El Mediterráneo no es lo que parece: comentario a un pedazo de un mapa

Estoy viviendo en un lugar en el que le llaman “día soleado” a lo que en España consideraríamos uno de “mal tiempo”. Aquí, pues, sigo encontrando cosas curiosas que me llevan a pensar que lo inmutable es relativo. Ya les conté en la entrada anterior sobre el mundo decimonónico de los petróleos hispanos. Hoy, añado a ellos otra curiosidad. Por esas fechas, en 1879, la rama de París de los Rothschild inició su actividad en el mundo del petróleo -que a inicios del Siglo XX debería llevarle a estar, junto con la Royal Dutch Shell y la Standard Oil, entre los primeros grupos petroleros internacionales- desde España, ya que los Rothschild, junto al refinador Deutsch de la Meurtre, construyeron por áquel entonces varias plantas de queroseno en Cantabria (La Cántabrica), en Andalucia  (La Lucilina) y en La Británica en Alicante que,según dicen, fueron prósperas hasta 1914.

1914 fue el año de inicio de la Primera Guerra Mundial, y como vengo inistiendo en mis últimas entradas, el inicio del hecho que acabó conformando lo que luego conocimos como industria petrolera internacional.

El objetivo principal de la presente es comentar un trozo de un mapa que he encontrado en un tosto, aunque muy informativo, libro sobre la Historia de la Royal Dutch Shell, escrito en 1957 por Guerretson. Una de las cosas que más me llamaron la atención de esta obra es su definicion del Mediterráneo. Mediterráneo como una  parte de un Mercado occidental que, dicho sea de paso, tampoco incluye América.

Fuente: Guerreston, 1957

Este mapa ilustra lo que fue buena parte de ese «mercado occidental» antes de 1914.

Les pido que lo observen atentamente, pues en él verán cosas curiosas. Tal como cuenta el libro, los tres productores del Mediterráneo eran Rumanía, Galitzia y Rusia. En el mapa son esos triángulos marronosos que salen  del margen derecho del Mar Negro y del Caspio. Así que, si interpreto bien, Constanza y Batum eran los dos principales puertos petroleros del Mediterráneo. Además, el embrollo de líneas que se ve en Suez – aunque esto ustedes no lo vean- va en dos sentidos, el del excedente de petróleo Ruso que va hacia los mercados orientales y el de las Indias Holandesas que se dirige hacia Europa. Así, los productores de los territorios que conformaban el Mediterráneo -petrolero- antes de la Primera Guerra Mundial, ninguno era mediterráneo. Da un poco de risa, ¿no?.

Reconozco que cuando lo ví, por primera vez, me chocó, pero luego pensé que ese Mediterráneo sin «mediterraneos», servía para ilustrar algo que he venido defendiendo desde hace mucho tiempo y que se refiere a la noción de espacio geo-energético, como algo mucho más amplio que el territorio físico que incluye. Al igual que he defendido reiteradamente que el Oriente Medio petrolífero pertenece al espacio geo-energético atlántico, por las relaciones y flujos energéticos que se dan en él, el espacio geo-energético del Mediterráneo hasta 1914 fue el de Rusia,el de parte del Imperio Austro-Húngaro y el de la jóven Rumanía. Hoy, como he dicho en entradas anteriores, ante la desatlantización de las relaciones energéticas, tal vez veamos surgir un nuevo Mediterráneo cuyos flujos circularán hacia el Índico y el Pacífico. Este espacio, por el lugar de destino de los productos petrolíferos, tendrá algunas similitudes con el del mapa. Incluso Batum como puerto de destino del petróleo Azerí, podría volver a ser el origen de una de las rutas medieterráeno-orientales; pero, lo demás será distinto. Esta diferencia es otra de las gracias del mapa.

En él la mayoría de países tienen un color verde, anaranjado, rayado a lo que fuere; salvo, y muy significamente, la Península Arábiga y Persia. Tampoco tienen ni cuadradico ni triangulico que les otorgue una presencia especial en el mapa, más allá de su incoloridad y asenyalidad. Simple y llamamente, antes de la Primera Guerra Mundial ninguno de los dos territorios estaba en el mapa. Que cada un@ saque sus conclusiones. Yo, por mi parte, en entradas sucesivas ya les iré desgranando las mías.

