Nuevos apuntes sobre los precios del petróleo

Un joven amigo libertario de la blogosfera, Helios E.M., hace unas semanas, me hizo llegar sus reflexiones e interpretaciones de lo que estaba ocurriendo con los precios del petróleo. Encuentro que su artículoAlgunos apuntes sobre los precios del petróleo, el fracking y la nueva situación energética, es un buen compendio de muchas de las interpretaciones que se han escrito. En este sentido complementa muy bien las entradas que, sobre este tema, hemos ido realizadondo en este blog.

Para complementar, a su vez, estas contribuciones, quiero añadir tres gráficos que dan mucho que pensar y que, por si solos muestran algo que es evidente, pero que se recoge en pocos análisis.

Primer hecho, el del gráfico 1. El llamado primer shock del petróleo coincide con el momento en el que la economía estadounidense empieza a importar significativamente de Oriente Medio. Ello, a su vez coincide con la creación de la Agencia Internacional de la Energía.

Fuente:EIA, US Crude oil imports y elaboración propia

Origen de las importaciones de crudo de EE:UU. Fuente:EIA, US Crude oil imports y elaboración propia

Segundo hecho, el del gráfico 2. Desde finales de la década de los 1970, y hasta el Siglo XXI, los precios del crudo no hicieron otra cosa que bajar.

preciosTercer hecho, el del gráfico 3. que muestra la evolución de las exportaciones de crudo mundiales (punteado azul) y de la cuota de mercado de la OPEC (línea roja) y los países MENA (línea verde). Esta evolución indica que al mismo tiempo que los dos hechos anteriores ocurrían, la OPEP, y especialmente las exportaciones de crudo desde Oriente Medio y el Norte de África, perdieron cuota de mercado ( de casi el 80% a en torno al 40%)

Fuente:IEA, Oil Statistics (varios años) y elaboración propia

Fuente:IEA, Oil Statistics (varios años) y elaboración propia

Cualquier alumno de primero de economía les dirá que si se da una situación en la que entra un nuevo «demandante», del volumen de Estados Unidos; en la  que bajan los precios y, además, se pierde cuota de mercado, es que no hay ni monopolio ni cártel. Esto es lo evidente. Por ello, tal vez ha llegado el momento de repensar seriamente ¿por qué en la escena petrolífera internacional bajan y suben los precios? y ¿qué significado, ello, puede tener? y ¿qué papel ha jugado la OPEP en todo ello?.

 

Cuando España se enfrentaba a los monopolios confabuladores

Estos días, a ratos, he estado haciendo una somera incursión en la historia de la industria del petróleo en España. Como en tantas otras cuestiones, la historia de la creación de la industria petrolera en este país es poco atribulada, poco afortunada y curiosa.

En 1917, cuando el petróleo en España representaba el 0,3% en el uso final de energía, Joaquín Sánchez de Toca, ministro conservador de la época e hijo del médico que atendió en sus últimas horas al General Prim, escribió una pequeña obra titulada El Petróleo como artículo de primera necesidad para nuestra economía nacional. Según he leído en un artículo de Adrian Shubert, este escrito de Sánchez de Toca es el que inspiró, durante el gobierno de Primo de Ribera a su ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo, para realizar la nacionalización del petróleo. Esta iniciativa se plasmó en el Real-Decreto Ley 1141 de 28 de junio de 1927, publicado en la Gazeta de 30 de junio de ese mismo año. En él, después de un “mono” parte sobre el buen estado de salud de la familia real de Alfonso XIII en Londres, se puede leer la exposición de motivos que el mismo Calvo Sotelo hace sobre la ley. En esta exposición se habla del problema del petróleo como uno en primera línea de todos los que modernamente interesan a todos los pueblos.

