Rápido apunte sobre el precio del petróleo

Estos días, todo el mundo habla del descenso del precio del crudo y, lo cierto es que poca gente halla una interpretación coherente a este fenómeno. Yo tampoco, y mi orgullo se empieza a resentir por ello. El pasado jueves, una colega de la facultad entró en mi despacho, esperando hallar una respuesta satisfactoria a la cuestión y, la pobre, se fue sin ella. Sin embargo, como siempre ocurre, el hablar y tener que pensar sobre las cosas, te abre la mente. Al menos, ahora tengo alguna intuición.

No sé el porque del descenso -más que descenso, desplome- del precio del crudo, que debe de haber llegado en términos reales al nivel de la segunda mitad de los 1980s. Pero, el jueves pensé lo que, ahora, plasmo aquí. A ver si con estas ideas, alguien encuentra una respuesta satisfactoria.

En una industria, de facto, altamente cartelizada, con una estructura de gobernanza con pocos actores (pocos estados y gobiernos,  y pocas alianzas de empresas transnacionales), el precio sólo puede descender -y mantenerse bajo- por dos motivos: a) por que quienes tienen capacidad de influencia entre este grupo, quieren expulsar a aliados o competencia no deseada; o b) por que se han roto las estructuras de control del precio.

Apunté la primera idea en una entrada anterior, y la segunda en otra titulada. ¿El fin de Arabia Saudí como swing producer?.  Me mantengo en ambas ideas. De hecho creo que uno y otro fenómeno se están produciendo a la vez, retroalimentándose, además.

Sigo pensando, como he apuntado reiteradamente en este blog, que estamos asistiendo a lo que he llamado una desopepización. Es decir el fin de la estructura de gestión de la industria petrolera internacional dominante en la segunda mitad del siglo XX. Como también creo que la forma primitiva con la que se ha acabado con varios de los dirigentes de los países de la OPEP, sumado a la fiebre del petróleo no convencional en Estados Unidos y Canadá, han creado más que un exceso de oferta, una descontrolada oferta de crudo.

De hecho, si sumamos la desestructuración de los mecanismos de gestión internacionales de la industria al barullo de la producción, es fácil de entender que los precios se muevan sin rumbo. Fluctuando, ahora a la baja y, en cualquier otro momento, al alza. Esta afirmación no invalida el hecho, como expliqué hace poco, que en el largo plazo, por definición, porque el petróleo es un recurso finito, los precios del crudo han de tender al alza, a medida que éste se acabe o sea más costoso de extraer.

Dicho todo esto, añado dos ideas adicionales, que esencialmente no contradicen lo anterior, pero señalan a «otros». Es decir, ¿por qué en vez de pensar el problema del precio del petróleo en clave geopolítica, no lo pensamos en términos de las empresas del sector? Así, moviéndonos desde la «tradicional» forma de ver la gestión de los precios del petróleo, tal vez veamos otras dificultades que, me temo, ya estan barruntando algunos de los inversores del sector.

Primer hecho, aunque fuera la crónica de una muerte anunciada, podría ser que ya se estuviera produciendo el estallido de la burbuja del shale gas subprime, como llamé a la burbuja especulativa que ha experimentado el sector del petróleo y gas no convencional, especialmente entre inversores de Wall Street. Ello, aunque lo explica parcialmente, justificaría la aceleración del descenso en los precios del crudo.

El segundo hecho, son las dificultades, cada ves más patentes, de la grandes e históricas empresas del sector, como Shell, Exxon, British Petroleum y sus «tradicionales amigas», para acceder a nuevas y buenas reservas.

De hecho, pensando en ello, ya, en la paz del veraneo, escribí, siguiendo las ideas de Naomi Klein, algo parecido a: ¿qué inversor/a o pensionista querría comprar unas acciones para asegurarse una rentabilidad constante o creciente futura, ¿invertiría en una empresa cuya base del negocio es un recurso en extinción?

Hoy, después de la incertidumbre sobre qué empresas controlarán los buenos y rentables yacimientos de Oriente Medio en el futuro, y después del bluff de Shell en el Ártico, finalmente, de la la paralización del KeystoneXL, y de las crecientes voces que abogan por llevar a juicio a Exxon por haber escondido los efectos del cambio climático, esta idea de un negocio basado en un recurso en extinción puede estar cobrando fuerza en determinados ámbitos. De hecho, de forma muy optimista, un amigo mío dice que nos hallamos frente a un negocio en liquidación.

Yo no soy tan optimista como él, pues si algo han demostrado las empresas de la industria petrolera internacional es su capacidad de supervivencia; pero francamente creo que no están pasando un buen momento. Ellas lo saben y sus inversores también.

Por todo ello, podría ser que este descenso de precios lo que este anunciando es una nueva gran oleada de quiebras, alianzas, fusiones y adquisiciones del sector, que nos deje temblando a todos. Pues ante un escenario como el actual, si las empresas históricas no pueden acceder a nuevos yacimientos sólo les queda una opción para que no se hunda su eterno negocio, apropiarse del de los demás y aumentar todavía más, si cabe, su poder de monopolio con el fin exclusivo de mantener la rentabilidad de sus acciones.

Veremos….

 

Financiar la transición energética (I)

Llevo tiempo pensando que el cómo, el procedimiento, para financiar la transición energética será la clave de su éxito.

Creo que hoy en día, salvo los integristas, ultra liberales y negacionistas, poca gente discute la necesidad de transitar de una forma de producir energía intensiva en emisiones causantes del efecto invernadero a una que no lo sea; como creo que también hay consenso –se acepte públicamente o no- en que ya existe la tecnología para que esta transición sea posible ¿En qué, pues, no hay acuerdo? En si esta transición se puede efectuar dentro del paradigma –capitalista- actual o tendremos que cambiar nuestra visión del mundo.

El libro de Naomi Klein, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima, nos da la respuesta a ello: la transición energética o será sistémica o no será. Parecida es, aunque ésta sea un tipo de argumentación con la que me siento mucho menos familiarizada, la conclusión de la ultra publicitada carta encíclica del Papa Francisco, Laudato si. Recomiendo la lectura de ambas, pero de cara a Septiembre, no ahora, padeciendo esta canícula agobiante, pues con su lectura simultánea la zozobra te acaba venciendo. Aunque les diga esto, este verano, para reactivar a nuevas cartografías de la energía, querría hacer una serie de entradas inspiradas en la lectura de ambos textos, entradas en la tríada cambio climático – transición energética – financiación.

El objetivo de esta serie veraniega es doble. Por una parte, pretendo dar argumentos que refuercen la idea de que, debido a la forma de financiación de la industria energética, el seguir contaminando y extrayendo fuentes fósiles del suelo y el subsuelo no es una opción para ésta, sino, como dice Naomi Klein, un imperativo estructural. Y, por otra, contribuir al debate con lo que es su corolario: sólo modificando las formas de financiación de las actividades e infraestructuras relacionadas con la generación, distribución y uso final de la energía, la transición energética será posible.