Por cierto, España también aparece como Arabia y Persia, pero claro, tiendo a pensar que será por alguna otra razón….

¿Y si Suez se volviera a cerrar?

Estos días de verano estoy leyendo un curioso libro de Otto Mayr sobre autoridad, libertad y maquinaria en la modernidad europea. En su introducción se puede leer que a pesar de que existía, ya, tecnología de funcionamiento sutil y poco dramático…, la primitiva tecnología europea era de naturaleza completamente distinta. Sus estructuras tendían a ser monumentales. Al leerlo, aunque el autor se refiera a un periodo histórico distinto, inevitablemente pensé en Suez y en la monumentalidad de nuestras infraestructuras energéticas que, a pesar de que podrían ni tan siquiera existir, aquí están, erigiéndose majestuosas para mostrar el poder y legitimar el discurso de la industria energética.
Ante los dramáticos acontecimientos de Egipto, sacar a relucir esta cuestión es delicado, pero hoy, ya, varios medios nos informan de que el precio del crudo aumenta por el miedo a que se cierre el Canal de Suez, por donde pasan diariamente 2,97 millones de barriles de petróleo (2012) y una buena cantidad de GNL (1,50 tfc al año). En total, un 30% del tránsito de Suez corresponde al paso de hidrocarburos. Suez como es bien sabido es uno de los grandes chokepoints del mundo y, por tanto, se considera que son a critical part of global energy security.
El Canal de Suez es una de esas fascinantes infraestructuras de mediados del Siglo XIX que favorecieron las geografías imperiales de los estados-nación burgueses europeos: permitieron una mayor acumulación del capital nacional y legitimaron a los estados europeos. La construcción del Canal es el epítome de la nueva «civilización» europea que se consolida después de la Guerra de Crimea, que en ámbito nacional viene representado por el triunfo del capitalismo manufacturero británico, pero que en el ámbito imperial, todavía viene marcado por las grandes campañas ingenieriles absolutistas de Napoleón III en África y de los zares rusos en Asia. En esta misma época se fragua lo que hoy conocemos como la industria petrolera internacional, que antes del desarrollo exterior del imperio de Rockefeller, se vincula desde sus primeros orígenes al Canal de Suez. En 1850 se construye el primer barco petrolero -tanker-; hacia 1870s, los hermanos Nobel, entonces los principales petroleros del mundo y los primeros que desarrollaron lo que hoy llamaríamos el midstream internacional, transportando el petróleo desde Bakú (Azerbaiyán) hacia Europa, se convirtieron en los primeros armadores de tankers del mundo; y ya en 1880, la Royal Dutch Shell logra los permisos para que su petróleo asiático llegue a Europa a través del Canal.
Suez, así, desde su origen, es un crisol de momentos del capitalismo, pues en su origen coexiste la voluntad de los últimos déspotas ilustrados, aunque ya muy burgueses, de Europa continental; la esencia misma de un capitalismo británico, que desde sus inicios entiende que no podrá sobrevivir sin las colonias, y el surgimiento de la industria -la petrolera- que será el símbolo del capitalismo americano de la segunda mitad del Siglo XX. Por tanto, desde este punto de vista, se podría decir que simbólicamente el Canal de Suez es la metáfora – el monumento o infraestructura que representa- del «capitalismo occidental».
Como cada vez que hay una crisis en la zona, se habla de bloqueo y cierre. La última vez que se cerró – en 1956- , su reapertura escenificó la hegemonía americana en las antiguas geografías imperiales europeas. Ayer, después de leer unos curiosos tweets que, para mi, de forma sorprendente avalaban el terrorismo de Estado de Egipto, como forma de parar las privatizaciones, volví a pensar en esta historia.
En este blog, lo he dicho otras veces, en términos del capitalismo global, las nuevas élites islamistas son las portadoras del «nuevo orden» al Mundo Árabe. Tal vez por ello, Europa acríticamente apoyó el golpe de estado de hace unos días – como hicieran, hace años en Argelia-; pero, tal vez también por ello, Estado Unidos que ya mira hacia el Pacífico, lo empiece a condenar. Todo esto es una gran especulación, pero si se cerrara el Canal de Suez, ¿qué veremos cuando se re-abra? Es difícil de decir, pero mi apuesta es que en la reconfiguración del capitalismo global y en el desplazamiento del eje del mundo hacia el Pacífico, al igual que los constructores de Suez se difuminan, el Canal perderá centralidad.

