La fiebre del petróleo en Maikop

Antes de mi estancia en el Reino Unido, a lo largo del curso 2014-2015, no tenía ni idea de lo que era «Maikop», sin embargo fue a lo largo de este viaje cuando, por pura casualidad, me di de bruces con la historia de una fiebre del petróleo, protagonizada por inversores británicos, que tuvo lugar en una localidad del Sur de Rusia llamada Maikop (en el mapa cerca del Mar Negro y al suroeste de Krasnodar), en el año 1910. A rescatar esta historia dediqué prácticamente toda mi estancia. Hace un par de semanas, la Revista de Historia Industrial publicó un artículo en el que relato las peripecias de la única compañía, la Anglo Maikop Corporation, que posperó en este contexto, mientras la codicia, la especulación y la falta de experiencia llevaron a que los inversores británicos perdieran entre 9 y 13 millones de libras de la época.

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Fuente: George Godwall; Soviet Union Maps, Chicago – Denoyer-Geppert, 1949

Este artículo, por ahora se puede leer en la versión en papel de la revista y será de libre acceso en unos meses; pero, estando ya publicado, ya no he podido resistirme más a contar alguna cosa sobre él. Lo primero es que, para mi, todo lo que ocurrió en torno a este hallazgo fue muy emocionante. Me lo pasé de «muerte» y aprendí muchísimo.

Todo empezó cuando en la universidad en la que estaba invitada, se me pidió si podría preparar una ponencia, conmemorativa del centenario de la Primera Guerra Mundial, en relación al petróleo de la región del Cáucaso. Entonces, pensé hacer algo sobre lo único que yo sabía de ello: explicar cómo el mundo petrolero que emergió después de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Soviética no tenía nada que ver con lo que existía previamente, entre otras cosas porqué el «petróleo ruso» que, entonces, era el de Bakú, había «desaparecido del mapa». Y, con él, el de los grandes petroleros de entonces que, como otras veces he explicado, eran la Familia Nobel y la Casa de París de los hermanos Rothschild.

Mientras buscaba información sobre ello, me crucé con unos datos que nunca había visto y que cuestionaban la información que yo tenía hasta el momento. Estos datos decían que, justo antes de la Revolución Soviética, la mayor parte de las inversiones extranjeras en  Rusia provenían de compañías petroleras británicas. Citaban como fuente un libro del que nunca había oído hablar, y la casualidad quiso que ese libro se encontrara en un estante, justo al lado, de donde yo estaba sentada en la biblioteca. Este libro fue editado el año 1983 en el Reino Unido, y se trata de una traducción mecanografiada del inventario de empresas extranjeras en la URSS antes de su creación que Ol’ Pavel realizó en los años 1920, entiendo para tratar el tema de las demandas y reclamaciones que estas empresas realizaron al flamante gobierno soviético, con el próposito de recuperar sus activos o recibir algún tipo de indemnización.

Entre este inventario, llamaba la atención la cantidad de empresas con «Maikop» en su nombre. Me costó poco, gracias a wikipedia, averiguar que Maikop era una localidad caucásica-rusa, básicamente conocida por dos cuestiones: su rica cultura y patrimonio de la edad de bronce y por las batallas (o avances) libradas en la región en la Segunda Guerra Mundial. A parte de ello, en la red, nada de petróleo ni de empresas británicas.

Debía ser mi día de suerte, pues después de una frenética e intesa búsqueda di con una referencia que me llevó a establecer que en los Archivos Metropolitanos de Londres estaba depositada alguna información relativa a una empresa llamada Anglo Maikop Corporation (AMC).

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Con ello, pude reconstruir y contextualizar la historia de esta empresa que, cuando estalló la Gran Guerra, era un pequeño holding regional que controlaba toda la extracción, transporte y comercialización de petróleo en el Sur de Rusia.

Posteriormente, en una búsqueda más digna de Sherlock Holmes que de una académica, contacté con la familia del fundador de esta empresa, George Tweedy. Ellos me proporcionaron alguna foto, pero lo cierto es que poco saben de él. No sabemos qué pudo llevar a una persona de origen modesto del noreste de Inglatera al mundo del petróleo de Rusia, pero lo que muestra el éxito del holding petrolero encabezado por la AMC es que hay toda una historia de la industria del petróleo internacional, que va mucho más allá del genio y las hazañas unipersonales de quienes son considerados por la historia oficial los impulsores y creadores de la misma, como Rockefeller (Standard Oil) o Deterding (Royal Dutch), e incluso Ludwig Nobel en Rusia.