En entradas anteriores ya he ido introduciendo algunos aspectos de este debate. En concreto, si no recuerdo mal, he explicado lo siguiente:

  • Que uno de los problemas económicos y financieros de la transición energética es que a las fuentes primarias dominantes (carbón, petróleo, gas y uranio), a partir de las que generamos energía útil, empleada en nuestras casas, transportes o fábricas, se les otorga un valor de cambio. Éste se refleja en el precio, que es independiente de la cantidad de energía final utilizable que se produzca con ellas. Dicho de forma fácil, aunque el precio del barril de petróleo suba o baje, la energía final útil que se genera a partir del mismo es igual.
  • La razón por la que ello ocurre es porque las fuentes fósiles y el uranio son una mercancía apropiable, que se compra y se vende en mercados sin relación inmediata y directa con la energía útil final. Es claro que ello no ocurriría con el sol o el aire, pues no son apropiables y generan directa e inmediatamente electricidad aprovechable.
  • Históricamente el grueso de los beneficios de las empresas de la industria energética internacional son el resultado de la renta “minera” que se genera en el segmento aguas arriba, es decir en el de la extracción y venta de petróleo crudo, gas natural o carbón (el uranio presenta algunas particularidades). De ahí, que en la lógica de estas empresas, las actividades relacionadas con la obtención y venta de derivados son secundarias, aunque formen parte de su estrategia de supervivencia monopolística. Por ejemplo, British Petroleum, sólo consideró seriamente el refino en el Reino Unido, como resultado de la nacionalización de sus activos en Irán.
  • Como es lógico, el interés de la industria energética internacional, especialmente el de sus grandes compañías históricas (públicas, estatales y privadas), es mantener el negocio. En las circunstancias que acabamos de resumir, ello implica a tener cada vez más y mayor acceso a las reservas fósiles y/o que estas tengan el mayor precio posible. Como también explicamos, ello es lo que se logra con el poder del monopolio y con la construcción del discurso de la escasez.

Hay una última cuestión, que también planteamos al hablar de la burbuja financiera del fenómeno del fracking, pero que, en este blog, todavía no habíamos acabado de enlazar con los cuatro puntos anteriores: la necesaria huida hacia delante de la industria fósil.

Ello, lo expone de forma muy clara Naomi Klein en el cuarto capítulo de su libro, titulado (¡me encanta!), Planificar y prohibir. Palmetazo a la mano invisible.

Lo que nos cuenta esta activista ambiental es que las inversiones asociadas a la exploración, desarrollo y extracción de energía fósiles son tan costosas, que no se recuperaran nunca, salvo que se pueda seguir extrayendo combustible fósil durante décadas. Si ello no ocurriera así, las empresas del sector deberían anotar en sus balances un gran volumen de activos inmovilizados. De ahí, que en los mercados bursátiles, bajaría el precio de las acciones, y los accionistas (individuales, fondos de pensiones, fondos de inversión….) perderían la confianza en que estas empresas les seguirán aportando rentabilidades crecientes año tras año. Por ello, como escribe Klein, para que el valor de estas compañías permanezca estable o crezca, las empresas petroleras o gasistas deben estar siempre en disposición de demostrar a sus accionistas que cuentan con reservas de carbono frescas para explotar cuando se agoten las que están extrayendo actualmente.

De ahí, la idea de imperativo estructural ya apuntada, pues, es evidente que ninguna empresa capitalista –en este caso del tipo que fuere- renunciará voluntariamente a su principal fuente de beneficios; extraer energía fósil, en este caso. El quid de la cuestión aquí es que esta fuente de beneficios es finita –y además, en los últimos años se ha tenido que repartir con los nuevos llegados a la industria.

Imagínese usted que es un/a inversor/a o un pensionista que quiere comprar unas acciones para asegurarse una rentabilidad constante o creciente futura; ¿invertiría en una empresa cuya base del negocio es un recurso en extinción? La respuesta es, obviamente, no. Por esta razón, las empresas petroleras y gasistas, que son de las más poderosas del mundo, se ven abocadas a una huida hacia adelante, que tiene como objetivos, contradictorios y simultáneos, el convencer a los accionistas que el petróleo y el gas no se acaban (véase fracking y todas las formas de extracción de petróleo y gas no convencional), para que siga fluyendo hacia ellas el dinero de los inversores; mientras se azuza el discurso de la escasez, para que el precio del crudo y el gas aumente, asegurándoles así pingües dividendos.

Las consecuencias ambientales, sociales y políticas de esta huida hacia delante son bien conocidas, pero a pesar de ello se refuerza la hipertrofia fósil de la industria energética. Industria, que obligada por los compromisos con sus accionistas, no puede permitirse ninguna estrategia que no sea la del máximo beneficio en el corto plazo. Por lo tanto, este es el primer vínculo que se ha de romper.

Desde este punto de vista la proliferación de las campañas de desinversión en energía fósil, como las que iniciaron varias universidades anglosajonas y han seguido otros como el The Guardian, son extremadamente valiosas. Desgraciadamente, el sistema es tan perverso, que si estas campañas prosperan, la industria fósil acudirá a buscar la financiación de otros inversores todavía más codiciosos, inmorales, cortoplacistas y especulativos, que los anteriores. Por ello, afirmo que no hay otra salida que la de modificar cómo y con qué criterios financiamos al sector energético. Lo hablaremos en la próxima entrada.

Infraestructuras energéticas, ¿la gran estafa?

Hoy en el The Guardian se puede leer que se ha prohibido las prospecciones y la fractura hidráulica en un 40% del territorio que previamente estaba autorizado. En el artículo se muestran unos mapas, de los que aquí sólo muestro el primero, que te dejan helada.

Fuente: The Guardian

Fuente: The Guardian

Este mapa nos dice que se pensaba ofrecer el 60% del territorio del Reino Unido a las empresas concesionarias para que intentaran extraer gas o petróleo de él. Efectivamente, no soy geóloga ni ingeniera; es más, pertenezco a una de las disciplinas que se ha mostrado como de las menos fiables del mundo, pero mi opinión es que una cosa así es de locos ¿De verdad, a alguien se le ocurre que el 60% del territorio de un país puede contener suficiente gas y petróleo de calidad, como para justificar que su suelo se agujere como un queso de Gruyère?

Francamente me cuesta creer, y no tengo ninguna buena opinión de ellas, que compañías energéticas «serias» quieran entran en este juego. Y entonces, viene la pregunta, ¿si no son ellas, quiénes son?

Yo, claro está, no lo sé, pero esta historia que hoy he leído en este periódico británico, me ha recordado la del no nato petróleo de Canarias. Sempiterno petróleo de la región -ya en 1959 CEPSA, después de la renuncia de la Empresa Nacional Minera del Sahara, inició unas prospecciones en el Sahara, que acabaron en nada-, que nunca acaba de aparecer y que tradicionalmente azuza las discusiones sobre el Sahara y entorpece las relaciones con Marruecos.

Fuente: REPSOL

Fuente: REPSOL

La historia de este supuesto petróleo merecería otra entrada en este blog, pero lo que yo hoy quería expresar es el estupor que me causa la proliferación de permisos para hacer cosas quiméricas (explorar el 60% del Reino Unido), cosas que en el pasado ya se probaron inviables (el petróleo de Canarias) o cosas que no se sabe si funcionarán adecuadamente (depósito de gas Castor).

Frente a esta clase de estupideces energéticas, normalmente tendemos a culpar a las grandes empresas del sector, en el caso de Canarias a Repsol; pero la última vez que estuve por Madrid, por sus mentideros se comentaba que Repsol se había visto fuertemente presionada para ir a Canarias y para realizar las costosísimas prospecciones.

