¿Perdimos la geo-política del petróleo sin enterarnos?

Estos días se conmemora el primer aniversario de las Revueltas Árabes. La revista digital FP en español realizó una pequeña previsión meteorológica de los tiempos que se avecinan en el Mundo Árabe. Esta previsión consiste en micro aportaciones de conocedores del área que hemos realizado un pronostico político-meteorológico. En mi caso, el diagnóstico fue de lluvioso-tormentoso. Las tormentas eran metáfora del choque que se está produciendo en el mundo árabe entre los dirigentes y las élites protagonistas de cuando el mundo estaba regido por Yalta y los grupos de poder emergentes.

El mundo dividido en bloques, trajo consigo que todos los países del mundo, salvo -y de forma relativa- los que en algún momento conformaron el Movimiento de los países no alineados, se alinearan o con el bloque del Este o con el del Oeste. Esto también fue valido para los Países árabes, cuyos dirigentes, de una u otra manera, emularon los valores de uno de los dos bloques y sirvieron a sus intereses. En el caso de los Países árabes ricos en recursos naturales, más allá del discurso, al integrarse buena parte de éstos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) o en su «filial» árabe (AOPEP), su destino geo-político quedó vinculado al de los países consumidores de Occidente, agrupados en torno a la Agencia Internacional de Energía de la OCDE.

Así, desde los primeros 1970s nos hemos acostumbrado a analizar casi cualquier acontecimiento que ocurriera en los países árabes ricos en recursos naturales o en relación al petróleo o en relación al efecto que este acontecimiento pudiera tener sobre la disponibilidad, cantidad o precio del petróleo. De hecho, hay dos ideas que se han transformado en axiomas del análisis geo-político internacional contemporáneo.

La primera idea es que muchos dirigentes de estos países -fuera Gadaffi en Líbia, Sadam Hussein en Irak, Al Asad en Siria, el régimen paramilitar en Argelia, o cualquiera de las petromonarquías del Golfo- se mantenían en su sitio gracias a la distribución de la renta del petróleo a la población; fuera de forma directa como en las petromonarquías, o de forma indirecta como en Libia, Argelia, Iraq o Siria. Por ello, siempre se consideró que el interés de los dirigentes era lograr el máximo de ingresos de la venta del petróleo en el exterior, para «comprar» la paz social en el interior.

La segunda idea es que, a a pesar de unos intereses supuestamente antagónicos entre países productores y países consumidores, en Occidente se toleraban y apoyaban a estos dirigentes, porque dependíamos de ellos para que el petróleo crudo fluyera hacia los consumidores occidentales. Y, porque, como dice el refrán, «mejor loco conocido que sabio por conocer»

El corolario de lo anterior es que visto que los dirigentes de los países árabes gozaban de la renta del petróleo, y visto que los occidentales necesitábamos de ese petróleo, buena parte de las relaciones entre Occidente y el Mundo Árabe se dirimían diplomáticamente en los foros de la industria energética (OPEP-IEA/OCDE) o, militarmente, con intervenciones -o amenazas de intervención- de Estados Unidos en el Medio Oriente. Ambas formas de actuar, generaban unas relaciones con muchos vaivenes, pero estructuralmente estables.

Si algo nos ha mostrado la primavera árabe es que esta forma de ver el mundo ya no se adecua a él. De hecho, si se recurre a las hemerotecas, se constata  el estupor generalizado de hace un año, pues era difícil de entender que dirigentes de «toda la vida», legitimados, internamente, gracias a las rentas del petróleo y legitimados, externamente, gracias a su fiabilidad como suministradores de crudo a Occidente, fueran desalojados de su lugar en tan poco tiempo. Desde mi punto de vista, lo ocurrido en Libia es el caso más evidente de ello.

Estos últimos días, ha empezado a producirse el goteo de un tipo de noticias distinto que arrojan luz sobre lo anterior. A través de Alfanar y su utilísimo servicio de traducción al castellano de noticias en árabe, llegaba un pequeña nota, titulada El gas político compra la primavera árabe, cuyo inicio es extremadamente clarificador, pues reza «No es cierto que el petróleo sea más importante que el gas en los cálculos de la economía y la política». Sólo esta frase apunta hacia el hecho de que la geo-política y economía de la energía es más amplia que la del petróleo; la continuación del artículo apunta hacia el hecho de que países como Turquía -y, yo diría que, en intención, también Egipto- han experimentado un cambio en las élites dirigentes, debido al creciente protagonismo que el gas ha adquirido en las relaciones energéticas internacionales

De signo distinto, pero también en esta línea, el Informed comment de Juan Cole introducía una breve nota, cuyo título es Can Solar Energy in Mideast Stop a Gas War?. Esta noticia todavía es más sorprendente que la anterior, ya que este título da un doble salto: ni menciona el petróleo, habla de una guerra del gas -que ni sabíamos que existía- pero que se puede superar gracias a la energía solar ¡Es increíble!

Estas breves notas dan dos lecciones. Una a los que seguimos anclados en una forma de ver la geo-energía que es propia del mundo de ayer. Como se puede intuir del gráfico adjunto la industria energética internacional del Siglo XXI ya no es la que era: en el consumo mundial, EuroAsiaPacífico gana peso y, en el global, el petróleo ya no es el rey. Por ello, la geo-política de la energía, y el papel que los Países árabes juegan en ella, va a cambiar.

Consumo de energia mundial, por fuente y en área geográfica

Fuente: BP, Statistical Review of World Energy 2010

La segunda, consecuencia de lo anterior, es que cada nueva propuesta que incluya fuentes de energía distintas del petróleo, sea ésta la generación de gas electricidad a partir de gas, de «carbón limpio» o de energía solar o eólica, implicará un cambio radical en las élites políticas de los países productores, en los espacios geo-energéticos mundiales y en las relaciones energéticas internacionales. Esto -para bien o para mal- también se ha de tener en cuenta, cuando en los países consumidores decidimos cambiar nuestro modelo de consumo energético.

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