En el texto se justifica la nacionalización del petróleo, que daría lugar a la creación de CAMPSA, por tres razones. Primero se entiende que la industria del petróleo, por sus efectos de arrastre sobre otros sectores, puede ser uno de los instrumentos para la industrialización del país; segundo se asume que el petróleo es un instrumento básico de la defensa nacional (entiendo que como combustible de la flota marina y aérea); y en tercer lugar, se le ve también como una fuente de ingresos fiscales. Estas tres razones conducen a una de las frases más graciosas del texto, en la que se dice que el nuevo monopolio no significa realmente una instauración, sino tan sólo sustitución; porque de hecho, en materia de petróleos vivimos en régimen de Monopolio en manos de muy pocas entidades privadas cuya confabulación, siempre posible y en derecho estricto difícilmente reprimible, sobre todo si aquellas se amparan en fuero de extranjería, podría ocasionar riesgos gravísimos al consumidor y al mismo Estado, impotentes para desbaratarla.

A tenor de lo que cuenta Adrian Shubert, al final estas entidades privadas, apoyadas por sus gobiernos respectivos, fueron las que desbarataron el proyecto inicial. Este proyecto inicial era crear una empresa petrolera integrada española (con capital y trabajo nacional), cuya participación del Estado había de ser del 30%. Para crear esta empresa, se tuvo que nacionalizar lo que ya existía en la Península Ibérica: Industrias Babel y Nervión, inicialmente de capital francés y comprada por la Standard Oil de Jersey (1925), la Sociedad Petrolífera Española, filial de la Royal Dutch Shell,y otras empresas menores, fundamentalmente francesas, así como integrar a la Sociedad de Petróleos Porto Pi, creada por Juan March en 1925 -cuya emblemática y arquitectónicamente maravillosa gasolinera puede verse todavía hoy en Madrid en la Calle Alberto Aguilera.

Ello culminó en una batalla sobredimensionada, vista la minúscula dimensión del mercado petrolífero español de la época (en 1927, sólo el 2,1% del consumo final total de energía tenía como origen el petróleo) y la poca importancia de la Península Ibérica en el juego petrolífero mundial, que no acabó con CAMPSA, pero costó un dineral al erario español y desvirtúo el proyecto inicial de tener una empresa petrolera nacional fuerte. Esta batalla perdida, históricamente tiene su gracia, pues contiene algunos ingredientes relevantes para el relato del devenir de la industria petrolera internacional.

Esta historia transcurre entre 1925 y 1927; año, el primero, en el que quedaron fijadas en Lausana las fronteras entre Turquía e Iraq, incluyendo la región de Mosul, y con ello las concesiones petrolíferas en Oriente Medio; y año, el segundo, previo a que las siete compañías petrolíferas más poderosas del mundo (según Calvo Sotelo, los monopolios privados confabuladores) se constituyeran en las Siete Hermanas y se repartieran, junto a la Compañía Francesa de Petróleo, el mercado mundial. Por ello este pequeño acto, cebollante, de creación de una compañía nacional fuera del ámbito de la gran industria petrolera internacional, pudo ser considerado, por parte de ésta, como un acto de rebeldía que no se debía tolerar. Máxime si se tiene en cuenta, que la única empresa petrolífera implicada en la historia, la de la Sociedad Petróleos Porto Pi, había logrado un acuerdo con las autoridades soviéticas para importar crudo desde la URSS, sólo tres años después de que en la Conferencia de Génova y subsiguientes, se limitaran sustancialmente las relaciones entre la incipiente industria petrolera soviética y la occidental. Ello, aunque ahora podamos pensar que no tenía futuro alguno, rompió la hegemonía de las “grandes” en España y debió ser visto como una disidencia a no permitir.

Es curioso, pero visto en perspectiva, éste debió de ser uno de los momentos de máxima actividad diplomática internacional en torno al sector petrolífero español. Se creó una campaña de boicot internacional y se desestabilizó, a la ya inestable, dictadura de Primo de Rivera. Parece increíble que un país atrasado como España, con un ínfimo consumo de petróleo, por querer crear una compañía de petróleos nacional con participación estatal, creara tal alboroto, pero la moraleja es evidente: el poder del monopolio no se logra por el buen hacer, sino por la exclusión de cualquier atisbo de competencia, por pequeña e inofensiva que esta sea. Esto fue así, cuando esta industria era incipiente, y lo es ahora, cuando está madura y obsoleta.

