Cosas extrañas veredes o el extraño rumbo de Iraq

Ayer se presentó en Estados Unidos el informe especial sobre Iraq que, en el marco del World Energy Outlook, ha realizado, bajo la dirección del Dr. Faith Birol, la Agencia Internacional de la Energía de la OCDE (IEA en su acrónimo en inglés). Se presento en el CSIS, y los ponentes eran el mismo Dr. Birol y el embajador de Iraq en Estados Unidos.

No es que quiera contarles todo lo que hago, pero es que esta corta estancia en Estados Unidos me está sirviendo para confirmar, lo que ya sabía, que el mundo no es ya lo que era, y que asistimos a cosas, hasta ahora impensables, porque no formaban parte de nuestra visión del mundo. Sé que estoy siendo un poco insistente con ello, pero es que, día tras día, esta idea se confirma.

No les voy a contar todo el contenido del informe, pues en la página web de la IEA, se pueden descargar el texto completo, pero sí que me gustaría compartir con ustedes la perplejidad que me causó alguna de la información que allí se dio.

En el informe queda claro, y parece que es una previsión menos optimista que la del Gobierno de Iraq, que la producción de Iraq podría pasar de los 3 millones de barriles al día actuales, a más de 8 millones en 2035. Ello representa casi el 45% de lo que se prevé que aumentará la producción de petróleo mundial, de aquí a 2035. Si además, se tiene en cuenta que Iraq es uno de los lugares del mundo donde el coste de extracción por barril es menor, una entiende que el petróleo de Iraq debería -todavía hay muchas incertidumbres- jugar un papel extremadamente importante en el panorama energético mundial. Hasta aquí, estos datos son «normales». Es más, incluso podrían dar la razón a aquellos que, en su momento, argumentaron que la intervención de la coalición internacional en Iraq se debía al petróleo.

Pero esta razón se acaba, cuando se miran algunos otros datos que nos da la propia agencia de energía, la IEA, de los países occidentales. Pues con lo que les voy a contar, si de verdad detrás de la operación de Iraq había la intención de hacerse -aunque fuera metafóricamente- con el petróleo de Iraq, los datos indicarían que, en esto también, «salió el tiro por la culata».

Si las previsiones de la IEA son acertadas, en su escenario central, cuando la producción alcance los ocho millones de barriles diarios, el 70% se destinaría a los mercados asiáticos, especialmente China e India. Es decir, en el escenario que se baraja, el primer destinatario del petróleo Iraquí será Oriente, no Occidente. Pero, todavía hay más. En este mismo informe se ve que en los nuevos contratos que se han otorgado, desde 2008, hay una fuerte presencia de compañías que no son las «tradicionales» compañías petroleras -occidentales- internacionales, aunque sea cierto que ExxonMobil, al menos sobre el papel, tenía una presencia muy importante. Sin embargo, hace tan sólo cinco días, esta compañía dijo que se quería ir de Iraq. Si ello ocurriera, el panorama energético de Iraq será muy distinto del que la mayoría de nostros imaginó hace tan sólo unos años. De hecho, sorprendentemente, una de las lecturas del informe es que el renovado maná petrolero de Iraq, en el próximo futuro, será gestionado por grandes empresas energéticas asiáticas y regionales, que exportaran hacia Asia.

Puede que todo sea una de mis fantasías energéticas, pero a lo mejor no es sólo la mía, pues, de forma sorprendente también, ayer, en la presentación -no así en las preguntas- en ningún momento se mencionó a Estados Unidos. Ni cuando se habló del petróleo ni cuando se habló del gas. En este segundo caso, de quién sí que se habló fue de Europa y de la propia región.

No sé, qué decirles, saquen ustedes mismos sus conclusiones, pero todo esto, también nos apunta hacia el cambio. Y, si éste no se materializa en la pérdida de la hegemonía de las empresas estadounidenses en el «mundo» petrolero internacional, al menos, y eso seguro, se materializará en la extinción definitiva de la OPEP; pues, como ayer tambien se comentó, ya me dirán qué va a hacer Arabia Saudí, si salen 6 millones de barriles, al día, más al mercado….¡Qué gran ironía, la vida! Tanto contraponer, a las grandes empresas transnacionales energéticas occidentales, las compañías nacionales de la OPEP, para, ahora ver, que ambas pueden acabar siendo las perdedoras de la nueva situación. En realidad, es lógico, pues ambas eran las dos caras de una misma moneda: el orden petrolero «internacional» de la Segunda mitad del Siglo XX.

