Petróleo canario

Acaba de salir el número 14 de la Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos (REIM), en él encuentro un interesante artículo de Rafael García Pérez sobre el impacto las prospecciones petrolíferas en Canarias en las relaciones hispano-marroquíes.

En alguna entrada anterior creo ya haber hecho mención a este hecho, pero, después de la lectura del citado artículo, me parece conveniente señalar algunos de los aspectos que en él se mencionan.

El artículo empieza informando que el actual Gobierno del Partido Popular ha vuelto a autorizar lo que el anterior Gobierno de este mismo partido, el presidido por José María Aznar, ya había permitido: autorizar la prospección petrolífera en una área marítima situada entre Lanzarote y Fuerteventura.

Fuente: Expansión

Fuente: Expansión

De hecho, entre una legislatura y otra, estas prospecciones fueron paradas por el Gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), de José Luís Zapatero, después de que una sentencia del del Tribunal Supremo (TS), del 24 de febrero de 2004, dijera que se vulneraba la legislación medio-ambiental.

Esta comparación no pretende decir que unos son buenos y otros malos, pero me parece pertinente incluirla en este blog, pues refleja algo que en él se ha repetido reiteradamente. Refleja el hecho de que las políticas energéticas no son el resultado de hechos inevitables -escasez de una determinada fuente, costes excesivos…-, son una cuestión de elección, en función de las relaciones de poder y de la ideología dominante.

Hoy, desde el Gobierno se nos dice que se han tenido que cancelar las primas a las renovables por la crisis, se nos dijo, aunque el argumento ya haya saltado por los aires, que la única opción que teníamos era la de la energía nuclear; por la misma razón de la crisis, se cancelaron, cuando ya había un acuerdo de cierre previo, las ayudas a la minería del carbón; pero mientras ello ocurre, se quieren autorizar las costosísimas prospecciones de petróleo, fuere éste no convencional o de lugares no convencionales. Por tanto, parece claro que la apuesta energética del Partido Popular, para España, son los hidrocarburos -veremos si también el carbón- autóctono. En mi opinión, ello es una elección, no una necesidad. Es más, añado, ésta es una elección extremadamente errónea.

Los que apoyan este proyecto, en una entrevistas grabadas para un Informe Semanal sobre las prospecciones de petróleo en Canarias, dicen que las previsiones son que el petróleo canario sea de gran calidad; que la cantidad que se prevé encontrar (entre 300 y 500 millones de barriles) es más que significativa; como se dice que, aunque las perforaciones serían en el mar (off-shore) y profundas (3.500 metros de profundidad), sólo estarían a unos 50 kilómetros de la costa. Por ello, afirman, que si este proyecto llegara a buen puerto -unos 20 pozos de producción activos hacia 2020-, España podría convertirse en una productora de petróleo.

Hay quien podría pensar que tener petróleo propio de buena calidad es un «chollo», pero no es nada claro que así fuere. En primer lugar, porque mientras esperamos a ver si estas prospecciones dan sus frutos; no se invertirá en nuevas formas de producir y consumir energía. Seguiremos manteniendo todas nuestras infraestructuras energéticas «tal cual» a la espera de que se sustituya el petróleo de fuera por el de Canarias -o por el no convencional de Alava o de la Garrotxa. Con ello, nos arriesgamos a volvernos a quedarnos en el furgón de cola de la energía, no cambiando nada, por si acaso.

En segundo lugar porque, salvo casos muy excepcionales (USA, Reino Unido, Rusia o China) a los que la economía española no es comparable, no se suelen dar casos de autonomía energética basada en la propia producción de petróleo; ni en el caso de Noruega, que es antes exportador que consumidor de su propio petróleo. Ante ello es más razonable pensar que el petróleo de Canarias poco, o nada, aportará al consumo energético español; y mucho a quienes lo vendan en el extranjero. Con ello, el país seguirá pagando por comprar petróleo en el exterior, mientras las empresas exportadoras obtienen pingües beneficios por la exportación del mismo.

En tercer lugar porque, a pesar de que hay quien dice -véase el citado Informe Semanal- que la explotación del petróleo en Canarias será una forma para crear empleo y diversificar una economía basada fundamentalmente en el turismo, a nadie se le puede escapar que esto es, y con perdón, una patraña. Una industria energética, como la petrolera, intensiva en capital y con necesidad de mano de obra muy cualificada, no se caracteriza por ser creadora de empleo. De hecho, nunca lo ha hecho. En cambio, 20 pozos marinos de producción a 50 o 60 metros de la costa, pueden acabar para siempre con el modus vivendi canario, el turismo y la pesca. De hecho, en las Islas, como se puede leer en el artículo de Rafael García Pérez o ver en el Informe Semanal, hay una fuerte oposición social a este proyecto.

20120324-4464406wEn cuarto lugar, porque como apunta el mismo artículo de García Pérez, las consecuencias políticas de esta elección, en un momento tan delicado como el presente pueden acabar de resquebrajar el país. Canarias, la población isleña, la industria turística y pesquera están en contra de este proyecto. Lo que lleva no sólo a la paradoja que uno de los socios más estables del Partido Popular, Coalición Canaria, le haya dado la espalda; sino a que un territorio -y lo digo desde Cataluña- no especialmente reivindicativo de «su independencia» se la pueda empezar a plantear. Sea porque si hay petróleo, se quiera quedar con las rentas; o sea porque rechaza de plano este proyecto.