La diferencia es que, entonces, el gobierno intentó oponerse, en palabras de Calvo Sotelo, a ese poder privado que atenta contra el consumidor y el Estado, mientras que ahora, nuestros gobernantes favorecen su poder. Intuyo que esta debe ser la diferencia entre un conservadurismo nacional y uno globalizado, pues por lo demás, las distas ideológicas entre el gobierno de entonces y el de ahora, parecen pocas.

Cien años de industria «libre», petrolera y occidental

Ahora que se acerca 2014, año en el que se celebrará la efemérides del inicio de la “Gran Guerra”, he estado buscando información sobre cómo cambió energéticamente el mundo, entonces. Es curioso, para una persona de mi generación, el mundo del petróleo es el de después de la Segunda Guerra Mundial. En mi mente, este mundo era un universo occidental, cuyo espacio abarcaba, en horizontal desde el Ecuador hasta el paralelo 66, y en vertical desde el meridiano 165 a algún punto entre el 45 y el 60, dejando fuera, claro está, a los territorios europeos del Bloque soviético. En este mundo, exceptuando a Estados Unidos, el Sur, desde el Ecuador hasta el paralelo 30, aproximadamente, era el de los territorios productores; el resto el de los consumidores. Todo aquellos territorios fuera de este recuadro, no formaban parte de la escena energética internacional.

Ante ello, una se pregunta, ¿cuándo se creó este espacio energético, que considerábamos universal? Para mi, su germen se creó en la Primera Guerra Mundial. Antes de ella, la incipiente industria petrolera internacional, de una manera u otra, formaba parte de los tres imperios que desaparecieron en los años de la Gran Guerra. Desde la segunda mitad del Siglo XIX, la industria del petróleo, que hoy llamaríamos internacional, estaba en el Cáucaso Ruso, especialmente en Bakú, donde la familia Nobel y la rama francesa de la familia Rothschild, tenían prósperas compañías petroleras. Entonces, estos dos grupos empresariales eran la gran competencia de la Standard Oil de Rockefeller, todavía muy centrada en Estados Unidos.

Rothschild & Nobel in Baku

Rothschild & Nobel in Baku

Con el tiempo, y  favorecidas por la apertura del Canal de Suez (1869), se desarrollarían dos empresas que comercializarían el petróleo de, y en, el lejano Este -la Royal Dutch y la Shell. Éstas acabarían convertidas en una única empresa anglo-holandesa. La actual British Petroleum no surgió hasta el inicio del Siglo XX, cuando, a resultas de la extravagante concesión que el Sha de Persia concediera en 1901 a William Knox d’Arcy, surgió su antecesora, la Anglo-Persian Oil Company.

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Años después, casi sobre las cenizas del Imperio Otomano, se creó la última compañía en discordia, la Compañía Turca de Petróleo (TPC,1912), predecesora de la Compañía Iraquí de Petróleo, bajo la dirección del carismático Calouste Gulbenkian (Mr. 5%), y participada por los otomanos y empresas alemanas y británicas.

Estos eran los jugadores de la industria del petróleo antes de la Primera Guerra Mundial. Estos conformaban una industria floreciente, pero incipiente, que se desarrolló a la luz del keroseno y que, gracias a la revolución en el transporte que supuso el motor de combustión interna, salió como una de las grandes vencedoras de la contienda bélica. Pero, aunque la industria ganó, no lo hicieron por igual todos sus jugadores. De hecho, en pocos años, los tratados de después de la Primera Guerra Mundial, cambiaron el panorama y sentaron las bases de lo sería la industria petrolera internacional del Siglo XX.

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La revolución soviética, y la Conferencia de Génova (abril-mayo 1922), «acabaron» con el petróleo de Bakú, pues éste salió del mercado internacional, mientras los soviéticos privilegiaban los yacimientos de Siberia Occidental; el Tratado de Versalles (1919) y los Conferencia de San Remo (1920) repartieron los activos petroleros entre los ganadores de la contienda bélica, expulsando a alemanes y turcos del juego, para dar entrada a la Compañía Francesa de Petróleo (actual TOTAL); el Tratado de Sèvres (1920) repartió los despojos del Imperio Otomano, despedazando a la TPC y cediendo Iraq y Siria al Reino Unido y a Francia; y, por último, aunque ocurriera antes, la Conferencia de París (1919), impuso el «principio de puertas abiertas», que favoreció que las empresas estadounidenses entraran en Arabia Saudí, lo que en pocos años catalizó la creación de ARAMCO (Arabian America Company of Oil)

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Desde entonces, hasta la Segunda Guerra Mundial, sólo quedarían los ajustes en las participaciones y el reparto de cuotas entres estas pocas empresas y las estadounidenses, pero ya quedó establecido qué empresas venderían productos derivados del petróleo y cuáles serían los territorios de los que se extraería el petróleo. La Segunda Guerra Mundial, sólo añadió quienes serían los consumidores: los países de la OCDE.