Hasta esa fecha, entre mis hipótesis estaba pensar que lo del petróleo de Canarias se acabaría como lo de Castor: se nos diría que la empresa contaba con un tipo de volumen y negocio no realizado, que éste se había tenido que parar por las presiones de l@s ciudadano@s y que, por tanto, se les tenía que indemnizar, cada vez que llenáramos el depósito de gasolina. Pero, me equivoqué, pues no ha sido exactamente así. Es más, ha sido Repsol quién ha decidido parar y parece que el ministro Soria, ahora, quiere multar a esta empresa con 5 millones de euros. Ello confirma, a) la hipótesis de que Repsol desde el principio no apoyó esta historia y, mucho más interesante, b) que el ministro, como en el caso de Castor, quiere sacar dinero de una operación fallida ¿Por qué? y ¿Para quién?

Se puede criticar a Repsol desde muchos puntos de vista, sobre todo porque su fuente de negocio es la extracción, transformación y comercialización del petróleo, pero por lo mismo, nadie puede decir que es un empresa que -aunque cada vez está más dominada por «los banqueros»- no conozca este negocio. Lleva décadas en ello, y sin ser de las súper grandes del mundo, no le ha ido mal. Es por ello que me escama que el ministro dude de su criterio: si Repsol dice que no hay petróleo rentable, es que no lo hay. Digo yo, que para saber esto se harán las exploraciones y prospecciones, ¿no? Entonces, ¿a qué viene multar a Repsol?

Pensando en todo ello, me he acordado de otras cosas inexplicables. Cuando el Presidente Bush Jr. decidió atacar e invadir Iraq, las grandes empresas petroleras internacionales salieron perdiendo, no así quién construye sus infraestructuras como Halliburton; cuando ocurrió lo del depósito de gas Castor,se indemnizó a quién realizo las infraestructuras, ACS. Así que puestos a mal pensar, no estaría de más saber qué infraestructuras asociadas estaban detrás del petróleo canario o para quiénes son los 5 millones de euros que el ministro reclama a Repsol.

No sé si se quería dejar el territorio del Reino Unido hecho un colador por las mismas razones, pero en esta parte del mundo, sabemos mucho de infraestructuras inútiles, cuyo objetivo se acaba en su mera realización. Por ello, cada vez me inclino más a pensar que un factor al que los analistas energéticos también deberemos prestar atención es la existencia de estas tipo empresas.

Puede que mi imaginación se haya desbordado y mi conjetura esté en las antípodas de la realidad, pero cuanto más lo pienso más sentido le veo. En fin…,esperar y ver si gracias a la reciente bajada de los precios del petróleo, se ponen en evidencia otros pelotazos de este tipo.

¿El fin de Arabia Saudi como swing producer?

El pasado 27 de noviembre concluyó en Viena la ciento sexagésima sexta conferencia de la Organización de Países Productores de Petróleo. Hoy, la prensa y medios internacionales amanecieron desconcertados por una decisión, que si debo fiarme de mi instinto y capacidad para leer entre líneas, no contenta a los países consumidores, especialmente a determinados sectores de Estados Unidos.

Según leo en la nota de prensa de la OPEP, esta organización acordó mantener la producción a un nivel de 30 millones de barriles al día; lo que supone regresar a su nivel de producción de diciembre de 2011. Ante ello barrunto cierto descontento hacia la OPEP, por ser tan poco solidaria con el resto y no atajar el desplome en los precios del crudo, en un momento en el que, como muestra el gráfico adjunto, nos encontramos ante un exceso de producción.

Fuente: EIA

Fuente: EIA

Cabe recordar que esta coyuntura se da en un contexto en el que la OPEP sólo tiene un 30% de la cuota del mercado mundial, lo que significa que el 70% del crudo que hay en el mercado proviene de otros territorios del mundo; y en un contexto en el que la producción de petróleo estadounidense, desde Septiembre 2005, se ha más que duplicado, a la vez que sus importaciones de crudo se redujeron drásticamente. Por tanto, quede claro que lo que se le pide a la OPEP, como siempre ha hecho, es que reajuste lo que otros hacen. Lo que en la jerga se llama hacer de swing producer.

Muchos medios, como el Financial Times sostienen que la OPEP ha adoptado esta actitud para contrarrestar el efecto pernicioso que la profusión de petróleos no convencionales está teniendo sobre su capacidad de ejercer su supuesto poder de mercado. Ésta afirmación es divertida, pues significa que: a) no se está contento con la OPEP por que está haciendo lo que siempre se le había culpado de no hacer (permitir que los precios del petróleo bajaran) y, b) es admitir tácitamente que el sector del petróleo no convencional no puede sobrevivir si los precios son bajos, pues no cubrirán los costes de extracción. Aunque sólo sea por esto último, la OPEP ha tenido una victoria moral.

Dicho esto, en una situación tan confusa como esta, parece apropiado pensar en quienes pueden ser los ganadores y perdedores de este descenso de precios del petróleo, para intentar averiguar quién podría estar detrás de la situación actual.

Ni a los países de la OPEP ni a otros, como Rusia, esta situación les favorece especialmente, pues son economías cuyos ingresos dependen casi exclusivamente de sus exportaciones de crudo.

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Ahora, aquí no todos son iguales, pues algunos países como Argelia se verán muy perjudicados si el precio del crudo baja por debajo de los 80-90$/br, mientras que otros, como Kuwait tienen margen para soportar el descenso de los ingresos por exportación. Es más, el extraordinario desarrollo que en los últimos años han tenido los Fondos Soberanos (fondos de inversión estatales, que operan en los mercados financieros internacionales y se nutren de petrodólares), hace que algunos países exportadores de petróleo, puedan compensar la pérdida de ingresos obtenidos con la venta del petróleo, con las rentas obtenidas con sus inversiones a escala planetaria. Por ello, podría ser que la bajada de precios, sin beneficiar a los países exportadores de petróleo, en el corto plazo fuera tolerable para este grupo de países. Este sería un argumento que apoyaría la hipótesis, no de que el descenso del precio del crudo se debe a una actuación de la OPEP, pero sí de que su permanencia en el tiempo es debida a su falta de actuación.

Otro gran grupo de actores en este juego son las empresas del sector. Aquí valoraremos dos grupos de ellas, las tradicionalmente grandes empresas privadas transnacionales del sector, domiciliadas en Occidente, y las nuevas productoras de petróleo y gas no convencional estadounidenses. En este blog, ya hicimos unas reflexiones sobre las primeras, que llevarían a pensar que el descenso de los precios del crudo, para ellas, ahora, es realmente problemático, pues como ya se explicó, la principal fuente de negocio de las majors tradicionales es la venta de crudo. Prueba de ello son los datos que proporcionan Bichler & Nitzan en su última actualización de Energy Conflicts and Differential Profits, donde se observa que en este último año de descenso de los precios del petróleo, las empresas petro-core (British Petroleum, Chevron, Exxon, Mobil, Royal-Dutch/Shell and Texaco) han visto menguada la rentabilidad de sus activos. Esta rentabilidad todavía se verá más reducida si las acciones de estas empresas se siguen desplomando, como hoy lo han empezado a hacer.

Por lo que se refiere a las extractoras y comercializadoras de petróleo no convencional, este desplome de precios podría significar el estallido de la burbuja. Lo comentamos también en una entrada anterior. Y, a tenor de los comentarios de la prensa de hoy, parece evidente que el sector no podrá sobrevivir si siguen estos bajos precios.

Ante ello, parece bastante obvio que a las empresas occidentales del sector este descenso los perjudica considerablemente. Aunque, en opinión de quién escribe, ha sido la entrada en escena, de forma desordenada, caótica, casinística y especulativa, la que ha ocasionado la fiebre del petróleo, que ahora ocasiona el exceso de oferta mundial.

