Creación y destrucción del Oriente Medio petrolero occidental (3)

El 19 de marzo de 1914 se rubricó un acuerdo de fusión entre el Grupo D’Arcy ya la Turkish Petroleum Company (TPC).

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Este acuerdo es importante porque establece que la mayoría de la TPC estará en manos «puramente» británicas, siendo el resto lo que corresponde a la parte holandesa de la filial de la Royal Dutch Shell, al Deutsche Bank y a Calouste S. Gulbenkian. Pero, lo más importante es que el 50% del total estará bajo el control del Grupo d’Arcy (germen de la British Petroleum). Grupo que ya tenía bajo su control exclusivo un concesión que abarcaba toda Persia. Este hecho, como ya dijimos y veremos en entradas sucesivas, cambió el rumbo de la historia de la industria petrolera, al convertir las concesiones de Oriente Medio en la pieza más preciada del petróleo internacional.

En el primer volumen de la historia de la British Petroleum, Ronald W. Ferrier apunta este cambio de rumbo, pues escribe It is against this general historical background that William Knox D’Arcy, and Englishman […] was offered in 1900 the chance of acquiring an oil concession in Persia, by a cosmopolitan Persian official […]. D’Arcy was prepared to take the risk in floating an uncertain entreprise to explore for oil. It was simply a personal initiative for profit. It is a mesure of the later fortuitous importance of D’Arcy concession that the most machiavellian of motives have been presumed to account for his investment. In reality the skills of the geologist and the driller discovered oil, not the imagination […] or the gamble of the speculator.

Condiciendo R.W. Ferrier y yo misma, sobre el hecho que la explotación del petróleo de Oriente Medio fue un acontecimiento que modificó el sentido de la historia petrolera mundial, nuestras coincidencias acaban aquí. Pero, no puedo dejar de sentir por él una admiración profunda. De hecho, estoy fascinada -y no exagero- por el virtuosismo narrativo del autor, pues en seis líneas construye un discurso sobre D’Arcy y las concesiones petrolíferas en Oriente Medio, que es la esencia de la historia oficial de la industria petrolera internacional: que ésta es el resultado de la actuación individual de personas «excepcionales» dotadas de determinados atributos.

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William Knox D’Arcy y su mujer en su casa eduardiana: Fuente: The Telegraph; BP a History in Pictures

Entiendo que cuando Ferrier escribe que la concesión persa de D’Arcy se gestó a contracorriente del contexto -histórico- del momento, aboga por la idea de una historia de la industria petrolera realizada por las acciones aisladas, del contexto y del sistema en el que viven, de dos individuos, uno británico y otro cosmopolita. Por tanto, favorece esa visión de que la historia de la industria petrolera es el resultado del «genio» individual, en vez de la de unas conflictivas relaciones de poder. Ello queda claro, al situar a D’Arcy como alguien ajeno a las disputas, ya existentes en ese momento, por el control del mercado mundial del petróleo, que la Standard Oil, la Royal Dutch y la Shell, así como los productores rusos (los Nobel y los Rothschild); como al decir que lo que hizo D’Arcy no tiene que ver con las interpretaciones maquiavélicas que se hicieron después (entre las cuales la mía, supongo)

Pero, en estas líneas se dice más que eso. Se enumeran los atributos de D’Arcy, que son tres:  a) ser británico, con todos los atributos morales que a finales del Siglo XIX e inicios del XX ello implica; b) ser alguien que sólo se mueve -individualmente- por su propio interés, sin intervenir en ello cuestiones del poder político o económico, y por tanto, acuerdo correctamente de acuerdo con el pensamiento económico al uso; y c) ser alguien que basa su actuación en la actuación de los expertos, por ello ésta viene legitimada por el conocimiento, científico de la Geología y la técnica del oficio petrolero.

Todo ello tiene mucha miga, pero como resumen, diremos que según la «historia oficial», el descubrimiento e inicio de la explotación del petróleo de Oriente Medio es el resultado de un encuentro casual entre un cosmopolita y un hombre comme il faut, cuya actuación sólo fue resultado de una búsqueda experta e «inocua» de beneficio individual. Así, Ferrier,  de un plumazo ensalza la figura del fundador de la British Petroleum, y esconde lo que hubo detrás de estas concesiones, pues desaparece cualquier mención al imperialismo británico y a la lucha por el poder y la hegemonía mundial, que desde la Guerra de Crimea hasta Yalta se libró en el mundo.

