contexto social, político y cultural, en el que se cruzaban y entrelazaban influencias locales, regionales, continentales y globales; y que fueron lo suficientemente listos o avezados para mejorar lo que ya flotaba en el ambiente. Desde este punto de vista, el nacimiento de la industria petrolera debería entenderse como una historia evolutiva y colectiva, en la que el genio petrolero individual, seguramente existió, pero también triunfó por encontrarse en el lugar adecuado en el momento adecuado, extrayendo lo mejor de la herencia recibida. Después, la evolución de la misma, ya es harina de otro costal.

Conrad Kilian o las extrañas omisones de la historia

Hace unos días, llegó a mis manos un escrito de una colega en el que en una nota a pie de página aparecía un nombre del que yo nunca había oído hablar: Conrad Kilian.

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Empecé a buscar sobre el personaje y mi sorpresa fue mayúscula al leer que Conrad Kilian es considerado el descubridor del petróleo argelino. Puede que para ustedes esta cuestión sea anéctodica, pero para alguien como yo, que hizo su tesis doctoral sobre Argelia y que desde los años 1990s se interesa por este país y sus hidrocarburos, el descubrimiento me dejó muerta. Así que desde hace tres días, en mis ratos libres, no he hecho otra cosa que empezar a recabar información sobre esta persona y sus andanzas. Ya he adquirido, a través de internet, un par de biografías; adquirí también -a través del Institut National de l’Audiovisuel francés- y visioné un programa televisivo de 1980 (Alain Decaux Raconte), titulado Conrad Kilian, prophète du pétrole y he buceado por la red a la busca de más información.

Conrad Kilian, tiene entrada en Wikipedia , y existen diversos escritos dedicados a él en dos tipos de páginas web: las del colectivo pied-noir y las de los alsacianos. Nuestro protagonista de hoy, fue lo segundo, pero no lo primero.

Si van a cualqueira de los enlaces que aquí les reseño, verán que la vida del descubridor del petróleo argelino fue de película: niño extremadamente talentoso de buena familia, pero inadaptado; búsqueda de un tesoro de esmeraldas, que encontró, de los Garamantes cerca de la frontera de Argelia con Libia; patriota hasta los tuétanos, pero ignorado por Francia cuando encuentra petróleo; como Laurence de Arabia, un hombre indigenizado en el desierto; enamorado «a morir» de la francesa Corinne, pero amante de diversas mujeres en el desierto; y, finalmente, muerto -y rodeado de muertes- en extrañas circunstancias.

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Frente a esta fabulosa historia, mi orgullo se resiente, pues no me explico cómo he tardado varias décadas en saber de este relato: ¿cómo puedo haber vivido tantos años sin saber que la primera vez que se señaló donde estaba el petróleo en Argelia fue en el año 1922 (parece que lo publicó en 1924)? y ¿cómo no he sabido que su descubridor fue un alsaciano llamado Conrad Kilian? No doy crédito.

Puede que la respuesta a esta omisión tenga que ver con algo que hoy en día nos parece increíble -salvo, tal vez ,a quienes tengan un inmenso concimiento de la historia de la industria del petróleo internacional. LLama mucho la atención a que en un país como Francia, aparentemente celoso de su autonomía e históricamente muy orgulloso de lo suyo, no se le hayan dedicado más relatos, textos, películas, documentales a un «héroe» de este calado. Es más, llama la atención, que quienes reivindiquen su figura sean sobre todo los colectivos pieds-noirs, que como el Cercle Algérianiste, reivindican una cultura e una identidad propia para los que fueron llamados los franceses de Argelia, o algunos alsacianos que, como es bien sabido, son de una región con, también, cultura germánica.

Como ya he dicho, Conrad Kilian, era alsaciano (aunque creo que nunca puso los pies en la región), pero no era pied-noir. No era un colono, ni su familia lo fue; era un aventurero que se fue a buscar un tesoro al Sahara y nunca formó parte de una misión organizada por o desde alguna de las instituciones francesas, aunque a veces tuviera su apoyo. Por ello, me he estado preguntando el porqué de la reivindicación pied-noir de Kilian. Y he llegado a la conclusión que tiene que ver con el olvido de Francia. Kilian, como los pieds-noirs son aquellos a los que Francia se ha dedicado a esconder bajo la alfombra. Eso es lo que les une. Aunque se debería matizar, y mucho, la cuestión de este colectivo, en el contexto de la segunda mitad del Siglo XX, el «olvido» hacia los franceses de Argelia es explicable, pero ¿cuál sería la razón para no haber hecho caso, y luego haber ignorado, al descubridor del único petróleo en el mundo que pudo haber llevado el nombre de petróleo francés?