Por último, falta ver si en los países llamados consumidores, la actual situación nos conviene, o no. Es difícil, pues al menos, hay tres aspectos a considerar: a) el impacto sobre los costes energéticos para el consumidor final, b) el impacto sobre la balanza de pagos, y c) el impacto sobre el poder o la posición que puedan tener en el seno de la industria petrolera internacional.

El primero de estos puntos, aunque debiera, depende poco de los precios actuales del petróleo, y más del poder de monopolio que tengan las empresas suministradoras locales. Pensando en otros episodios similares en el pasado, es fácil adivinar que en algo bajará en precio del combustible, pero mucho menos que el precio del crudo. En los países consumidores occidentales, es muy probable que ello vaya así. Pero, hoy en día, los países importadores de petróleo -llamados países consumidores– ya no sólo son países de la OCDE. De hecho, el mapa adjunto muestra que el grueso del crudo de la OPEP se dirige hacia Asia. Siendo mucho más relevante el tráfico por los estrechos de Ormuz y de Malacca, que por el Canal de Suez.

StraitsTenemos menos experiencia histórica sobre cómo podrían actuar las empresas energéticas de las «otras» economías, pero pudiera ser que sí que trasladaran el menor precio del crudo a los consumidores finales (empresas no energéticas y familias). Si ello ocurriera, el descenso de los precios del crudo tendría un efecto asimétrico: escaso en la de la OCDE -salvo Japón, tal vez- y significativo en el resto del mundo consumidor.

El segundo aspecto, el impacto sobre la balanza de pagos es discutible también. Pues si bien es evidente que este descenso de precios debería disminuir la abultada factura exterior energética de países como España; también lo es que si se generan menos petrodólares, podrían disminuir las entradas de capital, que ayudan a equilibrar la balanza de pagos. Personalmente, me parecería perfecto que nuestras empresas dejaran de acudir a la Qatar Foundation o al Mudabala de los Emiratos Árabes Unidos para financiarse, pero esta es la realidad de hoy. Por ello, está por ver el efecto final en la factura exterior total.

Falta el tercer aspecto, lo que podría significar el descenso de precios sobre el poder de determinados actores, fundamentalmente de Estados Unidos, en la escena petrolera internacional. Como dije en la entrada el «milagro» de los precios del petróleo, lo que realmente está en juego en la partida petrolera actual no es la cantidad de petróleo importado, ni si el precio es alto o bajo; lo que está en juego es si alguien se encuentra en la posición en la que unilateralmente pueda influir sobre los precios mundiales, en función de sus propias necesidades. En mi opinión, esto es lo que buscaba el gobierno de Estados Unidos permitiendo el auge el shale gas y oil: recuperar una posición geo-energética privilegiada en la escena internacional. He repetido varias veces que, ello, es un farol. Siguiendo esta lógica, podría estar ocurriendo que se estén poniendo las cartas sobre la mesa y que se descubra que en vez de un póquer de ases, sólo se tenía la pareja de sietes.

A las dudas ya existentes sobre el volumen real y sobre la perdurabilidad de las reservas de petróleo y gas no convencional en Estados Unidos, el episodio de precios actual, muestra dos nuevos factores, probablemente no valorados cuando se inició la partida.

El primero, es algo que nos muestra la historia de la industria del petróleo internacional. Desde sus orígenes en el Siglo XIX, la extracción y comercialización individual, desorganizada y tipo «fiebre del oro» -como la de Dakota del Norte de hoy en día- ha generado una gran volatilidad en la oferta de crudo, ocasionando que el «mercado» funcione de forma más parecida a una montaña rusa, con periodos de abundancia y escasez sin relación con la demanda del mismo, que de forma estable. Es por ello que la industria petrolera internacional tiende a la cartelización, expulsando territorios y competidores no deseados. No es bonito, pero así se organizó la industria petrolera internacional durante el reinado de las siete hermanas, y durante el régimen del tándem Agencia Internacional de la Energía y OPEP, donde quedaba claro que los acuerdos se realizaban entre las empresas de los países exportadores y las de los países consumidores de la OCDE. Hoy, el fenómeno del shale en Estados Unidos, ha dinamitado estos acuerdos.

También los ha dinamitado el segundo factor: la expansión de países importadores de petróleo, o si se quiere, el hecho de que no sólo las empresas de los países de la OCDE sean las compradoras de petróleo en la OPEP. El mapa ubicado unos párrafos más arriba lo ilustra a la perfección. Hasta hace unos años, la OPEP y especialmente Arabia Saudita, hacía lo que se le pedía desde Occidente, porque éstos eran sus únicos compradores, sus únicos suministradores de bienes de todo tipo -desde consumo básico a armas-, y los únicos países por medio de los que reciclar sus petrodólares. Esto último, probablemente siga siendo cierto, pero lo primero, a la vista de los datos, indica que el cliente «más pequeño» de los exportadores de la OPEP de Oriente Medio es Estados Unidos. Así las cosas, ¿por qué le deberían hacer caso?

Desde los inicios de este blog, vengo diciendo que la geopolítica del petróleo ha cambiado. Esta es una prueba más ¿Podría la OPEP dejar de ser swing producer y dejar de reparar lo que otros hicieron mal? Es poco probable pues estos países dependen excesivamente de los ingresos del petróleo para su supervivencia, pero no hay que olvidar que las cosas ya no son cómo antes: a) su faceta financiera con los fondos soberanos les da un poder en la escena internacional que antes no tenían; b) tienen otros clientes que no son los de la OCDE, y c) Estados Unidos se ha portado de forma desleal con ellos, por permitir el desarrollo incontrolado y descontrolado de una industria petrolera autóctona, y por romper las alianzas y fomentar la inestabilidad en la región.

Aunque se sea Occidente, hay que ser un poco más humilde, generoso, cuidadoso o zalamero cuando se le pide a alguien que te arregle «los platos rotos». Si se quiere que la OPEP haga de swing producer, se la tendrá que mimar. Caso contrario, lo que hoy es un episodio, como ya hubo otros, se convertirá en el nuevo escenario de la industria petrolera internacional.

El shale gas no es un game-changer o la supervivencia de los herrumbrosos

Cuando era pequeña y leía alguna novela en la que alguno de sus personajes deseaba una guerra para poder vender algún tipo de suministro al ejército o beneficiare económicamente de la escasez de algún bien, no lo entendía. Para mi, algo tan terrible como un conflicto bélico no podía traer nada «bueno» a nadie. Con el tiempo, me di cuenta que existen muchas actividades moralmente reprobables que no cesan, pues la codicia humana y el miedo a perder el poder y los privilegios adquiridos no tienen límites. Esto viene a cuento por una noticia titulada Boom in Energy Spurs Industry in the Rust BeltEl cinturón herrumbroso del que ésta habla son las localidades de Youngstown y Canton, ubicadas en el este del estado de Ohio. Cuenta el artículo que en estas ciudades, después de unas cuatro décadas de desinversión, la actividad económica is being reshaped. El milagro se debe, según Katy George, responsable de la global manufacturing practice de McKinsey & Company, a la nueva producción de energía o a la aparición de un “real game-changer in terms of the U.S. economy».

Esta nueva producción es la de  los yacimientos de petróleo y gas no convencional del este de Ohio, frontera con la macro bolsa del Marcellus Basin y lugar del Utica. El Utica es una apéndice del gigante Marcellus, situado en la Cordillera de los Apalaches.