Realmente, no doy crédito, todo parece un despropósito, pero no lo es. Lo dije al principio, la política energética es una cuestión ideológica. Si algo ha demostrado este  Gobierno -por boca, en este caso, del Ministro Soria, que, dicho de paso, es Canario- es tener una política energética muy clara. La que da beneficios a los poderosos y les ayuda a mantener su status quo. Lo hemos visto, reiteradamente, con «las eléctricas» y, ahora, lo vemos con la principal empresa petrolera del país. No creo que haya ninguna duda ya, pero que nadie se lleve a engaño, desde el punto de vista de la política energética, todas las decisiones adoptadas, van contra los ciudadanos españoles: nos encarecen -sin límite- la factura de la luz, abandonan instalaciones nucleares; en un momento de extremo paro, dejan a los mineros sin trabajo; nos condenan a seguir destinando el monto de todas nuestras exportaciones a comprar en el exterior petróleo caro; aprueban un tarifaje del gas que da a las empresas del sector un beneficio astronómico; hunden el único sector industrial de futuro que teníamos en España -el de las renovables- y, ahora, ponen en peligro el turismo en Canarias y abren la vía para sus reivindicaciones territoriales. Y, no cito, pues ese es el principal objetivo del artículo que inspira esta entrada, el efecto que ello podría tener para nuestras relaciones con Marruecos.

Me sabe mal, entrar en este debate, pero me revienta que el partido y el gobierno más declaradamente «español» que hemos tenido en este país en vez de hacer una política energética nacional para todos, adopte medidas que sólo benefician a unos pocos, y que, al hacerlo, ponga en peligro la estabilidad -económica, energética, territorial..- del país. Puede que haya cosas muy difíciles de resistir, como los «mercados», pero que quede claro, en España, puede que sólo Repsol quisiera perforar el «mar canario». No creo que se estuviera esperando que el Partido Popular volviera al gobierno para realizar prospecciones en Canarias. De hecho, y lo lamento, en la Península toda esta historia del petróleo canario nos pareció una ocurrencia. Pero, tristemente, como tantas otras cosas, está claro que no lo es.

La buena notica es que a «ellos» ya les queda poco por cambiar. En cambio, «nosotr@s» tenemos todo un camino por delante, pues nos están forzando a buscar soluciones fuera del sistema -energético nacional.

Cosas extrañas veredes o el extraño rumbo de Iraq

Ayer se presentó en Estados Unidos el informe especial sobre Iraq que, en el marco del World Energy Outlook, ha realizado, bajo la dirección del Dr. Faith Birol, la Agencia Internacional de la Energía de la OCDE (IEA en su acrónimo en inglés). Se presento en el CSIS, y los ponentes eran el mismo Dr. Birol y el embajador de Iraq en Estados Unidos.

No es que quiera contarles todo lo que hago, pero es que esta corta estancia en Estados Unidos me está sirviendo para confirmar, lo que ya sabía, que el mundo no es ya lo que era, y que asistimos a cosas, hasta ahora impensables, porque no formaban parte de nuestra visión del mundo. Sé que estoy siendo un poco insistente con ello, pero es que, día tras día, esta idea se confirma.

No les voy a contar todo el contenido del informe, pues en la página web de la IEA, se pueden descargar el texto completo, pero sí que me gustaría compartir con ustedes la perplejidad que me causó alguna de la información que allí se dio.

En el informe queda claro, y parece que es una previsión menos optimista que la del Gobierno de Iraq, que la producción de Iraq podría pasar de los 3 millones de barriles al día actuales, a más de 8 millones en 2035. Ello representa casi el 45% de lo que se prevé que aumentará la producción de petróleo mundial, de aquí a 2035. Si además, se tiene en cuenta que Iraq es uno de los lugares del mundo donde el coste de extracción por barril es menor, una entiende que el petróleo de Iraq debería -todavía hay muchas incertidumbres- jugar un papel extremadamente importante en el panorama energético mundial. Hasta aquí, estos datos son «normales». Es más, incluso podrían dar la razón a aquellos que, en su momento, argumentaron que la intervención de la coalición internacional en Iraq se debía al petróleo.

Pero esta razón se acaba, cuando se miran algunos otros datos que nos da la propia agencia de energía, la IEA, de los países occidentales. Pues con lo que les voy a contar, si de verdad detrás de la operación de Iraq había la intención de hacerse -aunque fuera metafóricamente- con el petróleo de Iraq, los datos indicarían que, en esto también, «salió el tiro por la culata».

Si las previsiones de la IEA son acertadas, en su escenario central, cuando la producción alcance los ocho millones de barriles diarios, el 70% se destinaría a los mercados asiáticos, especialmente China e India. Es decir, en el escenario que se baraja, el primer destinatario del petróleo Iraquí será Oriente, no Occidente. Pero, todavía hay más. En este mismo informe se ve que en los nuevos contratos que se han otorgado, desde 2008, hay una fuerte presencia de compañías que no son las «tradicionales» compañías petroleras -occidentales- internacionales, aunque sea cierto que ExxonMobil, al menos sobre el papel, tenía una presencia muy importante. Sin embargo, hace tan sólo cinco días, esta compañía dijo que se quería ir de Iraq. Si ello ocurriera, el panorama energético de Iraq será muy distinto del que la mayoría de nostros imaginó hace tan sólo unos años. De hecho, sorprendentemente, una de las lecturas del informe es que el renovado maná petrolero de Iraq, en el próximo futuro, será gestionado por grandes empresas energéticas asiáticas y regionales, que exportaran hacia Asia.

Puede que todo sea una de mis fantasías energéticas, pero a lo mejor no es sólo la mía, pues, de forma sorprendente también, ayer, en la presentación -no así en las preguntas- en ningún momento se mencionó a Estados Unidos. Ni cuando se habló del petróleo ni cuando se habló del gas. En este segundo caso, de quién sí que se habló fue de Europa y de la propia región.

No sé, qué decirles, saquen ustedes mismos sus conclusiones, pero todo esto, también nos apunta hacia el cambio. Y, si éste no se materializa en la pérdida de la hegemonía de las empresas estadounidenses en el «mundo» petrolero internacional, al menos, y eso seguro, se materializará en la extinción definitiva de la OPEP; pues, como ayer tambien se comentó, ya me dirán qué va a hacer Arabia Saudí, si salen 6 millones de barriles, al día, más al mercado….¡Qué gran ironía, la vida! Tanto contraponer, a las grandes empresas transnacionales energéticas occidentales, las compañías nacionales de la OPEP, para, ahora ver, que ambas pueden acabar siendo las perdedoras de la nueva situación. En realidad, es lógico, pues ambas eran las dos caras de una misma moneda: el orden petrolero «internacional» de la Segunda mitad del Siglo XX.