Chipre y la nueva geopolítica del gas

Esta mañana, me ha llamado mi buen amigo y colega Albert Puig, profesor de la Universitat Oberta de Cataluña (UOC), para comentarme algunos cuestiones sobre Chipre. Curiosamente, poco hemos hablado del euro y mucho del gas. Como soy un poco compulsiva, después de hablar con él, he empezado a recordar y a mirar mapas.

Al tiempo, me ha llegado un breve del Foreign Affairs, cuyo título es Trouble in the Eastern Mediterranean Sea. Este breve artículo relata del auge del gas que está experimentando el Mediterráneo Oriental. Cuenta que:

a) En los últimos años se han iniciado muchas perforaciones off-shore en las costas de Chipre, Líbano, Egipto, Israel, Siria y Turquía

b) Israel ha sido el principal beneficiario de esta fiebre del gas, y que ello ya ha añadido tensión a las siempre tensas relaciones entre el Líbano e Israel

c) Que, al firmar acuerdos Chipre con Israel, Chipre es el segundo mayor beneficiario de este auge, pues the island straddles Israel’s most likely gas export route to European markets. Cyprus also lays claim to its own gas deposits. The Aphrodite field, which is adjacent to Leviathan, may contain up to seven tcf of natural gas — enough to meet Greek Cypriot domestic consumption needs for decades to come.

d) Que, como es lógico, Turquía reclama la co-propiedad de estos potenciales yacimientos y que, por ello, upping the ante, Turkey has scheduled major naval exercises to coincide with drilling by Greek Cypriot contractors and has sent its own exploration vessels to disputed waters, threatening to drill on behalf of Turkish Cypriots

El mismo joven amigo, que en otras entradas, ha sido mi suministrador de información, hoy me manda un correo electrónico en el que me da otra buena pista, la del papel de Rusia en todo este juego. Como sabrán, hace un par de días saltó la noticia de que Chipre, ante el abandono de la Unión Europea, miraba hacia ella en busca de ayuda. En un artículo del Der Spiegel International, se explican muchos de los motivos de ello: la fuerte presencia de residentes rusos en Chipre, los vínculos -al igual que con Grecia- con la Iglesia Ortodoxa, el «salvar» los depósitos de los rusos en la Isla, y, lo más interesante: que una de las contrapartidas de la ayuda fuera que se le dieran los derechos de explotación de los yacimientos de gas a la empresa rusa Gazprom. Puede ser cierto, o no. De hecho, hoy Rusia lo ha desmentido, pero la mera existencia de todas estas quinielas es relevante, pues indica que en la esfera de influencia de Europa se abren posibilidades nunca imaginadas antes.

Hace unos días ya dije que estamos asistiendo al fin del atlantismo en las relaciones energéticas. Un efecto colateral de ello, es que pasen acontecimientos, que acaban produciendo alianzas que antes nunca concebimos. La llamada primavera árabe es un buen ejemplo de ello, y lo que ahora ocurre en Chipre, también podría serlo.

Aunque soy economista, no tengo muy claro porqué la Unión Europea ha optado de forma descordinada y patosa por una (no) actuación tan drástica en Chipre. Por lo pequeño de su economía, por lo lejos que está de la concepción dominante de lo que es Europa, la de Occidente, tiendo a inclinarme que es porque se pensó que un buen castigo ejemplar, mostraría la seriedad con la que «Europa» se enfrenta a la crisis y avisaría a aquellos que se están desviando del recto camino, que las consecuencias serían onerosas.

En otros tiempos, una torpeza de este tipo, no hubiera tenido mayores consecuencias geo-políticas, pues en ese mundo de ayer, para una isla como Chipre, la opción entre pertencer nominalmente a Europa o cualquier otro tipo de alianza o bloque regional, tenía una respuesta clara: Europa. Tampoco nadie se hubiera atrevido a cortejar a un país nominalmente europeo. Hoy si seguimos, las especulaciones que tenemos sobre la mesa, está claro que las cosas ya no son así.

Chipre es una economía pequeña, un país, por muchos considerado insignificante dentro de la Unión Europea, del que a veces he pensado que sólo está en la UE por dos razones: para que los jubilados del Norte se retireren o vayan de vacaciones, o para cerrar la puerta «en los morros» a Turquía.