Fuente: USGS

Fuente: USGS

Según los últimos datos disponibles, de Utica se han extrajeron 1.400 mcf por día. En relación a hace tan sólo un par de años, el crecimiento es notable, pues entonces, en vez de 1.400 mcf al día, se extraían unos míseros 200. Dicho esto, si se compara esta cifra con la del gigante Marcellus, ésta no representa ni un escaso 10%. Sin embargo, lo preocupante no es la diferencia de volumen con el Marcellus; lo preocupante es lo que comparten: formar parte de un supuesto game-changer, que es más de lo mismo, pues como ya explicamos, no hay nada genuinamente nuevo en el shale gas y petróleo, salvo una forma más agresiva de extracción, con niveles de extinción mucho mayores y rápidos. Según la USGS, para extraer el gas de Utica, se deberán perforar más de 100.000 pozos (entre sweet spots y adicionales), con niveles de recuperación in situ de la producción similares a los del resto de Estados Unidos: bajo ningún concepto superiores al 25%.

Ante ello, cabe decir que el milagro del cinturón herrumbroso de Ohio es el prodigio del cuchareteo. Es más, según el ya citado informe  de McKinsey, the production of shale gas and so-called tight oil from shale could help create up to 1.7 million jobs nationally. Many of those jobs are expected to end up in places like this, in part because they are close to newly developed fields like the nearby Utica shale formation. Aunque, leyendo la noticia, una se de cuenta que estos trabajos son el resultado de un fantasmagórico resurgir del sector manufacturero tradicional o el efecto directo de la construcción de infraestructuras energéticas en la región. Viendo las fotos del artículo del NYT, se tiene la sensación que Youngstown y Canton son un mini Detroit resucitado, donde, por arte de magia, de las ruinas de las factorías Ford de River Rouge resurgirán miles de Thunderbirds.

Es decir, y sé que me repito, el game-changer es encontrar la forma de seguir haciendo lo mismo que antes. Naomi Klein en una muy personal reflexión sobre el cambio climático, da pistas sobre el porqué de este perverso empecinamiento. En sus propias palabras, con la crisis the billionaires who were going to invent a new form of enlightened capitalism […] decided, on second thoughts, that the old one was just too profitable to surrender. Que nadie se lleve a engaño, ese millón setecientos mil puestos de trabajo es la mínima cifra que algunos grupos de poder necesitan pagar para que todo siga igual. Cuando leo ese tipo de informes siempre me pregunto lo mismo, ¿por qué no cuentan cuántos puestos de trabajo se crearían si se hiciera algo distinto?

Los second thoughts son game-changer, ya que estamos asistiendo al destape de aquellos que se invistieron en políticamente correctos, pero que cambiaron. Como bien apunta Klein, fue iluso pensar que el capitalismo podía salvar al mundo de la crisis, que él mismo había creado. Y, ahora […] we are stuck, because the actions that would give us the best chance of averting catastrophe – and benefit the vast majority – are threatening to an elite minority with a stranglehold over our economy, political process and media.

Lo he dicho otras veces, pero todo esto me recuerda la actuación del lobby colonial en Marsella, que hasta la misma fecha de la independencia de Argelia (1962), sostuvo que la pérdida de esta colonia sería la ruina para Francia. Los datos, sin embargo, muestran que la principales exportaciones hacia la colonia eran jabón [de Marsella, claro], alimentos básicos y vestidos. Todo perteneciente a un modelo manufacturero que después de la Segunda Guerra Mundial estaba más que obsoleto. Era absurdo, pero el poder de este lobby azuzó graves crisis de gobierno en Francia, una tremenda y fratricida guerra de siete años en Argelia, la masacre de muchos argelinos en París y el intento de asesinato del General de Gaulle. Todo ello, para seguir vendiendo jabón y por mantener el lugar privilegiado que esta actividad les proporcionó antaño.

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Cada vez que leo noticias como la del resurgir de Ohio, pienso en el jabón de Marsella. A día de hoy, ni Argelia ni Francia se han recuperado realmente de esta «aventura» colonial. Leyendo el artículo sobre el nuevo libro de Naomi Klein, me he preguntado eso, ¿si alguna vez la humanidad será capaz de recuperase del second thought de la elite capitalista?

En función del momento del día, tengo respuestas de distinto signo a esta pregunta. Pero, fuere lo que fuere, debemos dejar de creernos noticias como la que inspiran esta entrada. Ni el jabón de Marsella salvó a la economía francesa, ni el resurgir de Ohio nos salvará de la crisis actual. Al igual que la vida no es un vídeo juego, los que temen perder su riqueza y poder nunca propiciarían un game-changer. No nos lo creamos, la realidad se parece más al Gatopardo, que a los milagros que cuentan los analistas de McKInsey: cuando el 1% se siente amenazdo se convierte a lo políticamente correcto, pero cuando las circunstancias cambian, se lo repensan. Esta, y no otra, ha de ser la gran enseñanza de la crisis.

Shale gas subprime

Hace unos días, Carlos, un lector del blog me hizo llegar un enlace a un informe titulado Shale and Wall Street: was the decline in natural gas prices orchestrated? La autora de este informe es Deborah Rogers, persona que tiene un blog llamado Energy Policy Forum que, según ella misma cuenta, creó para valorar y debatir la política energética de Estados Unidos. En mi opinión, la información que se puede leer en el blog, es seria y contrastada.

El lector me recriminaba no haber tenido en cuenta el aspecto financiero del actual apogeo del Shale gas. Creo recordar que hice alguna mención a ello en El declive del imperio petrolero occidental, pero es cierto que no con la seriedad y detalle del informe de Rogers. Después de que él me lo recomendara a mí, yo se lo recomiendo a ustedes.

Aquí no les voy a contar todo el detalle del informe. La idea general del informe es que la presente situación de exceso de oferta de gas en Estados Unidos (y de bajos precios del mismo), tiene como origen las predicciones que los analistas financieros de Wall Street realizaron sobre la evolución del sector. Y, para nada, ésta expansión se justifica con las perspectivas reales del mismo. De hecho, como el mismo informa apunta, éstas son bastante malas, pues: a) aún con la más optimista de las predicciones el retorno energético de la inversión es muy bajo (cuántas unidades de energía se emplean para extraer una unidad adicional); b) se está ya produciendo un rápido declive de la producción; c) las grandes empresas del sector están mostrando una gran reticencia a invertir en nuevos proyectos o infraestructuras asociadas al shale gas; y c) no se producen ni los efectos económicos, ni tecnológicos esperados.

De hecho, todo ello ocurre, porque como mucha gente del sector viene diciendo, la supuesta revolución del shale gas o oil, consiste en cucharetear con fuerza en los rincones, con el fin de sacar a la superficie los restos. Pero, una vez el gas o petróleo atrapado ha salido, no hay que esperar un surtidor constante, como antaño. En el proceso de extraer el shale gas o oil, no hay ni nuevas reservas ni nueva tecnología. Ya, en un artículo de 1891 de Calouste Gulbenkian, publicado en la Revue de Deux Mondes, se habla de esta nueva técnica, ideada por el Coronel Roberts en 1862, quien para renovar los yacimientos agotados empleaba dinamita, con el fin de desagregar las paredes rocosas que se interponían. Esta técnica fue utilizada con éxito en 1866, y consistía en lograr una explosión subterránea mediante el lanzamiento de un lingote de hierro. Con ello se lograba que algunos minutos después, llegara a la superficie, al mismo tiempo que un ruido sordo, un líquido mezclado con fragmentos de roca. Así fue cómo se renovó el más abundante de los yacimientos de América

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Hoy en día, la técnica se ha modernizado un poco, pero la esencia sigue siendo la misma: dinamitar a gran profundidad, para romper las rocas en las que el petróleo o el gas se hallan presos. La diferencia, entre ayer y hoy, está en que cada vez hay menos qué liberar, y que cuando ya se ha logrado, no hay más gas o fluído que fluya hacia fuera. Ello obliga a una constante perforación en horizontal siguiendo las vetas del hidrocarburo, añadiendo superficie de terreno, cada vez que un»nuevo» pozo se seca.