A lo que apuntan historias como las de  la AMC en Maikop es que la creación de la industria petrolera del Siglo XX se edificó sobre los hombros de emprendedores individuales que se beneficiaron de pertenecer a un determinado contexto social, político y cultural, en el que se cruzaban y entrelazaban influencias locales, regionales, continentales y globales; y que fueron lo suficientemente listos o avezados para mejorar lo que ya flotaba en el ambiente. Desde este punto de vista, el nacimiento de la industria petrolera debería entenderse como una historia evolutiva y colectiva, en la que el genio petrolero individual, seguramente existió, pero también triunfó por encontrarse en el lugar adecuado en el momento adecuado, extrayendo lo mejor de la herencia recibida. Después, la evolución de la misma, ya es harina de otro costal.

El fin de Arabia Saudi como swing producer, ¿y si no fuera verdad?

Esta será una entrada breve y de circunstancias, que pretende añadir un aspecto a la entrada de hace una semana. Lo pensé ya al escribirlo, pero no quise ir de listilla, de zabetta, como diría un buen amigo mío, cuando se refiere a mi.  Sin embargo, esta semana se han encadenado tres noticias, que me llevan a pensar que esta, también, debiera ser una hipótesis a considerar.

1) Leo en The Guardian del pasado miércoles que el rublo tiene problemas. De ese artículo, destaca la frase, never since the financial crash of 1998 has the national currency seemed so weak. Bueno, pues también en 1998 el precio del petróleo estaba por los suelos, 12,07$/br. Después de ello, se inicio, una de las mayores transformaciones de la industria (occidental) petrolera internacional.

2) Un par de días antes, también se anunciaba, como resultado de una derrota diplomática, que Russia abandonaba el proyecto del South Stream.

Fuente: BBC

Fuente: BBC News

Un proyecto, que como puede verse en el mapa adjunto, debía atravesar el Mar Negro, para dirigirse hacia Europa Central e Italia del Sur. Miren en el mapa dónde se ubica Crimea en relación al South Stream.

3) El jueves 4 de diciembre, como un fantasma de otros tiempos, la prensa internacional amanecía con la noticia del resurgir de los conflictos en Grozny, ese espacio Checheno entre el Caspio y el Mar Negro.

Será también casualidad, pero uno de los episodios más virulentos de este «eterno» conflicto acaeció en 1999, cuando el precio del petróleo estaba a 12,27$/br.

Siempre les digo a mis alumnos que, que dos hechos pasen al mismo tiempo, no implica una relación de causa y efecto, no necesariamente un fenómeno se puede explicar por otro, por ocurrir los dos a la vez. Dicho esto, sin tener, ahora, más tiempo para pensar, dejo aquí noticia de esta casualidad.

Estos días estoy revisando las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudi, y por ilógico que en algunos casos parezca, tradicionalmente desde 1973 hasta ahora, el resultado de los «inexplicados» episodios en las variaciones del precio del petróleo, han conducido a reconfiguraciones geopolíticas. Al final, especialmente cuando ha bajado significativamente el precio del petróleo, tanto Arabia Saudita como Estados Unidos aparecen en el caballo ganador.

El mundo ya no es el que era, y el orden y las relaciones internacionales son mucho más complejas, pero esta semana, estas coincidencias, me han dado qué pensar. He recordado, también, esa cita extraída del New York times del 6 de marzo de 2014, ya comentada en una entrada anterior:  the crisis in Crimea is heralding the rise of a new era of American energy diplomacy, as the Obama administration tries to deploy the vast new supply of natural gas in the United States as a weapon to undercut the influence of the Russian president, Vladimir V. Putin, over Ukraine and Europe. 

El 6 de marzo eso podía ser, o no, considerado una desiderata, pero a la vista de los acontecimientos de esta última semana, y gracias a la sempiterna ayuda de Arabia Saudita, la cosa podría ser verdad.

Navegación y contaminación más que centenaria

Esta entrada, aunque pudiera no parecerlo, incide muy directamente en dos aspectos de mi vida. Tiene que ver con el lugar físico en el que vivo, el Puerto de Barcelona; y enlaza con las inquietudes energéticas que ocupan mi espacio mental desde hace aproximadamente un año, la transición energética al petróleo que tuvo lugar en el Cáucaso a finales del Siglo XIX.