Puede que no, que todo sea una ilusión y que el mundo seguirá siendo como antes, pero demasiados son los signos, ya, de que estamos presenciando lo que no pensamos fuera posible.

El fascinante cambio de la política energética en USA

Perdí toda mi credibilidad analítica, cuando le dije a un buen amigo mío, siguiendo lo que se me había dicho en la facultad, que no hay ningún dato que no proporcione los resultados deseados, si lo torturas adecuadamente, y que, en esto, los economistas éramos unos expertos. Pero, haciendo gala de mi honestidad, hoy, les voy a presentar unos datos “en estado puro” que creo, que al verlos, llegarán a la misma conclusión que yo.

En dos de mis últimas entradas, a raíz de la compaña electoral en Estados Unidos, he insistido en dos aspectos: la importancia que el discurso de la autonomía energética tiene para ambos candidatos –Obama y Romney-, y el cambio que, tal eventualidad, supondría en la geo-política mundial. Después de escuchar, al uno y al otro, decidí buscar algunos datos.

Primer dato. Producción de energía primaria en EE.UU., por tipo de energía

Fuente: U.S. Energy Information Administration; September 2012 Monthly Energy Review

Desde 1973 hasta la actualidad, salvo algunos años extraños, el grueso de la energía primaria que se produce en los EE.UU. es de origen fósil. Es cierto que hay una cierta progresión de otras fuentes de energía, pero esta avance, reposa, al menos tanto sobre la energía nuclear, como sobre las renovables. De ahí que, por mucho que se pretenda lo contrario, el modelo energético made in USA reposa, mucho más que en Europa, sobre la energía no renovable, contaminante y monopolística –fósil y nuclear-; y, el progreso en las energías renovables es bastante limitado.

Segundo dato. Evolución de las importaciones y exportaciones de energía primaria de EE:UU.

Fuente: USA, Energy Information Administration; September 2012 Monthly Energy Review

Desde 1974 hasta 2066, salvo de episodios en 1979 y 1986, la tendencia de Estados Unidos de importar energía primaria del exterior ha sido creciente, pero desde esta última fecha, la tendencia es la contraria. Este cambio coincide con el aumento de las exportaciones de energía primaria desde EE.UU. hacia el resto del mundo. Puede no parecer mucho, pero desde 2006, hasta hoy en día, se han duplicado. Así, estos datos nos dicen que el primer consumidor –e importador- de energía del mundo está comprando menos, en el exterior, y está vendiendo más.

Tercer dato. Peso de la producción nacional en el consumo de energía de EE.UU.

Fuente: USA, Energy Information Administration; September 2012 Monthly Energy Review

Y, éste es mi preferido, por todo lo que se ve en él. Desde 1974 hasta 2006 – y sobre todo desde inicios de los 1980s- la proporción de energía primaria de origen exterior ha sido creciente en el consumo estadounidense; pero, en sólo cinco años, se ha producido un cambio relevante: de producir localmente un escaso 69% de lo que se consumía, se ha pasado a un 80% en 2011. Por tanto, eso quiere decir que en sólo 5 años, el primer comprador internacional de energía primaria mundial, ha dejado de comprar casi un 16% de lo que compraba. Eso, es mucho y, necesariamente, ha de tener consecuencias en la geo-política mundial. Haciendo un paréntesis, que no puedo evitar, diré que, en esta serie de datos, también se ve otra cosa “extraordinaria”, que es que en los años en los que el precio del petróleo se hundió (mediados de los 1980 y 1998) son los mismos en los que EE.UU. prácticamente dejo de comprar fuera -el caso del 79 es distinto. Ustedes mismos sacarán sus conclusiones… Estos tres datos, hoy por hoy, ¿qué nos dicen? Fundamentalmente, aun no siendo, ni mucho menos, conclusivos sobre la hipotética autonomía energética de USA, sí que lo son en que ha habido un cambio significativo en la tendencia de la política energética de Estados Unidos, en el último lustro. En el mundo del discurso políticamente correcto en el que nos movemos, lo lógico sería pensar que este cambio es para bien; así la menor dependencia energética se traduciría en un aumento de la producción local de renovables, pero eso no es lo que se ve en los datos, ni lo que nos dicen los analistas. Así, debemos pensar que la real disyuntiva estadounidense es entre lo malo y lo malo. Aunque sea un poco largo, les recomiendo que lean este debate entre George Montbiot y Theo Simon para entender de las maldades de las que les hablo.

Cuarto Dato. Generación de electricidad por fuentes de energía.

Fuente: USA, Energy Information Agency; Today in Energy

En cuanto al aumento de la generación de electricidad, aunque el carbón presente una tendencia decreciente y el gas creciente, en este último año ambas fuentes han experimentado un crecimiento notable. Por tanto, hoy, parece que el crecimiento en el consumo de electricidad, reposa sobre las fuentes fósiles.

Quinto dato. Evolución de la producción de Gas Natural en Estados Unidos

Fuente: USA, Energy Information Agency; What is shale gas and why is it important?

Se prevé que casi el 50 por ciento de la futura producción de gas natural, provenga de fuentes no convencionales, cuya extracción, incluso la propia Energy Information Administration reconoce que es potencialmente peligrosa, pero que es de origen nacional. Eso ya sé que es especular, pero… ¿tendremos un coche eléctrico alimentado con energía sucia?

De todos estos datos, ¿qué deduzco?. La verdad es que no se observan grandes cambios en el modelo fósil vs. no fósil de Estados Unidos, pero sí que, desde mi punto de vista, hay dos elementos relevantes: a) lo que yo interpreto como una cierta confirmación de que en USA, tanto demócratas como republicanos, llevan tiempo apostando por la producción nacional en detrimento de la importada y, b) la paradoja de que aunque nos movamos del petróleo a la electricidad (cuya muestra más evidente es el coche eléctrico), podría ser que la fuente que nutriera ese transporte limpio fuera cualquier forma «moderna» de energía fósil (carbón limpio, gas no convencional ….)