Este proceso, el de la constante adqusición y perforación de nuevos lotes, que se van agotando, es el que ha propiciado Wall Street; creando una nueva burbuja para financiar las inversiones fallidas. Me explico, con el auge del shale gas, se hicieron muchas y cuantiosas inversiones. Inversiones que, por las razones que acabo de mencionar, en el mejor de los casos, tendrán resultados efímeros. Pero, para poder cubrir el importe ya captado -con fondos de inversión, de pensiones…- y poder pagar los dividendos o intereses, se necesita seguir creando liquidez, pues el resultado de la venta del gas, en muchos casos, no es ni suficiente para cubrir los elevados costes de extracción. Por ello, Wall Street intenta captar nuevos fondos. Sin embargo, para que ello ocurra hay que añadir nuevos lotes de terreno -sobre los que crear títulos- y hacer borbotar gas o petróleo a mansalva -para hacerlo creíble. Ambas cosas son las que han creado el exceso de oferta actual que, a la postre, disminuye el precio del gas, convirtiendo en todavía menos rentables las inversiones iniciales.

No hace falta tener mucha imaginación para aventurar  -además de las obvias ambientales- las consecuencias de ello, pues se han creado títulos sobre unos yacimientos efimeros y de mala calidad, a precios de yacimientos de gas o petróleo fetén. Y, evidentemente, como ya viene siendo habitual, si algún día, estos títulos, se quieren realizar, descubriremos -como con el caso de las hipotecas subprime- que los activos que los respaldan estaban sobrevalorados. Creando, así, la subsiguente crisis financiera; ocasionada por reservas subrime.

Lo «divertido», en este caso es que ello tiene consecuencias geo-políticas. Este proceso ha conducido a un exceso de oferta -coyuntural, claro- que ha llevado a la tan cacareada disminución del precio del gas en Estados Unidos -incluso por debajo de los costes de extracción. Hoy, la consecuencia exterior inmediata de ello es una «falsa» exportación, pues no es que se venda fuera, por sobrar. Se vende fuera el gas, porque los productores americanos perderían dinero si lo vendieran en su país, por ello se aprovechan de unos precios internacionales más elevados. Ello crea la ilusión de que, como a finales del Siglo XIX e incios del Siglo XX, Estados Unidos será de nuevo país exportador. Pero, como vengo repitiendo -y cada vez más convencida- este es un el farol aunque, como ya se demostró hace unos días, nos los estamos creyendo,

Depende cómo se mire, da risa, pues toda esta burbuja, significa que el gran giro geo-político de Estados Unidos es una gran ilusión o una gran estafa. Así, la new era of American energy diplomacy basada en the vast new supply of natural gas in the United States es un bluff. !Qué crédulos somos los humanos!

Nueva diplomacia energética y Crimea

¡Por fin! Por fin ha llegado la noticia que he estado esperando todo este tiempo. Hoy, en el New York Times, y se titula U.S. Hopes Boom in Natural Gas Can Curb Putin. Aquí su encabezamiento, the crisis in Crimea is heralding the rise of a new era of American energy diplomacy, as the Obama administration tries to deploy the vast new supply of natural gas in the United States as a weapon to undercut the influence of the Russian president, Vladimir V. Putin, over Ukraine and Europe

Mi alegría al ver la noticia sólo es síntoma de mi soberbia, pues según mi interpretación de los hechos, lo que esta noticia demuestra es lo que vengo diciendo en este blog desde hace dos años. Me da la razón. Primero dije que la geo-política de la energía ya no es lo que era y, segundo, que lo que hay detrás de la fiebre del shale gas en Estados Unidos es el diseño de una nueva geopolítica y, por tanto, de unas nuevas relaciones de poder mundiales en las que, claro está, Estados Unidos intenta seguir teniendo el protagonismo.

Queda pedante y no es de buen gusto, pero esta vez lo voy a recordar. En enero de 2012, ya publiqué una entrada cuyo título, entonces interrogativo, era ¿Perdimos la geo-política del petréoleo sin enterarnos?. Posteriormente, en Octubre 2013, redacté tres entradas consecutivas que apuntaban al fin de la Doctrina Carter, al fin del atlantismo en las relaciones energéticas internacionales  y a cuestiones que ya no tenían encaje en el análisis geopolítico al uso. Unos meses más tarde, en marzo, ya apunté que la descordinación en la respuesta internacional y la falta de una explicación coherente a lo que en Chipre, en este momento, ocurría eran debidas a la desapareción del mundo de ayer y al tácito fin de un bloque atlántico (llámese OCDE, OTAN o como se quiera) con intereses supuestamente comunes. Siguiendo esa misma línea de pensamiento, el pasado noviembre di un paso más al decir que Estados Unidos estaba marcándose un farol con «su» shale gas con el objetivo de redefinir su nuevo papel en el mundo.

Por último, aunque el tono era distinto, en diciembre, en una entrada ya efemérides del cercano centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, insinué que el orden petrolero internacional que se cimentó entonces, estaba en vías de desaparición.

El azar ha querido que mientras llegaban noticias de los asombrosos hechos en Crimea, yo estuviera trabajando en el mundo del petróleo de antes de la «Gran guerra». Ayer escribí para mí misma, sin pensarla mucho, una frase que venía a decir que antes de la guerra, buena parte del petróleo internacional provenía de los territorios en torno al Mar Negro. De hecho, en este mapa que ya mostré en una entrada anterior, queda clara la centralizadad de esta zona, confluencia de los tres imperios de la época, el Ruso, el Austro-Hungaro y el Otomano

Fuente: Garretson, 1957

Fuente: Garretson, 1957

Entonces, Crimea, cuya guerra algunos consideran como el préambulo de la de 1914-1918, todavía tenía gran importancia geo-política, pues es un istmo que guarda el paso a los estrechos del Bósforo y de Dardanelos -grandes protagonistas de la política internacional decimónica.

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Sé que no vale decirlo, pero si la Revolución Soviética no hubiera facilitado la partición de Europa y si los tratados posteriores a la Primera Guerra Mundial no hubieran repartido los territorios y activos petroleros como lo hicieron, el Mar Negro y, con ello, Crimea hubieran seguido siendo una pieza geo-estratégica fundamental. No fue así. Pero, quién sabe. Tal vez, ahora, que ese orden ya no existe, haya quién considere que ha llegado el momento de tomar posiciones. En mi mente, todavía es muy intuitivo, pero cada vez más tiendo a pensar que de» esto va la cosa». No es la partición de Ucrania, no es un conflicto entre poblaciones de distinta procedencia, no es que Putin sea un loco irreflexivo; es la toma de posiciones geo-estratgéticas en un orden mundial cambiante.

Hoy, en 2014, cien años después del inicio de la desaparción de Crimea como pieza fundamental en la arena internacional, ésta pequeña península podría recobrar el esplendor perdido. Hoy, también, cien años despues de esa fecha, para Putin (o para cualquier dirigente Ruso) es posible hacerlo, porque en la nueva geo-política de la energía que se está forjando,acaba con la que se moldeó entonces. Ese juego, se acabó. Esta vez, Putin o sus asesores, parecen saberlo. Al menos saben que la eventualidad de que Ucrania corte el suministro energético a Europa es sin riesgo alguno, pues no habrá reacción real. Lo apuntaba el lunes The Guardian, pero aquí en Europa, parece que como siempre seremos los últimos en enterarnos.