En los últimos días han aparecido diversas noticias que cuentan que otra de las patas del desastroso modelo turístico de Barcelona, tampoco es sostenible. Esta vez, no por la ocupación vandálica del espacio público de la ciudad, si no por los sorprendentes niveles de contaminación atmosférica de los cruceros, muchos de lujo, que llegan al Puerto de Barcelona. Parece que los grandes cruceros que llegan al puerto de Barcelona contaminan el aire hasta 400 kilómetros más allá de la ciudad condal. Antes de que la noticia apareciera en los medios, un amigo ingeniero del colectivo CMES, me lo había comentado.

Por pura casualidad, la difusión de esta noticia ha coincidido con la lectura de un libro, que encuentro ameno, inteligente e interesante, titulado noventa por ciento de todo, cuya autora es Rose George, y que ha publicado el atractivo sello Capitan Swing. Este 90% de todo, del que nos habla el libro es el transporte marítimo de cualquier tipo de mercancía. Todo lo que se quieran imaginar y más: lícito o ilícito, moral o inmoral, útil o superfluo. En fin…todo. El libro da mucho qué pensar, y, francamente, es una alegoría al comercio de proximidad y a las formas de producción descentralizadas y de cadena corta. Pero, más allá de ello, en su quinto capítulo, cuenta cosas sorprendentes, entre ellas que un buque gigante puede emitir tanta contaminación a la atmósfera como una planta de energía eléctrica a base de carbón; o que los barcos más grandes podían emitir tanto como 760 millones de coches; o que si sumamos la navegación a la lista de los países contaminantes, esta ocupa la sexta posición (p.111). La razón de ello es doble. En primer lugar por que estos gigantes del mar se alimentan de energía fósil. Es tanto el crudo pesado al día que emplean, que muchos deciden navegar a una velocidad menor (14 nudos) que la de un tea clipper (17 nudos) que surcaba los mares a mediados del Siglo XIX. Ello, para ahorrar en combustible. Pero, en segundo lugar, su capacidad de contaminación es tan grande, debido a que el combustible pesado que emplean es el menos elaborado y costoso posible: es el llamado combustible búnker o residual. En pleno Siglo XXI, este combustible se considera basto, porquería y a sólo un escalafón por encima del asfalto; y al quemarlo, libera a la atmósfera gases y hollín, incluído dióxido de carbono, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono, compuestos orgánicos volátiles, dióxido de azufre, carbón negro y partículas de materia orgánica (p.111).

Desde un punto de vista ambiental esta información es inquietante. Para mi, además, es chocante, pues mi maravillosa vista al mar, que pensaba tan sana, equivale a vivir al lado de varias centrales térmicas de carbón. Sin embargo, mientras lo leía no podía levantar la vista del libro de la emoción, pues lo que Rose George cuenta es que las modernas flotas del Siglo XXI, emplean el mismo combustible que el de las primeras flotas del Mar Negro y el Volga de la Rusia zarista; sólo que entonces el combustible búnker tenía nombres más evocadores como mazout (que sigue siendo su nombre en francés) o astaki (en ruso).

En los últimos 1870s, Ludwig Nobel adaptó el motor diesel al motor a propulsión de los barcos, y en poco tiempo el mazout se convirtió en el principal combustible en el sur de Rusia, being (…) used instead of coal by more than 250 tank and passengers steamers on the Volga and Caspian, several locomotives, and over 1000 stationary engines. De hecho, en Rusia, en el XIX, y antes que en ningún otro lugar del mundo -mucho antes de la Primera Guerra Mundial, como se puede inferir de la lectura del libro de Robert W. Tolf, The Russian Rockefellers: The Saga of the Nobel Family and the Russian Oil Industry- se había realizado la transición al petróleo, como combustible para el transporte, al tiempo que se había creado un bloque tecnológico, una red de infraestructuras, una industria energética, una forma de comerciar y de hacer la guerra, así como un marco institucional (develpment block), cuyo centro era una industria articulada en torno al mazout como combustible. Industria que, por otra parte, en los convulsos años que fueron desde 1914 hasta los primeros 1920s, desapareció incluso de los libros.