Puede que no, que todo sea una ilusión y que el mundo seguirá siendo como antes, pero demasiados son los signos, ya, de que estamos presenciando lo que no pensamos fuera posible.

Cosas que ya no cuadran: ¿el fin de la Doctrina Carter?

Tenemos muy asumido que buena parte de la política (o al menos de la actuación) exterior estadounidense tiene como principal, sino único, objetivo asegurarse el suministro energético del país. Aunque no se corresponda exactamente, esto es lo que solemos conocer como la Doctrina Carter, que afirma que los Estados Unidos empleará la fuerza para defender sus intereses en la zona del Golfo Pérsico. Intereses que, comúnmente, se han asociado con el petróleo.

Estos días, aunque sé que suena raro, me estoy preguntando si la citada doctrina no habrá iniciado su vía de extinción, o sino está ya muerta definitivamente. Lo empecé a barruntar a raíz de las revueltas en el Mundo Árabe, donde me extrañó -algo inaudito para las personas, como yo, criadas en la segunda mitad del Siglo XX, cuestión que ya apunté en la entrada ¿se acabó la geopolítica del petróleo?– la falta de respuesta, e incluso abandono, de Estados Unidos en lo referente a los intereses petroleros en la zona.

Lo sigo barruntando cuando dirijo mi mirada hacia Asia Central. Región compuesta por Kazajastán, KIrguistán, Tajikistán, Turkmenistán y Uzbekistán -en el enfoque mainstream norteamericano, también incluye a Afganistán- y que en los 1990s se consideró como la «nueva OPEP» o el «nuevo Eldorado»

Hoy, casi veinte años después, si algo llama la atención en esta región es -salvo en Kazajastán- el poco peso que las inversiones de las grandes compañías petroleras estadounidenses -y amigas- tienen en la zona. Si no me creen, miren en los enlaces del párrafo anterior qué empresas aparecen listadas en el desarrollo y transporte de los proyectos energéticos regionales ¡Es inaudito, también! Personalmente, nunca había oído de ningún país «petrolero», abierto a la inversión extranjera, en el que no estuviera representada alguna de las supermajors (BPAmoco, Texaco-Chevron, ExxonMobil, PhilipsConoco, Royal Dutch Shell y TotalFinaElf).

A esta curiosidad, se le suma, que en todo aquello que tiene que ver con el discurso sobre la retirada de Estados Unidos de Afganistán, no se menciona como prioridad asegurar el suministro energético de USA en la zona. En este sentido, lo que Departamento de Estado ha definido como the New Silk Road Strategy es una estrategia -pilotada desde EE.UU.- pero con miras a crear corredores regionales. Se habla de vías hacia Pakistán e India, de comercio con China o Turquía, pero nada que directamente tenga que ver con garantía de intereses energéticos americanos en la zona. Tal vez, porque los que hay son escasos. No sé, no sé…., pero todo esto suena raro. Aunque se me diga que el New Silk Road forma parte de una estrategia en etapas en la que primero se construyen los corredores para sacar el petróleo y el gas y después se instalarán «nuestras» compañías, ésta no ha sido la forma habitual.

Pero puesta a ver cosas poco habituales, todavía veo más. En Estados Unidos, los medios más conservadores, hablan del adios a la OPEP, para defender la producción nacional de petróleo y gas no convencional que, según un titular- guardado hace unos meses- será suficiente para convertir al Hemisferio Occiental en autosuficente. Es más descubro que en algunos medios norteamericanos se están planteando, de cara a reforzar sus alianzas en el Pacífico, exportar gas a Japón.

Miren todo esto junto y verán que no suena a nada conocido en la tradicional geo-política del petróleo: Estados Unidos que no interviene en el Mundo Árabe; las supermajors que casi no están presentes en Asia Central; la falta de mención directa de los intereses estadounidenses en esta misma región; la posibilidad de que el nuevo auge gasista-petrolero convierta a Occidente en autosuficiente; y la idea de que Estados Unidos podría reforzar su influencia en el Pacífico a través de exportaciones de hidrocarburos no convencionales. La guinda, ya la apunté en mi última entrada sobre la campaña electoral en Estados Unidos: la constante referencia al objetivo de lograr la autonomía energética.

Nada de estos será, pero para especular -que para esto están los blogs- estas ideas no están nada mal, pues lo cambian todo, pues una geo-política dominada por asegurar, al precio que sea, el suministro energético, con los nuestros y para los nuestros, es sustancialmente distinta de la que se deriva de la búsqueda de la autonomía energética. Pero, cuidado, que nadie se haga ilusiones, pues decir que algo es distinto no significa decir que es mejor.