Mirado con cierta retrospectiva, aunque es cierto que se han producido ciertos cambios de propiedad y de régimen, se podría decir que el primer cambio significativo experimentado la industria petrolera internacional en el último siglo es el de la ampliación del espacio petrolero fuera del recuadro que se ha esbozado al inicio. Es decir, lo que en entradas anteriores he calificado de la desatlantización de la relaciones energéticas internacionales. Este cambio, en sí mismo, es una cuestión a pensar. Pero, para mi, la moraleja de esta entrada es que, si todo lo que digo es cierto, se hace patente las «grandes ayudas» que han recibido las empresas y la industria petrolera para sobrevivir tantos años. Lo dicho, otras veces, poco natural me parece a mí, este monopolio.

Fue necesaria una guerra, años de negociaciones de alto nivel y varios tratados, para que una empresas privadas obtuvieran acceso al suministro energético y a las rutas de transporte y comercialización del mismo. Por lo mismo, otras, que eran tan «competitivas» como estas, las de los hermanos Nobel o de los Rothschild, fueron expulsadas del «mercado». El coste de todo ello, en vidas humanas, años, injusticias, impuestos y dinero invertido es incalculable. Huelga decir que esto es lo más alejado a las supuestas virtudes de la empresa privada y del mercado, que nos podamos imaginar. Así cuando se nos dice que tal o cual forma de capturar, generar y emplear energía es o no «rentable» o «competitiva», deberíamos recordar nuestra historia, pues lo que ocurrió entonces, son los fundamentos de la actual industria energética.  

Sinceramente, no creo que nadie entonces se preguntara si era más eficiente una cosa u otra, pues se estaba construyendo un «nuevo» mundo  y un orden asociado a él. Así que se ayudó y protegió a aquellos que más lo podían favorecer. Como siempre ha sido. Por tanto, hoy que este «nuevo» mundo del Siglo XX está desapareciendo, esto es lo que hoy deberíamos pensar, qué mundo queremos y qué tipo de industria energética lo puede favorecer. Todo lo demás, son pamplinas o estrategias de resistencia de aquellos que se sienten amenazados por lo que podría ser el «novísimo» mundo. 

El declive del imperio petrolero occidental

Con un título tan pomposo, inicio la celebración del segundo aniversario de este blog. Sí, dos años ya. Años que vienen marcados por la celebérrima onomástica de la medusa y de servidora. De hecho, este blog fue un regalo recibido en la que fue la tradicional fabada en homenaje a nuestra común Santa, hasta que, después de unos 40 años de servicio al barrio, el Mesón del Jamón cerrara sus puertas.

¡Cuántas cosas están cambiado para todos nosotros! En fin, este tsunami capitalista que nos va barriendo a todos, podría estar amenazando también a las grandes compañías petroleras internacionales privadas transnacionales, conocidas en la jerga como International Oil Companies, cuyo acrónimo es IOC.

Llevo unos días buscando algo relativamente impactante y novedoso para celebrar este aniversario. Empecé esta búsqueda, leyendo un artículo académico, intelectualmente estimulante, de Gavin Bridge y Andrew Wood, titulado  Less is more: Spectres of scarcity and the politics of resource access in the upstream oil sector, que fue el que me dió la pista, pues en él, entre otras cosas, se afirma que las grandes, entre las grandes petroleras, estructuralmente, tienen problemas serios. Según estos autores, esta fragilidad se debe, y creo que tienen razón, a que su principal fuente de negocio es la extracción y venta de petróleo crudo. En el contexto actual, ello está amenazando su sostenibilidad a largo plazo, pues roto el mundo en el que las IOC y la OPEP eran las dos caras de la misma moneda; y roto el mundo en el que ellas eran las únicas compradoras del «mercado» internacional, parece que están teniendo problemas para asegurarse el acceso a «nuevas» reservas acordes con su modelo de negocio: petróleo de calidad, relativamente fácil de extraer, con un coste por debajo de los 15$ el barril.