A mi, en este primer encuentro con Kilian, sólo se me ocurre una explicación, visto que este descubrimento cronológicamente coincide con los años de creación de Oriente Medio como región petrolera internacional, el cártel petrolero anglo-americano que entonces se estaba forjando, y que acabarían siendo en 1928  las Siete Hermanas, y sus gobiernos respectivos, «obligaron» a Francia a renunciar a su petróleo. Éste, hubiera sido un exceso, difícil de controlar.

Probablemente nunca llegue a contrastar esta hipótesis, pero esta es la ventaja de un blog, frente al escrito académico, se puede especular y divagar a antojo. Dicho esto, si leen algunos de los escritos que indico o ven el programa de Decaux, verán que algunos piensan que detrás de la muerte de Conrad Kilian lo que hay es una trama petrolera de peso. Ojalá alguién que leyera este blog, siguiera esta pista…

 

Más sobre desopepización

Realmente sólo tengo media hora para escribir esta entrada, pero acabo de leer una noticia que, según mi modo de entender, requiere algo más que un retweet.

Es una noticia de Reuters Canada, que se titula Exclusive: In mammoth task, BP sends almost three million barrels of U.S. oil to Asia. La pueden leer entera, pero básicamente cuenta lo siguiente:

  1. British Petroleum ha iniciado una operación de venta de tres millones de barriles de petróleo no convencional de Estados Unidos a Asia.
  2. British Petroleum puede hacer esta operación debido a que controla gran cantidad de infraestructuras petroleras internacionales y tiene el know how para poder sacar provecho de los diferentes precios y condiciones del mercado «internacional».
  3. Se inició este tipo de operaciones a mediados de Septiembre, cuando British Petroleum fletó un petrolero, de nombre Felicity, desde Gola (Texas) hacia Malasia.
  4. Estos fletes de petróleo desde USA hacia Asia no pasan por en Canal de Suez, sino que viajan vía África del Sur hacia el Linggi International Transhipment Hub en Malaysia.
  5. Este tipo de operaciones podrán prosperar en la mediada que haya diferencias entre los distintos precios «internacionales» del petróleo y transporte; y, en este momento, se ven favorecidas por el anuncio de recorte de producción de la OPEP, que favorece que otros productores -¿el petróleo de Estados Unidos?- entren en el mercado internacional.
  6. El refinador chino Sinopec a través de Unipec, está ya fletando unos 2 millones de barriles al día de crudo WTI.

En el corto tiempo que tengo para comentar estos datos, sólo puedo esbozar algunos no reflexionados apuntes que, por ahora dejo en este blog, por si algún analista más agudo que yo les puede ir sacando punta.

  1. Estados Unidos parece estar perdiendo su categoría de país consumidor; ¿pasará a ser exportador?
  2. El mercado internacional está roto si existen precios distintos; ¿tendemos hacia una regionalización del mercado del petróleo?
  3. La OPEP se está usando para excusa para reconfigurar una nueva estructura de gobernanza internacional; ¿Qué sentido tiene que se le pida que recorte su producción, si es para que otros ocupen su lugar en el mercado?
  4. Parece que volvemos a un contexto petrolero en el que grandes compañías, como British Petroleum, realizan su actividad independientemente de las necesidades energéticas de «sus» respectivos países; ¿Qué pasará con la Agencia Internacional de la Energía?
  5. Parece que definitivamente han entrado como grandes demandantes internacionales las compañías chinas, ¿Serán éstas -solas o en alianza con las herederas de las Siete Hermanas– las nuevas compañías petroleras internacionales?
  6. ¿Qué significado podría tener para los equilibrios de Oriente Medio, que Suez tenga que compartir su protagonismo con otros lugares de paso?

Y, por último esto -y sé que es una de mis obsesiones- requiere abrir de una vez por todas el debate de los costes; ¿realmente es más barato extraer petróleo no convencional de Estados Unidos, embarcarlo en mega tankers, atravesar el Atlántico y el Índico, para venderlo en Asia, que extaerlo de los «buenos» yacimientos de Oriente Medio y trasnportarlo por las vías habituales?.