Aunque el petróleo de mucho dinero, es un mal negocio

El otro día, mientras escribía la anterior entrada, tuve un momento de mala conciencia, incluso temí que, posteriormente, algún comentario me acusara de insolidaria, en relación a los países productores. Pensé que alguien me diría que si nos acoplamos energéticamente, los países consumidores dejaríamos, después de explotarlos durante años, de «ceder» una parte de la renta mundial a aquellos que nos han suministrado energía durante décadas. Esta es una cuestión sobre la que he pensado bastante -sin llegar a ninguna conclusión satisfactoria-, pues si la producción de energía se descentralizara, las rentas que reciben los países exportadores de petróleo, como pago por el producto de su subsuelo, podrían disminuir o peligrar. Esta cuestión es ambivalente, ya que si bien es cierto que la existencia de estas rentas ha ayudado a mantener en el poder a regímenes autoritarios -gracias a la distribución de las mismas a la población, manteniendo la paz social-, no es menos cierto que gracias, también, a estas rentas, las sociedades de buena parte de los países petroleros han tenido un nivel de vida mucho más satisfactorio que el de otros países subdesarrollados. Esto es especialmente cierto para el caso de los Países Árabes de la OPEP. Por ello, mi opinión es que cuando se plantean hipotéticos cambios de modelo energético, esta es tambien un variable crucial a considerar. Esta semana, sin embargo, mis pensamientos se decantan más del lado de la balanza de que, tal vez sí, tal vez, ha llegado el momento de acabar definitivamente con estos regímenes. Pienso, concretamente, en Arabia Saudí.

Todo empezó cuando, preparando clases, visualicé un vídeo que una colega me había indicado hace unos meses. El vídeo en cuestión es un documental de Documentos TV, cuyo título es Planeta en venta. Este documental habla del expolio que los fondos de inversiones de todo tipo y las grandes compañías agroalimentarias están haciendo en cualquier lugar del mundo con tierras «disponibles». Para mi sorpresa, viéndolo, descubro que Arabia Saudí es uno de los grandes jugadores de esta partida, pues su definición de seguridad alimentaria pasa por la compra masiva de tierras en África o Brasil. Debería matizarlo, pero mi primera sensación al verlo fue pensar en las nuevas formas que el colonialismo -financiero- está adoptando.

Hoy en día, buena parte de los excedentes de liquidez que lubrican los mercados financieros internacionales y financian «nuestros» déficits provienen de los Fondos Soberanos, unos fondos de inversión estatales que se nutren de los excedentes de las balanzas por cuenta corriente. Hoy, de los aproximadamente 5.000 miles de millones de dólares que tienen estos fondos, poco menos de 3.000 tienen como origen la venta de recursos energéticos y minerales en el mercado internacional, y poco más de 2.000 la venta de otros bienes y manufacturas. Aproximadamente, un 10% de estos fondos pertenecen a Arabia Saudí. Según la última clasificación del Sovereign Wealth Institute, el fondo saudí es de 532,8 miles de millones, y sólo es superado en importe, por el de Abu Dhabi, Noruega y China. Este esbozo de cifras apunta hacia el significado de la metamorfosis del petróleo, que de bien energético internacional pasa a activo financiero global. Cada vez que se paga por un barril de petróleo, el los mercados «reales» o de los de «papel», los accionistas de las empresas energéticas acumulan dividendos, y las fondos de los países productores, petrodólares. Esta es una de las particularidades del petróleo frente a otras fuentes de energía, pues es a la vez potente activo energético y financiero.

En una economía financiarizada como la que tenemos, es esta «otra cara» del petróleo -la capacidad de a partir de un barril de petróleo de crear una «riqueza» inmensa-, el que lo convierte en irremplazable. Por ello, también, convierte en insustituibles unas estructuras de poder -de gobernanza- monopolistas -las de la industria energética internacional- que, en el sistema, son las encargadas de «captar», moldear y canalizar el excedente energético hacia los mercados internacionales de capital.

En el año 2009, ya escribí un artículo en la revista Culturas en el que sostenía que existía una fuerte interdependencia entre Estados Unidos y Arabia Saudí por el hecho de dinero del petróleo. Esta es una línea discursiva cuyos fundamentos se pueden encontrar, en los años 1970, en obras de estructuralistas como Jean Marie Chévalier y que se ha concretado, en los 1990, en los escritos de algunos economistas institucionalistas-radicales de Estados Unidos como Shimshon Bichler y Jonathan Nitzan.