Después de leer estas ideas, decidí buscar datos que muestren la cuestión. Pero, entre las cosas que también han cambiado en estos dos años, la Energy Information Administración estadounidense, después de tunear su página web, ha cancelado alguno de los servicios que ofrecía. Entre ellos, el que yo en algún momento de mi vida consulté más, los informes financieros de las grandes productoras de energía estadounidense. Así que, desgraciadamente, se acabaron las series homogéneas y gratuitas sobre las compañías petroleras. Los últimos datos, se corresponden con el informe de 2011, y se refieren a 2009. Soy una persona poco proclive a creer en confabulaciones y complots, pero la desaparición de tales estadísticas, en un momento en que ocurren cosas inexplicables en el sector energético estadounidense, es un pelín mosqueante. En fin, como la vida misma, tiraremos adelante con lo que tenemos…

Acabar en 2009 las estadísticas es fatal, pues este es un año poco significativo por ser el de mayor impacto de la crisis fuera de nuestra Europa meridional y por ser un año de bajos precios de petróleo: en términos reales se situaron en torno a unos 60$ del barril, entre un antes y un después, en torno a los 100$/br. Sea como fuere, los datos de conjunto que tenemos hasta ese año, muestran lo siguiente:

1) Las grandes empresas petroleras son muy rentables para sus accionistas, de hecho salvo en los años de grandes descensos del precio del crudo, recientemente 1998-99 y 2009, la rentabilidad de este tipo de empresas, al menos para los accionistas e inversores, es mucho mayor que la del resto de empresas productoras-manufactureras. De hecho, pasado el bache de 2009, los datos de Shell, ExxonMobil, Chevron, Total y British Petroleum (BP), muestran que los accionistas siguen cobrando buenos dividendos por acción.

2) En los primeros años del Siglo XXI estas empresas han tenido unos ingresos -y unos beneficios- excepcionales, que a la luz de los datos que nos ofrecen los informes anuales de las compañías citadas, parecen haberse recuperado y han vuelto a iniciar una tendencia creciente.

3) La principal fuente de estos ingresos es el segmento upstream (extracción y venta de petróleo o gas natural). Es asombroso ver, que en casi todas las grandes las ventas por este concepto representan en torno a un 85% del total, y que en algunos casos como el de Chevron, en los últimos tres años, ha sido de más del 90%.

Por tanto, y aunque parezca extraño, casi se podría decir que estas empresas son tan rentistas como las economías petroleras, pues su principal fuente de negocio son los ingresos que obtienen por la venta del producto del subsuelo, y mucho menos las ventas de bienes finales elaborados. De hecho, sin llegar a tener una relación tan exacta, como en el caso de las economías de los países exportadores de petróleo, los buenísimos años de estas empresas son los de altos precios del petróleo, mientras que los menos buenos, los de bajos precios.

Ante esta forma de negocio, que se basa en capturar el máximo posible de la renta del subsuelo, el dato preocupante, al que se refiere el artículo de Bridge y Wood, es la evolución de las reservas y la producción de estas compañías.

Fuente: EIA (2011)

Fuente: EIA (2011)

En este gráfico se observan, en primer lugar que, hasta 1998-99, estas compañías fueron perdiendo volumen de reservas. En segundo lugar, cuando éstas se empiezan a recuperar, el petróleo pierde peso dentro de ellas. Desde entonces, representan un 11% menos. Y, lo que es más grave, si a estas reservas le descontamos las arenas bituminosas de Canadá, el efecto todavía es más impactante. En total, hoy en día, las GPE, tienen más o menos el mismo volumen de reservas que antes, pero de peor calidad: las bituminosas de Canadá y el shale gas en Estados Unidos. Acorde con estos datos, los costes asociados a la extracción (en $2009/boe.) del petróleo y del gas, en los mismos años, casi se han triplicado.