Hace unos cuantos años, escribí en un artículo en el que decida que geo-energéticamente Turquía era parte del espacio europeo; argumenté que esta era una razón adicional para considerar seriamente el ingreso de Turquía en la UE. Nadie tenía porqué, pero está claro que los decisores en Bruselas no pensaron lo mismo que yo. Hoy, he recordado ese artículo, pues desde este punto de vista, la situación de Chipre, todavía es más cómica.

Europa lamenta constantemente tener que comprar al exterior energía primaria. Pues bien, parece que Chipre tiene gas, y qué se hace desde la Unión Europea, sentar las bases para que Chipre decida irse de ella, o para que alguno de los muchos novios que tiene este gas -Israel, Turquía o Rusia-, después de los ajustes impuestos a Chipre, se lo puedan quedar a precio de saldo.

Ello, en un conexto en el que:

1) Estados Unidos ya no parece preocuparse, al menos por ahora, por los hidrocarburos del Mediterráneo; no lo hizo en Libia, no lo hizo con el gas de Egipto; y, mucho menos lo hará, con un gas que Israel también pretende.

2) El gas del Mediterráneo oriental parece estar dando entrada a nuevos jugadores de fuera de la región, como son los qataríes, en el caso de Egipto, o podrían ser los rusos en el caso de Chipre.

3) La Turquía de Ergodán, que ya hace tiempo que se cansó de esperar y dejó de llamar a la puerta de Europa, se orientaliza, pues está mirando con buenos ojos organismos regionales como la Organización de Cooperación de Shangai.

En resumen, la Unión Europea se ceba con Chipre, en un contexto de deserción del tradicional aliado de Europa en el Mediterráneo; en un contexto de entrada de nuevos jugadores en él; y en un contexto de creciente deseuropeización de Turquía. Se mire por donde se mire, es una postura muy torpe, pues con ella y en ese contexto, lo menos que le puede pasar a Europa es quedarse fuera del ámbito de decisión del nuevo juego gasístico que se está abriendo en el Mediterráneo oriental; y lo de más que pierda para muchas décadas, sino para siempre, su influencia en esta zona del mundo.

Claro, para los que defendemos otros modelos energéticos, todo esto debería darnos igual, pero en esta maltrecha Europa lo que, siendo injusto, en el mundo de ayer, casi no hubiera tenido consecuencias, hoy puede ser el hecho que muestre, sin otra interpretación posible, el empequeñecimiento de una Europa que, paradojicamente y nominalmente, es la que, en el último siglo, ha ocupado más espacio en el mapa.

Acoplémonos energéticamente para evitar eurovegas

Estaba preparando una escrito, cuando me he dado cuenta de algo evidente. Para los consumidores, para las ciudades y para los municipios, la energía es un coste. Coste que, es cierto, nos deja la electricidad o el combustible necesario para vivir, producir o “iluminarnos”, que no es poco, pero, al fin y al cabo, es una energía que siempre se acaba convirtiendo en una factura –que pagamos a alguien. El por qué de esta situación es fácil de establecer: la energía es inversión cuando se produce y coste cuando se usa y, debido a la forma en que se ha organizado la industria energética en nuestro sistema, prácticamente nunca la producción se da en el mismo lugar que en el que se consume. En palabras de Hermann Sheer (que ya se ha convertido en mi autor de cabecera), se ha producido un desacoplamiento entre la producción y el consumo.

Gráficamente, esta situación significa que desde un lugar remoto en el que se produce, se genera un flujo unidireccional hacia unos consumidores a los que se conecta –o no- al suministro de electricidad o de combustible. En la práctica, ello se traduce en que las empresas energéticas cobran y los consumidores pagan, generando un flujo de renta que va en sentido inverso al de la energía. El balance final de esta situación, para mi, es difícil de establecer, pero fuere lo que fuere significa que el mundo de las relaciones energéticas, geográficamente, es dual. Mientras unos invierten, otros gastan en energía (aunque ese gasto sea para producir otras cosas).