Estos días en los que se conmemora el primer aniversario de las revueltas en el Mundo Árabe y ha resurgido el malestar con Irán, gracias a la lectura de un texto de Paul Stevens que un buen amigo me hizo llegar, he vuelto a pensar en esta cuestión.

El texto cuenta que 2010 fue un año récord en excedentes petrolíferos ociosos. A finales de este año había un cierto pánico en los mercados, pues se consideraba que existía un serio riesgo de desplome de los precios del petróleo en el mercados internacional, como ocurrió en 1998. Frente a ello, el conflicto con Irán, actúa como un bálsamo: se absorbe la capacidad excedente, sube el precio del crudo por el miedo a conflictos mayores en la zona, y Arabia Saudí añade entre dos o tres millones de barriles al día a un «buen precio» superior ¿Quienes se benefician de ello? A día de hoy, tres grupos de agentes: los saudíes, los gestores de los fondos soberanos en los mercados internacionales de capital y todas aquellas compañías que vendan petróleo crudo.

Me doy risa a mi misma, llevo más de diez años predicando que la OPEP nunca ha tenido el poder que se le suele atribuir, pues son tan sólo un eslabón de la cadena energética internacional; pero, dicho esto, estos días empiezo a pensar que Arabia Saudí sí que es imprescindible. Básicamente, porque, desde mediados de los 1970, ha sido pieza clave en la creación de petrodólares y, por ello, su actuación es vital para satisfacer las necesidades de liquidez del sistema. Por esta razón, son también pieza clave de esa industria energética internacional que con sus prácticas monopolísticas alimenta a «los mercados».

Así, mientras nos dominen «los mercados», padeceremos las consecuencias de la geopolítica del dinero del petróleo. Aunque la OPEP dejara de existir, aunque las compañías privadas entraran en Libia y en Iraq, aunque cambie todo lo demás, la gran paradoja es que, para que el flujo financiero del dinero del petróleo se mantenga, se necesita a una Arabia Saudi como la de hoy. Una Arabia Saudí capaz de intervenir de forma rápida, porque el destino de toda su producción y de todo el dinero que ésta genera están en manos de la misma persona: el Rey. Un país en el que no hay fisuras ni intereses distintos ni accionistas a los que contentar. Esta unicidad es la que asegura que el sistema se mantenga tal como es.

Así, una vez más, vuelvo al punto de partida del blog: un modelo energético basado en el petróleo es nocivo para la humanidad, pues requiere de estructuras de poder autoritarias y centralizadas para poder cumplir la función que le asigna el sistema. Incluso, cuando ya es evidente que podrían existir fuentes energéticas alternativas, su dinero, «obliga» a mantener estructuras de producción -y por tanto de poder- verticales, centralizadas y jerarquizadas. Por ello, como reza esta entrada: ¡aunque dé mucho dinero, el petróleo no es buen negocio!

¿Perdimos la geo-política del petróleo sin enterarnos?

Estos días se conmemora el primer aniversario de las Revueltas Árabes. La revista digital FP en español realizó una pequeña previsión meteorológica de los tiempos que se avecinan en el Mundo Árabe. Esta previsión consiste en micro aportaciones de conocedores del área que hemos realizado un pronostico político-meteorológico. En mi caso, el diagnóstico fue de lluvioso-tormentoso. Las tormentas eran metáfora del choque que se está produciendo en el mundo árabe entre los dirigentes y las élites protagonistas de cuando el mundo estaba regido por Yalta y los grupos de poder emergentes.

El mundo dividido en bloques, trajo consigo que todos los países del mundo, salvo -y de forma relativa- los que en algún momento conformaron el Movimiento de los países no alineados, se alinearan o con el bloque del Este o con el del Oeste. Esto también fue valido para los Países árabes, cuyos dirigentes, de una u otra manera, emularon los valores de uno de los dos bloques y sirvieron a sus intereses. En el caso de los Países árabes ricos en recursos naturales, más allá del discurso, al integrarse buena parte de éstos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) o en su «filial» árabe (AOPEP), su destino geo-político quedó vinculado al de los países consumidores de Occidente, agrupados en torno a la Agencia Internacional de Energía de la OCDE.