Fuente, EIA (2011)

Fuente, EIA (2011)

En resumen, menos acceso al petróleo y más costoso. Sin entrar, ahora, en discusiones sobre si el petróleo se acaba, o no, lo que es evidente es que para unas empresas en las que, como media, entre el 85 y el 90% del negocio es su venta, se enfrentan a un problema muy serio, salvo que consigan seguir sacando el máximo de una, cada vez, menor cantidad: la renta minera de la que ya hemos hablado en otras ocasiones.

Por ello, a estas grandes compañías les interesa que el precio del petróleo -el gas es un poco distinto- se mantenga alto. A ello están ayudando los mercados financieros. De forma alarmante, mientras el futuro real -el negocio del petróleo físico- de estas compañías parece nublarse, el de sus operaciones a futuros, va viento en popa. En el NYMEX, una de las plazas en las que se negocian contratos para entregas futuras de petróleo o títulos derivados, se ha pasado de unas 400 operaciones al día a principios de Siglo a casi 2000, en la actualidad. Y, lo que es peor, se ha acelerado la relación entre ganancias en el NYMEX e inversiones en otros activos financieros. Por tanto, cada vez hay más agentes que tienen un título vinculado -aunque sea remotamente- con el hecho de que en algún momento podrán comprar o vender tantos barriles de petróleo a tal precio ¿Les suena, no? En algún momento de la historia, alguien -o algún fondo de inversión- preguntará si puede hacer efectivo su título. Y, entonces, ¿qué pasará? Tal vez no habrá reservas para todos, serán de mucha peor calidad de lo esperado -reservas subprime– o ese día el petróleo real se venderá a un precio muy distinto del pactado.

Mientras, nadie diga nada, nada pasará. Pero, sin alarmar, la cosa pinta mal, pues las empresas más poderosas del mundo, las que en buena mediada han marcado la geopolítica y las relaciones internacionales del Siglo XX, se están quedando rezagadas. Aunque, siguen ahí, agazapadas, escondidas detrás de la forma menos evolucionada y primitiva de su negocio -exprimir al máximo la renta minera-, ayudadas por los ilusos que van a la búsqueda del nuevo Eldorado petrolero y los mercados financieros.

Ante ello, ya no sé lo que quiero. Si se destapa la historia, cuando vean que no se pueden realizar los beneficios que prometieron, nos exprimirán un poco más, para extraernos, la rentabilidad que prometieron y que el petróleo ya no les puede dar. Y, si no se destapa, pues ustedes mismos….

Petropolis 2

Y pensar que de pequeña no callé hasta que me regalaron el petropolis, la versión petrolera del monopoly. No me acuerdo, pero puede que mis «pobres» padres, resignados, me lo regalaran en ocasión, también, de uno de mis santos. Ironías de la vida….

¿Energía fósil?: sólo es una cuestión de poder

Estos días estoy leyendo a los economistas clásicos, excavando los fundamentos, a ver si consigo entender cómo hemos dejado que nuestro modelo energético se convirtiera en una dictadura tal.

Ayer, leyendo el prefacio de The Coal Question (1885) de William Stanley Jevons, di con una cita de John Tyndall (1820-1893) que «lo dice todo». Se trata de una carta que éste le escribió al primero y se refiere, como toda esta obra de Jevons, a la posición -al poder relativo- que ha alcanzado el Reino Unido, a mediados del Siglo XIX, gracias a la disponibilidad y uso del carbón. Tyndall dice, no veo porvenir a ningún sustituto, del carbón como energía motriz, que se pudiera encontrar. Se tienen, es cierto, vientos, ríos y olas; y se tienen rayos y el sol. Pero, éstos están al alcance a todo el mundo. No se puede ejercer ningún liderazgo frente a una nación que, además de estas fuentes de energía, posee la energía -the power- del carbón …. gozaremos de mucha de su energía física e intelectual, sin embargo seguiremos sin estar a la altura ante aquellos que poseen carbón en abundancia.