Los desacoplamientos entre producción y consumo pueden adoptar diversas formas, pero desde mi punto de vista, un caso extremo es el de la industria energética de los hidrocarburos, en la que las fuentes de energía primaria se van a buscar a la otra punta del mundo y en la que se construyen unas extendidas y complejísimas infraestructuras de transporte internacional, para que el petróleo o el gas sea tratado, todavía lejos, pero más cerca de los consumidores finales. Además de lo costoso de estas infraestructuras, traer crudo del otro lado del mundo, es siempre un pago en las balanzas comerciales. En cualquier caso, para que la energía final llegue a los usuarios finales, hacen falta muchas etapas (extracción, transporte, refino, producción, generación y distribución) que empiezan, en nuestro caso, siempre, lejos de nuestros lugares de vida y trabajo.

De toda esta cadena, aunque sólo consideráramos cuanto pagamos por la fuente de energía primaria, antes del refino y de todo lo que le sigue, consideraríamos que es una cifra considerable. Ya comenté este aspecto en una entrada anterior, pero, para un país como España, sólo en un año cálido y de crisis como 2011 se importaron 52.147 miles de toneladas de crudo, lo que, según los datos del último boletín de CORES representa unos 22.735 millones de euros en pagos exteriores. Ello quiere decir que si cada tonelada de crudo, equivale a 7,3 barriles de petróleo, España importó unos 380 millones de barriles de petróleo en un año. Así, incluso en un momento como el actual, en el que la crisis ha reducido nuestro consumo energético, cada dólar de aumento del barril de petróleo, supone entre 350 y 400 millones de divisas adicionales que se han de tener para hacer frente a estos pagos exteriores. A la cotización de hoy, entre 265 y 303 millones de euros. Suma a la que le deberíamos sumar las primas de riesgo de las aseguradoras que, hoy, a la luz del miedo de lo que pueda ocurrir en Irán, ya están aumentando. Y, suma, que ante el progresiva agotamiento de las fuentes fósiles “de bajo coste”, sólo puede ir en aumento.

A día de hoy, si de algo estoy segura es que un cambio de modelo energético hacia uno basado en fuentes renovables –libres y disponibles de forma ilimitados, que no se pagan- como el sol o el viento, necesariamente ha de ahorrarnos este coste de la factura energética. Dicho esto, desde mi deformación de economista, voy a empezar a hacer suposiciones….Supongamos que cada año dejamos de pagar –y es una estimación de futuro muy a la baja, a la que además se le podría añadir el coste del gas y del uranio enriquecido- unos 25.000 millones de euros por la compra de crudo, y que a cambio, cada año, invertimos 25.000 millones de euros (un 70% de los nuevos recortes que hoy nos anuncian) en acoplar la producción de energía al consumo. Destinamos 25.000 millones al año a invertir en producción de energía local y en la creación de redes inteligentes locales. Es decir, supongamos que invertimos 25.000 millones de euros cada año en los municipios españoles, en la producción local, en empleos locales, en nuevas profesiones locales, en investigación local, en nuevas fuentes de fiscalidad locales, y en nuevas formas de gestión local. En resumen 25.000 millones en creación de riqueza sostenible en el territorio, que además, para un caso como el de España, servirían para reactivar -con valor añadido- nuestros dos principales sectores, todo el vinculado con la construcción y urbanismos y el turismo. Piénsese sólo los nuevos diseños urbanos y de edificios que implicaría la sustitución de las actuales infraestructuras energéticas –dicho sea dicho de paso, hoy, obsoletas- por las nuevas, piénsese lo que sería “vender” España, en vez de por lugares como Eurovegas, como paradigma del turismo de playa sostenible.

En el momento actual la opción de acercar los lugares de producción de energía a los de consumo, creo, debería ser considerada muy seriamente, sino por el Ministerio de industria y por el de economía, sí por las autoridades locales y territoriales. Si pasáramos a producir la energía localmente, cosa que en muchos casos es posible, pues no sólo se hizo en el pasado, sino que hoy, añadiendo seguridad y modernidad, muchos casos lo demuestran, contribuiríamos no sólo a regenerar el territorio, sino a sentar las bases sólidas para salir de la crisis y para asegurar un futuro en el que nuestros jóvenes, en el mejor de los casos no se vean abocados a ejercer de croupier en un casino de una ciudad “sin ley”.

Desgraciadamente creo que España no va hacia ese camino, pues según leo ayer en Le Monde, si bien parece que nuestro Ministro de industria sí que apuesta por acercar la producción al consumo, lo hace de forma bastante peregrina: recuperando la idea de buscar petróleo en las Islas Canarias. Esto sería ya lo último que nos podría pasar en este país, ser víctimas de la maldición de los recursos.

