Construyendo el discurso de la escasez

Una cuestión que siempre me llamó la atención es cómo el discurso del fin de los recursos se acaba realizando en términos de costes económicos. Sobre ello quiero hablar en esta entrada, aunque ésta tenga muchos puntos para convertirse en una de aquellas sobre las que mi madre opina diciendo, «hija esto está muy bien, pero no te lo va a leer nadie». En este caso, incluso puede que la cosa se quede en «…no te lo va a leer nadie».

Hace unos cuantos años, Robert Mabro escribió una pequeña boutade sobre el fin del petróleo. En este provocativo divertimento, él sostenía que hablar del fin del petróleo es tautológico, pues es evidente que si un recurso es finito, tarde o temprano se acabará. De ahí que este articulito apuntara a que cuando hablamos del fin de los recursos, debemos estar hablando de otra cosa. Pues bien, ¡es verdad! ,los economistas hablamos de otra cosa.

Inspirada por el trabajo de Paul Warde sobre la narrativa de la escasez, con mis alumn@s, en este curso, hemos reconstruido históricamente cómo el pensamiento económico ha influido en la construcción de un determinado discurso sobre el fin de los recursos; así como sobre cuáles son las consecuencias del mismo para el funcionamiento de la industria energética.

En este discurso se entremezclan varios elementos, que a mi modo de entender son los que marcan el desarrollo de la industria energética fósil hasta la actualidad.

En el Siglo XVIII, Jean Baptiste Say, en un fragmento que convirtió en célebre Robert T. Malthus nos dice que […] la tierra […] no es el único agente de la naturaleza que tiene un poder productivo; pero es el único o casi, sobre el que el hombre puede ejercer la propiedad privada y exclusiva y, por ello, el beneficio de un individuo se transforma en exclusión del otro. El agua de los ríos y el mar, por la facultad de poner en movimiento nuestras máquinas, de transportar nuestros barcos o alimentarnos con sus peces, también tiene un poder productivo. El viento, que mueve nuestros molinos, e incluso el calor del sol trabajan para nosotros; pero, afortunadamente, nadie puede decir, ni que el viento y el sol son míos ni que el servicio que prestan me ha de ser pagado […].

Entre ambas cosas hay una diferencia esencial: la última es inagotable y el servicio que proporciona a una persona no impide que otra se beneficie de un servicio igual […] Sólo la tierra […] gracias a que nos la podemos apropiar, se cultiva y es productiva, generando, así, una especie de abundancia […] (la traducción es mía).

Este fragmento, me parece fascinante, pues nos dice tres cosas: a) desde el Siglo XVIII reconoce que el sol, el agua y el aire son fuente de energía (movimiento y calor), pero que no son válidas para el sistema por no ser susceptibles de apropiación ; b) que es la propiedad -de la tierra- la que genera abundancia y no la libre disposición de los factores y, c) que esta propiedad es origen de la desigualdad: el beneficio del uno y la exclusión del otro.

Malthus, a caballo del Siglo XIX, utilizó parte de este fragmento para explicar que las mejores tierras -el monopolio natural- son las que dan mejores rentas, pero le añadió un fragmento, tan fascinante como el anterior, al escribir […] ¿no debe admitirse que la renta es el resultado natural de una cualidad inapreciable del suelo que Dios ha concedido al hombre […]? ¿Y no es una parte […] de ese excedente general de producción de la tierra, de que se ha dicho acertadamente que es la fuente de todo poder o disfrute, y sin el cual no habría ciudades, ni poder militar o naval, ni artes, ni saber, ninguna de las más refinadas manufacturas, ninguna de las cosas conveniente y lujos de los países extranjeros, ni esta sociedad culta y pulida que no sólo eleva y dignifica a los individuos, sino también extiende su beneficiosa influencia a toda la masa de habitantes?