En fin, nada de todo esto tiene mucho sentido, pero lo que es seguro es que es una muestra más de la desopepización.

 

 

El papel de vocero de la OPEP

El pasado 30 de noviembre se celebró en Viena la centésimo septuagésima primera reunión de la OPEP. Esta reunión, que tuvo lugar en la discreta sede central de esta organización, generó gran expectación.

opec-zentrale-wien-sterreich-opec-headquarters-vienna-austria-e0dgbyA lo largo de esa mañana, entre los y las seguidoras de la cuestión, hubo gran movimiento en las redes sociales, que se empezó a calmar a partir de la difusión de una breve entrevista al ministro saudí del petróleo, justo antes de que empezara la reunión, en la que él daba a entender que se llegaría a algún tipo de acuerdo. Esta entrevista fue suficiente para que los precios del crudo en el mercado internacional empezaran a subir. El anuncio posterior de este acuerdo, que se concretó en un compromiso de reducir en 1,2 millones de barriles al día la producción, para llegar a una cuota de exportación conjunta de 32,5, consolidó esta tendencia. Los precios del Brent subieron un 10%, situando el precio del barril por encima de los 51$. Las expectativas son, que a mediados del 2017, el este precio alcance los 60$/br.

Todo ello, a los racionales de verdad, debería darnos mucho qué pensar sobre qué es lo que mueve realmente a los precios.

Si algo demuestra el hecho de que un simple anuncio modifique el rumbo de los precios, es que la OPEP (o algo equivalente a ella) todavía cumple una función de vocero en el marco de la estructura de gobernanza internacional del petróleo, pues el mercado del petróleo siempre necesita de alguien con credibilidad que sea, más que el gestor de la escasez, el portavoz de la misma. Lo que, hoy no es, ya, tan claro es que la OPEP pueda mantener ese papel a medio o largo plazo.

Existen dos maneras de interpretar históricamente el papel de la OPEP. La primera, y más extendida, es que la OPEP ha sido una camarilla cartelista, que de forma unilateral y egoista ha decidido el destino de la oferta petrolera internacional, en función exclusiva de sus intereses nacionales. La segunda, y menos extendida, es que la OPEP ha sido una camarilla cartelista, que de forma multilateral ha incidido en el destino de la oferta petrolera internacional, en función, en concreto, de las necesidades de la economía de Estados Unidos; al tiempo que obtenía ciertos beneficios por ello.

En estas explicaciones históricas, la primera atribuiría los shocks del petróleo de los años 1970s a una bravuconada de los países -árabes-  de la OPEP y, la segunda, atribuiría ese mismo aumento a la necesidad de la economía norteamericana -y del sector petrolífero estadounidense, en particular- de que sus precios nacionales del petróleo -con costes sustancialmente mayores que los del petróleo de Oriente Medio- se realinearan con los internacionales, evitando así que el resto de economías del mundo se beneficiaran de unos costes energéticos inferiores a los suyos propios (piénsese que hasta los 1960s, Estados Unidos pagaba -u obtenía- un petróleo un 50% más barato que el resto de las economías occidentales -incluido Japón-, pero que a finales de 1960s esta diferencia había desaparecido y la tendencia se había invertido, pues el precio del petróleo estadounidense era de 3,50$/br, mientras que el que los europeos y japoneses adquirían en el mercado internacional era de 2$/br.).

Yo, personalmente, me quedo con la segunda interpretación, pues desde que a raíz de los shocks del petróleo los precios negociados en el mercado americano (WTI) y los internacionales (BRENT) se realinearon, hasta el momento en que se hizo visible «el fenómeno del fraking», la evolución de ambos precios ha ido a la par.

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Sin embargo, que a mi me parezca más racional explicar la evolución de los precios del crudo en el último cuarto del Siglo XX por las necesidades de la primera economía del mundo, que explicarla por las declaraciones u ocurrencias de los miembros de la OPEP, no resta validez al hecho de que éstas han tenido y tienen su efecto -en el corto plazo- para hacer cambiar de rumbo la tendencia de los precios. La prueba, el efecto sobre el precio del crudo del acuerdo de Viena de hace unos días.