En mi más completa ignorancia, todo este año he pensado que el mazout era un producto del pasado. Un anticuado combustible de cuando la industria petrolera rusa, por unos años (desde 1870 hasta el final de la PGM), fue la más moderna y evolucionada del mundo.

Estos días, al leer el libro de Rose George, intelectualmente, me he sentido muy gratificada, pues leer que el combustible que hoy en día se sigue usando para transportar el noventa por ciento de todo es del mismo tipo -y con el mismo uso- del que emplearon los zares en sus flotas, es un argumento más, para apoyar la hipótesis de que lo que en el Siglo XX se conoció como la industria petrolera internacional, nació en el XIX, en torno al Mar Negro y el Cáucaso. Pero, por otra, esta misma lectura, en clave de una ciudadana, que cree en el progreso, es deprimente. Pues, ello es al petróleo y al transporte marítimo, lo que el otro día un amigo me decía sobre la energía nuclear: «visitas una central nuclear, para darte cuenta de que al otro lado del reactor, lo que hay es una turbina, igual que las otras».

Una vez más, he vuelto a tener esa sensación. La sensación de que las «grandes» innovaciones de la industria energética a lo largo del Siglo XX, no se han dirigido a mejorar las formas de producir y emplear las energías secundarias (electricidad o combustible), pues sobre esto sólo han producido pequeñas variaciones. Las «grandes» innovaciones se han dirigido a aumentar el poder del monopolio, a centralizar más las formas de producción y generación de energía y a asegurarse el control de quién y en qué condiciones tiene acceso a la red de distribución. Este, es el gran sesgo tecnológico de la industria energética internacional, el que hace que cuando existen dos tecnologías alternativas, siempre se acabe optando por la que agranda y da más poder al monopolio.

Este sesgo, y las relaciones de poder que en él subyacen, son los culpables de que hoy los barcos, que lo mueven todo, también contribuyan al tráfico de contaminación.

Me ha dejado anonadada descubrir que esas modernas moles que hoy surcan nuestros mares, y atracan en nuestros puertos, se muevan con lo mismo que la flota de los zares y a una velocidad equivalente a los clippers coloniales ¡Sí, señoras y señores, esta es la idea de progreso en el capitalismo del Siglo XXI: un contenido propio de las primeros años de la industrialización en un continente propio de Silicon Valley! Así va el mundo….

Lo no dicho de Crimea

Ayer una muy buena amiga, que lo sabe todo sobre mitos y tragedía griega, me mandó el siguiente mensaje: Jasó i els Argonautes van sortir de Pelión, de Volos per anar a buscar el Vello d’Or que permetria a Jason recuperar el regne de Pelies….Es l’expedició dels Argonautes. I van arribar al temple on era guardat per Medea….la continuació te la saps. Però Saps on era aquest temple, el Vellociono de Oro i Medea? A Crimea. I no crec que sigui casualitat…. Francamente, yo tampoco creo que sea casualidad. Crimea, fue, es y será un lugar central del mundo EuroAsiátio del que, simplemente, los habitantes del Siglo XX nos olvidamos por lo que fue esa aberración -útil tal vez, pero absurdidad, al fin y al cabo- de partir el mundo en dos.

Yo que soy tendente a caer en esas nostalgias de los «mundos de ayer»,  vengo buscando argumentos que permitieran explicar esta crisis como un resurgir de algunos de  los problemas estratégicos de antes de la Primera Guerra Mundial; cuando buena parte del mundo EuroAsiático estaba dividido en tres imperios, el Austro-Hungaro, el Ruso y el Otomano. De hecho, quienes sigan este blog, recordarán que meses atrás ya hubo una pequeña entrada al respecto. Como creo que dije entonces, el azar quiso que esta crisis estallara en el mismo momento en estoy intentando reconstruir parte de la historia de la industria del petróleo, en la actual parte rusa del Caucaso, adyacente al Mar Negro, en la década de 1910. Esta historia daría para apuntar algunos paralelismo con buena parte de las opiniones que analistas y medios están expresando, relativas a la importancia geo-energética de la zona. De hecho, el otro día mirando documentos del War Office británico leí dos ficheros sorprendentes, uno relativo al diseño de una estrategia para la exportación del petróleo del Sur de Rusia y otro relativo a la Oil Administration que los británicos establecieron en Batum Ambos fechados en el periodo comprendido ente 1919-1921, cuando ya se ha firmado el armisticio de la Primera Guerra Mundial.