Aquí, aunque posteriormente David Ricardo le discutiera que la renta sea fuente de excedente, Malthus sienta las bases para tres cosas: a) si uno es afortunado de tener una «buena» tierra es gracias a la Providencia; b) ello es la base del poder y, c) el fundamento de la civilización. Así, si sumamos Malthus a Say, el discurso económico se convierte en que la propiedad es positiva pues es fuente de abundancia, aunque sea fuente de desigualdad. La desigualdad es el resultado del destino, y gracias a sus frutos se obtiene el poder y se edifica la civilización.

Con este discurso, se entiende que pudiera tener más éxito una fuente energética fruto de la tierra que una como el sol, el aire o el agua, sobre las que «afortunadamente» no podemos establecer los derechos de propiedad. David Ricardo, considerado como el padre del concepto de la renta del subsuelo o minera, introdujo la última pieza a este discurso, pues de manera muy clara explica dos cuestiones. En primer lugar que si hay abundancia no hay renta (el producto de la tierra que se paga al terrateniente). Y, en segundo lugar, que es el ingreso del capital en la mina más pobre [el que regula] la renta de todas las rentas más productivas.

Siguiendo con el discurso anterior, la aportación de Ricardo nos conduce a pensar que para que los frutos de la Providencia sean efectivos  (la abundancia de las mejores tierras), no basta con que tus tierras sean buenas, si no que han de existir las malas, pues éstas son las que convertirán a las tuyas en fuente de riqueza (de renta). Así, lo que David Ricardo nos dice es que cuanto peores sean las tierras,las minas o los yacimientos, más renta obtendrán aquellos cuyas tierras, minas o yacimientos son mejores.

Por todo ello, a veces una piensa que hay algo intrínsecamente perverso en escoger como base energética del sistema un recurso finito, pues si a mayor escasez, mayor renta  para los que tienen las minas o los yacimientos de mejor calidad, el discurso de la escasez pasa a ser un instrumento para mantener el poder y una determinada forma de «civilización».

De hecho, llegando a la mitad del Siglo XIX, con la Revolución Industrial en marcha, desde visiones opuestas, John Stuart Mill y William Stanley Jevons, nos permiten entender esta cuestión. El primero especifica que […] el principal caso en el que la escasez incrementa el coste de producción es el de los recursos naturales […]. Y, el segundo es el que recogiendo todo lo anterior construye el discurso contemporáneo de la escasez. De hecho Jevons, es de los pocos, si no el único, economistas que tiene un libro dedicado a una fuente energética, el titulado The Coal Question.

Este texto, que creo que tiene muchas lecturas, introduce la idea de escasez, como algo relativo y no absoluto. La escasez se define como el fin del carbón barato. Es más, según Jevons, no es que se acabe el carbón, sino que el hecho de que en otra localidad, en otro país u otra economía, haya una abundancia de carbón conducirá a la decadencia del poder y de la civilización británica, ya que […] la grandeza de Inglaterra depende en gran manera de la superioridad de su carbón, en precio y calidad, frente a otras naciones […]. En los términos de Jevons, el problema de la escasez no es que se acabe el carbón, es la pérdida de competitividad que puede experimentar el Reino Unido frente al emergente Estados Unidos, aunque Jevons, realmente, por lo que teme es por […] our moral and intellectual capabilities.

Piénsenlo, este es el mismo discurso que el del «fin del petróleo barato»: es la pérdida de la competitividad, la perdida de la hegemonía y la pérdida de una «civilización».

Ante todo ello, ver la función que el fracking cumple en el sistema tiene su gracia. En primer lugar, en un mundo como el que describe Say, nos sentimos más cómodos con una fuente fósil del subsuelo sobre la que podemos establecer derechos de propiedad y sobre la que se puede realizar negocio. En segundo lugar, siguiendo las explicaciones de Ricardo, la industria petrolera «tradicional», aunque no participe de esta forma de extracción, ha de estar encantada, pues a más fracking en los yacimientos malos, más renta en los yacimientos buenos. En tercer lugar, siguiendo a Malthus, no hay un cuestionamiento moral de fondo sobre este fenómeno, pues la Providencia ha querido que estos yacimientos estén localizados en el mundo de los poderososPero, hay un cuarto argumento que ya no es tan evidente..