A la vista de los datos, y desde mi interpretación del mundo, tres son al menos, las «mentirijillas» de esta descripción: a) no está claro que D’Arcy fuera este hombre que nos pintan. De hecho, y no es broma, da mucho que pensar que D’Arcy sea el único de los petroleros británicos que no fue ni Sir; b) los archivos muestran que hubo una estrecha y sucia colaboración entre el Grupo D’Arcy y algunos departamentos del Gobierno Británico, para lograr tales concesiones, que posteriormente fueron usadas políticamente para configurar un Oriente Medio «a medida» y para que el Reino Unido no perdiera su lugar en el orden mundial; y, por último, y aunque pueda parecer menor -pero cada vez me molesta más que los actos económicos y políticos se escuden bajo una falsa pátina de cientificidad,  c) en esa época el negocio del petróleo era más parecido a un juego de azar que una actividad científica-tecnológica. Otra cosa, es que la jugada saliera bien…

 

 

 

 

Creación y destrucción del Oriente Medio petrolero occidental (2)

En la anterior entrada prometí ir desgranando la historia de la Turkish Petroleum Company, pero cuanta más información leo, más pierdo los hilos conductores de este relato.

El fenómeno de la creación -y de las disputas alrededor- de la Turkish Petroleum Company (TPC) es un caso de estudio fascinante, pues constituye uno de esos acontecimientos parcialmente olvidados, pero sin cuya existencia no se entendería la historia de la industria petrolera internacional.

Desde mi punto de vista, la TPC, oficialmente creada en 1912 (aunque ahora yo empiece a tener mis dudas al respecto), fue la primera compañía petrolera internacional del mundo. Por compañía petrolera internacional entiendo, al menos cuatro cosas: a) ser un consorcio formado por empresas -o inversores- de varias nacionalidades; b) ser una compañía cuyo objetivo es extraer petróleo de un territorio distinto de el del lugar de origen de los inversores, para ser comercializado como producto final, en los países de origen de los mismos; c) tener la voluntad de exclusividad -o de dominio- en el reparto de las concesiones en territorios determinados y en los mercados finales; d) ser una empresa cuya actividad cuenta con la protección de los gobiernos de los países de origen de los inversores, siendo estas formas de protección muy diversas.

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Fuente: The Times (London, England), Friday, Jul 02, 1920; pg. 17

Antes de la TPC no existió, propiamente -la Royal Dutch Shell, sería la más parecida, entonces- ninguna empresa que cumpliera con las cuatro características. Ello, no quiere decir que no existieran empresas que comercializaran petróleo por el mundo. Lo hacía la Standard Oil, que exportaba la producción sobrante de Estados Unidos, como lo hacía el consorcio de la Asiatic Petroleum Company, con los excedentes de petróleo de Rusia, pero en ninguno de los dos casos el objetivo principal era extraer petróleo de un lugar del mundo, para ser empleado en otro.

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Sospecho -y sólo es eso una intuición sin corroborar- que el concepto de «petróleo internacional» es un invento británico. Podría haber sido germánico, pero el curso de la historia -y, probablemente, la mentalidad imperial británica- lo impidieron.

Visto con retrospectiva, pareciera que la industria petrolera internacional fuera el resultado de una ocurrencia de alguien en el Reino Unido, a inicios del Siglo XX, que se debió dar cuenta de que la posición hegemónica que Inglaterra tenía gracias al uso intensivo del carbón, podía perderse por la emergencia de un nuevo combustible que era, entonces, abundante en Estados Unidos, Rusia y en Europa oriental, pero no en la Islas británicas. Ese, para mi, fue el momento en el que el Reino Unido puso el ojo en el territorio del Imperio Otomano, iniciando un trágico culebrón  que duraría unos tres lustros, y cuyo resultado fue establecer que la función de los países creados en el espacio del territorio otomano  -llamado Turquía asiática, primero, y Oriente Medio, después- sería la de ser los proveedores de petróleo hacia el resto del mundo.

Quien debía ocuparse de la gestión de esos flujos de petróleo, sería la Turkish Petroleum Company que, a pesar de su nombre, siempre fue «extranjera». Primero, antes de la Primera Guerra Mundial, germano-británica-holandesa; después de la contienda bélica, fundamentalmente británica; y desde 1928, cuando se reconviertió a Iraq Petroleum Company, anglo-americana (aunque en ella participaran la Royal Dutch y la Compañía Francesa de Petróleo ).

Fue entonces cuando el Oriente Medio petrolero y occidental con las fronteras que hemos conocido a lo largo de los últimos cien años se puso en el mapa. Antes, sin embargo,  los británicos actuando bajo la influencia de un bullying -que no lobby– extremo del grupo D’Arcy o de la Anglo- Persian Oil. Co., hicieron todas las artimañas imaginables, para que una concesión que inicialmente había pertenecido a inversores alemanes, primero bajo el nombre de Anatolian Railway Company y, después, bajo el nombre de Bagdad Railway Company, acabara en sus manos. Este será el tema de la siguiente entrada de esta serie.