El corolario de estas dos observaciones es algo, para mi, curioso, pues nunca lo había pensado antes. En la batalla energética que se está librando en USA, los grandes ganadores son los llamados productores independientes, los pequeños productores de Texas, de Pennsylvania y, ahora, de Dakota del Sur, de Colorado y otros…que, siempre estuvieron allí y que fueron los que, de verdad -más que las supermajors internacionales-, públicamente presionaron en las campañas presidenciales. Si de verdad hay una apuesta por la autonomía energética en Estados Unidos, visto el poco peso del sector renovable, las llamadas independientes serán las grandes ganadoras del nuevo escenario energético.

Ecológicamente se «te ponen los pelos de punta» y democráticamente, otro tanto, pero para un analista de la geo-política de la energía es fascinante: ¿Qué pasará en la geo-política mundial si Estados Unidos se va retirando progresivamente del «mercado» internacional?

Cosas que ya no cuadran: ¿el fin de la Doctrina Carter?

Tenemos muy asumido que buena parte de la política (o al menos de la actuación) exterior estadounidense tiene como principal, sino único, objetivo asegurarse el suministro energético del país. Aunque no se corresponda exactamente, esto es lo que solemos conocer como la Doctrina Carter, que afirma que los Estados Unidos empleará la fuerza para defender sus intereses en la zona del Golfo Pérsico. Intereses que, comúnmente, se han asociado con el petróleo.

Estos días, aunque sé que suena raro, me estoy preguntando si la citada doctrina no habrá iniciado su vía de extinción, o sino está ya muerta definitivamente. Lo empecé a barruntar a raíz de las revueltas en el Mundo Árabe, donde me extrañó -algo inaudito para las personas, como yo, criadas en la segunda mitad del Siglo XX, cuestión que ya apunté en la entrada ¿se acabó la geopolítica del petróleo?– la falta de respuesta, e incluso abandono, de Estados Unidos en lo referente a los intereses petroleros en la zona.

Lo sigo barruntando cuando dirijo mi mirada hacia Asia Central. Región compuesta por Kazajastán, KIrguistán, Tajikistán, Turkmenistán y Uzbekistán -en el enfoque mainstream norteamericano, también incluye a Afganistán- y que en los 1990s se consideró como la «nueva OPEP» o el «nuevo Eldorado»

Hoy, casi veinte años después, si algo llama la atención en esta región es -salvo en Kazajastán- el poco peso que las inversiones de las grandes compañías petroleras estadounidenses -y amigas- tienen en la zona. Si no me creen, miren en los enlaces del párrafo anterior qué empresas aparecen listadas en el desarrollo y transporte de los proyectos energéticos regionales ¡Es inaudito, también! Personalmente, nunca había oído de ningún país «petrolero», abierto a la inversión extranjera, en el que no estuviera representada alguna de las supermajors (BPAmoco, Texaco-Chevron, ExxonMobil, PhilipsConoco, Royal Dutch Shell y TotalFinaElf).

A esta curiosidad, se le suma, que en todo aquello que tiene que ver con el discurso sobre la retirada de Estados Unidos de Afganistán, no se menciona como prioridad asegurar el suministro energético de USA en la zona. En este sentido, lo que Departamento de Estado ha definido como the New Silk Road Strategy es una estrategia -pilotada desde EE.UU.- pero con miras a crear corredores regionales. Se habla de vías hacia Pakistán e India, de comercio con China o Turquía, pero nada que directamente tenga que ver con garantía de intereses energéticos americanos en la zona. Tal vez, porque los que hay son escasos. No sé, no sé…., pero todo esto suena raro. Aunque se me diga que el New Silk Road forma parte de una estrategia en etapas en la que primero se construyen los corredores para sacar el petróleo y el gas y después se instalarán «nuestras» compañías, ésta no ha sido la forma habitual.

Pero puesta a ver cosas poco habituales, todavía veo más. En Estados Unidos, los medios más conservadores, hablan del adios a la OPEP, para defender la producción nacional de petróleo y gas no convencional que, según un titular- guardado hace unos meses- será suficiente para convertir al Hemisferio Occiental en autosuficente. Es más descubro que en algunos medios norteamericanos se están planteando, de cara a reforzar sus alianzas en el Pacífico, exportar gas a Japón.

Miren todo esto junto y verán que no suena a nada conocido en la tradicional geo-política del petróleo: Estados Unidos que no interviene en el Mundo Árabe; las supermajors que casi no están presentes en Asia Central; la falta de mención directa de los intereses estadounidenses en esta misma región; la posibilidad de que el nuevo auge gasista-petrolero convierta a Occidente en autosuficiente; y la idea de que Estados Unidos podría reforzar su influencia en el Pacífico a través de exportaciones de hidrocarburos no convencionales. La guinda, ya la apunté en mi última entrada sobre la campaña electoral en Estados Unidos: la constante referencia al objetivo de lograr la autonomía energética.

Nada de estos será, pero para especular -que para esto están los blogs- estas ideas no están nada mal, pues lo cambian todo, pues una geo-política dominada por asegurar, al precio que sea, el suministro energético, con los nuestros y para los nuestros, es sustancialmente distinta de la que se deriva de la búsqueda de la autonomía energética. Pero, cuidado, que nadie se haga ilusiones, pues decir que algo es distinto no significa decir que es mejor.

Esquistos, transiciones energéticas y poder

A pocos días de la celebración de las elecciones legislativas en Argelia, llama la atención que la noticia más relevante sobre este país, sea la que esa semana publicaba Le Monde con el siguiente titular L’Algérie hésite entre le gaz de schiste et le soleil. La noticia en cuestión nos habla de las posibles inmensas reservas de gas de esquisto (gas no convencional) que se hallarían en el este y oeste argelino. Según informa el rotativo francés, unos 2.500 mil millones de metros cúbicos; casi tanto como las reservas recuperables de gas convencional (natural y licuado) que existen en Argelia.