Leyendo esta cita, no hay duda que se nos está diciendo que el carbón fue el que dio ese plus de poder al Reino Unido, frente a otros países europeos. Frente a un hecho como este, hay dos actitudes posibles. Una, que es la que parece plantear Jevons -y otros de sus paisanos coetáneos-, que nos dice que por alguna razón, más divina que humana, la riqueza material del Reino Unido es el fruto de la Providencia; siendo «pecado» no emplearla correctamente -de forma moralmente correcta. Otra, es pensar, como yo lo hago, que hay una grado de elección en optar por desarrollar el uso de esta fuente de energía frente a las otras. La razón de ello: porque ésta da un poder que las otras no dan.

Hay un poder -el geo-político, mundial- que es fácil de entender, pues basta pensar que gracias a la potencia del carbón -y a la explotación de los trabajadores-, el Reino Unido -como después ocurrió con el petróleo en Estados Unidos- logró multiplicar la producción y la renta nacional hasta convertirse en la primera economía del mundo.

Más allá de ello, llama la atención que ello se justifique por la Providencia. Piénsese, por ejemplo, que en España la misma Providencia, nos ha otorgado una inaudita cantidad de horas de sol al día (de energía) que en vez de poder, nos ha traído turismo. Ya se ve por donde voy, ¿no? Lo dicen muchos con los que Jevons compartió disciplina. El francés Jean Baptiste Say (1767-1832) -por cierto, el precursor de la economía de la oferta- escribió, afortunadamente nadie ha podido nunca decir que el sol o el viento le pertenecen y que, por tanto, el servicio que me proporcionan ha de ser pagado. De hecho, esta frase es empleada por Thomas Malthus (1766-1834) en su definición de lo que es un monopolio natural: … es un regalo de la naturaleza al hombre, pero a diferencia del sol y del aire -esto no lo dice Malthus- es un regalo al que le podemos establecer derechos de propiedad. De ahí que podamos crear un monopolio. Si seguimos la lógica del discurso -aunque soy consciente que es caricatura del mismo-, acabaríamos diciendo que la Providencia a algunos les da un pedazo de tierra o una mina, mientras que a otros no. Es claro que sobre -o debajo- ese pedazo de tierra se pueden obtener rentas y/o beneficios, pues la categoría de propietarios da derecho a decir «esto es mío y si quieres lo que de ello se obtiene, tendrás que pagar por ello» o peor «…tendrás que trabajar en ello, para poder pagarlo».

Tiendo a pensar que en lo que acabo de decir subyacen algunas de las razones por las que el mundo de la energía se fosilizó, en vez de renovarse. Una historia distinta, que iré desgranando en sucesivas entradas, es cómo los economistas, desde entonces hasta ahora, hemos ayudado a dar carta de naturalidad a este modelo energético.

Monopolio natural e industria energética

En mi primer año en la facultad, teníamos una asignatura que se llamaba Teoría Económica I. Era una introducción básica a la teoría económica que, francamente, a pesar de lo que diré a continuación, estaba bien. En mi manual de entonces, que todavía conservo, se puede leer lo siguiente: cuando  discutimos los problemas que surgen de la monopolización de una industria y la respuesta  política estatal apropiada, es esencial contestar a la pregunta: ¿es la industria un monopolio natural? Este manual dice que el monopolio natural se produce cuando una sola empresa puede producir la cantidad total que se vende, a un costo medio menor que lo podrían hacer dos  o más empresas. Esto ocurre cuando se generan economías de escala. Este decir, cuando ante una elevada inversión inicial -un gran coste fijo-, cuantas más unidades se produzcan, más baratas resultan.

De ahí, se dice que son casos típicos de monopolio natural las comunicaciones, el transporte y la energía. En el mismo manual, unas páginas más adelante, respondiendo a qué tipo de política estatal debemos hacer, dice que si la empresa es un monopolio natural…romperlo sería contraproducente, puessólo necesitamos unos cables eléctricosSi tuviésemos dos o más empresas en estas actividades, estaría duplicando la inversión….del monopolio existente e implicaría una pérdida de recursos.