Creación y destrucción del Oriente Medio petrolero occidental (1)

Desde hace unos par años que me ronda una idea por la cabeza. Me dedico a ella en mis ratos libres, pero como conseguir encontrar la información, leer y metabolizar es un proceso largo y laborioso, no sé si alguna vez seré capaz de desarrollar este pensamiento hasta el final. Por ahora, empiezo con el número uno de la serie.

Repasando entradas antiguas del blog, veo que en junio del 2014, ya hice un primer pinito sobre esta cuestión. Cuestión, que no es otra que la de la relación entre cómo se fijaron las fronteras de Iraq en 1925 y cómo se otorgaron las concesiones petrolíferas a la Turkish Petroleum Company (TPC) , antecesora de la Iraq Petroleum Company (IPC), y núcleo fractal del posterior reparto que las Siete hermanas y la Compañía Francesa de Petróleos (CFP) realizaron en Oriente Medio.

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Deseo, en entradas sucesivas de esta serie que hoy inicio, ir desgranando algunos de los pormenores de la compleja historia de la creación de la TPC y de cómo Oriente Medio se convirtió en región petrolera. Ahora, sin embargo, para empezar me gustaría explicar por qué este tema me interesa.

Cuando en 2003, la coalición liderada por Estados Unidos invadió Iraq, derrocó a su Presidente, Saddam Hussein, e impulsó una nueva constitución en 2005, internamente, abrió la puerta a la desintegración de una frágil, pero estable, arquitectura institucional. Y, externamente, marcó un punto de inflexión -para mi definitivo- en la industria petrolera internacional, que ha supuesto el fin del orden energético internacional del Siglo XX. Muestras de ello las tenemos en el mismo Iraq, donde nunca hasta esa fecha habían entrado inversores o se realizaban contratos con empresas fuera del ámbito de las grandes empresas petroleras internacionales privadas y occidentales, mientras que  desde el segundo lustro del Siglo XXI, más del 60% del petróleo se exporta hacia Asia, un 20% de los yacimientos están bajo control de empresas petroleras Chinas y otro tanto bajo el control de empresas no occidentales, al tiempo que se ha producido un florecer de la producción de petróleo y de gas de la mano de empresas petroleras medias de diversas nacionalidades, en un norte de Iraq, prácticamente seccionado, kurdo y que incluye la Región de Mosul, de la que hoy hablaremos en esta entrada. (Por cierto, que haciendo un paréntesis en este relato, recomiendo, a este respecto, el excelente y bien documentado artículo Under the Mountains: Kurdish Oil and Regional Politics de Robin Mills para el Oxford Institute of Energy Studies).

La creación del Iraq contemporáneo es el resultado de la desintegración del Imperio Otomano y de los tratados posteriores a la Primera Guerra Mundial. El trazado definitivo de sus fronteras fue un proceso largo y complejo que se inició en la Conferencia de Paz de París, cuando se estableció que a la espera de los tratados definitivos, Mesopotamia -como Siria y Palestina- quedaría bajo el mandato de las potencias Europeas. Estos mandatos se otorgaron en La Conferencia de San Remo (1920) y se estableció que Siria quedaría bajo protección francesa, mientras que Palestina y Mesopotamia, quedarían bajo el manto británico. Luego, en el Tratado de Sèvres, también del año 1920 se fijaron unas fronteras, que por lo que al norte de Iraq se refiere, incluían a la región de Mosul «con ciertas variaciones».

La cuestión de Mosul ya era espinosa entonces, pues en el acuerdo de reparto del territorio del Imperio Otomano, el Acuerdo Sykes-Picot, que británicos y franceses realizaran en 1916, con la guerra todavía en marcha, previendo la extinción del Imperio, esta región quedó bajo área de influencia francesa. Pero, en el Tratado de Sèvres, que nunca se llegó a aplicar, esta región quedara «con ciertas variaciones» bajo mandato británico.

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Este problema territorial se complicó todavía más, cuando después de que en 1921, la Sociedad de Naciones dictaminara que un sólo monarca, el Rey Faisal, gobernaría todo el territorio de Mesopotamia, ya reconvertido a Iraq, los británicos, en 1922, firmaron un acuerdo con él según el cual ambos, el Rey Faisal y los británicos, se comprometían a no ceder ni un palmo de territorio iraquí, al que se le sumaba la región de Mosul, a pesar de que años después Lord Curzon, el negociador británico en Lausana, aceptara que el único punto minado es el trazado de la frontera norte de Iraq, cuyos límites no han sido todavía legalmente fijados por las Potencias aliadas.