¿Qué tiene de curioso esta noticia? Lo más curioso es que esta noticia coincide, prácticamente en el tiempo, con la que aparece en el The Guardian, titulada North Dakota: riding the oil rush. Sí, una fiebre del petróleo en pleno Siglo XXI que ha ocasionado que una pequeña localidad de 12.500 habitantes se transformara en un «moderno» campamento minero de casi 100.000 almas. Este remake de la «fiebre del oro», acorde al signo de los tiempos, es tecnológico y va acompañado de una burbuja -o hipertrofia- financiera e inmobiliaria en la región. Más allá de ello, la noticia cuenta que esta calentura fósil se debe a la explotación de petróleo no convencional, que requiere una perforación horizontal o una fracturación hídrica de los esquistos (horizontal drilling or fracking) que es: a) tecnologicamente avanzada, b) medioambientalmente agresiva, c) hídricamente intesiva y d) económicamente costosa (es difícil encontrar una estimación fiable, pero oscilaría entre 13$/br. y 140$/br. En cualquier caso, unos costes mucho más elevados que los del petróleo o gas convencional)

En fin, que la cosa es curiosa, ya que indica que la burbuja que viene de América ha llegado a orillas del Mediterráneo. Y, en mi opinión, si ya es grave lo que con ello está ocurriendo en el otro lado del Atlántico -por cierto, dicho sea de paso, que las reservas «expropiadas» de Vaca Muerta en Argentina también son de este tipo-, más grave aun es que se piense, aunque fuere en broma, que la sed de gas y petróleo del mundo se puede saciar con la inexistente agua del desierto ¿Nos hemos vuelto locos?

La otra cara de la moneda de este tipo de noticias, son las que también ocupan los medios desde hace semanas. A modo de ejemplo, enlazo este artículo que indica el vivo debate que está teniendo lugar en los tres países -a mi modo de ver- políticamente más concernidos con lo que significaría un cambio de modelo energético: un Reino Unido que pierde su autonomía petrolera; un Japón traumatizado por el infortunio de Fukushima; y una Alemania desorientada entre una creciente «industria verde» y un sector del carbón que se cree renacer, después del parón nuclear decretado hace unos meses.

Ambos tipos de noticias, las que nos hablan de un resurgir de la industria fosil internacional -que, en muchos casos es Occidental- y las que nos cuentan multitud de propuestas de nuevas formas de producir y emplear la energía, son parte del mismo fenómeno. Es lo que el gran Armory Lovins, en una entrevista realizada por Yale Environment 360, reflejaba: Well, one system is dying and others are struggling to be born. It’s a very exciting time, but I think the transitions that we need in how we design vehicles, buildings, and factories, and how we allow efficiency to compete with supply, are well under way. Most of the key sectors are already at or past their tipping point

Aceptar que un sistema -un modelo energético- se está muriendo, permite entender algunas de los hechos más sorprendentes de la actualidad. El peregrino resurgir de los hidrocarburos -dominado por las empresas «occidentales»- y sus alianzas con la industria del carbón. Todo ello podría muy bien ser el canto del cisne de una industria extremadamente poderosa que se resiste a fenecer y que busca alianzas en «socios fósiles»; como, el sentir la proximidad de la muerte, explicaría también la agresividad de algunas campañas del lobby petrolero, especialmente el de Estados Unidos, que think-tanks articulados en torno a Americans for Prosperity, el brazo organizado del Tea Party, han iniciado una  belicosa campaña que ha llegado a comparar a los activistas verdes con terroristas «a lo Bin Laden».

Muy bien pudiera ser que estas campañas, lubricadas por miles de millones que, por ejemplo, la familia Koch da gustosa para mantener su imperio fósil, sean sólo el signo de que el mundo energético está cambiando. Mi parte más optimista, así se lo cree; pero mi parte pesimista teme por todo lo que estos poderosos pueden llevarse por el camino. Como ya escribí en una entrada anterior -Propiedad privada, mercado y dogma- hay una creciente alianza entre «torquemadas» economistas, políticos y negacionistas del cambio climático que, apoyados por una caduca industria energética fósil, están iniciando una inquisición ambiental, sin otro argumento que el Dogma.

Hace un par de días, en clase, un alumno me preguntó si la única forma de cambiar de modelo energético era la guerra. Yo, le dije que no, pero, a veces, viendo el irredentismo energético que muestran algunos, me pregunto si a estos poderosos dogmáticos no les ocurrirá lo mismo que aquellos dioses que ya cayeron. El problema, como es bien sabido, es que cuando ello ocurrió, donde se desplomaron fue sobre nuestras cabezas.

¿Perdimos la geo-política del petróleo sin enterarnos?

Estos días se conmemora el primer aniversario de las Revueltas Árabes. La revista digital FP en español realizó una pequeña previsión meteorológica de los tiempos que se avecinan en el Mundo Árabe. Esta previsión consiste en micro aportaciones de conocedores del área que hemos realizado un pronostico político-meteorológico. En mi caso, el diagnóstico fue de lluvioso-tormentoso. Las tormentas eran metáfora del choque que se está produciendo en el mundo árabe entre los dirigentes y las élites protagonistas de cuando el mundo estaba regido por Yalta y los grupos de poder emergentes.

El mundo dividido en bloques, trajo consigo que todos los países del mundo, salvo -y de forma relativa- los que en algún momento conformaron el Movimiento de los países no alineados, se alinearan o con el bloque del Este o con el del Oeste. Esto también fue valido para los Países árabes, cuyos dirigentes, de una u otra manera, emularon los valores de uno de los dos bloques y sirvieron a sus intereses. En el caso de los Países árabes ricos en recursos naturales, más allá del discurso, al integrarse buena parte de éstos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) o en su «filial» árabe (AOPEP), su destino geo-político quedó vinculado al de los países consumidores de Occidente, agrupados en torno a la Agencia Internacional de Energía de la OCDE.