En resumen, a un alumno o alumna que entre en una facultad de economía se le explica que la industria energética, por requerir grandes inversiones iniciales, es inexorablemente monopolio natural. Por ello, mejor no hacer nada para evitarlo -en todo caso, regularlo-, ya que si hubiere más de una empresa energética o más de un cable, no sólo se encarecería innecesariamente el producto, sino que la sociedad derrocharía recursos que podría destinar a otras actividades.

Lo crean o no, que te cuenten esto es tu primer año de carrera cincela la mente. Incluso en un caso como el de mi generación en el que estudiamos una economía mucho más política, humana y transversal que la actual, difícilmente nos cuestionamos que los monopolios naturales no son un destino inapelable. En mi caso, me ha llevado más de 25 años, caer del caballo.

No discuto que si hay una industria en la que, por las razones que fuere, sólo se pudiere producir (bienes o servicios) a partir de unas inversiones iniciales muy elevadas, se generarían las dichas economías de escala; lo que me pregunto es sobre la premisa: la  inevitabilidad del monopolio natural en la industria energética.

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Formulado de otro modo, entiendo que una vez hemos construido una gran planta de generación eléctrica, una gran refinería, unos oleoductos que atraviesan medio mundo, unos cables que cruzan territorios enteros, una gran central nuclear, una presa como la de las Tres Gargantas en China, etc… cuanta más energía podamos generar, transportar o producir, más rentable -en sentido amplio- será la inversión; pero mi pregunta es si realmente ¿ésta es la única organización industrial posible para producir y distribuir la energía? Históricamente, la respuesta es no.

Si se analiza la historia de la energía se puede aventurar que la naturalidad del monopolio energético de innata tiene poco. Fundamentalmente es una historia que empieza en el último cuarto del Siglo XIX en Estados Unidos, cuando la Standard Oil, con Rockefeller a la cabeza, inicia la construcción «masiva» de oleoductos por el conjunto del país, y cuando General Electric, gracias a los conocimientos de Tesla, empieza la producción hidroeléctrica a gran escala, a partir de la central de las Cataratas del Niagara. Es decir, la industria energética se vuelve monopolio natural, a finales del Siglo XIX, cuando la forma de producir energía se convierte en centralizada: cuando se decide que desde único centro productor (o generador) se suministrará electricidad o combustible a los ciudadanos dispersos por el territorio, a los que se les puede hacer llegar, o no, un cable o un tubo.

La industria energética se consolida como monopolio cuando de forma natural (sic!), después de varios avatares de la historia -el Imperio colonial británico, la desintegración del Imperio otomano, los Acuerdos de Versalles, la Revolución soviética y Yalta, por citar algunos- la industria se internacionaliza, lo que obliga a invertir en grandes infraestructuras, que conecten los llamados países productores con los países consumidores; el monopolio siguiendo su naturaleza se refuerza cuando, en los años 1980s, se inician las grandes privatizaciones y se convence a los propietarios de pequeñas plantas generadoras, que lo «más natural» es que vuelquen la electricidad que antes alimentaba sus pueblos o fábricas a una red general; y, entiendo que, con esta misma lógica, si prosperan planes como el Desertec o RoadMap2050, también será «más natural», generar la electricidad en el Norte de África para ser empleada en Alemania, que tener unas placas solares al lado de casa.

Puede que como economista sea una nulidad, pero, ahora lustros después, todo esto me parece muy poco natural, en el sentido de que «no hay otra». De hecho, fuera de la economía, los que saben de esto, no cegados por el insoslayable monopolio natural, hablan de elección. Hablan de caminos posibles, pero no tomados (Armory B. Lovins); hablan de elección de tecnologías que favorecen el monopolio y la concentración de la propiedad (Lewis Mumford) o de tecnologías energéticas que evolucionan escogiendo las características que le permitirán interactuar con los poderes establecidos (Josep Puig i Boix).

De ello, hoy en esta entrada, sólo me interesa resaltar que mientras desde la economía hablamos de la inevitabilidad del monopolio natural de la industria energética, fuera de ella, de lo que se habla es de elección y de poder. Para mi, en mi estado mental presente, son «los otros» los que tienen razón, aunque admito que me ha costado más de 25 años barruntar que llamar monopolio natural a la industria energética es tan sólo, otro más, de los ardides lingüísticos en los que los economistas estamos demostrando un talento sin igual.