Jevons decía que la escasez de carbón, acabaría con […] the mainspring of modern material civilization y haría peligrar our moral. Creo que mucha gente piensa lo mismo con el petróleo. Tememos su desaparición porque forma parte de nuestra forma de vida. Sin embargo, entonces había un argumento que no ahora no existe; el de que en otro lugar del mundo podría haber abundante petróleo barato. Hoy, lo que hay sobre la mesa, es la posibilidad de un modelo -renovable- totalmente nuevo. Hoy, como Jevons hizo entonces, muchos hablan de […] plausible fallacies about the economy of fuel, and the discovery of substitutes of coal, which at present obscure the critical nature of […], pero lo que yo pienso es que no es cierto. Lo que da miedo de verdad de las las renovables no tiene nada que ver ni con los costes ni con la competitividad, pues todo serían argumentos a su favor; el miedo es, como dijo Say, que […] heureusement personne n’a pu dire : le vent et le soleil m’appartiennent, et le service qu’ils rendent doit m’être payé.

Vilopriu 30 años: de la alegalidad a la ilegalidad

Ayer, sábado 22 de Marzo 2014, si la información no me ha llegado mal, en Vilopriu, província de Girona, se celebraron los 30 años de la instalación del primer aerogenerador en Cataluña por parte de la cooperativa Ecotècnia. Entonces, ese aérogenerador tenía una potencia nominal de 15kW y se conectó de forma alegal a la red, pues no había ningún tipo de legislación al respecto. Unos años después, en 1984, cerca de allí, en la entrañable localidad de Garriguella, se instaló el primer parque eólico del Estado. Contaba con cinco molinos de potencia nominal de 24 kW cada uno, y sus promotores fueron ENHER y la Generalitat de Catalunya.

Fuente: parcseolics.wordpress.com

Fuente: parcseolics.wordpress.com

¿Qué ha cambiado desde entonces, hasta ahora? Pues no pocas cosas.

El proyecto, del que se celebran sus 30 años, fue un caso de entrepeneurship avant la page. Según se puede ver en el blog creado para tal efemérides, los impulsores del proyecto eran diez, presumo todos ingenieros, ataviados según la moda progre de la época y casi todos con barba, que se aunaron en 1981 en torno a una pequeña cooperativa, con un capital inicial de 80.000 pesetas (el equivalente a 480 euros). En vez del típico garage made in USA, alquilaron una habitación en un piso de la Ciutat Comptal, y desde allí no sólo crearon el prototipo que en 1984 se instalaría en Vilopriu. Con el tiempo, exportaron su tecnología por todo el mundo, incluso tuvieron un contrato de transferencia de tecnología con la empresa japonesa Hitachi Zosen, hasta que en 2007 Alstom adquirió la compañía por 350 millones de euros; lo que ocasionó que Ecotècnia S. Coop. se convirtiera en Alstom Wind. Una empresa que, hasta donde yo sé, tiene la sede en Barcelona, y que ha «poblado» la Península Ibérica de aerogeneradores.

Si Catalunya y España no fueran como son, este sería un caso del que oiríamos hablar en todas las escuelas de negocios del país, pero me temo que no debe ser así. Aunque han sido galardonados con un buen número de premios internacionales, aquí, ¿Para qué vamos a alabar y ayudar a los «nuestros», cuando realizan satisfactoriamente los valores en los que supuestamente creemos?…. Casi no queda memoria de la pequeña empresa de éxito, rentable e innovadora, que protagonizó el acontecimiento -aunque sus fundadores siguen siendo muy activos-, como, si no se remedia, acabará ocurriendo con la parte industrial del Grupo Mondragon, holding cooperativo al que Ecotècnia estuvo asociado desde sus inicios.