Así, desde los primeros 1970s nos hemos acostumbrado a analizar casi cualquier acontecimiento que ocurriera en los países árabes ricos en recursos naturales o en relación al petróleo o en relación al efecto que este acontecimiento pudiera tener sobre la disponibilidad, cantidad o precio del petróleo. De hecho, hay dos ideas que se han transformado en axiomas del análisis geo-político internacional contemporáneo.

La primera idea es que muchos dirigentes de estos países -fuera Gadaffi en Líbia, Sadam Hussein en Irak, Al Asad en Siria, el régimen paramilitar en Argelia, o cualquiera de las petromonarquías del Golfo- se mantenían en su sitio gracias a la distribución de la renta del petróleo a la población; fuera de forma directa como en las petromonarquías, o de forma indirecta como en Libia, Argelia, Iraq o Siria. Por ello, siempre se consideró que el interés de los dirigentes era lograr el máximo de ingresos de la venta del petróleo en el exterior, para «comprar» la paz social en el interior.

La segunda idea es que, a a pesar de unos intereses supuestamente antagónicos entre países productores y países consumidores, en Occidente se toleraban y apoyaban a estos dirigentes, porque dependíamos de ellos para que el petróleo crudo fluyera hacia los consumidores occidentales. Y, porque, como dice el refrán, «mejor loco conocido que sabio por conocer»

El corolario de lo anterior es que visto que los dirigentes de los países árabes gozaban de la renta del petróleo, y visto que los occidentales necesitábamos de ese petróleo, buena parte de las relaciones entre Occidente y el Mundo Árabe se dirimían diplomáticamente en los foros de la industria energética (OPEP-IEA/OCDE) o, militarmente, con intervenciones -o amenazas de intervención- de Estados Unidos en el Medio Oriente. Ambas formas de actuar, generaban unas relaciones con muchos vaivenes, pero estructuralmente estables.

Si algo nos ha mostrado la primavera árabe es que esta forma de ver el mundo ya no se adecua a él. De hecho, si se recurre a las hemerotecas, se constata  el estupor generalizado de hace un año, pues era difícil de entender que dirigentes de «toda la vida», legitimados, internamente, gracias a las rentas del petróleo y legitimados, externamente, gracias a su fiabilidad como suministradores de crudo a Occidente, fueran desalojados de su lugar en tan poco tiempo. Desde mi punto de vista, lo ocurrido en Libia es el caso más evidente de ello.

Estos últimos días, ha empezado a producirse el goteo de un tipo de noticias distinto que arrojan luz sobre lo anterior. A través de Alfanar y su utilísimo servicio de traducción al castellano de noticias en árabe, llegaba un pequeña nota, titulada El gas político compra la primavera árabe, cuyo inicio es extremadamente clarificador, pues reza «No es cierto que el petróleo sea más importante que el gas en los cálculos de la economía y la política». Sólo esta frase apunta hacia el hecho de que la geo-política y economía de la energía es más amplia que la del petróleo; la continuación del artículo apunta hacia el hecho de que países como Turquía -y, yo diría que, en intención, también Egipto- han experimentado un cambio en las élites dirigentes, debido al creciente protagonismo que el gas ha adquirido en las relaciones energéticas internacionales

De signo distinto, pero también en esta línea, el Informed comment de Juan Cole introducía una breve nota, cuyo título es Can Solar Energy in Mideast Stop a Gas War?. Esta noticia todavía es más sorprendente que la anterior, ya que este título da un doble salto: ni menciona el petróleo, habla de una guerra del gas -que ni sabíamos que existía- pero que se puede superar gracias a la energía solar ¡Es increíble!

Estas breves notas dan dos lecciones. Una a los que seguimos anclados en una forma de ver la geo-energía que es propia del mundo de ayer. Como se puede intuir del gráfico adjunto la industria energética internacional del Siglo XXI ya no es la que era: en el consumo mundial, EuroAsiaPacífico gana peso y, en el global, el petróleo ya no es el rey. Por ello, la geo-política de la energía, y el papel que los Países árabes juegan en ella, va a cambiar.

Consumo de energia mundial, por fuente y en área geográfica

Fuente: BP, Statistical Review of World Energy 2010

La segunda, consecuencia de lo anterior, es que cada nueva propuesta que incluya fuentes de energía distintas del petróleo, sea ésta la generación de gas electricidad a partir de gas, de «carbón limpio» o de energía solar o eólica, implicará un cambio radical en las élites políticas de los países productores, en los espacios geo-energéticos mundiales y en las relaciones energéticas internacionales. Esto -para bien o para mal- también se ha de tener en cuenta, cuando en los países consumidores decidimos cambiar nuestro modelo de consumo energético.

Roadmap2050

Hará cosa de un par de años, asistí en Madrid a la presentación en España, organizada por el grupo de estrategia de la energía y cambio climático del Real Instituto Elcano, del proyecto Roadmap2050. Siendo yo una economista política, reconozco que existen algunas cuestiones técnicas que se me escapan, pero quiero decir que el acto me pareció excelente. En su conjunto fue ameno, riguroso, poco maniqueo en la presentación de los resultados y con un mensaje muy claro: existen las condiciones objetivas para que Europa tenga un modelo energético libre de CO2, existen distintas opciones para ello y el hacerlo o no es una cuestión de voluntad política.

Reconozco que, aunque, desde entonces he ido cambiando de opinión sobre la bondad del proyecto, esa presentación fue una especie de epifanía, pues me abrió todo un terreno, para mi inexplorado, de cómo variaría la geo-política mundial si se hiciera una propuesta firme por otro tipo de modelo energético.