¿Perdimos la geo-política del petróleo sin enterarnos?

Estos días se conmemora el primer aniversario de las Revueltas Árabes. La revista digital FP en español realizó una pequeña previsión meteorológica de los tiempos que se avecinan en el Mundo Árabe. Esta previsión consiste en micro aportaciones de conocedores del área que hemos realizado un pronostico político-meteorológico. En mi caso, el diagnóstico fue de lluvioso-tormentoso. Las tormentas eran metáfora del choque que se está produciendo en el mundo árabe entre los dirigentes y las élites protagonistas de cuando el mundo estaba regido por Yalta y los grupos de poder emergentes.

El mundo dividido en bloques, trajo consigo que todos los países del mundo, salvo -y de forma relativa- los que en algún momento conformaron el Movimiento de los países no alineados, se alinearan o con el bloque del Este o con el del Oeste. Esto también fue valido para los Países árabes, cuyos dirigentes, de una u otra manera, emularon los valores de uno de los dos bloques y sirvieron a sus intereses. En el caso de los Países árabes ricos en recursos naturales, más allá del discurso, al integrarse buena parte de éstos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) o en su «filial» árabe (AOPEP), su destino geo-político quedó vinculado al de los países consumidores de Occidente, agrupados en torno a la Agencia Internacional de Energía de la OCDE.

Así, desde los primeros 1970s nos hemos acostumbrado a analizar casi cualquier acontecimiento que ocurriera en los países árabes ricos en recursos naturales o en relación al petróleo o en relación al efecto que este acontecimiento pudiera tener sobre la disponibilidad, cantidad o precio del petróleo. De hecho, hay dos ideas que se han transformado en axiomas del análisis geo-político internacional contemporáneo.

La primera idea es que muchos dirigentes de estos países -fuera Gadaffi en Líbia, Sadam Hussein en Irak, Al Asad en Siria, el régimen paramilitar en Argelia, o cualquiera de las petromonarquías del Golfo- se mantenían en su sitio gracias a la distribución de la renta del petróleo a la población; fuera de forma directa como en las petromonarquías, o de forma indirecta como en Libia, Argelia, Iraq o Siria. Por ello, siempre se consideró que el interés de los dirigentes era lograr el máximo de ingresos de la venta del petróleo en el exterior, para «comprar» la paz social en el interior.

La segunda idea es que, a a pesar de unos intereses supuestamente antagónicos entre países productores y países consumidores, en Occidente se toleraban y apoyaban a estos dirigentes, porque dependíamos de ellos para que el petróleo crudo fluyera hacia los consumidores occidentales. Y, porque, como dice el refrán, «mejor loco conocido que sabio por conocer»

El corolario de lo anterior es que visto que los dirigentes de los países árabes gozaban de la renta del petróleo, y visto que los occidentales necesitábamos de ese petróleo, buena parte de las relaciones entre Occidente y el Mundo Árabe se dirimían diplomáticamente en los foros de la industria energética (OPEP-IEA/OCDE) o, militarmente, con intervenciones -o amenazas de intervención- de Estados Unidos en el Medio Oriente. Ambas formas de actuar, generaban unas relaciones con muchos vaivenes, pero estructuralmente estables.

Si algo nos ha mostrado la primavera árabe es que esta forma de ver el mundo ya no se adecua a él. De hecho, si se recurre a las hemerotecas, se constata  el estupor generalizado de hace un año, pues era difícil de entender que dirigentes de «toda la vida», legitimados, internamente, gracias a las rentas del petróleo y legitimados, externamente, gracias a su fiabilidad como suministradores de crudo a Occidente, fueran desalojados de su lugar en tan poco tiempo. Desde mi punto de vista, lo ocurrido en Libia es el caso más evidente de ello.