Así, desde los primeros 1970s nos hemos acostumbrado a analizar casi cualquier acontecimiento que ocurriera en los países árabes ricos en recursos naturales o en relación al petróleo o en relación al efecto que este acontecimiento pudiera tener sobre la disponibilidad, cantidad o precio del petróleo. De hecho, hay dos ideas que se han transformado en axiomas del análisis geo-político internacional contemporáneo.

La primera idea es que muchos dirigentes de estos países -fuera Gadaffi en Líbia, Sadam Hussein en Irak, Al Asad en Siria, el régimen paramilitar en Argelia, o cualquiera de las petromonarquías del Golfo- se mantenían en su sitio gracias a la distribución de la renta del petróleo a la población; fuera de forma directa como en las petromonarquías, o de forma indirecta como en Libia, Argelia, Iraq o Siria. Por ello, siempre se consideró que el interés de los dirigentes era lograr el máximo de ingresos de la venta del petróleo en el exterior, para «comprar» la paz social en el interior.

La segunda idea es que, a a pesar de unos intereses supuestamente antagónicos entre países productores y países consumidores, en Occidente se toleraban y apoyaban a estos dirigentes, porque dependíamos de ellos para que el petróleo crudo fluyera hacia los consumidores occidentales. Y, porque, como dice el refrán, «mejor loco conocido que sabio por conocer»

El corolario de lo anterior es que visto que los dirigentes de los países árabes gozaban de la renta del petróleo, y visto que los occidentales necesitábamos de ese petróleo, buena parte de las relaciones entre Occidente y el Mundo Árabe se dirimían diplomáticamente en los foros de la industria energética (OPEP-IEA/OCDE) o, militarmente, con intervenciones -o amenazas de intervención- de Estados Unidos en el Medio Oriente. Ambas formas de actuar, generaban unas relaciones con muchos vaivenes, pero estructuralmente estables.

Si algo nos ha mostrado la primavera árabe es que esta forma de ver el mundo ya no se adecua a él. De hecho, si se recurre a las hemerotecas, se constata  el estupor generalizado de hace un año, pues era difícil de entender que dirigentes de «toda la vida», legitimados, internamente, gracias a las rentas del petróleo y legitimados, externamente, gracias a su fiabilidad como suministradores de crudo a Occidente, fueran desalojados de su lugar en tan poco tiempo. Desde mi punto de vista, lo ocurrido en Libia es el caso más evidente de ello.

Estos últimos días, ha empezado a producirse el goteo de un tipo de noticias distinto que arrojan luz sobre lo anterior. A través de Alfanar y su utilísimo servicio de traducción al castellano de noticias en árabe, llegaba un pequeña nota, titulada El gas político compra la primavera árabe, cuyo inicio es extremadamente clarificador, pues reza «No es cierto que el petróleo sea más importante que el gas en los cálculos de la economía y la política». Sólo esta frase apunta hacia el hecho de que la geo-política y economía de la energía es más amplia que la del petróleo; la continuación del artículo apunta hacia el hecho de que países como Turquía -y, yo diría que, en intención, también Egipto- han experimentado un cambio en las élites dirigentes, debido al creciente protagonismo que el gas ha adquirido en las relaciones energéticas internacionales

De signo distinto, pero también en esta línea, el Informed comment de Juan Cole introducía una breve nota, cuyo título es Can Solar Energy in Mideast Stop a Gas War?. Esta noticia todavía es más sorprendente que la anterior, ya que este título da un doble salto: ni menciona el petróleo, habla de una guerra del gas -que ni sabíamos que existía- pero que se puede superar gracias a la energía solar ¡Es increíble!

Estas breves notas dan dos lecciones. Una a los que seguimos anclados en una forma de ver la geo-energía que es propia del mundo de ayer. Como se puede intuir del gráfico adjunto la industria energética internacional del Siglo XXI ya no es la que era: en el consumo mundial, EuroAsiaPacífico gana peso y, en el global, el petróleo ya no es el rey. Por ello, la geo-política de la energía, y el papel que los Países árabes juegan en ella, va a cambiar.

Consumo de energia mundial, por fuente y en área geográfica

Fuente: BP, Statistical Review of World Energy 2010

La segunda, consecuencia de lo anterior, es que cada nueva propuesta que incluya fuentes de energía distintas del petróleo, sea ésta la generación de gas electricidad a partir de gas, de «carbón limpio» o de energía solar o eólica, implicará un cambio radical en las élites políticas de los países productores, en los espacios geo-energéticos mundiales y en las relaciones energéticas internacionales. Esto -para bien o para mal- también se ha de tener en cuenta, cuando en los países consumidores decidimos cambiar nuestro modelo de consumo energético.