El pasado 15 de diciembre, en medio de la mayor crisis política de la Unión Europea, se presentó el Roadmap2050 en Bruselas, y Dinamarca, que el próximo 1 de enero del 2012 tendrá la presidencia semestral de la UE, ha declarado que el Roadmap2050 será la base para lograr un acuerdo en la Directiva Europea sobre la eficiencia energética y, lo que es más importante, ha afirmado que estas negociaciones no van a ser «business as usual».

El Roadmap2050 es un proyecto demasiado amplio para ser comentado en una sola entrada. Por esta razón, en ésta me quiero centrar en tres aspectos del mismo, relacionados de forma muy literal con el título de este blog.  Reduciendo al mínimo el contenido de este proyecto, decir que lo que éste pretende es crear una  Eneropa baja en emisiones de CO2. Es decir un espacio geo-energético nuevo, armado sobre la base de un nuevo modelo energético, cuyos territorios serían solaria, los estados de las mareas y las islas del viento.

Fuente: Oma Koolhaas (Roadmap2050)

¿Qué significa esta Eneropa?

En primer lugar, podría significar algo positivo para la construcción Europa. El Roadmap2050, 60 años después, como lo fue la Comunidad Europea del Acero y el Carbón, es un intento de crear funcionalmente Europa. Como debía creer Robert Schuman, construir una comunidad energética y una red de infraestructuras europeas ad hoc es una buena base sobre la que edificar una política europea común. Sin ánimo de llevar mucho más allá el paralelismo, al igual que en los años 1920 la electrificación de la URSS fue el símbolo de la unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, la electrificación común de todos los territorios europeos podría ser el símbolo de la Europa unida del Siglo XXI.

En segundo lugar, asumir como posible el hecho de que energéticamente Europa podría abastecerse, en gran medida, de sus propias fuentes solares, eólicas, geo-termales y maremotrices, supondría un giro copernicano en lo que ha sido la geo-política y las relaciones internacionales de la segunda mitad del Siglo XX. Piénsese que un proyecto de este tipo implica -aunque después haré un matiz- dejar de «depender» del suministro de crudo y de gas de Rusia, del Norte de África y de Oriente Medio; como implica también que organismos como la Agencia Internacional de la Energía -lugar en el que se agrupan los intereses de las principales empresas y gobiernos de los países consumidores- pierden su identidad, pues el propio concepto de país consumidor, como opuesto al productor- desaparece.

En tercer lugar, la construcción de Eneropa, por su propia definición, necesariamente implica proyecto y política. De hecho, entiendo que cuando la presidencia danesa de la UE afirma que esto no va a ser «business as usual», se está refiriendo a este aspecto. Y, aquí, es donde entran buena parte de las dudas sobre este proyecto. Para llevar a cabo una transformación tan grande como la que propone Roadmap2050 hace falta tener una estrategia y una visión a largo plazo -quedándome corta, al menos, un horizonte de dos décadas- de lo que querríamos que fuera Europa. En un contexto democrático, además, haría falta un gran consenso para poder llevar a cabo la ingente transformación económica, política y social que supondría pasar del «mundo fósil» al «mundo renovable». Vista la lamentable y preocupante situación en la que hoy en día se encuentra inmersa la UE, la ocurrencia de estas tres condiciones -estrategia, largo plazo y consenso- se me antoja casi imposible.

Ante esta imposibilidad surge la siguiente cuestión, ¿Por qué Roadmap2050, un proyecto basado en las renovables, goza de tanto favor en los círculos energéticos del poder en Europa?. Tal vez, porque en alguna de sus facetas es muy similar al de Desertec, pero a lo grande: implica la construcción de grandes infraestructuras centralizadas; podría dar mayor poder a los monopolios eléctricos y cuenta -en su escenario 100% renovables- con la anexión del Norte de África a la Solaria de Eneropa. Esto último, y lamento decirlo, es una de las grandes paradojas de la historia, pues la última vez que se intentó anexar energéticamente el Norte de África a Europa fue, en 1941, con el sueño euroafricano del General Weygand en Argelia.

En la excelente presentación de Roadmap2050 en Madrid se acabó diciendo que lo mejor de esta propuesta es que si se llevara a cabo todo seguiría igual, sólo que de forma limpia. Tal vez sea cierto que con la implementación de ello tendríamos coches, calefacción, fábricas…., pero, por el grado de centralización de las relaciones energéticas que implica, no es necesariamente cierto que todo vaya a seguir igual.

El gran poder que podrían alcanzar determinadas empresas privadas haría muy fácil la captura del poder político . En un momento como el actual, en el que éste ya está muy fragilizado con el embiste de los «mercados», esto no es una buena noticia. Por otra parte, algunos de los ejemplos que he citado nos deberían llevar a reflexionar sobre las consecuencias de dejar la política energética en manos de unos pocos.

Insisto, la propuesta implicita del Roadmap2005 de construir una Eneropa política es muy positiva, por las transformaciones internas que podría acarrear y por lo que podrían ser unas nuevas relaciones internacionales menos centradas en las securización del suministro de petróleo y de gas, sin embargo en su apartado político me falta ver cómo, en Eneropa, no existiendo la voluntad política de la se hablaba en la presentación de Madrid, será posible frenar el poder de los gigantes energéticos que -!tiene gracia!- gracias a las renovables, vamos a crear.

Desertec, ¿solución o problema?

El pasado 11 de diciembre, Leo Hickman,  en The Guardian publicó un artículo sobre el Proyecto Desertec. Pocos días antes, Europa Press se hacía eco de la firma de un acuerdo entre Desertec y la argelina SONELGAZ, para producir energía solar en el Desierto del Sahara.

El proyecto Desertec es uno de los que cobraron protagonismo a raíz de la creación de la Unión por el Mediterráneo. Su objetivo es, en pocas palabras, producir electricidad con energía solar en el Norte de África y exportarla a Europa, mediante una compleja red de transmisión de alto voltaje.