Estos últimos días, ha empezado a producirse el goteo de un tipo de noticias distinto que arrojan luz sobre lo anterior. A través de Alfanar y su utilísimo servicio de traducción al castellano de noticias en árabe, llegaba un pequeña nota, titulada El gas político compra la primavera árabe, cuyo inicio es extremadamente clarificador, pues reza «No es cierto que el petróleo sea más importante que el gas en los cálculos de la economía y la política». Sólo esta frase apunta hacia el hecho de que la geo-política y economía de la energía es más amplia que la del petróleo; la continuación del artículo apunta hacia el hecho de que países como Turquía -y, yo diría que, en intención, también Egipto- han experimentado un cambio en las élites dirigentes, debido al creciente protagonismo que el gas ha adquirido en las relaciones energéticas internacionales

De signo distinto, pero también en esta línea, el Informed comment de Juan Cole introducía una breve nota, cuyo título es Can Solar Energy in Mideast Stop a Gas War?. Esta noticia todavía es más sorprendente que la anterior, ya que este título da un doble salto: ni menciona el petróleo, habla de una guerra del gas -que ni sabíamos que existía- pero que se puede superar gracias a la energía solar ¡Es increíble!

Estas breves notas dan dos lecciones. Una a los que seguimos anclados en una forma de ver la geo-energía que es propia del mundo de ayer. Como se puede intuir del gráfico adjunto la industria energética internacional del Siglo XXI ya no es la que era: en el consumo mundial, EuroAsiaPacífico gana peso y, en el global, el petróleo ya no es el rey. Por ello, la geo-política de la energía, y el papel que los Países árabes juegan en ella, va a cambiar.

Consumo de energia mundial, por fuente y en área geográfica

Fuente: BP, Statistical Review of World Energy 2010

La segunda, consecuencia de lo anterior, es que cada nueva propuesta que incluya fuentes de energía distintas del petróleo, sea ésta la generación de gas electricidad a partir de gas, de «carbón limpio» o de energía solar o eólica, implicará un cambio radical en las élites políticas de los países productores, en los espacios geo-energéticos mundiales y en las relaciones energéticas internacionales. Esto -para bien o para mal- también se ha de tener en cuenta, cuando en los países consumidores decidimos cambiar nuestro modelo de consumo energético.

Desertec, ¿solución o problema?

El pasado 11 de diciembre, Leo Hickman,  en The Guardian publicó un artículo sobre el Proyecto Desertec. Pocos días antes, Europa Press se hacía eco de la firma de un acuerdo entre Desertec y la argelina SONELGAZ, para producir energía solar en el Desierto del Sahara.

El proyecto Desertec es uno de los que cobraron protagonismo a raíz de la creación de la Unión por el Mediterráneo. Su objetivo es, en pocas palabras, producir electricidad con energía solar en el Norte de África y exportarla a Europa, mediante una compleja red de transmisión de alto voltaje.

Como ya apunta el artículo de Leo Hickman, este proyecto parece ser la culminación de lo que Franck Schuman inició en 1913 en Egipto: irrigar los campos de algodón con unas bombas de agua alimentadas con energía solar. El hecho de que desde hace casi un siglo existiera, ya, la tecnología para crear placas solares sirvió de base para hablar de «A road not taken». El ejemplo paradigmático de ello es el curioso documental sobre cómo se retiraron de la Casa Blanca las placas solares instaladas por el Presidente Carter.

La respuesta estándar al por qué de esta roadnottaken es siempre la misma: aunque exista la tecnología, ésta no es rentable. Más adelante, en otra entrada, hablaré sobre el falseado debate de los costes y de los precios energéticos, pero aquí me centraré en los claroscuros de esta vía enegética, nunca tomada, y que, ahora, empieza a tomar cuerpo en el discurso energético mainstream.

En mi opinión Desertec -y los proyectos equivalentes a él- son un envoltorio nuevo para acrencentar todavía más, si cabe, el poder de los monopolios eléctricos y, con ello, potenciar un modelo energético centralizado y excluyente.

Ante una preocupación creciente por el cambio climático, después de la tragedia nuclear de Fukushima y con la creciente inestablidad en algunos de los principales países exportadores de petróleo, una propuesta de instalar placas solares en un territorio yermo -y aparentemente sin usos alternativos- para producir una electricidad límpia que vaya sustituyendo a la generada por fuentes fosiles, parece una excelente iniciativa. Y, desde el punto de vista de sustituir combustible fósil por solar, lo es. Pero, sustituir combustible fósil por solar, es también sustituir quién produce el combustible fósil, por quién produce el solar o, en su defecto, concentrar a ambos productores en uno solo. Sea un caso u otro, el resultado es un cambio en las relaciones de poder vigentes.