De esta documentación, se deduce el interés que algunos sectores británicos tuvieron en el petróleo del sur de Rusia; como alternativa al caro americano o al incierto del desmembrado Imperio Otomano; el interés en las infraestructuras de transporte de petróleo y la voluntad, pasara lo que pasara (piénsese que en ese momento el futuro del Cáucaso todavía no estaba claro y los británicos apoyaban al General Denikin frente a los bolcheviques), de mantener el control en Crimea.

Si, hoy, se siguen las opiniones de lo que ocurre en Ucrania y Crimea, menos aquellos que hablan de un conflicto identitario , hablan de algo muy similar a lo que aquí les menciono. El otro día, el New York Times nos proporcionaba un excelente ejemplo de ello, aunque rizaba el rizo, pues decía que when Russia seized Crimea in March, it acquired not just the Crimean landmass but also a maritime zone more than three times its size with the rights to underwater resources potentially worth trillions of dollars. Puede ser. En torno al Mar Negro, siempre hubo petróleo. Antes de que se constituyera la industria petrolera internacional, allí estaban los principales territorios exportadores y,de ahí, este interés de los británicos, entonces. Así, es plausible que, como apunta el NYT (en unos mapas que recomiendo, pero no me permiten copiar, cosa que entiendo), en las aguas territoriales de Crimea suceda los mismo que en los 1970s pasó en el Mar del Norte. No lo dudo, es más, si seguimos este hilo, hasta se podría argumentar que aunque Rusia tiene ya mucho gas, necesita acaparar todavía más para cumplir sus nuevos contractos y relaciones con China.

Por todo ello, aunque pueda diferir en la interpretación, estaría muy de acuerdo con aquellos y aquellas que opinan que detrás de «lo de Crimea» hay una cuestión geo-estratégica y geo-energética. Pero, dicho esto, hace un par de días leí en The Guardian un artículo que me dio mucho que pensar. El artículo se titula, Stop forcing Ukraine into a narrative of Moscow versus Washington. We are told that this is a geopolitical battle instead of an attempt by ordinary Ukrainians to take back control from the oligarchs. Es la segunda parte del título la que me cautivó. El artículo de Oliver Bullough, aunque pueda ser un poco tramposo -mucho menos que este blog, por cierto-, nos cuenta tres cosas. En primer lugar que la crisis de Ucrania empezó con las privatizaciones que se iniciaron con la desintegración de la URSS. En segundo lugar que estas privatizaciones favorecieron a los oligarcas del Este (pues en Donetsk estaba el botín de la industria y las minas), que se beneficiaron de los derechos de propiedad occidentales y de sus «ventajas fiscales». Ello lleva a Bullough a argumentar que, por tanto, intrínsecamente la rivalidad Este – Oeste es una falacia. Por último, el autor cuenta, que este expolio ha aumentado más que significativamente la desigualdad y pobreza. Así, según su opinión, la mayoría de los ucranianos que están en la calle, lo que quieren es acabar con este estado de cosas.

Por tanto, el artículo nos recuerda que detrás de «todo lo demás», hay una legitima protesta derivada de la injusticia, aunque otros la estén utilizando para sus propósitos. Lo he pensado, y creo que tiene razón. Él critica a sus colegas, diciendo que los periodistas se «criaron» en la Guerra Fría y, que por tanto, sin análisis ulterior se sienten cómodos hablando de rivalidades entre el Este y el Oeste.

No soy periodista, pero creo que tambien debo entonar un mea culpa, pues, cuando la gente pasa hambre, empeora su nivel de vida, pierde trabajo y derechos, por mucho que especulativamente nos fascine «el juego» geo-político, es deber hablar de las otras cosas. Por desgracia, siendo como es Crimea central en el mundo AsioEuropeo, en primera y última instancia, el juego va de cómo los ricos se reparten las fichas del casino global. Lamentable.