Desde este punto de vista, aunque yo haya declarado lo contrario infinidad de veces, la OPEP no está muerta, pues su discurso parece seguir teniendo efecto. A pesar de ello, arrecian las dudas sobre si el contexto internacional, en general, y la economía y el sector petrolífero estadounidense, en particular, favorecerán que esta tendencia se mantenga a lo largo del tiempo.

Creo que se podrían enumerar bastantes factores que indicarían que, en este momento, ya no se dan las condiciones para tal aumento de precios, pero tales explicaciones se pueden reducir a tres líneas de argumentación.

La primera es que, aunque se produjera la reducción de 1,2 millones de br/día anunciada por la OPEP, seguiría existiendo una abundancia global descontrolada de producción de petróleo a raíz de la individualizada producción de petróleo no convencional en Estados Unidos; a raíz de la reincorporación plena a la OPEP de Iraq, Irán y Libia; a raíz de la creciente descentralización -por no decir fragmentación- de algunos productores de la OPEP como es el caso de Iraq y la Región Autónoma del Kurdistan o lo que parece estar ocurriendo en Libia; y a raíz de la sucesiva incorporación, desde inicios de los 1990s, de otras productores internacionales como son los africanos o las ex-repúblicas soviéticas, Rusia incluida. Dicho de otro modo, hoy en día no parecen darse las condiciones para que emerja un nuevo cartel con capacidad real para gestionar -creando la ilusión de la escasez- la abundancia de la producción de petróleo -que, dicho sea de paso es el eterno problema del sector.

La segunda es que en un discurso sobre la transición energética, en el que ha primado el argumento de los costes, la evolución del precio del petróleo tiene una correlación positiva con los argumentos y la firmeza de las políticas a favor de la implantación de un modelo energético eléctrico y renovable. En otras palabras, si subieran los precios del crudo, sería muy difícil sostener, frente a unas poblaciones muy concienciadas con las cuestiones energéticas y ambientales, la continuidad de las políticas energéticas fosilistas.

Y, la tercera es, que en este momento en el mercado internacional, además de Estados Unidos existe otra gran economía, fuera del paraguas de la OCDE, que adquiere petróleo y que, posiblemente, realice sus previsiones energéticas, no pensando en los costes internos de su industria petrolera nacional, sino en el desarrollo de su economía nacional. De hecho, es muy posible que el objetivo no sólo China, sino la mayoría de economías asiáticas (que son los grandes compradores del -e inversoras en el- petróleo de Oriente Medio) sea que el precio del petróleo internacional sea lo más bajo posible y no aquél que permita mantener competitiva a su industria petrolífera nacional.

Así, en este contexto, parece difícil que el papel de vocero de la OPEP se pueda mantener a largo plazo, pues su credibilidad se verá pronto cuestionada por los hechos. A día de hoy, sólo se me ocurre un argumento para apuntar hacia un aumento de precios sostenido: que los mercados financieros faltos de liquidez especularan en los mercados de futuros del petróleo, para que se produjera una alza en los mismos que alimentara de nuevo el mundo de petrodólares -o Fondos Soberanos como hoy les llamamos.

Dicho todo esto, y dejando claro que moralmente estoy en contra de lo que ello implica, quiero recordar que, aunque sufra infinitas transformaciones, la industria petrolera internacional sólo se podrá sostener bajo una estructura cartelizada que asegure que el destino de las cantidades producidas y el precio al que éstas se venden va en el mismo sentido que las necesidades de quien marca el rumbo a la evolución de la economía mundial. Quién gestionará y será la cara visible de esta estructura es lo que hoy en día los gestores de la industria petrolera internacional habrán de decidir. Y, si realmente se sigue apostando para que la OPEP siga cumpliendo su función de vocero, de forma eficaz, al menos:

a) debería acabarse con toda la producción individualista y descontrolada de fuera de la OPEP -me refiero fundamentalmente al fenómeno del fraking;

b) debería asegurarse que se recompone la centralidad territorial de las compañías petroleras nacionales de los países de la OPEP; y

c) debería revisarse la composición de miembros de la OPEP.

Todo ello, sin olvidar que en el otro lado, el de las empresas y países, que hemos llamado consumidores, las alianzas también están por revisar.

Hoy en día, lo aquí dicho, parece una carta de mínimos a los Reyes magos, pero en mi opinión, sin al menos estas tres condiciones, es difícil que los precios, por un simple anuncio de la OPEP, suban y se mantengan en un nivel suficientemente alto a lo largo del tiempo.