Simplificando mucho la cuestión, en el esquema anterior, unas compañías petroleras-gasistas extraían y exportaban energía primaria a unas compañías eléctricas que, después de varias transformaciones, la convertían en energía secundaria: electricidad. Por el contrario, el proyecto Desertec en un consorcio internacional formado por un buen número de grandes compañías europeas, en el que llama la atención, por tratarse de un proyecto energético, que no participe ninguna de las «tradicionales majors» energéticas. Grosso modo los acionistas  del proyecto -salvo, tal vez, Siemens- son de tres tipos: compañías eléctricas, constructoras de grandes infraestructuras energéticas-renovables, y empresas del sector financiero. Dicho de otro modo es un proyecto que deja fuera a empresas como Repsol, British Petroleum, TotalFinaElf, Royal Dutch Shell, ENI o, a gasistas menores,  como Gas Natural – Fenosa. Este cambio en las empresas «protagonistas» es la primera gran transformación hacia la que apuntan proyectos como Desertec: las petroleras están pasando al segundo plano de la industria energética, mientras eléctricas, constructoras y financieras, suben posiciones. Este cambio de actores protagonistas en las relaciones energéticas, necesariamente ha de suponer un rotación en los núcleos del poder de la industria energética

¿Qué nos deja adivinar el proyecto Desertec de esta nueva composición de los nuevos núcleos de poder?

En primer lugar, que estos nuevos conglomerados eléctricos dejarán de depender de otras empresas -«las petroleras»- para el suministro de la energía primaria: ellos serán los propietarios de las placas solares, de la red, y los comercializadores de electricidad. Es decir, acrecenterán su control en todas las fases de la producción de electricidad y, con ello, su poder de monopolio.

En segundo lugar, por ser una iniciativa germano-europea, parte de la información disponible indica que buena parte de este proyecto será llevado a cabo por empresas alemanas y europeas. Ello lleva a pensar, que la balanza del poder en la produción de energía se inclina definitivamente del lado de las empresas de los países consumidores, perdiendo capacidad de negociación las empresas nacionales de los países productores.

En tercer lugar, que empresas de países, como Alemanía, que no tuvieron un lugar privilegiado en el «mundo energético petrolero» de la segunda mitad del Siglo XX , están recuperando parte del protagonismo en el «mundo energético» del Siglo XXI. Protagonismo, que en el caso concreto de Alemania se perdió con el Tratado de Versalles y los Acuerdos de San Remo, cuando el Deutsche Bank perdió todos los activos energéticos, concentrados en el Territorio Otomano.

Por tanto, a simple vista un proyecto como el Desertec implica una mayor capacidad de monopolio de las empresas eléctricas, una menor influencia de las Compañías Nacionales de los países productores y la emergencia de nuevas empresas de países que en el anterior modelo hegemónico, no fueron los protagonistas. Es decir un cambio en los actores, en el tipo de relaciones energéticas y en los espacios en los que éstas se desarrollan.

Ante todo ello, proyectos como el Desertec, ¿son buenos o malos?. La parte buena e innegable es que el sol es más límpio que el petróleo, el gas y el carbón. Además de ser un recurso no agotable. Sin embargo, en su diseño actual, la parte mala, es muy mala, pues en el mundo de hoy, que ya tiende a las relaciones verticales, jerarquizadas y autoritarias, potenciar modelos de producción de energía que pueden acrecentar todavía más el poder de monopolio de «grupos selectos de empresas», no va a invertir esta situación. Ante ello, si se quiere apostar por la energía solar, tal vez sería mejor favorecer proyectos más descentralizados, como los que se proponen desde la Fundación Hermann Scheer, en Alemania, o la Fundación Terra, en España.

Así, Desertec podría formar parte de la solución a la «energía sucia», pero, para aquellos que apostamos por sociedades más justas y democráticas, puede ser un problema mayor, pues contribuye a una mayor concentración y centralización en la producción de energía y, por ende, a una mayor centralización económica y política.

Por último, está la parte dudosa de proyectos como este. Es decir, ¿cómo será la nueva geo-política y cuáles serán las actividades económicas derivadas de un modelo de energía basado en la exportación de electricidad solar desde territorios desiertos de países subdesarrollados? Pero, esto lo dejaremos para más adelante.