Algunos de sus miembros que, entonces desarrollaron un aerogenerador de 15 kW de potencia nominal, que proporcionaba electricidad a unos 60 hogares, hoy participan en la creación de los modernos ECO100, capaces de generar 3MW, para unas 2.500 familias. De hecho, algunos de sus miembros son los impulsores de la interesante iniciativa EOLPOP, Viure de l’aire del cel, que es un proyecto cuyo principal objetivo, siguiendo el modelo alemán, es establecer un procedimiento para la participación ciudadana en la propiedad, gestión y uso de la electricidad eólica. Si les interesa, en su página WEB encontrarán toda la información necesaria.

Probablemente la multiplicación de iniciativas de este tipo, pequeños proyectos de generación y uso de energía, de propiedad compartida o cooperativa, como he expresado en un buen número de entradas de este blog, sería una de las claves de la recuperación y regeneración de la «España democrática», en todos sus sentidos. Pero, me temo que una vez más, ello no será. De hecho, unos párrafos más arriba preguntaba ¿qué ha cambiado en los últimos 30 años? Por lo dicho, ya está claro que ha desaparecido de nuestra memoria la «pequeña» Ecotècnia; como está claro que la tecnología de hoy permite  mejores y más potentes y eficientes aerogeneradores, pero lo que no he dicho es que lo que entonces fue alegal, hoy probablemente, sería ilegal.

Desde este punto de vista, recordar los 30 años del aerogenerador de Vilopriu me parece muy ilustrativo. Nos recuerda que lo que hace tres décadas fue posible, ahora, con la Ley en la mano, ya no lo es; pero nos ha de recordar también que se hizo. Es más, desde entonces el prototipo se ha convertido en un potente, rentable, eficiente, y estilizado molino de viento capaz de suministrar electricidad a localidades enteras. Así que no nos engañemos, todo está mejor que hace 30 años, la técnica y la tecnología han mejorado, se ha probado que una iniciativa así podía ser comercial, se ha demostrado que no hacen falta inversiones faraónicas ni grandes empresas y, por si fuera poco, la experiencia se implantó con éxito. Entonces, ¿por qué prohibir experiencias similares?

Muy fácil, el problema no es la energía eólica es que mientras las grandes compañías energéticas nunca creyeron en el futuro de las renovables – o son tan listas que dejaron que otros les hicieran la tarea de investigación y prospección-, pequeños cooperativas y empresas apostaron por ella. Ahora, 30 años después, cuando la tecnología está probada y su rentabilidad certificada, el oligopolio eléctrico ha decidido quedarse con lo que otros hicieron, expulsándoles, para que todos sigamos dependiendo de su enercracia. Nos quieren sometidos. Por ello, han aprovechado este autoritario, pero débil, gobierno para que les haga una ley según la cuál unos o unas jóvenes emprendedoras, hoy, por innovar y por demostrar la viabilidad comercial de su actividad, estarían fuera de la ley.

Se trata de convertir lo que en un tiempo fue posible, e ilusión, en acto ilegal y/o criminal. Esto, es en lo que hemos convertido a la democracia. Hemos transformado el Estado de Derecho en  Imperio de la Ley, por un mal uso del concepto -mal traducido del inglés- de rule of law. Pero, está claro que hay una diferencia fundamental entre Estado e Imperio, pues el primero presupone contrato social y el segundo imposición; como hay una diferencia fundamental entre Derecho y Ley, pues el primero implica derechos y el segundo es «el yugo».

Esto es lo que nos recuerda Vilopriu, más allá de hecho energético, es una pequeña metáfora de nuestra involución ideológica, política y social. Puede que ustedes no le vean la relación, pero el otro día leí una columna de opinión de George Montbiot que decía que si George Orwell y Laurie Lee were to return from the Spanish civil war today, they would be arrested under section five of the Terrorism Act 2006. If convicted of fighting abroad with a «political, ideological, religious or racial motive» – a charge they would find hard to contest – they would face a maximum sentence of life in prison (…) They would go down as terrorists. 

Desgraciadamente, creo que todo va de lo mismo, pero supongo que sólo es un reflejo de mi enfado y amargura. Que me perdonen los organizadores del acto de ayer. El hecho de que la celebración de ayer fuera un éxito es esperanzador. Ojalá sirva para recordar que lo que entonces era posible y fue, ha de seguir siendo.