Como ya apunta el artículo de Leo Hickman, este proyecto parece ser la culminación de lo que Franck Schuman inició en 1913 en Egipto: irrigar los campos de algodón con unas bombas de agua alimentadas con energía solar. El hecho de que desde hace casi un siglo existiera, ya, la tecnología para crear placas solares sirvió de base para hablar de «A road not taken». El ejemplo paradigmático de ello es el curioso documental sobre cómo se retiraron de la Casa Blanca las placas solares instaladas por el Presidente Carter.

La respuesta estándar al por qué de esta roadnottaken es siempre la misma: aunque exista la tecnología, ésta no es rentable. Más adelante, en otra entrada, hablaré sobre el falseado debate de los costes y de los precios energéticos, pero aquí me centraré en los claroscuros de esta vía enegética, nunca tomada, y que, ahora, empieza a tomar cuerpo en el discurso energético mainstream.

En mi opinión Desertec -y los proyectos equivalentes a él- son un envoltorio nuevo para acrencentar todavía más, si cabe, el poder de los monopolios eléctricos y, con ello, potenciar un modelo energético centralizado y excluyente.

Ante una preocupación creciente por el cambio climático, después de la tragedia nuclear de Fukushima y con la creciente inestablidad en algunos de los principales países exportadores de petróleo, una propuesta de instalar placas solares en un territorio yermo -y aparentemente sin usos alternativos- para producir una electricidad límpia que vaya sustituyendo a la generada por fuentes fosiles, parece una excelente iniciativa. Y, desde el punto de vista de sustituir combustible fósil por solar, lo es. Pero, sustituir combustible fósil por solar, es también sustituir quién produce el combustible fósil, por quién produce el solar o, en su defecto, concentrar a ambos productores en uno solo. Sea un caso u otro, el resultado es un cambio en las relaciones de poder vigentes.

Simplificando mucho la cuestión, en el esquema anterior, unas compañías petroleras-gasistas extraían y exportaban energía primaria a unas compañías eléctricas que, después de varias transformaciones, la convertían en energía secundaria: electricidad. Por el contrario, el proyecto Desertec en un consorcio internacional formado por un buen número de grandes compañías europeas, en el que llama la atención, por tratarse de un proyecto energético, que no participe ninguna de las «tradicionales majors» energéticas. Grosso modo los acionistas  del proyecto -salvo, tal vez, Siemens- son de tres tipos: compañías eléctricas, constructoras de grandes infraestructuras energéticas-renovables, y empresas del sector financiero. Dicho de otro modo es un proyecto que deja fuera a empresas como Repsol, British Petroleum, TotalFinaElf, Royal Dutch Shell, ENI o, a gasistas menores,  como Gas Natural – Fenosa. Este cambio en las empresas «protagonistas» es la primera gran transformación hacia la que apuntan proyectos como Desertec: las petroleras están pasando al segundo plano de la industria energética, mientras eléctricas, constructoras y financieras, suben posiciones. Este cambio de actores protagonistas en las relaciones energéticas, necesariamente ha de suponer un rotación en los núcleos del poder de la industria energética

¿Qué nos deja adivinar el proyecto Desertec de esta nueva composición de los nuevos núcleos de poder?

En primer lugar, que estos nuevos conglomerados eléctricos dejarán de depender de otras empresas -«las petroleras»- para el suministro de la energía primaria: ellos serán los propietarios de las placas solares, de la red, y los comercializadores de electricidad. Es decir, acrecenterán su control en todas las fases de la producción de electricidad y, con ello, su poder de monopolio.

En segundo lugar, por ser una iniciativa germano-europea, parte de la información disponible indica que buena parte de este proyecto será llevado a cabo por empresas alemanas y europeas. Ello lleva a pensar, que la balanza del poder en la produción de energía se inclina definitivamente del lado de las empresas de los países consumidores, perdiendo capacidad de negociación las empresas nacionales de los países productores.

En tercer lugar, que empresas de países, como Alemanía, que no tuvieron un lugar privilegiado en el «mundo energético petrolero» de la segunda mitad del Siglo XX , están recuperando parte del protagonismo en el «mundo energético» del Siglo XXI. Protagonismo, que en el caso concreto de Alemania se perdió con el Tratado de Versalles y los Acuerdos de San Remo, cuando el Deutsche Bank perdió todos los activos energéticos, concentrados en el Territorio Otomano.

Por tanto, a simple vista un proyecto como el Desertec implica una mayor capacidad de monopolio de las empresas eléctricas, una menor influencia de las Compañías Nacionales de los países productores y la emergencia de nuevas empresas de países que en el anterior modelo hegemónico, no fueron los protagonistas. Es decir un cambio en los actores, en el tipo de relaciones energéticas y en los espacios en los que éstas se desarrollan.

Ante todo ello, proyectos como el Desertec, ¿son buenos o malos?. La parte buena e innegable es que el sol es más límpio que el petróleo, el gas y el carbón. Además de ser un recurso no agotable. Sin embargo, en su diseño actual, la parte mala, es muy mala, pues en el mundo de hoy, que ya tiende a las relaciones verticales, jerarquizadas y autoritarias, potenciar modelos de producción de energía que pueden acrecentar todavía más el poder de monopolio de «grupos selectos de empresas», no va a invertir esta situación. Ante ello, si se quiere apostar por la energía solar, tal vez sería mejor favorecer proyectos más descentralizados, como los que se proponen desde la Fundación Hermann Scheer, en Alemania, o la Fundación Terra, en España.

Así, Desertec podría formar parte de la solución a la «energía sucia», pero, para aquellos que apostamos por sociedades más justas y democráticas, puede ser un problema mayor, pues contribuye a una mayor concentración y centralización en la producción de energía y, por ende, a una mayor centralización económica y política.

Por último, está la parte dudosa de proyectos como este. Es decir, ¿cómo será la nueva geo-política y cuáles serán las actividades económicas derivadas de un modelo de energía basado en la exportación de electricidad solar desde territorios desiertos de países subdesarrollados? Pero, esto lo dejaremos para más adelante.