Tránsito de petróleo y fronteras mentales o sobre el Keystone XL

El pasado viernes 31 de enero, The New York Times, en una de sus noticias de portada, informaba sobre la probable posibilidad de que la Administración Obama acabe aprobando el proyecto del megaoleducto Keystone XL, que ha de transportar el petróleo bituminoso de Canadá hasta los Estados Unidos de América. En el mapa adjunto pueden ver su recorrido.

Fuente: Transcanada

Fuente: Transcanada

Según los datos oficiales, el petróleo canadiense circulará poco menos de 2.000 kilómetros, hasta el Océano Atlántico, y el coste previsto del Keystone XL es de 5.300 millones de $USA. Dejo a su apreciación si este coste es «excesivo» o no, pero personalmente, una vez más creo que nos hallamos frente a otra prueba de que el coste no es el determinante a la hora de escoger entre distintas opciones energéticas. De hecho, en la misma página donde encontramos los datos, esta idea se confirma. Pues en ella se puede leer que este oleoducto es a critical infrastructure project for the energy security of the United States and for strengthening the American economy. Es decir, la primera razón para abogar por el Keystone XL es la seguridad y, sólo después se habla de razones económicas; aunque esta referencia a la economía americana, tenga otras lecturas, más allá de los costes.

Este nuevo informe que podría hacer cambiar de opinión al Presidente Obama, llega después de unos cinco años de fuerte oposición al proyecto. Lo asombroso de las conclusiones de esta última evaluación, según cita el NYT, es que el oleoducto no empeorará sustancialmente las emisones de CO2, ya que  if it were not built, carbon-heavy oil would still be extracted at the same rate from pristine Alberta forest and transported to refineries by rail instead. Por lo tanto, como ya damos por hecho que el petróleo se extraerá y comercializará de una manera u otra, mejor gastarnos 5,3 mil millobes de dólares en facilitar la tarea.

La lógica de este razonamiento es aplastante: si medimos el impacto ambiental en términos de CO2 y si lo que aumenta las emisiones de CO2 es el quemar el petróleo, cosa que se hará de todas maneras, construir, o no, el oleoducto no altera significativamente este nivel de emisiones, por tanto no tiene impacto ambiental. Siendo yo una persona amante de la lógica, en este caso el razonamiento no me convence.

Primero, porque si construir, o no, no altera sustancialmente la situación, también cabe la posibilidad de no hacerlo. Dicho esto, en mi opinión, lo más grave tiene que ver con otras cuestiones.

Hoy estaba leyendo un artículo de Laura Nader del año 1981, titulado Barriers to Thinking New About Energy. La profesora Nader es una antropologa de la Universidad de Berkeley (California), que en los 1970s participó como experta en el Committee on Nuclear and Alternative Energy Sistems, impusado por el Departamento de Energía (DOE) de Estados Unidos. En este artículo relata su estupor como antropologa en el seno de estas reuniones, en las que según ella te puedes expresar libremente, siempre y cuando te mantengas dentro del ámbito del pensamiento compartido. Para que me entiendan, ella cita una frase de uno de los asistentes que venía a decir que como «esto» (construir un determinado tipo de reactores) es lo que vamos a hacer, hemos traído aquí dos expertos para que discutan la cuestión…»

Ante ello, Laura Nader niega la mayor: ¿Por qué ya es un hecho que «esto» se va a hacer? ¿Por qué nadie se lo cuestiona?. La respuesta a esta pregunta está implicita en el título de su artículo: el «esto» se da como un hecho y no se cuestiona porque el pensamiento energético tiene barreras, siempre se ubica dentro del territorio de los «expertos» energéticos, que son los que trabajan en y/o para la industria. El paradigma obliga a un pensamiento normal, a el habitual. Siguiendo el hilo de este razonamiento, la profesora acaba diciendo que la dificultad de los tiempos presentes (en los primeros 1980s, después de los dos shocks del petróleo y del accidente nuclear de Three Mile Island) no se debe a la escasez de recursos naturales, sino a la ausencia de nuevas ideas. Así -y esto lo añado yo, aunque está implícito en el texto- la crisis energética vendrá no por la escasez de fuentes fósiles, sino por la escasez de ideas.

Algo así barrunté el pasado viernes, cuando leí la noticia que inspira esta entrada. Pues la tristeza de lo que ésta relata, no es que se vaya a realizar otra nueva mega-infraestructura energética, sino el cómo ello se justifica. Aquí también, el «esto» no se cuestiona, pues en Estados Unidos, y cada vez se tienen más pruebas de ello, la percepción de que su función en el mundo pasa por ser capaz de controlar en propio territorio -o muy amigo, como el de Canadá- los recursos fósiles, al coste y precio que sea. En esa idea coinciden amplios sectores de la sociedad, y por ello, no cabe esparar ninguna nueva propuesta sobre cuestiones energéticas, ni de un Presidente tan supuestamente «moderno» como Obama. Los problemas que esta decisión conlleve no serán debidos a la escasez de petróleo, sino a que se optó por él, por no pensar de forma distinta.

Un aspecto que me ha divertido del texto de Laura Nader es cuando cuenta que le pidió a un filólogo que le acompañara a las reuniones para valorar con precisión lo que allí escuchaba. Quiénes sigan este blog, ya sabrán que esta es otra de mis fijaciones, pero, ya me perdonarán, no puedo evitarlo, cuando leo ciertas cosas.

Según el NYT, Obama basará su decisión en un dato: el de las emisiones de CO2. Piénsenlo una decisión que afectará la vida -el ecosistema- de casi todo el largo de Estados Unidos de América, se define como límpia, porque los «expertos» aportan un número.No quiero frivolizar sobre el efecto ambiental de las emisiones de CO2, pero lo implícito de esta forma de pensar es: a) la única forma -oficial- de valorar la contaminación son las emisiones directas de CO2, y b) el dato emisión de CO2 se acepta como indicador sintético de los efectos -sean los que fueren- de cualquier política energética.

La primera consecuencia de ello es que pasamos a definir como «energía límpia», cualquiera que se considere que no emite directamente CO2. Ese es el stándard de la sostenibilidad. Así vemos como la energía nuclear, la fósil con instrumentos de captura de carbono, o cualquiera de las infraestructuras asociadas a ellas, pasan a ser formas de generar y emplear energía límpias y, por tanto, sostenibles. Un corolario de ello, es que se pasa a valorar las políticas energéticas-ambientales, en función de una cifra -que además, pequeño detalle, vendemos en los mercados de CO2- y no de las complejas relaciones de poder que subyacen detrás de cualquier opción energética. Si se acaba aprobando en Keystone XL, lo de menos será cuanto más o menos CO2 se emitirá, y lo de más, cuántas más personas dependerán para sus necesidades básicas del acceso a una fuente de energía centralizada, cuánto territorio hemos hipotecado, cuánta población se ha desplazado…

Por otra parte, al reducir el impacto de las políticas a una cifra, ya no es necesario dar argumentos ni a favor ni en contra de una u otra política energética, pues la bondad o maldad de la misma se reduce a eso, un simple número. En el límite del mismo, podemos dejar de razonar.