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La Conferencia de Lausana celebrada en los años 1922 y 1923, infructuosamente, se centró en el trazado de las fronteras, no de Iraq, sino de Turquía, puesto que el nuevo gobierno de Kemal Atatürk -posteriormente padre fundador de la Turquía laica moderna, que hoy también se tambalea- no sólo no reconocía los acuerdos del Tratado de Sévres, sino que reclamaba la inclusión de la región de Mosul en la nueva Turquía. En toda esta negociación de dos años, al menos por lo que se deduce de la correspondencia de Lord Curzon durante la misma, el escollo -insalvable- fue Mosul.

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Al final, la cuestión de las fronteras se resolvió en el año 1925, con un laudo de la Sociedad de Naciones, que más que laudo, parece mercadeo, puesto que Turquía renunció a sus aspiraciones sobre la región de Mosul, a cambio de recibir durante 25 años el 10% de los royalties del petróleo que la Turkish Petroleum Company -que convenientemente se renombró entonces, Iraq Petróleum Company- extraería en esa región.

Así, la existencia territorial de Iraq, como la de la mayoría de países surgidos por la desintegración del Imperio Otomano, se debe a un diseño, que a veces pareciera improvisado, de los vencedores de la Primera Guerra Mundial. Estas son las fronteras que, hoy, se desintegran.

La cuestión, sin embargo, va mucho más allá, pues como se puede intuir por la existencia del trueque de territorio por royalties del petróleo, queriéndolo o no, estas fronteras, especialmente las de Iraq, están intrísecamente enlazadas con el mapa de las concesiones petroleras que reclamaba para sí la TPC. Éstas, al final quedaron en el seno del flamante Iraq, dejando a Turquía sin una una gota de crudo.

Leyendo la documentación depositada en los archivos es muy difícil -al menos con lo que llevo visto y leído- afirmar que las fronteras de Iraq se fijaron exclusivamente para satisfacer los intereses de la TPC, pero sí que es cierto que estas fronteras no se fijaron definitivamente, hasta que un laudo de la Sociedad de Naciones incluyó a la región de Mosul en ellas . Como también es cierto que hay una coincidencia cronológica entre la fijación de estos límites territoriales y la adjudicación definitiva de las concesiones petrolíferas en las regiones de Bagdad y Mosul a la TPC.

Como veremos en la siguiente entrada de esta serie, dedicada a la historia de la TPC, esta concesión fue prometida, pero nunca otorgada, pocas semanas antes de que se declarara la guerra. Quedó en el aire, como lo quedaron las fronteras de Mosul, pero como se puede leer en la primera edición del Iraq Petroleum Company Handbook (1948), fue también en 1925 (mismo año del laudo), cuando después de unas largas negociaciones iniciadas en 1923 (mismas fechas que la Conferencia de Lausana), la promesa realizada por el Visir antes de la contienda bélica se convirtió en una concesión definitiva para la TPC.

Sin entrar ahora en el jugoso relato de estas concesiones, sólo con el relato de estos hechos queda patente  que en Iraq se establecieron a la vez, las fronteras, las concesiones petrolíferas y el germen de su principal instrumento de intervención pública: la IPC. Pues, aunque todavía tuvieran que pasar unos años para su completo funcionamiento, desde que en 1927, brotara petróleo de un pozo cercano a Kirkuk, las bases de la unidad política -un presupuesto centralizado que distribuyera por todo el territorio los ingresos obtenidos con el pago de royalties o venta del petróleo- quedaron establecidas.

Por todo ello, desde el mismo momento del nacimiento de Iraq, en él, unidad territorial, compañía petrolera nacional -privada o pública- y unidad política son los tres vértices de una misma cosa. De ahí, que en todos los casos, destruir uno de los vértices, lleva a hacer tambalear a los otros dos. Como de hecho, ocurrió.

Desde el punto de vista de la historia de la industria del petróleo internacional, el caso de Iraq, como se entenderá cuando se explique el papel jugado por la TPC, es muy relevante, pues en su territorio se gestó el núcleo de lo la industria petrolera internacional (anglo-americana-occidental) del Siglo XX. Y, por ello, el desmembramiento de Iraq, también ha de suponer su fin; al menos, en su forma actual. Esto va más allá de la despopepización de la que he hablado en otras entradas, es un cambio mucho más radical, que implicará -o ya está implicando- una transformación profunda del orden petrolero internacional.