Nueva diplomacia energética y Crimea

¡Por fin! Por fin ha llegado la noticia que he estado esperando todo este tiempo. Hoy, en el New York Times, y se titula U.S. Hopes Boom in Natural Gas Can Curb Putin. Aquí su encabezamiento, the crisis in Crimea is heralding the rise of a new era of American energy diplomacy, as the Obama administration tries to deploy the vast new supply of natural gas in the United States as a weapon to undercut the influence of the Russian president, Vladimir V. Putin, over Ukraine and Europe

Mi alegría al ver la noticia sólo es síntoma de mi soberbia, pues según mi interpretación de los hechos, lo que esta noticia demuestra es lo que vengo diciendo en este blog desde hace dos años. Me da la razón. Primero dije que la geo-política de la energía ya no es lo que era y, segundo, que lo que hay detrás de la fiebre del shale gas en Estados Unidos es el diseño de una nueva geopolítica y, por tanto, de unas nuevas relaciones de poder mundiales en las que, claro está, Estados Unidos intenta seguir teniendo el protagonismo.

Queda pedante y no es de buen gusto, pero esta vez lo voy a recordar. En enero de 2012, ya publiqué una entrada cuyo título, entonces interrogativo, era ¿Perdimos la geo-política del petréoleo sin enterarnos?. Posteriormente, en Octubre 2013, redacté tres entradas consecutivas que apuntaban al fin de la Doctrina Carter, al fin del atlantismo en las relaciones energéticas internacionales  y a cuestiones que ya no tenían encaje en el análisis geopolítico al uso. Unos meses más tarde, en marzo, ya apunté que la descordinación en la respuesta internacional y la falta de una explicación coherente a lo que en Chipre, en este momento, ocurría eran debidas a la desapareción del mundo de ayer y al tácito fin de un bloque atlántico (llámese OCDE, OTAN o como se quiera) con intereses supuestamente comunes. Siguiendo esa misma línea de pensamiento, el pasado noviembre di un paso más al decir que Estados Unidos estaba marcándose un farol con «su» shale gas con el objetivo de redefinir su nuevo papel en el mundo.

Por último, aunque el tono era distinto, en diciembre, en una entrada ya efemérides del cercano centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, insinué que el orden petrolero internacional que se cimentó entonces, estaba en vías de desaparición.

El azar ha querido que mientras llegaban noticias de los asombrosos hechos en Crimea, yo estuviera trabajando en el mundo del petróleo de antes de la «Gran guerra». Ayer escribí para mí misma, sin pensarla mucho, una frase que venía a decir que antes de la guerra, buena parte del petróleo internacional provenía de los territorios en torno al Mar Negro. De hecho, en este mapa que ya mostré en una entrada anterior, queda clara la centralizadad de esta zona, confluencia de los tres imperios de la época, el Ruso, el Austro-Hungaro y el Otomano

Fuente: Garretson, 1957

Fuente: Garretson, 1957

Entonces, Crimea, cuya guerra algunos consideran como el préambulo de la de 1914-1918, todavía tenía gran importancia geo-política, pues es un istmo que guarda el paso a los estrechos del Bósforo y de Dardanelos -grandes protagonistas de la política internacional decimónica.

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Sé que no vale decirlo, pero si la Revolución Soviética no hubiera facilitado la partición de Europa y si los tratados posteriores a la Primera Guerra Mundial no hubieran repartido los territorios y activos petroleros como lo hicieron, el Mar Negro y, con ello, Crimea hubieran seguido siendo una pieza geo-estratégica fundamental. No fue así. Pero, quién sabe. Tal vez, ahora, que ese orden ya no existe, haya quién considere que ha llegado el momento de tomar posiciones. En mi mente, todavía es muy intuitivo, pero cada vez más tiendo a pensar que de» esto va la cosa». No es la partición de Ucrania, no es un conflicto entre poblaciones de distinta procedencia, no es que Putin sea un loco irreflexivo; es la toma de posiciones geo-estratgéticas en un orden mundial cambiante.

Hoy, en 2014, cien años después del inicio de la desaparción de Crimea como pieza fundamental en la arena internacional, ésta pequeña península podría recobrar el esplendor perdido. Hoy, también, cien años despues de esa fecha, para Putin (o para cualquier dirigente Ruso) es posible hacerlo, porque en la nueva geo-política de la energía que se está forjando,acaba con la que se moldeó entonces. Ese juego, se acabó. Esta vez, Putin o sus asesores, parecen saberlo. Al menos saben que la eventualidad de que Ucrania corte el suministro energético a Europa es sin riesgo alguno, pues no habrá reacción real. Lo apuntaba el lunes The Guardian, pero aquí en Europa, parece que como siempre seremos los últimos en enterarnos.