A veces las preguntas más básicas, llevan a laberintos inimaginables. Hay dos preguntas que llevan días martilleándome la cabeza. Algo que para mi, había sido evidente, en el contexto actual, me «patina». Se han preguntado ¿por qué pagamos un único precio por el kwh que empleamos en casa o hablamos en singular sobre el precio del petróleo? Lo que aquí quiero decir, ahora sin entrar en ninguna valoración sobre el tema, es que si no se da una razón adicional -por ejemplo un proyecto político de espacio energético público y único: nacional, regional o local- es difícil justificar, desde el ámbito privado, por qué ha de costar lo mismo una electricidad que se genera en una nuclear que una que se genera con los rayos de sol; como también es difícil justificar que paguemos igual la gasolina si el petróleo viene de Arabia Saudí o del Mar del Norte, por decir algo.
En la teoría, un precio único para un bien, si es precio, debería significar que existe un mercado unificado. De hecho, sea o no fuere verdad, se habla del mercado eléctrico español o del mercado del petróleo. Tengo muchísimas razones para afirmar que tales mercados no existen; pero esto, ahora y aquí, da igual, porque lo relevante es que sin existir tal mercado y sin justificarse tales precios por sus costes, muchos analistas siguen empleando el precio como indicador de escasez o abundancia ¿Cuántas veces hemos oído decir que el precio del petróleo sube porqué no hay suficiente oferta -cantidad de petróleo que va al supuesto mercado- para cubrir la demanda? Infinitas. Por no decir las veces que hemos escuchado que el precio del petróleo sube, por que éste se acaba. Es evidente que, en el largo plazo, cuando un recurso es finito, cada vez será más difícil conseguirlo y, por ello, el precio tenderá a subir. Por ello, esto tampoco requiere mayor comentario. Sin embargo, lo que sí requiere comentario es qué ocurre en este lapso de tiempo, hasta que lleguemos allí, y si el precio del petróleo puede indicarnos alguna cosa.
Cada vez que el precio sube, escuchamos la misma cantinela: o alguien ha reducido la oferta o estamos al límite de nuestra capacidad. Pues bien, hoy me he dedicado a mirar la evolución de los precios y de las reservas mundiales, sobre todo desde la década de los 1980s, pues antes los precios internacionales del petróleo estaban fijados –posted– por las grandes empresas del sector y, en un breve lapso de tiempo, por la OPEP. Al mirarlos, he visto algunas cosas curiosas. Se las muestro.
El primer gráfico ofrece una evolución de una selección de precios internacionales del petróleo hasta 2004. Me he fijado, para variar, en los momentos en los que bajan los precios.
Claramente, se ven dos años que marcan grandes caídas -siguiendo una tendencia- el 1986 y el 1998. Años que, mirando otro gráfico, el de la evolución de las reservas, observo que son los años en los que se añade un volumen significativo de reservas al «total» mundial.
En el 1986, se añadieron reservas «convencionales» en Oriente Medio y, en 1998, las «no convencionales» de Canadá. Por tanto, aunque no tiene por qué haber ninguna relación causal, lo que nos dicen estos dos gráficos es que cuanto más bajo estaba el precio del petróleo, más reservas se añadieron y que, una vez se aceptó que éstas existían, el precio del petróleo empezó a subir. Si hubiere una relación entre ambas cosas, lo que diría es que, en el caso del petróleo, cuando se añade capacidad de oferta futura – pues el gráfico muestra reservas, no producción), el precio sube. De hecho, se pueden argumentar miles de cosas al respecto, pero ninguna de ellas quita el hecho de que las ventas al siguiente año pasaron a cobrarse a un precio superior al que tenían hasta ese momento.
Pensemos lo siguiente, los precios empezaron a escalar, después de que se mandara la señal que las reservas de las arenas bituminosas de Canadá se lanzarían al mercado. En este caso, podría ser lógico que el precio subiera, pues el coste de extraer y comercializar estas reservas es muchísimo más elevado que, pongamos, el de Iraq o el Mar del Norte, por tanto, son más caras. Sin embargo, lo que sube es el precio -en singular- del petróleo. Y, por tanto, el resultado es que después de ello, los antes ya estaban vendiendo petróleo (empresas estatales o privadas) de otros lugares «más baratos» vieron aumentar sus ingresos. Esto es lo que ocurre, cuando existe un único precio – o precios , de una forma u otra vinculados- para distintas cosas, con costes distintos, que se asimilan. Sean las distintas calidades de petróleo o las distintas formas de producir electricidad.
Esta interpretación tiene que ver con lo que David Ricardo (1772-1823) y John Stuart Mill (1806-1873) es sus respectivos Principios de Economía Política, nos explican sobre el significado de la renta minera. El ejemplo que he escogido, lo ilustraría bien, pero como patrón explicativo de la evolución del precio del petróleo, puede ser verdad o no. De hecho, si vamos más allá en el tiempo, la relación ya no aparece tan clara, pues la tercera gran incorporación de reservas, la que se observa en el gráfico en el 2006-2007, se corresponde con el petróleo muy pesado de la Faja del Orinoco, en Venezuela. A partir de estos años, la relación ya no es tan lineal. Es más, en los dos últimos años, al aparecer en escena el fenómeno de petróleo y gas no convencional de Estados Unidos, los precios del petróleo parecen desdoblarse. Pero, sobre esto, ya hablaré otro día.
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Sin ánimo exhaustivo, tengo que decir que me faltan dos variables importantes en este análisis. Uno es la demanda; por ejemplo, la introducción de derivados del petroleo en la producción de materiales para la fabricación de aparatos electrónicos, o el accidente de Fukushima que obligó a Japón a consumir gas a raudales han debido influir también en los vaivenes de precios – no sólo por la cantidad sino por la percepción, o coste de oportunidad. El otro factor son los mercados secundarios, que distorsionan el precio de cualquier activo y aumentan la volatilidad a través de la especulación. Lo comento como propuesta para el post-continuación 🙂
Efectivamente, se deberían mirar ambos lados, pero salvo cuando se habla de China o India, este no es un argumento que se suela utilizar. Mi punto, aquí, es si realmente el precio es un buen indicador de escasez. En el largo plazo es evidente que lo es, pero eso va implícito en el hecho que elpetrólro es un recurso finito. De hecho, como más lo pienso, menos convencida esto que a lo largo de la historia de los últimos 40 años el precio nos haya dicho lo que nos dicen quenos dice( hablo de crudo). Es más, ni tan siquiera en los 1970 hubo escasez real. Me lo guardo para otra entrada.