En definitiva, una combinación letal en la que los arteros filólogos del sector definen como límpio lo que no lo es, en la que los taimados expertos convierten en una cifra lo que no quieren o no saben explicar y en la que los mediocres políticos se sienten más cómodos siguiendo el dicatado de un dato que interpretando la voluntad popular.

En Davos, ni las crónicas son buenas

Hoy he leído una cosa que me ha dejado helada, y no por el frío que estos días hace en esta ciudad, sino por lo que en el artículo se dice y, sobre todo, por quién lo dice. Por un momento me he dicho a mi misma, «no hay nada que hacer, la batalla está perdida». Pero no; no ha de ser.

El artículo en cuestión es una crónica de Daniel Yergin desde Davos. Se titula US vs. Europe: Energy battle heats up y en ella se sostiene que EE.UU. ha ganado la batalla de la competitividad a Europa, gracias a la «revolución energética», que en el otro lado del Atlántico ha supuesto el shale gas. Yergin nos dice que Estados Unidos va bien por su abundancia en gas low cost, mientras que en Europa, por causa de las renovables, los costes son elevados y no se crean puestos de trabajo. Que esto lo diga un neocon de un think tank de quinta, vale, pero que lo diga un prominente miembro del IHS Cambridge Energy Research Associates, además de ganador de un Pulitzer y autor de una de las historias del petróleo, The Prize, más vendidas y citadas del mundo, tiene tela (Por cierto, que si no quieren leer unas 1000 páginas, se puede ver la versión cinematográfica en YouTube). Eso es lo que da miedo, que una de las personas que más sabe del monopolio, poder, marrullerías y perversidades de la industria petrolera internacional, acabe definiendo lo que ocurre con el shale gas -que sin yo tener su talla y fama, sigo pensando que es un bluf– como una «revolución energética». Es más, no contento con ello, apunta otras lindezas como que la energiewende alemana puede llevar a Alemania a una «dramática desindustrialización». Supongo que sólo pareja a la extraordinaria re-industrialización de los Estados Unidos (Sic!)

Lo dicho, no doy crédito. Durante dos años, en este mismo blog, he argumentado porqué ese debate de los costes es artero; cómo he dicho que no me vale que me digan que el shale gas, como Yergin dice, ha creado 2,1 millones de puestos de trabajo, si no me dicen también cuántos se hubieran creado con una alternativa y si no se comparan las categorías laborales y la calidad de las tareas en ambos casos. No hace falta recordar que no es lo mismo trabajar como extractor en una mina, yacimiento o pozo de un recurso fósil, que ser un técnico, un ingeniero o un instalador; como tampoco es igual el valor añadido que se genera en un caso u otro. Pero, supongo que para Yergin entrar en esos «pequeños matices sin importancia», sería una pérdida de tiempo que sacaría fuerza a su discurso.

Estoy muy enfadada. Pero, si digo la verdad, creo que estoy más asustada que enfadada. Si alguien como Daniel Yergin dice estas cosas, sólo hay dos posibles explicaciones: o se cayó del caballo, pero dándose un golpe en la cabeza que lo dejó sin sentido; o fue abducido por aquellos que durante años observó. La verdad, da miedo. En mi caso, lo primero es imposible, pues no sé montar a caballo, así que es difícil que me suba a uno de ellos; pero lo segundo…nadie está libre de la tentación.

Puede que no caiga en ella, pero si lo hiciera poco sería el impacto. En cambio, el efecto legitimador, para «la industria» y para nuestros gobernantes, de las palabras de un Pulitzer como Yergin será funesto. En fin, un golpe bajo o malos tiempos para la lírica

Ideología (neoliberal) en estado puro

Me dice mi madre, que como se pueden imaginar, es mi mayor seguidora, «hija esta entrada está muy bien, pero no te la va a leer nadie». El nadie no es tal, pues siempre hay alguien al otro lado. Pero cierto es que, cuando lo dice, las estadísticas de visitas son menores. La entrada de hace un par de días fue una de esas, así que voy a probar con otra cosa más actual. Ayer leí una noticia que me dejó helada. Helada, porque parecía banal, pero que leída entre líneas era ideología neoliberal en estado puro. Me recordó una de las frases que más me impactó de la película 12 years a slave, en la que el amo dice, mientras fustiga sin piedad a una mujer, «no cometo ningún pecado, es mi propiedad y con ella puedo hacer lo que quiera». Como, de hecho, hace. Bueno, pues David Cameron, aunque aparentemente con menor violencia, debe pensar lo mismo. Si el shale gas se encuentra debajo de «un solar» de alguien, como éste es de su propiedad, podrá hacer lo que quiera con él. Así, si se fija un precio, el o la propietaria podrán decidir entre «vender» o no -si dejar perforar o no. Eso es lo racional, escoger en función del precio, entre fracking o no fracking en el «jardín de tu propia casa». Digo esto, porque parece que David Cameron, el primer ministro británico, ha tildado de irracionales a los que están en contra del fracking. No sé si irracionales, porque no quieren entrar en ese juego de libre elección o, irracionales, porque no se ha atrevido a llamarles estúpidos. Sea lo que fuere, lo encuentro tremendo, pues el premier británico está llamando irracionales a buena parte de la población del Reino Unido, que, huelga decir, él debería representar y proteger. Al hacer una afirmación de este tipo, se olvida de que él es el representante de todos, de los «irracionales» y de los otros. Da igual, si son muchos o pocos. Desde el momento en que ganas unas elecciones, pasas a ser el gobernante de todos. Por ello, que Cameron haga partidismo en vez de velar por el Interés general, no es de recibo. Pero, todavía me parece más alarmante que su argumento para defender «su» opción sea un descalificativo, dirigido a los que piensan distinto de él. En definitiva, el anatema del contrato social rousseauniano.

Pero, la cosa no acaba aquí. David Cameron, según relata la notica, después de decir estas lindezas abogó para que cada hogar sea compensado individualmente por los inconvenientes que les pudiera causar la extracción de gas cerca de su casa. Es decir, el ministro favorece que cada persona, puede vender «su parcela» al precio que se acorde. Es decir, optar o no, individualmente, por el shale gas, resultado de una decisión individual entre «alquilar» o no. Es decir, dejemos que el mercado decida libremente. Lo que nos lleva a pensar que la política energética del Reino Unido, como sospecho que fue la de inicios del Siglo XX, dependerá fundamentalmente de la necesidad, codicia o principios de cada uno. Y no de lo que sería deseable para todos..

Otra perla del plan que anunció Cameron es que éste prevé que las autoridades locales retengan el 100% de los beneficios que pudieran surgir por la explotación del shale gas y, además, el ministro querría establecer trusts comunitarios para gestión de estos fondos. Es decir, no sé si conscientemente o no, pero el ministro postula por acabar con la equidad territorial y por la privatización de la descentralización: que gestionen los recursos conglomerados financieros, en vez de ayuntamientos y otros gobiernos locales ¿Qué les voy a decir?, pues que ¡tremendo, también! Claro que, si una lo piensa, después de haberse cargado el pacto social y de haber individualizado la política energética, supongo que ya, esto último, debe ser lo de menos.

Hoy, sin embargo, para mi satisfacción, le ha llegado el tirón de orejas de los de su bando:  British Petroleum en su último informe afirma que el shale gas poco contribuirá a la reducción del cambio climático. Sé que esto no es estar en contra del shale gas, pero también creo que muchos de los que se han creído que el gas, mientras no llega Eldorado, es la mejor de las opciones posible, puedan ver tambalear sus creencias. Esto podría ser un batacazo a Cameron y cuadrilla. Me pregunto si, ahora, ¿éste también tildará de irracional a BP?